“Cuando
miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”
Friedrich
Nietzsche
Pasó por la
puerta principal. En la recepción reconoció a los guardias de seguridad. Se
saludaron con leves gestos de cara y miradas. No había mucha activad a esa hora
de la madrugada. Varias enfermeras lo reconocieron y no le preguntaron nada.
Sabían de sus visitas a esas horas. Lo raro era verlo de día. Terminó de
recorrer el pasillo principal, y siguió por las escaleras de la derecha.
Siempre era el mismo recorrido, siempre el mismo paisaje: tubos de oxígeno
descascarados que se parecían a algunas paredes; camillas, sillas de rueda,
bancos de madera. Todo estaba en su lugar. Caminó hasta el final del pasillo.
Antes de entrar en la habitación cerró la ventana del pasillo. Entraba una
correntada de aire fuerte. Abrió la puerta despacio para que el chirrido no se escuchara en las
otras habitaciones.
Dejó la
puerta entreabierta que para que entrara algo de luz. Se quedó un par de
segundos para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad parcial de la
habitación. Buscó de memoria la forma difusa de la silla. Fue hasta ella y la
tanteó con las manos. La acercó al lado de la cama. El fuelle del respirador
artificial subía y bajaba. Se acomodó en la silla.
-Hola
viejita,¿cómo estás? Esta noche es navidad, sabés. Hoy me acordé todo el día de
vos. Todo el día. Parece como si el tiempo no hubiera pasado nunca. Qué de
navidades hemos pasado. La primera que yo me acuerdo es la que el tío Juan se
disfrazó de papa Noel. Qué personaje ese tío. Yo me lo creí hasta los 12. Los
pibes me decían que eran los padres pero mí existía papa Noel. Es que le salía
tan bien al tío Juan. Cómo no le iba a creer. Pobre el tío Juan. No merecía
terminar como terminó. Un día de estos voy a ir al cementerio a visitarlo. Le
voy a llevar algunas rosas de tu patio. Se va a poner contento el tío. Hizo
tanto por nosotros. Vos sabrás mejor que yo. Yo era chico pero ya sabía algunas
cosas. Aparte te veía a vos como la luchabas. Así y todo salimos adelante. De
todo eso me acordaba hoy. Yendo de barrio en barrio, las mudanzas, los cambios
de colegio. Qué manera de andar viejita. Te acordás cuando nos encontraste
fumando en el altillo. Es que queríamos ser como los viejos del bar. Viste que
fumar te hace ver más grande, más maduro. Creo que fue el Chino que le robó un
par de cigarrillos al padre. Él quería ser cantor de tangos como Julio Sosa,
decía que el secreto era fumar para que la voz se haga más ronca. Yo nunca le
creí pero él insistía con cantar tangos. El Chinito, dios lo tenga en la
gloria. Cómo te enojaste cuando nos descubriste. Pero era necesario viejita.
Viste como es la vida. Uno a veces se hace malasangre por cada pavada. Pero
cuando pasan las cosas bravas se da cuenta de que lo otro era una pavada. No
sabés, Camilita ya empezó a caminar. Si la vieras. Menos mal que pudiste
disfrutarla. En un par de años más ya va a empezar el jardín. La Lucre ya está
mirando los jardines que hay en el barrio. Yo le dijo que espere, que la nena
todavía es chiquita, pero viste cómo es la Lucre, se le mete algo en la cabeza
y no se lo saca nadie. Ahora anda con la astrología, con las tiradas de cartas.
