domingo, 4 de noviembre de 2018

   En el bolsillo pequeño de la mochilla encuentra un papel desgastado. Está doblado por la mitad. Lo extiende y lee: Pablo y un número de teléfono. Debe ser el hermano, piensa. Cierra la mochila y con el papel en la mano se dirige a un teléfono público. Introduce tres monedas de un  peso, marca, espera el tono y del otro lado lo atienden. Él dice que encontró el número en la mochila, que es amigo del Pipo. Del otro lado la persona que atiende le dice que es el hermano del Pipo. Pregunta si está en cana otra vez. Silencio. El hermano vuelve a preguntar con la voz quebrada. Ya lo empieza a presentir. Presentir de que se trata de una mala noticia. Él se lo dice directamente. Murió de una sobredosis hace poco. Se escucha el llanto a través del teléfono. Él se encuentra aplomado, estoico de este lado del teléfono. Lo deja llorar un rato.
    Cuando el hermano del Pipo se recompone, le dice que el cuerpo de su hermano lo tiene que ir a reconocer al hospital Fernández. El hermano le agradece por haber llamado. Le pregunta como se llama. Gastón, dice. Le pregunta en dónde lo puede encontrar. Él piensa, hace un silencio y corta.


   Llega a la Juncal antes del mediodía. Se sienta en en el pilar de luz tumbado que sirve como banco. Toma el devil stick, hace un par de movimientos para entrar en calor y cuando corta el semáforo sale a escena. Recoge monedas de dos autos. Vuelve al banco. Mira la mochila del Pipo, la abre y saca sus pelotas. Una está perdiendo arroz. Busca la cinta aisladora en la mochila y le pone unas cuantas vueltas de cinta para que no siga perdiendo arroz y el juego no se desequilibre al malabarear. Hoy va a ser un día de homenaje, piensa. Toma las pelotas y comienza a moverlas en el aire. Cuando ya tiene el control de estas empieza a hacer las figuras que hacía el pipo. No son complicadas, son 4 y sencillas.
  Sale al semáforo. Durante la rutina se recuerda a sí mismo cuando había empezado en los semáforos con pelotas similares a estas, y una rutina parecida a esta. En algunos momentos se desdobla. Se ve a sí mismo desde el banco. Por momentos lo ve al Pipo haciendo su rutina, lo ve saludando y cobrando entre los autos. Incluso lo ve al Pipo acercase y decirle: "Armate un faso rancho".   El semáforo corta y los autos avanzan. La imagen y el recuerdo del Pipo pareciera que se van con esos autos que se pierden entre los edificios de Juncal.
    Toma un billete que le pasan desde un Audi. Mientras está saliendo ve al Abuelo que viene de hacer las compras con unas cuantas bolsas. Cuando llega hasta donde está él, él se acerca y le ayuda con las bolsas. El Abuelo le pregunta como anda mientras cruzan Cerrito para ir a su casa. Le dice que bien. El Abuelo pregunta por el Pipo. Mientras le relata ve como las lágrimas corren por la cara del Abuelo. El Abuelo le dice que se quede tranquilo y que cualquier cosa que necesite, dinero o ayuda para hacer algún trámite con el cuerpo no dude en avisarle. Él le dice que de eso se va a ocupar el hermano. El Abuelo lo mira con compasión y le da un billete como todos los días. Vuelve corriendo al semáforo. Sigue con  la rutina, sigue juntando billetes  y monedas. Hace un recuento. Busca en la palmera el envase de cerveza y se va hasta el chino.
    Se arma un faso. Por momentos siente la presencia del Pipo, hasta su voz cree llegar a escuchar. Pero mira al semáforo y no está. Mira abajo de la palmera y no está fumando base. Mira por 9 de Julio y no viene de la villa desesperado. Mira al lado suyo y no está.
    Cuando termina la cerveza junta toda la plata y vuelve al chino. Le cambia todas las monedas por billetes. Se va hasta Plaza San Martín a tomar el subte. Llega y baja las escaleras. Se acerca al cobani que está en el molinete y le pregunta si lo deja pasar, que va hasta Independencia. El cobani no dice nada, solo le abre la puerta y lo deja pasar. El tren llega y se introduce rápido. Pasan las estaciones. Recuerda el sueño y puede verlo al Pipo rascarse los granos y comerse la piel. Sonríe y nadie se da cuenta de lo que a él le está pasando.
   Llega a Constitución. Sube las escaleras. El hall es un hormiguero. Al acercarse a lo molinetes ve que uno de los empleados está distraído. Pasa como si nada. El empleado no se entera. El trayecto es corto, se baja en Hipólito Irigoyen.

