Panchita está enterrada en el patio al lado de la Katy. La enterré con su collar rojo y su plato. Falleció cuatro días antes que Luis.
Panchita era de la manada de perros de mis vecinos de enfrente. Una perra semi callejera. En esa época le daba de comer a Patroclo, que de a poco, ya se estaba instalando en casa. A diferencia de Panchita, Patroclo era callejero. Una noche mientras le daba de comer a Patroclo, Panchita se acercó para que le diera de comer también. Ese fue el primer encuentro. Cada vez que veía que le daba de comer a Patroclo, ella también se acercaba despacito, como arrastrándose, casi como suplicando o como con vergüenza. La cosa que era muy tierna verla llegar, comer y ver como movía la cola de alegría. Por lo visto sus dueños no le daban de comer; ni siquiera dormía adentro. Por eso una noche de Julio, de helada dura y cortante la hice pasar adentro de mi casa y le armé una cama con unos trapos y un cesto de mimbre. A la mañana cuando salió el sol le abrí la puerta para que vuelva a su manada. Esa noche le mandé una foto de Panchita a la Guille. Me preguntó si tenía otro perro. Le dije que solo la había hecho pasar para que no durmiera afuera. Si, ya tenía otro perro. En esos días tenía la costumbre de estar en mi casa con la puerta abierta todo el día. Cuando sus dueños llegaban de hacer sus cosas ella salía corriendo a recibirlos. Yo nunca me apropié de la perra. Ella decidió quedarse. Recuerdo esa tarde. Sintió por los otros perros que llegaban sus amos. Salió corriendo un par de metros. Se detuvo. Los miró. Inclinó la cabeza y se volvió para adentro y se metió en su camita. Ya nunca más se iría.
Todo era Panchita. La Guille cuando venía al Penna para ver a su oncólogo, después de la consulta, se tomaba la 513 ex y venía a verla.” Yo vine a ver a Panchita”, decía mientras fumaba. El whataspp con la Guille era todo sobre Panchita: Panchita, durmiendo, Panchita comiendo, fotos y videos de Panchita, Panchita y Panchita. A veces me llamaba y le ponía el teléfono a Panchita para que la Guille le hable. Una vez viajé a Mar del Plata y dejé a Panchita con la Guille. Llamé desde allá. La Guille estaba cocinando. Me decía que Panchita estaba con la panza sobre el piso y las patas estiradas, mirándola con atención, esperando que le dé algo de comer. Le gustaba tanto la comida a Panchita.
Y un día sentimos que el tiempo comenzaba a acabar.
Empezamos a ir con Panchita todos los fines de semana a la casa de la Guille. Dos días, tres cuando era fin de semana largo y no había barcos para fumigar en el puerto. Mis primeros escritos datan de esos días. Llevaba la compu y escribía ahí. Todos esos escritos están teñidos de su voz. Creo que no hubo un fin de semana en que no hayamos estado con ella. Se habían encariñado tanto. Recuerdo que mi amigo Charly me hacía de remís. Cuando él no podía la llevaba en un taxi regular. Todo para que estemos juntos.
Y un día a Luis le empezó a doler el pecho. Lo llevamos a la guardia del Hospital Municipal y su corazón se detuvo después de tres horas de espera en la guardia y con el corazón infartado.
Estuvo cuatro días en coma. La Guille con la bolsa de colostomía que le traía bastantes complicaciones, la quimioterapia, las mascotas, el trabajo, la universidad, las reuniones de recuperación de la adicción, la incertidumbre, el dolor y la angustia.
Finalmente Luis despertó al cuarto día. Al poco tiempo lo pasaron a terapia intermedia. Pasamos un mes cuidándolo hasta que le colocaron el extent que le abría la arteria que se le había tapado. Ese mes yo no dormí porque lo cuidaba de noche y era imposible dormir en una silla. La Guille no comia porque lo cuidaba de día y llegaba cansada a la noche y se acostaba a dormir. Terminamos agotadísimos.
