viernes, 30 de junio de 2017

La boca del lobo


      El calor
y la humedad invaden Buenos Aires. Es sábado a la noche y el Chaqueño me
propone ir hasta la Isla Maciel a comprar un par de bagullos de 4 pesos. El
faso de la Maciel tiene la particularidad de que se diferencia de todas las
demás líneas que hay en Capital, incluida La 21 y el Bajo Flores. Con lo cual
la excursión hasta la Isla bien merece el esfuerzo. Después de todo que más
queda por hacer un sábado a la noche salvo fumar porro, tomar vino tinto barato
y buscar alguna nueva aventura en la noche porteña entre peleas y cocaína
barata.


     La decisión la tomamos en el Obelisco.
Pasamos por Monserrat, San Telmo, Parque Lezama, luego bajar por Almirante
Brown, girar hacia Wenseslao Villafañe y volver a girar hacia el sur por
Necochea. Hay que pasar por La Boca, y la parte más densa de La Boca para así
llegar al Puente Nicolás Avellaneda. La Boca sigue siendo un barrio de
malevaje, como siempre ha sido. Drogadictos, alcohólicos, delincuentes de poca
y mucha monta, tranzas, violines, rastreros, cartoneros, despojos humanos
durmiendo en la calle o dentro de contenedores de basura, adictas desesperadas
teniendo sexo en cualquier lugar por una dosis más de pasta base, estas, son
las tonalidades que ilustran en la actualidad el legendario barrio de La Boca, fuente
de inspiración de Benito Quinquela Martín.


   Al ir dejando atrás las caricaturas más
grotescas y bajas de la condición humana vamos llegando a la avenida Pedro de
Mendoza. Ahora se puede vislumbrar el imponente puente conector entre Capital
Federal y la provincia de Buenos Aires. Del otro lado La Isla Maciel nos espera
ansiosa y agitada.


   Debajo del puente se encuentra la alta y
ancha abertura que conduce a las abandonadas y viejas escaleras mecánicas  de madera que alguna vez en el pasado fue un
paso seguro para los habitantes de La Boca y La Isla Maciel, y con el tiempo y
sucesivos robos, violaciones y asesinatos se dejó de usar. En la actualidad
este paso solamente es usado para ir a comprar droga a La Isla. Creo que
"La boca del lobo “es la mejor expresión para referenciar lo que se siente
pasar por este lugar cubierto por un manto de oscuridad tan espeso que se puede
cortar con un cuchillo. Siempre me llamó la atención de que nadie rancheara ahí
habiendo lugar de sobra, pero este puente tiene algo, la evidencia es el
escalofrió que recorre la espalda al ir subiendo las escaleras en medio de la
oscuridad y que de a poco se va disipando al ver la luz artificial de la
ciudad. La pasarela peatonal al costado del puente muestra una magnifica visión,
a un lado el viejo puente Avellaneda y de contraste el Puente Pueyrredón, sobre
el agua aceitosa y carente de vida orgánica descansan viejas y oxidadas
embarcaciones, postales estancadas en el tiempo como el recuerdo de una época
que nunca pasa. Al otro lado la modernidad ha ganado el Rio de la Plata, el
enjambre de contenedores con sus nombres de compañías  internacionales muestra un  imponente Puerto de Buenos aires. En la mitad
de la pasarela nos encontramos con dos pintas que vienen de La Isla. Al
encontrarnos se susurran saludos. Ellos no saben quiénes somos, nosotros
tampoco. Cualquiera puede estar enfierrado, pero el miedo arriba del puente no
deja que ninguno lo averigüe.


    Finalmente cruzamos al otro lado. Llegamos a
provincia, a Avellaneda. Ahora solamente queda llegar a la línea, caminar entre
conventillos de chapa, cruzar por la plaza principal y llegar a lo del tranza.


    Como en 
todo barrio de provincia siempre hay chacota los sábados. En casi todas
las cuadras, cumpleaños, casamientos, bautismos son la excusa perfecta y si no
las hay se inventan. En lo del tranza están de joda. Éste y unos cuantos
secuaces están en la vereda con la música al palo, escabiando y tomando
menezunda. Todo es parte de la tertulia. A medida que nos acercamos con el
Chaqueño uno de los tantos que están en la vereda se levanta para ir a
atendernos por la ventanita que está en el patio de la casa. Nosotros llegamos,
saludamos y entramos a la casa por un pasillo lateral que va directo al patio y
a la ventanita.  La ventanita se abre:


    -¿Cuánto
querés?, dice el soldado del tranza al abrir la ventana.


    - Dame tres,
dice el Chaqueño y le pasa la plata.


    Salimos por el pasillo hasta la vereda.
Saludamos nuevamente al gente que está en la vereda alrededor del tranza. La
misión ahora es volver a Capital. Al ir quedando en desuso el puente ,los
boteros  fueron ganado terreno en el
transporte de pasajeros honrados, ya que la gente que cruza de capital a
Provincia y viceversa usan habitualmente este servicio que consta de un pequeño
bote madera y un remero que por una poca suma de dinero hacen la travesía a
través del viscoso líquido. De niño, mi tío Sebastián me hizo cruzar en uno de
los botes. Le comento al Chaqueño que quiero cruzar en el bote fumando  un faso. Pero mi fantasía se ve frustrada al
ver que hay un puesto de Prefectura Naval 
y un par de agentes antes de llegar al bote.


    Subimos al
bote con tres personas más. El remero inicia el viaje de vuelta a Capital. El bote
se zamarrea levemente y yo vuelvo a tener seis años en mi memoria. Pienso en todas
las cosas que viví desde ese viaje hasta hoy.




