Cada vez que pienso en poesía
No pienso en Vallejo, el Arcipreste de Hita
Calderón de la Barca, Machado
Neruda, Gelman
Olga o Alejandra.
Ni siquiera pienso en la carrera de Letras
O Filosofía.
No pienso en libros, editoriales
O recitales.
No.
Pienso en esa poética bastarda, sucia
Alejada de las garras de la academia
Y del Estado.
Una vez bajamos del 70
En Iriarte y Luna.
Ya en la primera cuadra
Nos ofrecieron tiros.
La Karina no tenía
Y fuimos a ver al Chino a la canchita.
En la capilla de la Virgen de Caacupé
Celebraban un bautismo
Y en la esquina pintaron guantes
Con unos giles.
Cruzando el riachuelo
Que hace de frontera
Entre Avellaneda y Capital
El Chaco se armó la pipa.
Y en el paredoncito de la sociedad de fomento
Pude ver como el encendedor
Quemaba la piedra
Y él desaparecía por el caño
Y el humo lo elevaba sobre los árboles
Y al llegar a las primeras nubes
El velo de la realidad
Se volvía un calidoscopio tornasolado.
Todo ocurría en 10 minutos
Que entraban en 4 segundos.
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