El Enano paraba en la esquina de los Pitocortos. Alguien había tanteado, y un poco más, los bultos de los que paraban en la esquina y había grafiteado:"Todos los que paran en esta esquina son pitocortos". La esquina no se pudo sacar nunca ese chascarrillo. A pesar de eso era una esquina pesada. Todos eran chorros, desde el más chiquito hasta el más grande. Era una verdadera academia delictiva. Se empezaba de guachín jalando pegamento, arrastrando viejas a la salida del banco, arrebatando cadenas de oro en Once y en los semáforos. Lo próximo eran las salideras y escruches. Ya se hablaba de plata más grande, más merca, más putas y más travas. También las calificaciones eran más grandes; y de los correcionales de menores ya se pasaba a cumplir efectivo en el penal. Después de salir y hacer contactos en la Tumba llegaba la piratería del asfalto, estafas polentas, secuestros y choreos grandes; siempre entregados por algún familiar, amigo o empleado resentido. Aca ya no se paraba en la esquina de los Pitocortos. Se pasaba a la casa del Tigre. Ahí es donde se contaba la plata grande, la merca no llegaba con tanto corte y no se dormía por días enteros entre el escabio y las putas.
Todavía lo recuerdo al Enano con su bicicross y su bolsa de pegamento yendo y viniendo por el barrio. Se había criado solo. La madre había muerto de h.i.v cuando tenía 2 años y al padre lo mataron adentro de su casa y adelante de él por haber violado una nena. Sus primeros laburos los hacía con la bicicleta. Iba a las salidas de los bancos a arrastrar viejas o cortar cadenas de oro en la capital. Cuando empezó a tener plata y dejar el pegamento por el faso la esquina de los Pitocortos lo apadrinó. La bicicleta ya no le rendía; así que se pegó una moto para seguir laburando. Descubrió que tenía talento para la mecánica. En poco tiempo se armó un taller de motos en el comedor que estaba manchado con la sangre del padre. En poco tiempo ya tenía un desarmadero de motos en la casa. Todos los que andaban de arrebato iban a preparar la moto a lo del Enano para esquivarle a la gorra. Las motos pasaron a ser parte de su vida. Los arrebatos y salideras eran su pasión. También tenía talento para escapar. Lo que hizo que muchos lo alquilaran de chofer para las huidas. Con el tiempo se hizo profesional. Nadie lo podía superar. Y superar consitía en no caer en cana, chocar y morirse o que te alcance una bala.
El último laburo del Enano fue a los 19 años. Tenían marcado un punto que iba a salir con 400.000 dolares de una financiera por la calle Lavalle. Estaba todo arraglado para que el labura sea fácil. Cuando sale a la vereda y se acerca a la calle el Enano lo arrabata y el gil empieza gritar y dos cobanis le dan la voz de alto y le tiran. Al rato ya lo seguían 2 trullas y le tiraban corte película. La persecución terminó en la General Paz. El Enano esquiva un camión que está parado en un semáforo, pierde el control y choca contra un poste de luz. Comenzaba el mito.
La casa del Brujo quedaba en Garupá. En la zona sur llegaban los comentarios de que la mejor pasta base se conseguían en el Tigre. Y es razonable, ya que por esa zona es por donde entra la falopa y se le empieza a hacer los respectivos cortes. Lo que llega a la zona sur es gilada. El Brujo era uno de los primeros en recibir la base del norte y desde ahí la empezaba a bajar. Era un narco pesado en la zona norte. También era brujo y un brujo pesado. Había que andar bien con el Brujo.
Con otra pinta habíamos ido a fumar base de la buena a lo del Brujo. Nos sirvió de la mejor. 3 o 4 días de fumata y delirio casi místico. Recuerdo que me llamo la atención que en el santuario que tenía el Brujo en la parte delantera de su casa, entre San La Muerte y el Gauchito Gil hubiera una moto de juguete. Le pregunté. Lo del Enano había pasado 10 años atrás. Sin embargo la leyenda del Enano circulaba por todo el conurbano. El Brujo contó su historia como si lo hubiera conocido,y, es más, como si hubiera parado en la esquina de los Pitocortos. Habló de su madre, del padre, de su habilidad con la mecánica y de su fama para escaparle a la gorra; y su tristemente célebre final. En ese punto sentí miedo. Una cámara de seguridad había grabado el momento del impacto. Se lo veía al Enano con la mochila llena de dólares. Yo me enteré a través de un gorra de la federal al que le hacíamos algunos laburos, que la mochila nunca se encontró. Esto ni siquiera en el barrio se sabía, pero el Brujo lo sabía. Por eso el ritual que ya se había esparcido por todas lados era tener en el santuario con el Gauchito y San La Muerte una moto de juguete y hacerle ofrendas para no caer en cana; y si se cae que la keruza no aparezca.
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