Llega como un susurro
Suave y dulce
Que promete libertad.
No me resisto mucho
A su dulce cantar
Y aunque le pido a la tripulación
Que me amarre al mástil del bajel
Me las rebusco para aflojar
Mis ataduras
Y arrojarme a sus brazos amargos
Que queman mi nariz
Desgarrando mi piel sobre
Este mar en el cual Morfeo rige.
¿Quién sabrá, acaso, el precio
De esta condena?, de este
Naufragio duro que hipoteca
Mi sistema nervioso, dejando
Mi cordura en la otra orilla
Y yo sin poder moverme o hablar
Con estas sirenas que nadan a mi alrededor
Ofreciendo espejos desgarrados
Papeles glasés
Piedras mucho más pesadas
Que las que Sísifo podría cargar
Por toda la eternidad.
Llegué a Ítaca a los 29 años
Se parece mucho a este barrio.
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