   Antes de volver a tocar tierra le dedico una
última mirada a “La boca del lobo”, silencioso, siniestro y encantador.


















La boca del lobo

      El calor y la humedad invaden Buenos Aires. Es sábado a la noche y el Chaqueño me propone ir hasta la Isla Maciel a comprar un par de bagullos de 4 pesos. El faso de la Maciel tiene la particularidad de que se diferencia de todas las demás líneas que hay en Capital, incluida La 21 y el Bajo Flores. Con lo cual la excursión hasta la Isla bien merece el esfuerzo. Después de todo que más queda por hacer un sábado a la noche salvo fumar porro, tomar vino tinto barato y buscar alguna nueva aventura en la noche porteña entre peleas y cocaína barata.
     La decisión la tomamos en el Obelisco. Pasamos por Monserrat, San Telmo, Parque Lezama, luego bajar por Almirante Brown, girar hacia Wenseslao Villafañe y volver a girar hacia el sur por Necochea. Hay que pasar por La Boca, y la parte más densa de La Boca para así llegar al Puente Nicolás Avellaneda. La Boca sigue siendo un barrio de malevaje, como siempre ha sido. Drogadictos, alcohólicos, delincuentes de poca y mucha monta, tranzas, violines, rastreros, cartoneros, despojos humanos durmiendo en la calle o dentro de contenedores de basura, adictas desesperadas teniendo sexo en cualquier lugar por una dosis más de pasta base, estas, son las tonalidades que ilustran en la actualidad el legendario barrio de La Boca, fuente de inspiración de Benito Quinquela Martín.
   Al ir dejando atrás las caricaturas más grotescas y bajas de la condición humana vamos llegando a la avenida Pedro de Mendoza. Ahora se puede vislumbrar el imponente puente conector entre Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Del otro lado La Isla Maciel nos espera ansiosa y agitada.
   Debajo del puente se encuentra la alta y ancha abertura que conduce a las abandonadas y viejas escaleras mecánicas  de madera que alguna vez en el pasado fue un paso seguro para los habitantes de La Boca y La Isla Maciel, y con el tiempo y sucesivos robos, violaciones y asesinatos se dejó de usar. En la actualidad este paso solamente es usado para ir a comprar droga a La Isla. Creo que "La boca del lobo “es la mejor expresión para referenciar lo que se siente pasar por este lugar cubierto por un manto de oscuridad tan espeso que se puede cortar con un cuchillo. Siempre me llamó la atención de que nadie rancheara ahí habiendo lugar de sobra, pero este puente tiene algo, la evidencia es el escalofrió que recorre la espalda al ir subiendo las escaleras en medio de la oscuridad y que de a poco se va disipando al ver la luz artificial de la ciudad. La pasarela peatonal al costado del puente muestra una magnifica visión, a un lado el viejo puente Avellaneda y de contraste el Puente Pueyrredón, sobre el agua aceitosa y carente de vida orgánica descansan viejas y oxidadas embarcaciones, postales estancadas en el tiempo como el recuerdo de una época que nunca pasa. Al otro lado la modernidad ha ganado el Rio de la Plata, el enjambre de contenedores con sus nombres de compañías  internacionales muestra un  imponente Puerto de Buenos aires. En la mitad de la pasarela nos encontramos con dos pintas que vienen de La Isla. Al encontrarnos se susurran saludos. Ellos no saben quiénes somos, nosotros tampoco. Cualquiera puede estar enfierrado, pero el miedo arriba del puente no deja que ninguno lo averigüe.
    Finalmente cruzamos al otro lado. Llegamos a provincia, a Avellaneda. Ahora solamente queda llegar a la línea, caminar entre conventillos de chapa, cruzar por la plaza principal y llegar a lo del tranza.
    Como en  todo barrio de provincia siempre hay chacota los sábados. En casi todas las cuadras, cumpleaños, casamientos, bautismos son la excusa perfecta y si no las hay se inventan. En lo del tranza están de joda. Éste y unos cuantos secuaces están en la vereda con la música al palo, escabiando y tomando menezunda. Todo es parte de la tertulia. A medida que nos acercamos con el Chaqueño uno de los tantos que están en la vereda se levanta para ir a atendernos por la ventanita que está en el patio de la casa. Nosotros llegamos, saludamos y entramos a la casa por un pasillo lateral que va directo al patio y a la ventanita.  La ventanita se abre:
    -¿Cuánto querés?, dice el soldado del tranza al abrir la ventana.
    - Dame tres, dice el Chaqueño y le pasa la plata.
    Salimos por el pasillo hasta la vereda. Saludamos nuevamente al gente que está en la vereda alrededor del tranza. La misión ahora es volver a Capital. Al ir quedando en desuso el puente ,los boteros  fueron ganado terreno en el transporte de pasajeros honrados, ya que la gente que cruza de capital a Provincia y viceversa usan habitualmente este servicio que consta de un pequeño bote madera y un remero que por una poca suma de dinero hacen la travesía a través del viscoso líquido. De niño, mi tío Sebastián me hizo cruzar en uno de los botes. Le comento al Chaqueño que quiero cruzar en el bote fumando  un faso. Pero mi fantasía se ve frustrada al ver que hay un puesto de Prefectura Naval  y un par de agentes antes de llegar al bote.
    Subimos al bote con tres personas más. El remero inicia el viaje de vuelta a Capital. El bote se zamarrea levemente y yo vuelvo a tener seis años en mi memoria. Pienso en todas las cosas que viví desde ese viaje hasta hoy.

