lunes, 15 de agosto de 2016

Marina

   Ella, Marina, llegó a la función solemne y altiva como esas personas que saben que irradian "ese algo" que el resto de la humanidad no tiene. Y es por esas cosas del destino o el azar que esa noche la volví a ver a unas cuantas mesas de donde me encontraba yo, preparado para ver la función.
   Ya han pasado varios años de aquella función de stand up, yo y el resto de la sociedad bahiense conocimos el lado oscuro y siniestro de Marina. 
   Como dije anteriormente , Marina llegó a la función invitada por Camilo, su mejor amigo. Camilo representaba un papel en la función y siempre se sintió seguro si su amiga formaba parte del público. Se saludaron, charlaron y, cerveza por medio, festejaron la función que Camilo estaba por representar. Antes de terminar la cerveza y el festejo, Camilo miró a Marina buscando la confianza de su amiga para encarar la función; pero al mirar sus ojos sintió lejanía, frialdad.
   Justo al finalizar la función ingresaron al recinto alrededor de diez agentes policiales. Los agentes ingresaron decididos buscando una identidad, una única identidad, una identidad femenina. En ese momento Marina se sintió acorralada. Al constatar la identidad de Marina los agentes la retiraron del recinto esposada. La perplejidad de los que estábamos en el local era total, Camilo se reservó en el baño a llorar.
   Marina nunca creyó que el hilo de sangre que salía del baúl de su auto la denunciaría. Una mancha de sangre en el pavimento advirtió a un patrullero; la patente del vehículo indicó que la dueña era Marina y la notificación de la asistencia al evento que Facebook publicó esa noche indicaba donde se encontraba Marina. Mientras los agentes revisaban el local la policía científica corroboraba que la sangre que salía del baúl del auto era de un cadáver, un cadáver despedazado listo para su posterior desaparición. Un cadáver que, luego se supo, correspondía al prometido de Marina. Marina nunca creyó (y eso que había visto en un documental sobre asesinos seriales, que lo mejor para deshacerse de un cuerpo es drenar la sangre del cadáver, más si se va a tardar en ejecutar la operación) que ese detalle la inculparía, la sangre de su prometido.
  La traición de su prometido ( luego se supo) y la pasión de Marina con la que amaba a su prometido la llevó a cometer el crimen. El cargo de conciencia hizo que no reparara en el detalle de la sangre. Ella quería que la descubrieran, ella quería pagar su culpa, la de matar a su prometido aunque la haya traicionado. Nunca se reconoció culpable de manera consciente.
   La naturaleza de su crimen la llevó a que la recluyeran en un hospital psiquiátrico. Los años y la cantidad y diversidad de fármacos redujeron a cenizas a lo que alguna vez fue Marina: solemne, altiva, hermosa, delicada y sensible; dueña de esa sensibilidad que la llevó a la locura y a no poder medir la consecuencia de sus actos.
   Ella, Marina, ahora, en algunos momentos del día camina por el patio del hospital psiquiátrico con la mirada perdida, perdida en algún punto que nosotros no conocemos. En otros momentos, en el salón de visitas mira por la ventana con un hilo de saliva que nace en la comisura de su boca. Detrás de su mirada perdida en el infinito, un resabio pensamientos lúcidos perduran. Ella cree que es victima de una pesadilla atroz. Ella cree que algún día despertara de su pesadilla. Cree que despertará en esa noche, la noche que la apresaron; pero a diferencia de esa noche al fin podrá deshacerse del cadáver de su prometido y vengarse de Camilo.

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