Mi padre llama a Patroclo
Al perro, para que
Venga a comer.
Sus músculos trasportan su
Carne y su nombre
Y los 10 años
Del asedio a Troya.
En su pelaje de perro
Conviven el catalogo de
Las naves, la muerte de Astianacte
Arrojado desde las
Murallas troyanas,
La cólera de Aquiles, Briseida,
Néstor y la ambición de Agamenón.
Las desgracias de Priamo,
El honor de Ajax y la hoja afilada
De la espada de Héctor
Con la que se quita la vida.
El perro sigue su camino
Hacia el plato de comida,
Recordando a los melenudos aqueos
A Apolo, el que hiere de lejos,
Al pelida, los escudos y botines,
Los pájaros carroñeando los cuerpos
Los funerales, las monedas en los ojos
La muralla impenetrable
Y el ingenio de Odiseo.
Mi padre enuncia las
Lícitas sílabas griegas
Del nombre del perro,
Pero no sabe toda la carga
Que conlleva el nombre.
El perro tampoco lo sabe.
Él escucha Patroclo, su nombre
Y cuando escucha ese sonido
Sabe que es la hora de comer:
Esa es su única certeza.
viernes, 21 de diciembre de 2018
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