   Antes de volver a tocar tierra le dedico una última mirada a “La boca del lobo”, silencioso, siniestro y encantador.





jueves, 29 de junio de 2017

El hombre del arpón

El hombre del arpón

Vino a visitarte

No lo reconociste

No andana con la cruz a cuestas

Su cruz era esa caja de vino

Esa que le negaste

Esa que te sobra

Esa que sabes que de cada 10

Una tenés que dar

Si es que sos cristiano

Y si no lo sos también.



Abundancia

Abundancia

Embriagados de abundancia

Carencia de espiritualidad

Terror a perder la abundancia

Terror de Estado en el alma(zen)

Y después se preguntan por los pobres

Cada vez hay más pobres

Cada vez somos más pobres

Cada vez más perdidos en las pantallas digitales.

Los planes hipotecarios

Para la redención se agotaron,

Ya se los otorgaron a los

Verdaderos pobres

A los verdaderos

Hombres del arpón

El resto es baladí

¡Sí!, baladí



Ciudad de anoréxicos

Espirituales;

En cada esquina te esperará

El hombre del arpón,

En cada sombra, él

Acechará

Con sus clavos de 9 pulgadas

Te lo recordará

En cada acto, ahí

estará

Con sus clavos

Y su arpón y

Con sus manos laceradas.

Su espíritu destila y

Destilará en actos de

Los más simbólicos que

Hayas visto,

Los más sospechosos.

Porque él es así

Un símbolo para nuestra época

Y una época para la cruxifición

Del hombre del arpón



Así es como te llamamos:

Hombre del arpón.

Así es como te pagamos.

Así es como te dejamos morir.

El eterno retorno te trajo

A nosotros

Y te volvimos a negar



Recordemoslo bien

En la iglesia

En la colecta de Caritas

En el diván del psicoanalista

Y en la tableta de clonazepam:

"Algunos hombres nacen póstumos"












El hombre del arpón

El hombre del arpón
Vino a visitarte
No lo reconociste
No andana con la cruz a cuestas
Su cruz era esa caja de vino
Esa que le negaste
Esa que te sobra
Esa que sabes que de cada 10
Una tenés que dar
Si es que sos cristiano
Y si no lo sos también.

Abundancia
Abundancia
Embriagados de abundancia
Carencia de espiritualidad
Terror a perder la abundancia
Terror de Estado en el alma(zen)
Y después se preguntan por los pobres
Cada vez hay más pobres
Cada vez somos más pobres
Cada vez más perdidos en las pantallas digitales.
Los planes hipotecarios
Para la redención se agotaron,
Ya se los otorgaron a los
Verdaderos pobres
A los verdaderos
Hombres del arpón
El resto es baladí
¡Sí!, baladí

Ciudad de anoréxicos
Espirituales;
En cada esquina te esperará
El hombre del arpón,
En cada sombra, él
Acechará
Con sus clavos de 9 pulgadas
Te lo recordará
En cada acto, ahí
estará
Con sus clavos
Y su arpón y
Con sus manos laceradas.
Su espíritu destila y
Destilará en actos de
Los más simbólicos que
Hayas visto,
Los más sospechosos.
Porque él es así
Un símbolo para nuestra época
Y una época para la cruxifición
Del hombre del arpón

Así es como te llamamos:
Hombre del arpón.
Así es como te pagamos.
Así es como te dejamos morir.
El eterno retorno te trajo
A nosotros
Y te volvimos a negar

Recordemoslo bien
En la iglesia
En la colecta de Caritas
En el diván del psicoanalista
Y en la tableta de clonazepam:
"Algunos hombres nacen póstumos"






martes, 27 de junio de 2017

Mentir solo cuesta vida

Y es que cuesta creer en el amor

Cuesta que no lastime

Algún día,

Cuesta creer en lo que no se sabe que a pasar

Por qué cuesta tanto creer,

Creer en lo que prometo

Y en lo que no puedo prometer.



Nunca cumplí con lo que prometí

Ya deberías saberlo.



Por mi parte dejaré de prometer

Así que no me reclames más

No quiero escuchar más reclamos

No quiero escuchar más quejas

Más decepciones;

Que te prometa que voy a cambiar

Porque no puedo prometer

En realidad no es que no pueda prometer

Lo que me cuesta es cumplir

Ni siquiera a mí mismo puedo cumplir.



Iba a escribir un informe

Meteorológico

Y no pude cumplirlo;

Iba a escribir un poema

Y no pude cumplirlo;

Iba a llamarte para decirte

Que tenés razón,

Que soy un idiota que

No cambia más

Y no pude cumplirlo.



Me puse a escribir sobre todo esto

Y aquello;

Iba a buscar reunir mis ideas

Desordenadas y darle

Un marco;

Iba a desarrollar una tratado sobre

Mis promesas sin cumplir

Para buscar una trascendencia

Un recordatorio para

Mí mismo.



Ahora tengo miedo

No sé si pueda cumplirlo












    ¿Cómo
describirlo? ¿Cómo ponerle palabras? ¿Cómo nombrar lo innombrable?


 Estas
interrogaciones cargadas de más incertidumbre que certezas, son las que me
persiguen, me atormentan, en el frustrado trabajo de tener que comunicar al
mundo las excentricidades de mis comportamientos; comportamientos alejados de
las buenas costumbres. Y no solo eso: sentimientos. Aquí radica lo innombrable,
lo intransferible, lo no dicho o lo imposible de decir.


     No hay
especialista del alma humana que no haya tratado de indagar en las
profundidades de mi ser y terminar abandonando su labor, cuestionándose los
principios de su profesión y de su propia vida. No hay tratamiento o medicación
que no haya probado para aliviar los síntomas de mi fiebre espiritual. No los
hay.