Todas las mujeres del barrio la van a ver. Vamos a ver cuánto le dura. Te
acordás que la última vez te contó que quería hacer un curso de cerámica. Lo
empezó, pero a los dos meses lo dejó. Vamos a ver cuánto le dura esto de las
cartas. Eso sí, ya preparó todo para ir a Mar del Plata. A veces se parece
tanto a vos la Lucre. De eso también me acordé hoy, de las vacaciones en Mar
del Plata. La primera vez que comí churros fue ahí. Yo lo primero que voy a
hacer cuando llegue a Mar del Plata es comprarme una docena de churros. Ella
que haga lo que quiera con la nena. Yo con unos mates y una docena de churros
soy feliz. Hemos sido felices con menos viejita. Vos me enseñaste eso. Lo
material va y viene. Fijate lo que le pasó al Ernesto, estaba en un lugar que
no tenía que estar. Viste como están las cosas hoy. Hay tantos subversivos
dando vuelta. Dios también lo tenga en la gloria. Cómo pasa la gente por la
vida viejita. De tantas cosas me acordé hoy. Cómo uno se acuerda tantos años en
un día. A veces pienso tanto que me digo a mí mismo que tengo que dejar de
pensar. Pero no puedo, pienso y pienso. Por ejemplo hoy pensaba que si Camilita
ya camina hay que estar cada vez más atento. Yo no quiero que le pase nada. Te
acordás del nene que se ahogó con el caramelo. Qué tristeza esos días. No se
recuperaron más los padres. Creo que se separaron, no se los ve mucho. Yo no
quiero que le pase nada a la Camilita. Yo le digo a la Lucre que la mire, que
la cuide. Ella hace lo que puede. Es buena la Lucre. A veces nos enojamos pero
se nos pasa enseguida. Más ahora con lo del viaje. Está tan entusiasmada. Yo le
digo a todo que sí. Todo sea por ella y la Camilita. El otro día revisábamos
las fotos y se parece a vos la Camilita cuando eras joven. En las fotos de tu
cumpleaños de quince son iguales. Eso también, la Camilita todavía no empezó el
jardín y la Lucre ya estaba planeado el cumpleaños de quince. Agarró una lata
de galletitas y ya empezó a meter plata para los quince de la Camilita. Yo le
decía esperá Lucre, esperá. Justo encontré la foto del finado tío Flore. Le
contaba a la Lucre de todos los proyectos que tenía, de lo bien que le iba. Y
viste, no es cuando uno quiere, es cuando el de arriba quiere. Creo que ahí me
prestó atención la Lucre. Si la mayoría de la gente de las fotos ya son todos
finados. Si habremos escuchado cosas que querían hacer. Pero también es lindo
tener proyectos. Es lo que le da sentido a la vida. Por eso le digo a todo que
sí a la Lucre. Así estamos viejita, estamos bien. En el trabajo las cosas van
bien. Ahora estamos trabajando un poco más. Pero dicen que en verano va a
aflojar un poco. Como todo, viste. Los que no se van a la costa se quedan. El
que puede se va para el sur. Así que hasta marzo vamos a estar tranquilos. Pero
ahora está bravo. A veces pasamos las doce horas. Yo termino muerto. Si a veces
me despierto a la noche de los calambres que me dan. La lucre dice que tengo
que dormir con un corcho abajo de la almohada. Todavía no probé. Es que estamos
trabajando tanto viejita, tanto. Es que…es que…esta... Perdonáme viejita, no me
quería poner mal delante de vos. Pero viste, uno tiene sus sentimientos. Yo
cuando tengo que llorar lloro. Vos también me enseñaste eso. Total, a quién le
importa si uno llora. Al fin y al cabo somos todos humamos. Dios nos hizo a
todos iguales. Eso es lo que nos enseñaron en catecismo. Bueno viejita,
hablando de trabajo me tengo que ir. Que descanses viejita. Feliz navidad.
Se quedó un
rato en silencio. Apretó su mano buscando alguna reacción. Pero hacía meses que
no había ninguna. La besó en la frente y al salir de la habitación, al cerrar
la puerta, un nudo en la garganta y unas lágrimas lo acompañaron por el
pasillo. Salió rápido del edificio. El chofer cuando lo vio puso en marcha el
motor. Abrió la puerta, se sentó y le indicó el trayecto. El suboficial siguió
las indicaciones.
Cruzaron varias
calles en silencio hasta que llegaron a la avenida Vélez Sarsfield. Tomaron la
avenida y bajaron para el lado de Avellaneda. Al cruzar el puente descendieron por
una calle lateral. El chofer dando marcha atrás, trató de acercar lo más que
pudo el vehículo a la orilla del riachuelo. El chofer bajó y abrió el baúl.
Entre los dos tomaron el primer cuerpo y lo dejaron caer al piso. Con el
segundo hicieron lo mismo. Como estaban cerca de la orilla solo hizo falta
empujarlos con los pies. Esperaron a que las burbujas de aire estallaran en la
superficie. Los dos prendieron cigarrillos. Los dos coincidieron en ir a tomar
una café. El auto subió por la calle lateral a la avenida. Las luces del
alumbrado público estaban a apagadas, estaba amaneciendo. El auto siguió su
trayecto entre la escasa luz. No se sabe si el color del auto era claro, oscuro,
o verde oliva.