miércoles, 27 de diciembre de 2017

Diarios del Poeta

    El ocaso anuncia su llegada lentamente. Todo el día intenté escribir y todo el día me sentí inmerso en el fracaso. Hoja tras hoja las fui dejando en el bote de basura y ahora lo único que he producido decentemente fue una cantidad de hojas hechas bollo. Pero ya estoy acostumbrado a esta postal. Es parte del proceso creativo. Siempre me pasa lo mismo al comenzar una novela nueva. Y cuando encuentre la oración perfecta es probable que pase días enteros, con sus noches incluidas, inmerso en el hipnótico ruido de la máquina de escribir. Entonces esas hojas fallidas pasaran a ser parte de las hojas exactas, las definitivas, las que serán de poca corrección.
    Así que me concentraré en el ocaso, en el susurro del mar, en una posible caminata por la costa, en arrojar piedras al mar hasta llegar a la cantina, cenar ahí y beber hasta altas horas de la madrugada. Seguramente allí, en la cantina, encuentre la oración que le de comienzo a mi novela, como generalmente ocurre.
   Hoy, las únicas palabras definitivas son las de este diario. Empecé por mi fallido intento de escribir. Debería escribir que todavía no me siento cómodo en esta parte del mundo. Que todavía el fantasma de tu recuerdo no me ha dejado. Que lo único que he hecho en este último tiempo ha sido huir, huir y huir y no me he tomado el tiempo en tratar de solucionar todo el desastre que he dejado en mi paso por tu vida; y en la vida de los que se han cruzado en mi camino. Pareciera (al igual que en la literatura) que todo lo que toco o que se cruza por mi vida está destinado al fracaso. Nuestra relación fue una clara muestra de ello. Trato de no huir, trato de resurgir en otra tierra, con otra obra, con otra novela, la que me redima; a mí y a mi dolor, pero es tan difícil ahora. A veces siento que ya no podré escribir más, que ya no tango más nada para decir, que tendría que dedicarme a otra cosa. Pescador es una opción. Me he dado cuenta que siempre elijo pueblos costeros de pescadores. También es verdad que mis mejores escritos los he encontrado en estos pequeños pueblos costeros de pescadores. Entonces, me doy cuenta de que no tengo que preocuparme hoy; a pesar de haber recibido una carta de mi editor con la recomendación de que entregue algo de material antes de que finalice el año.
    Dije al principio que el ocaso anunciaba su llegada. El ocaso ya se ha instalado. El momento perfecto para mi caminata hasta la cantina. Mi máquina, la soledad de esta habitación, mi escasa imaginación me tendrán que esperar hasta que vuelva. Y si no vuelo ...¿Por qué no debería volver? ¿Acaso no tengo que escribir una novela?






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