     Hubo
intentos, no debo vedarlo. Hubo momentos en los que mi espíritu encontró reposo
en las mesetas áridas de la 
cotidianidad. Un empleo, una rutina diaria, los
beneficios de un hogar constituido y la seguridad de una esposa que todos los
días me esperaba, fueron momentos, únicamente, de transición. En esos tiempos
podía sentir desde mi interior, el ebullir de los más peligrosos venenos con
los que se puede infectar un espíritu. Lo recuerdo como si fuera el desayuno
que hoy a la mañana dispuse. Pobres de aquellos que se encontraban a mi lado en
ese tiempo, y en este también. Todas esas garantías que se me ofrecieron, todo
eso que me decían que me beneficiaría, lo arrojé por la borda de mi navío que
ya estaba yéndose a pique a las profundidades. Tuve algo de compasión por el
mundo y no lo arrastré conmigo. Y es aquí, en las profundidades, donde he
encontrado el ambiente más cómodo para poder sobrevivir. Aquí, donde moro para
poder proteger al mundo de la infección de mi ser, que todo ha destruido, que
nada ha dejado sin que los tentáculos de esta enfermedad tocase. Sé que nunca
lo entenderán. Solo podré decirles, a modo de explicación para que no sientan
frustrados en sus reflexiones, que esos momentos, los que me garantizaban una
vida plena y normal, solo fueron como la caricia de un fino bigote de gato
sobre mi cara ¡Sí!, esa es la forma de responder a sus preguntas que oigo desde
esta profundidad. Una profundidad cómoda para mí, pero para el resto de los
mortales morirían de miedo al acercarse al borde de este abismo insondable.


    Para
aquellos que preguntan siempre lo mismo, les respondo que siempre fui así. Si
no lo detectaron fue porque yo no lo quise. Desde niño, desde que mi madre
encontró los cuchillos debajo de mi almohada con los que dormía, la
preocupación a mi alrededor fue en aumento. Y como no preocuparse, como no
atender el llamado desesperado, como amar con este tumor que corroe mi alma y
lastima a quienes quieren recatarme desde lo insondable.


    Mencioné
los cuchillos debajo de mi almohada. También debo mencionar las internaciones,
las terapias de electroshock, los miles de medicamentos que, en vez de calmar a
la fiera que convive en mi interior, solo la han alimentado y potenciado. Pero
ellos son así, piensan que todo lo saben, que todo pueden curarlo. El propósito
de mi vida, pareciera, es refutarlos, y vaya que los he refutado.


     Así que
seguiré con mi rutina de tortura existencial. Seguiré buscando la manera más
enferma de saciar mi ansiedad de dolor para poder justificar un día más de
existencia sobre este mundo calamitoso. Los cuchillos debajo de la almohada han
devenido a través de los años. Han devenido en alcohol, en drogas de las más
variadas, en armas. Hoy la mesa de luz al lado de mi cama reúne todos estos
elementos juntos. Hoy la rutina para poder conciliar el sueño es cargar mi arma
con una sola bala, girar el tambor, tomar uno trago, unas cuantas píldoras,
mirar a través del cañón del arma, amartillarla una y otra vez hasta llegar a
los límites de la saturación nerviosa. Es en ese límite de saturación cuando
apoyo la cabeza en la almohada, pongo mi arma en la boca y gatillo. Sé lector
que te parecerá una locura, pero esa es la manera que encuentro para poder
descansar.

    Si esta noche al concluir la rutina, la
bala me absuelve por otro día más, mañana me encontraré escribiendo, con
algunas variaciones, esta misma carta




Diarios del poeta


Mentir solo cuesta vida

Y es que cuesta creer en el amor
Cuesta que no lastime
Algún día,
Cuesta creer en lo que no se sabe que a pasar
Por qué cuesta tanto creer,
Creer en lo que prometo
Y en lo que no puedo prometer.

Nunca cumplí con lo que prometí
Ya deberías saberlo.

Por mi parte dejaré de prometer
Así que no me reclames más
No quiero escuchar más reclamos
No quiero escuchar más quejas
Más decepciones;
Que te prometa que voy a cambiar
Porque no puedo prometer
En realidad no es que no pueda prometer
Lo que me cuesta es cumplir
Ni siquiera a mí mismo puedo cumplir.

Iba a escribir un informe
Meteorológico
Y no pude cumplirlo;
Iba a escribir un poema
Y no pude cumplirlo;
Iba a llamarte para decirte
Que tenés razón,
Que soy un idiota que
No cambia más
Y no pude cumplirlo.

Me puse a escribir sobre todo esto
Y aquello;
Iba a buscar reunir mis ideas
Desordenadas y darle
Un marco;
Iba a desarrollar una tratado sobre
Mis promesas sin cumplir
Para buscar una trascendencia
Un recordatorio para
Mí mismo.