Cuando le dieron el alta y volvió a su casa no volvió a dormir a su cama. Era muy alta y se sentía muy débil. Así que se instaló en el comedor en un sillón cama que era más bajo y más práctico para él. Una vez que se instaló ahí la Guille la subió a Panchita para que estuviera con él. Nunca más se separarían. La Guille estaba muy cansada, ese mes la había dejado con las defensas muy bajas, sumado a eso la quimioterapia y el avance voraz del cáncer. Ya había cumplido con su parte. Esperó a que Luis saliera bien del hospital. Le asignó un ángel de la guarda. Ya nos habíamos preparado. A los 5 días de que Luis volviera se empezó a apagar. A los 7 días falleció en la clínica de Osecac, una mañana del 16 de noviembre del 2016.
Estuve un año hasta que le pude hacer la casa a Luis. Lo traje a vivir conmigo y con todas las mascotas: Mora, Katy, Zochi, Patroclo, Panchita, Pepa.
Panchita nunca se separaba de él. A donde él fuera ella iba. Él iba al baño, ella se quedaba en la puerta. Todo el tiempo así. Cuando no tenía pulgas la dejaba que durmiera con él en la cama. Nunca vi una relación tan fuerte, de tanto amor. Por eso creo que ella advirtiendo de que él estaba por partir se adelantó para ir a buscarlo.
En los 3 años que vivimos juntos Luis tuvo tres ACVs. El último fue lapidario, lo dejó casi vegetativo. No pudo esquivarle al Covid en el Hospital Municipal. Después de tres días de fiebre lo isoparon. Me dijeron que lo aislaban y que yo me aísle, que me pasarían todos los días el parte por teléfono. Ya no volvería a verlo. Pude hablarle, afeitarlo, agarrarle la mano. Ya no teníamos ninguna culpar por pagar.
En la semana siguiente la neumonía empezó a hacer estragos. Hubo pocos partes favorables. Como lo alimentaban con una sonda un día vomitó y se atragantó con su vómito y el líquido se le fue los pulmones. Como no se podía comunicar y se quejaba mucho de dolor, finalmente lo sedaron para que no sufriera tanto. Se apagó un jueves de febrero en el horario de la siesta.
Yo veía que Panchita andaba decaída. No me imaginaba que tenía una infección en el útero. Creía que andaba triste porque no lo veía a Luis. No me di cuenta. Llegó al veterinario, le extirparon el útero, pero no aguantó. Estuvo con nosotros y se apagó en la madrugada. La enterré en el patio al lado de la Katy con su collar rojo y su plato.
Todo ha acabado. Luis abre los ojos. Se siente renovando. Se sienta en la cama. Panchita está durmiendo. Luis se pone las ojotas y Panchita se despierta. Salta de alegría, mueve la cola.
“Hola, petisa”, le dice Luis. Panchita le lame la mano. Salen de la habitación caminando juntos. Van por el pasillo, salen del área Covid, salen de la sala 9. Cruzan por el puesto de los de seguridad. Llegan al patio, van hacia Bravard. Al llegar a la calle los objetos van perdiendo su color, se van poniendo oscuros, es el momento de cruzar y lo tienen que hacer de manera separada.
Oscuridad. Panchita se siente perdida. Mira para adelante y para atrás. Tiene la cola entre las piernas y las orejas caídas. Escucha una voz, débil, la reconoce. “Panchita”, escucha esa voz familiar como si estuviera en un tubo. Entonces para las orejas, se pone alerta y comienza a caminar. Vuelve a escuchar “Panchita”. Es la voz de la Guille. Empieza a correr y las formas a su alrededor se tiñen de campo, de pasto, de brisa que hamaca el pasto y las espigas de trigo. “Panchita”, sigue escuchando la voz con más claridad y ya la puede ver como la espera. Su corazoncito late a la velocidad de sus patitas. La Katy también la está esperando. La Guille se agacha para recibirla y Panchita se arroja de un salto a sus brazos. Le lame la cara, no deja de mover la cola, ella sonríe y la Katy ladra y salta. Por atrás llega Luis sonriendo. Se besan y Panchita le lame la cara los dos. Caminan hacia el atardecer. El sol está de un naranja furioso. Los cuatro caminan juntos hacia el ocaso. La brisa no deja de hamacar el pasto y las espigas de trigo.
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