   
    La villa está tranquila. Se mete en el pasillo. Unos pintas están volviendo de comprar. Golpea en el portón de la Karina. La Karina no le abre, le dice desde el otro lado que no hay nada, que vaya a verlo a hermano. En la canchita está el Chino con dos mulos. Se lo ve contento. Le da la mano y le pide cuatro bolsas y dos piedras de faso. El Chino le pide las giladas a uno de sus mulos y se las pasa. Le paga, se vuelven a saludar y se va con toda la falopa. Cuando va por el pasillo se abre una bolsa y se la toma en dos saques. Guarda el resto de la merca en las medias. A una de las pelotas le saca cinta y mete las piedras por la ranura. Se va hasta Iriarte a tomar el 70. El bondi viene casi vacío. Se acomoda en el asiento de atrás junto a la ventana. La merca es buena. Apoya la cabeza en el vidrió. Siente la presencia del Pipo.



   Llega a la Juncal casi de noche. Se va hasta el chino a comprar una cerveza antes que cierre.
   El trámite es rápido. Vuelve y ya está la gente haciendo la cola en la plazoleta esperando el pan y facturas de La exposición. Se sienta en el banco a ver como la gente llega a la espera del pan. Abre otra bolsa, se toma un saque y un trago de cerveza. Busca la piedra de faso. Corta la mitad, lo desmorruga y lo arma con dos papelillos. Mientras lo prende y fuma llega la canasta de la panadería:ya son las nueve. Fuma caladas largas, las expulsa hacia arriba. Toma cerveza y escupe al piso. La realidad cambia, siente como está cambiando mientras fuma. Un cartonero de la 31 viene subiendo por Juncal. Le pregunta si sale una seca. Él le dice que sí. El cartonero acomoda su carro de ruedas de auto y se acerca a fumar. El pinta también fuma caladas largas. Se lo vuelve a pasar y él le dice que se lo quede. El cartonero agradece la onda. Lo apaga y se lo guarda en el bolsillo. También se pierde entre los edificios como la presencia del Pipo.
    Termina la cerveza y se va a mear abajo de la palmera. Cuando termina ve que la gente ya se ha llevado todo el pan y el canasto está volviendo a la panadería. Agarra la mochila del Pipo, mete las pelotas adentro y toma su mochila. Se cruza a la plazoleta. Busca en un canasto de basura algo para hacer un pozo. No encuentra nada. Sigue buscando y lo más práctico que encuentra es un pedazo de rama. Comienza a cavar. Hace un pozo no muy profundo. Abre la mochila del Pipo, busca las pelotas y las deja en el pozo. Al de las pelotas deja una bolsa de merca y una piedra de faso. Antes de ponerle la tierra encima se arma otro faso. Lo neva con un poco de merca. Tapa el pozo. Acomoda bien la tierra y prende el porro. Fuma una calada larga. Piensa. Fuma una calada larga. Siente. Fuma una calada larga y se le cristalizan los ojos. Vuelve a fumar y el pecho, como si fuera un a represa fisurada que no puede contener el agua que presiona desde el interior, expulsa todo el dolor contenido. Cae de rodillas frente al pozo que contiene los juguetes del Pipo. El pecho se le hace un fuelle. Llora desconsoladamente. En su boca se juntan las lágrimas y los mocos. Mocos que se traga por tener cocaína adherida. Vuelve a fumar, los ojos parecieran que van a estallar como su pecho. Todos los recuerdos destellan por su mente. Pero lo que tiene más presente es su voz en el sueño diciéndole: "Me voy con mi mamá rancho, me voy con mi mamá". Sigue llorando.
    Se recompone. Toma la mochila del Pipo y la tira en el canasto de basura. La bolsa que le queda se la toma de un saque. Sigue mirando al sepulcro simbólico. Fuma y su mirada dice la despedida, que se cuide, que se volverán a ver otra vez. Toma su mochila y se la cruza por el pecho. Mete la mano en el bolsillo, saca un montón de monedas, las mira un  segundo y las vuelve al bolsillo. "Adiós hermano", dice en su pensamiento. Se da vuelta y camina en dirección al Obelisco. Con el la mochila cruzada por su espalda y el los flecos del devil stick que salen de la mochila se aleja del Pipo. Se va a alejando arrojando humo hacia la cúpula oscura de la noche porteña. Se va alejando mientras los títulos empiezan a pasar por la pantalla y empieza a sonar Ciudad de pobres corazones de Fito Páez.



"En esta puta ciudad todo se incendia y se va,
matan a pobres corazones.
En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar,
ciudad de locos corazones.

No quiero salir a fumar,
no quiero salir a la calle con vos.
No quiero empezar a pensar
quién puso la yerba en ese viejo cajón.

Buen día lexotanil,
buen día señora, buen día doctor.
Maldito sea tu amor
tu inmenso reino y tu ansiado dolor.

¿Qué es lo que quieren de mí,
qué es lo que quieren saber?
No me verás arrodillado.

Dicen que ya no soy más yo,
que estoy más loco que ayer,

y matan a pobres corazones."


Fin 






 

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