Ahora tengo miedo
No sé si pueda cumplirlo





    ¿Cómo describirlo? ¿Cómo ponerle palabras? ¿Cómo nombrar lo innombrable?
 Estas interrogaciones cargadas de más incertidumbre que certezas, son las que me persiguen, me atormentan, en el frustrado trabajo de tener que comunicar al mundo las excentricidades de mis comportamientos; comportamientos alejados de las buenas costumbres. Y no solo eso: sentimientos. Aquí radica lo innombrable, lo intransferible, lo no dicho o lo imposible de decir.
     No hay especialista del alma humana que no haya tratado de indagar en las profundidades de mi ser y terminar abandonando su labor, cuestionándose los principios de su profesión y de su propia vida. No hay tratamiento o medicación que no haya probado para aliviar los síntomas de mi fiebre espiritual. No los hay.
     Hubo intentos, no debo vedarlo. Hubo momentos en los que mi espíritu encontró reposo en las mesetas áridas de la cotidianidad. Un empleo, una rutina diaria, los beneficios de un hogar constituido y la seguridad de una esposa que todos los días me esperaba, fueron momentos, únicamente, de transición. En esos tiempos podía sentir desde mi interior, el ebullir de los más peligrosos venenos con los que se puede infectar un espíritu. Lo recuerdo como si fuera el desayuno que hoy a la mañana dispuse. Pobres de aquellos que se encontraban a mi lado en ese tiempo, y en este también. Todas esas garantías que se me ofrecieron, todo eso que me decían que me beneficiaría, lo arrojé por la borda de mi navío que ya estaba yéndose a pique a las profundidades. Tuve algo de compasión por el mundo y no lo arrastré conmigo. Y es aquí, en las profundidades, donde he encontrado el ambiente más cómodo para poder sobrevivir. Aquí, donde moro para poder proteger al mundo de la infección de mi ser, que todo ha destruido, que nada ha dejado sin que los tentáculos de esta enfermedad tocase. Sé que nunca lo entenderán. Solo podré decirles, a modo de explicación para que no sientan frustrados en sus reflexiones, que esos momentos, los que me garantizaban una vida plena y normal, solo fueron como la caricia de un fino bigote de gato sobre mi cara ¡Sí!, esa es la forma de responder a sus preguntas que oigo desde esta profundidad. Una profundidad cómoda para mí, pero para el resto de los mortales morirían de miedo al acercarse al borde de este abismo insondable.
    Para aquellos que preguntan siempre lo mismo, les respondo que siempre fui así. Si no lo detectaron fue porque yo no lo quise. Desde niño, desde que mi madre encontró los cuchillos debajo de mi almohada con los que dormía, la preocupación a mi alrededor fue en aumento. Y como no preocuparse, como no atender el llamado desesperado, como amar con este tumor que corroe mi alma y lastima a quienes quieren recatarme desde lo insondable.
    Mencioné los cuchillos debajo de mi almohada. También debo mencionar las internaciones, las terapias de electroshock, los miles de medicamentos que, en vez de calmar a la fiera que convive en mi interior, solo la han alimentado y potenciado. Pero ellos son así, piensan que todo lo saben, que todo pueden curarlo. El propósito de mi vida, pareciera, es refutarlos, y vaya que los he refutado.
     Así que seguiré con mi rutina de tortura existencial. Seguiré buscando la manera más enferma de saciar mi ansiedad de dolor para poder justificar un día más de existencia sobre este mundo calamitoso. Los cuchillos debajo de la almohada han devenido a través de los años. Han devenido en alcohol, en drogas de las más variadas, en armas. Hoy la mesa de luz al lado de mi cama reúne todos estos elementos juntos. Hoy la rutina para poder conciliar el sueño es cargar mi arma con una sola bala, girar el tambor, tomar uno trago, unas cuantas píldoras, mirar a través del cañón del arma, amartillarla una y otra vez hasta llegar a los límites de la saturación nerviosa. Es en ese límite de saturación cuando apoyo la cabeza en la almohada, pongo mi arma en la boca y gatillo. Sé lector que te parecerá una locura, pero esa es la manera que encuentro para poder descansar.
    Si esta noche al concluir la rutina, la bala me absuelve por otro día más, mañana me encontraré escribiendo, con algunas variaciones, esta misma carta

Diarios del poeta

lunes, 26 de junio de 2017

9

¿Cómo amar sin poseer?

Me pregunto mientras veo

A la lluvia caer;

Me pregunto mientras escribo

La pregunta

Y me respondo mientras escribo

La respuesta.

9

¿Cómo amar sin poseer?
Me pregunto mientras veo
A la lluvia caer;
Me pregunto mientras escribo
La pregunta
Y me respondo mientras escribo
La respuesta.

8

Ella vive debajo

Del asfalto

Donde no llueve

Donde no hay luz.

Debe ser el lugar más hermoso del mundo

8

Ella vive debajo
Del asfalto
Donde no llueve
Donde no hay luz.
Debe ser el lugar más hermoso del mundo

jueves, 22 de junio de 2017

Una sombra, siempre, ríe a mi espalda

Un grito quiebra

El silencio

Maullido de gato



Tiempo y ausencia

se desvanecen

Aquí o allá

El centro siempre se corre



Cuando lo alcanzo

Ya no soy yo

Cuando lo tomo

Siempre fui yo

Cuando me desvanezco

Seré yo



Iluminar, iluminar

Para después arrojarlo

El despojo siempre es

Más bello que lo que fue

Anteriormente



Recuerda tus alas

Recuerda tu aliento

Recuerda tu sangre

Recuerda esos momentos de

Felicidad

Recuerda: Un día te faltarán



Y más oscuro es

Más oscuro es;

Con lo profundo pasa

Lo mismo

Aunque no se note

Aunque no se note



Cabe la posibilidad

Seguro

La posibilidad es segura

Y no pienso redundar

Eso es para principiantes



Yo mismo pinté eso

Murales

Esos que nunca  cobré

El dinero ha sido mi Demócrito



Ahora la imagen es

Difusa

Lo sé porque no la

Puedo ver

Lo sé porque yo mismo

La ordené

Lo sé porque en las afueras

De mí

Ya no queda estepa sin

Clasificar.












Una sombra, siempre, ríe a mi espalda

Un grito quiebra
El silencio
Maullido de gato

Tiempo y ausencia
se desvanecen
Aquí o allá
El centro siempre se corre

Cuando lo alcanzo
Ya no soy yo
Cuando lo tomo
Siempre fui yo
Cuando me desvanezco
Seré yo

Iluminar, iluminar
Para después arrojarlo
El despojo siempre es
Más bello que lo que fue
Anteriormente

Recuerda tus alas
Recuerda tu aliento
Recuerda tu sangre
Recuerda esos momentos de
Felicidad
Recuerda: Un día te faltarán

Y más oscuro es
Más oscuro es;
Con lo profundo pasa
Lo mismo
Aunque no se note
Aunque no se note

Cabe la posibilidad
Seguro
La posibilidad es segura
Y no pienso redundar
Eso es para principiantes

Yo mismo pinté eso
Murales
Esos que nunca  cobré
El dinero ha sido mi Demócrito

Ahora la imagen es
Difusa
Lo sé porque no la
Puedo ver
Lo sé porque yo mismo
La ordené
Lo sé porque en las afueras
De mí
Ya no queda estepa sin
Clasificar.





martes, 20 de junio de 2017

Vientos de Guernica

Vientos que me arrasan

Y me hacen doler



¿Cuántas veces he muerto

Bajo estos bombardeos?



¿Cuántas veces me he arrastrado

Por estos escombros?



¿Cuántas veces tendré

Que repetir el ciclo?



Guernica ya me ha visto morir

Una vez



Ahora voy arrastrándome

Otra vez entre escombros;

Escombros de mi propia

Vida

Buscando una segura

Destrucción



Allá voy, de rodillas

Mientras Goya Toma apuntes

Para su obra



De rodillas voy

Apretando los dientes

Y los billetes

Dentro de puños aún

Más duros



Por favor, pido por favor

Sólo una más

Transpirando, convulsionando



Espero el disparo final

El tiro de gracia

El de la absolución



Compro y aspiro

El disparo o bomba;

Yo mismo soy mi verdugo

Yo mismo atento

Yo soy mi enemigo

A mí quiero aniquilar,

Devastar.



Calles de Guernica o

Bajo Flores

Para mí es lo mismo,

Siempre soy el mismo

El dolor es el mismo.

Siempre caminando

Entre muertos vivientes

Muertos buscando su absolución

O redención.



¿Tan difícil es verlo?














Vientos de Guernica

Vientos que me arrasan
Y me hacen doler

¿Cuántas veces he muerto
Bajo estos bombardeos?

¿Cuántas veces me he arrastrado
Por estos escombros?

¿Cuántas veces tendré
Que repetir el ciclo?

Guernica ya me ha visto morir
Una vez

Ahora voy arrastrándome
Otra vez entre escombros;
Escombros de mi propia
Vida
Buscando una segura
Destrucción

Allá voy, de rodillas
Mientras Goya Toma apuntes
Para su obra

De rodillas voy
Apretando los dientes
Y los billetes
Dentro de puños aún
Más duros

Por favor, pido por favor
Sólo una más
Transpirando, convulsionando

Espero el disparo final
El tiro de gracia
El de la absolución

Compro y aspiro
El disparo o bomba;
Yo mismo soy mi verdugo
Yo mismo atento
Yo soy mi enemigo
A mí quiero aniquilar,
Devastar.

Calles de Guernica o
Bajo Flores
Para mí es lo mismo,
Siempre soy el mismo
El dolor es el mismo.
Siempre caminando
Entre muertos vivientes
Muertos buscando su absolución
O redención.

¿Tan difícil es verlo?






jueves, 15 de junio de 2017

Principio de insatisfacción


No sé lo que es ser feliz


Sé lo que es ser infeliz


Sé que ahora no soy infeliz





No sé lo que es la miseria


Sé lo que es sentirse miserable


Sé que ahora no soy miserable





No sé lo que es la soledad


Sé lo que es estar solo


Sé lo que es sentirse solo


Sé que ahora no estoy ni me siento solo





No sé lo que es vivir la vida


Sé lo que es desear a la muerte


Sé que ahora no deseo a la muerte





No sé lo que es la desesperación


Sé lo que es estar desesperado


Sé que ahora no estoy desesperado





No sé lo que es el vacío


Sé lo que es sentirse vacío


Sé que ahora no me siento vacío





No sé lo que deba ser correcto


Sé mucho más de lo incorrecto


Sé que ahora lo incorrecto cuesta más





No sé bien como seguir con el poema


Sé como abandonarlo o borrarlo directamente

Sé que, por lo menos, terminé con el poema.












Principio de insatisfacción

No sé lo que es ser feliz
Sé lo que es ser infeliz
Sé que ahora no soy infeliz

No sé lo que es la miseria
Sé lo que es sentirse miserable
Sé que ahora no soy miserable

No sé lo que es la soledad
Sé lo que es estar solo
Sé lo que es sentirse solo
Sé que ahora no estoy ni me siento solo

No sé lo que es vivir la vida
Sé lo que es desear a la muerte
Sé que ahora no deseo a la muerte

No sé lo que es la desesperación
Sé lo que es estar desesperado
Sé que ahora no estoy desesperado

No sé lo que es el vacío
Sé lo que es sentirse vacío
Sé que ahora no me siento vacío

No sé lo que deba ser correcto
Sé mucho más de lo incorrecto
Sé que ahora lo incorrecto cuesta más

No sé bien como seguir con el poema
Sé como abandonarlo o borrarlo directamente
Sé que, por lo menos, terminé con el poema.




4





Tomé una nube pequeña


La más pequeña y


La mojé en el


Café con leche


"¿Son ricas?", dice la mesera

Si, son ricas.






4


Tomé una nube pequeña
La más pequeña y
La mojé en el
Café con leche
"¿Son ricas?", dice la mesera
Si, son ricas.


3


Pedí la cuenta y dejé mi


Arma sobre la mesa.


Al retirarme


Dejé propina;


No vaya a a ser cosa que no


Me dejen entrar más.

3

Pedí la cuenta y dejé mi
Arma sobre la mesa.
Al retirarme
Dejé propina;
No vaya a a ser cosa que no
Me dejen entrar más.

2


Ya lo sabés,


Lo viste en la televisión


O lo escuchaste en


La radio:


La llama de la hornalla no es azul.


Tenés que llamar a un

Gasista matriculado.

2

Ya lo sabés,
Lo viste en la televisión
O lo escuchaste en
La radio:
La llama de la hornalla no es azul.
Tenés que llamar a un
Gasista matriculado.

1





Un hombrecito verde


Camina dentro del semáforo


Deviene a rojo y estático;


Hace mucho que no se pinta la

Senda peatonal.










1


Un hombrecito verde
Camina dentro del semáforo
Deviene a rojo y estático;
Hace mucho que no se pinta la
Senda peatonal.



domingo, 11 de junio de 2017

Diarios del Poeta

"... determinación a la hora de escribir. Escribir solamente. Sin prisa pero sin pausa. Acorralado en un lenguaje obtuso e insuficiente. Como algas que levitan sobre sí mismas y no descansan al caer el sol. De manera simple y tierna me enfrento al día de la emancipación. Total, todo esto ya está escrito, y, aunque no lo estuviera, yo lo escribiría de vuelta. Con errores, como venga; la vida es así, un borrador continuo que se escribe en el momento. Un momento difuso que la escritura lo eterniza. Los que preguntan para qué escribir, ahí está la respuesta. Vivir en la eternidad a través de esta prosa o estos versos. Que aunque no sobreviva el nombre del autor, sobrevivirá el texto. Todos los imperios han caído, muchos escritores han muerto. Los textos sobreviven; sé que sobreviviré entre estas lineas que marcan el pulso de mi corazón y emulan el aliento de mis pulmones; dejando al descubierto del mundo la esencia de mi espíritu.

   Así que no hay mucho de que preocuparse, sí hay mucho sobre lo que escribir.

   Me encontré garrapateando palabras hasta llegar al límite, como siempre. Ahora viene el punto final. Este diario escrito sin rigor y mucha pasión podrá decir mucho más de lo que mi voz pueda articular. Dejaré al silencio que se exprese por mí. Ya vendrán más días y más prosas y más versos. El día ha dejado mucho para la reflexión . Apago la vela y dejo al mar embravecido que ruja el resto de la noche. Pongo el punto final al día y al texto."



Diarios del Poeta






Diarios del Poeta

"... determinación a la hora de escribir. Escribir solamente. Sin prisa pero sin pausa. Acorralado en un lenguaje obtuso e insuficiente. Como algas que levitan sobre sí mismas y no descansan al caer el sol. De manera simple y tierna me enfrento al día de la emancipación. Total, todo esto ya está escrito, y, aunque no lo estuviera, yo lo escribiría de vuelta. Con errores, como venga; la vida es así, un borrador continuo que se escribe en el momento. Un momento difuso que la escritura lo eterniza. Los que preguntan para qué escribir, ahí está la respuesta. Vivir en la eternidad a través de esta prosa o estos versos. Que aunque no sobreviva el nombre del autor, sobrevivirá el texto. Todos los imperios han caído, muchos escritores han muerto. Los textos sobreviven; sé que sobreviviré entre estas lineas que marcan el pulso de mi corazón y emulan el aliento de mis pulmones; dejando al descubierto del mundo la esencia de mi espíritu.
   Así que no hay mucho de que preocuparse, sí hay mucho sobre lo que escribir.
   Me encontré garrapateando palabras hasta llegar al límite, como siempre. Ahora viene el punto final. Este diario escrito sin rigor y mucha pasión podrá decir mucho más de lo que mi voz pueda articular. Dejaré al silencio que se exprese por mí. Ya vendrán más días y más prosas y más versos. El día ha dejado mucho para la reflexión . Apago la vela y dejo al mar embravecido que ruja el resto de la noche. Pongo el punto final al día y al texto."

Diarios del Poeta


miércoles, 7 de junio de 2017

San Cayetano

Todos los 7 de cada mes

Mamá le encendía una vela,


Era su tradición.





Hoy le encendí una 


Vela a San Cayetano;


Pero no para pedir


Pan, paz y trabajo


(Eso ya lo tengo)





La encendí para recordarla.













San Cayetano

Todos los 7 de cada mes
Mamá le encendía una vela,
Era su tradición.

Hoy le encendí una 
Vela a San Cayetano;
Pero no para pedir
Pan, paz y trabajo
(Eso ya lo tengo)

La encendí para recordarla.



Los cerealeros

   Yo los llamo "Los cerealeros". No sé como se llaman ellos a sí mismos. No conozco a ninguno, pero el término no es demasiado alejado de la labor que realizan. Están en el puerto de Quequén y en el de Ingeniero White también. Ellos recojen el cereal que se cae de los camiones. Ellos recojen el cereal que queda en las boquillas de los acoplados y de los chasis. Con una escoba de barrendero y una bolsa, ellos, juntan el cereal que queda de las grandes operaciones internacionales del cereal. Ellos esperan afuera de las terminales portuarias, en las rutas, esperan los pocos granos que quedan para luego venderlas y hacerse de un jornal.

   Alguien, de manera muy acertada, dijo que esos cerealeros son un modelo de país; pero no de este país, de todos los países; en definitiva del mundo. Un mundo que acopia riquezas aquí y allá. Y un mundo que vive de la sobra de esas riquezas.

   Yo me pregunto:

¿Quién seré?

El cerealero o

El acopiador de riquezas;

Quién será el más pobre de los dos

¿Quién será el que posea la verdadera riqueza?

¿Dónde estoy parado realmente?








Los cerealeros

   Yo los llamo "Los cerealeros". No sé como se llaman ellos a sí mismos. No conozco a ninguno, pero el término no es demasiado alejado de la labor que realizan. Están en el puerto de Quequén y en el de Ingeniero White también. Ellos recojen el cereal que se cae de los camiones. Ellos recojen el cereal que queda en las boquillas de los acoplados y de los chasis. Con una escoba de barrendero y una bolsa, ellos, juntan el cereal que queda de las grandes operaciones internacionales del cereal. Ellos esperan afuera de las terminales portuarias, en las rutas, esperan los pocos granos que quedan para luego venderlas y hacerse de un jornal.
   Alguien, de manera muy acertada, dijo que esos cerealeros son un modelo de país; pero no de este país, de todos los países; en definitiva del mundo. Un mundo que acopia riquezas aquí y allá. Y un mundo que vive de la sobra de esas riquezas.
   Yo me pregunto:
¿Quién seré?
El cerealero o
El acopiador de riquezas;
Quién será el más pobre de los dos
¿Quién será el que posea la verdadera riqueza?
¿Dónde estoy parado realmente?



sábado, 3 de junio de 2017


Escribía sobre la lluvia


Sin saber que decir,


Escribía un poema en


Donde la lluvia apareciera


Sin nada decir,


Pero no funcionó.





Escribía versos infinitos


Sobre una hoja manchada


Y pegoteada,


Pero no funcionó.





Esperé al alba en la cocina


Entre masas de pan


Y canciones de Piazzola,


Pensando en la manera


De escribir versos y


En la manera de hacer


Masas.


Quizás, hoy, mi mejor verso


Sea esta masa de pan


De bizcochuelo


O de pizza.


Quizás, hoy, debería


Dejar de lado la escritura


Y dedicarme a hacer una


Buena masa;


Que los versos que no pueda


Escribir


Sigan leudando


Que sigan esperando su punto.





A pesar de todo


Algunas astucias he aprendido


Y así como estoy esperando


El punto justo de Esta masa,


También estoy esperando el




Punto justo de Estos
versos.






  Macedonio Fernández encontró el poema escrito en los cerámicos de un baño de Constitución mientras mantenía relaciones sexuales con otro distinguido escritor. Al otro día, Fernández arrancó los dos cerámicos que contenían el poema con un cortafierros y un maza que llevó hasta el baño en un bolso de viaje. Macedonio reconoció los versos del Poeta en los mugrientos cerámicos; con lo cual se llevó la obra en estado puro para poder subastarla algún día. Macedonio Fernández, ese día, volvió hasta la pensión que alquilaba en Almagro, parando en todas las almacenes, pidiendo cervezas fiadas que garantizaba con abrazos y la prueba de que ganaría mucho dinero con los dos cerámicos que enseñaba a todo el mundo.

   El escritor llegó a la pensión totalmente borracho. Se durmió con los dos cerámicos sonriendo. No sabemos que soñó, lo único que sabemos es que al otro día, aparte de la descomunal resaca, los dos cerámicos no se encontraban en la habitación. 

Escribía sobre la lluvia
Sin saber que decir,
Escribía un poema en
Donde la lluvia apareciera
Sin nada decir,
Pero no funcionó.

Escribía versos infinitos
Sobre una hoja manchada
Y pegoteada,
Pero no funcionó.

Esperé al alba en la cocina
Entre masas de pan
Y canciones de Piazzola,
Pensando en la manera
De escribir versos y
En la manera de hacer
Masas.
Quizás, hoy, mi mejor verso
Sea esta masa de pan
De bizcochuelo
O de pizza.
Quizás, hoy, debería
Dejar de lado la escritura
Y dedicarme a hacer una
Buena masa;
Que los versos que no pueda
Escribir
Sigan leudando
Que sigan esperando su punto.

A pesar de todo
Algunas astucias he aprendido
Y así como estoy esperando
El punto justo de Esta masa,
También estoy esperando el

Punto justo de Estos versos.


  Macedonio Fernández encontró el poema escrito en los cerámicos de un baño de Constitución mientras mantenía relaciones sexuales con otro distinguido escritor. Al otro día, Fernández arrancó los dos cerámicos que contenían el poema con un cortafierros y un maza que llevó hasta el baño en un bolso de viaje. Macedonio reconoció los versos del Poeta en los mugrientos cerámicos; con lo cual se llevó la obra en estado puro para poder subastarla algún día. Macedonio Fernández, ese día, volvió hasta la pensión que alquilaba en Almagro, parando en todas las almacenes, pidiendo cervezas fiadas que garantizaba con abrazos y la prueba de que ganaría mucho dinero con los dos cerámicos que enseñaba a todo el mundo.
   El escritor llegó a la pensión totalmente borracho. Se durmió con los dos cerámicos sonriendo. No sabemos que soñó, lo único que sabemos es que al otro día, aparte de la descomunal resaca, los dos cerámicos no se encontraban en la habitación. 

Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...