jueves, 27 de octubre de 2016

Contexto

     Mamá tiene cáncer. Tiene que usar una bolsa de colostomía. Hace diez días papá tuvo un paro cardíaco. Él la ayudaba con los cuidados de su bolsa y los trámites en la obra social. Los primeros días la ayudé a mamá con el cambio con su bolsa. Ahora, ella, ya se cambia la bolsa sola, hace los trámites en la obra social luego de hacerse la quimioterapia va a cuidar a papá al hospital con el veneno de la quimioterapia y el veneno de la nicotina. Mamá es una guerrera y papá tiene el corazón de un toro salvaje.

    Por mi parte comprendí que la vida es delicada, frágil; lo intuía, ahora lo comprendo. Le comenté a mi prima, estando en el patio del hospital municipal, que, nosotros dos, ya habíamos estado aquí y en la misma situación, cuando falleció nuestra abuela. El patio, terapia intensiva, la agonía y la muerte: nada ha cambiado, ¿nosotros? Ella tenía 10 meses en 1988, yo tenía 8 años. Ha pasado el tiempo.

   Las noches en los hospitales son eternas, cansadas, flácidas. A pesar de todo no he dejado de leer ni escribir. Sé que cada vez que vuelva a releer el Libro del desasosiego de Pessoa volveré a éstas noches en vela con el espíritu y los huesos contracturados. Las lineas del libro ya han quedado impregnadas con los recuerdos y emociones de éstas noches.

   La siguiente transcripción es fiel, tal cual fue escrito en algún momento de esos...Esos tantos momentos...Al lado de papá.







Delicados cuerpos

Burbujas y oxigeno

Un pasillo frío; simetría fría

Respiración irregular

¿Qué es lo qué queda en todo esto?

¿Qué es lo que quedará de papá?

Las preguntas se pierde entre los jadeos y, algunas veces, gritos de dolor y agonía.

Mi pregunta ya no es mi pregunta

Mi pregunta soy yo









   El chasquido de gotas repiqueteaba sobre la acera. El chaparrón había durado cerca de quince minutos. Sobre la ventana fría dejaba ver todo el exterior bañado por la lluvia, él, buscaba el recuerdo que lo pudiera salvar; salvar por un momento, porque así como un recuerdo puede llevar al hombre a la locura, un recuerdo también puede salvarlo.

   Entre las baldosas, entre los ladrillos rasados, entre las columnas de hormigón y entre los tejados. En cada rincón acecha ese recuerdo. En cada rincón, en cada pequeño segmento de las simetrías urbanas se encuentra el recuerdo que pueda llegar a salvarlo.

   Miró la escena completa para que el recuerdo lo encuentre a él; realmente ya no tenía ganas de esforzarse. Toda la vida se había esforzado, a veces en vano, otras no. Pero ahora ya no quería esforzarse, ahora no.



Contexto

     Mamá tiene cáncer. Tiene que usar una bolsa de colostomía. Hace diez días papá tuvo un paro cardíaco. Él la ayudaba con los cuidados de su bolsa y los trámites en la obra social. Los primeros días la ayudé a mamá con el cambio con su bolsa. Ahora, ella, ya se cambia la bolsa sola, hace los trámites en la obra social luego de hacerse la quimioterapia va a cuidar a papá al hospital con el veneno de la quimioterapia y el veneno de la nicotina. Mamá es una guerrera y papá tiene el corazón de un toro salvaje.
    Por mi parte comprendí que la vida es delicada, frágil; lo intuía, ahora lo comprendo. Le comenté a mi prima, estando en el patio del hospital municipal, que, nosotros dos, ya habíamos estado aquí y en la misma situación, cuando falleció nuestra abuela. El patio, terapia intensiva, la agonía y la muerte: nada ha cambiado, ¿nosotros? Ella tenía 10 meses en 1988, yo tenía 8 años. Ha pasado el tiempo.
   Las noches en los hospitales son eternas, cansadas, flácidas. A pesar de todo no he dejado de leer ni escribir. Sé que cada vez que vuelva a releer el Libro del desasosiego de Pessoa volveré a éstas noches en vela con el espíritu y los huesos contracturados. Las lineas del libro ya han quedado impregnadas con los recuerdos y emociones de éstas noches.
   La siguiente transcripción es fiel, tal cual fue escrito en algún momento de esos...Esos tantos momentos...Al lado de papá.



Delicados cuerpos
Burbujas y oxigeno
Un pasillo frío; simetría fría
Respiración irregular
¿Qué es lo qué queda en todo esto?
¿Qué es lo que quedará de papá?
Las preguntas se pierde entre los jadeos y, algunas veces, gritos de dolor y agonía.
Mi pregunta ya no es mi pregunta
Mi pregunta soy yo




   El chasquido de gotas repiqueteaba sobre la acera. El chaparrón había durado cerca de quince minutos. Sobre la ventana fría dejaba ver todo el exterior bañado por la lluvia, él, buscaba el recuerdo que lo pudiera salvar; salvar por un momento, porque así como un recuerdo puede llevar al hombre a la locura, un recuerdo también puede salvarlo.
   Entre las baldosas, entre los ladrillos rasados, entre las columnas de hormigón y entre los tejados. En cada rincón acecha ese recuerdo. En cada rincón, en cada pequeño segmento de las simetrías urbanas se encuentra el recuerdo que pueda llegar a salvarlo.
   Miró la escena completa para que el recuerdo lo encuentre a él; realmente ya no tenía ganas de esforzarse. Toda la vida se había esforzado, a veces en vano, otras no. Pero ahora ya no quería esforzarse, ahora no.

jueves, 13 de octubre de 2016

Humanidades: San Juan y 12 de octubre

   El murmullo ciego se pierde entre paredes de granito reconstituido. Voces que se confunden. Voces que no dicen nada. Voces muertas como las hojas que caen de los arboles y luego descansan en la vereda hasta que la erosión del tiempo las lleve hasta su próximo devenir.

   Aún sobreviven (las voces) entre estas paredes frías de temperatura y estética.

   Entonces, lo único que queda es esperar. Esperar al otoño. Al otoño que quema las vidas de las culpables hojas. Esas hojas que mueren en la superficie de veredas muertas. La muerte acecha en las veredas y ni siquiera se hace ver. Siempre está ahí sonriendo, paciente, lánguida como el oscuro cielo en la noche  que se arrastra en la lúgubre dimensión infinita del caos.

  Pensé, al pasar por las veredas y las aulas, que el murmullo de esas voces (de personas y hojas), algún día morirían. Entonces descansé y comprendí que de llegar  a ese día, a ese silencio del mundo, recién podría descansar.

  Seguiré esperando en las veredas



y fuera de las aulas, junto a las hojas muertas, junto al frío del granito reconstituido, junto al frío de la estética simétrica.







Bahía Blanca     12 de octubre   2016    13:54


Humanidades: San Juan y 12 de octubre

   El murmullo ciego se pierde entre paredes de granito reconstituido. Voces que se confunden. Voces que no dicen nada. Voces muertas como las hojas que caen de los arboles y luego descansan en la vereda hasta que la erosión del tiempo las lleve hasta su próximo devenir.
   Aún sobreviven (las voces) entre estas paredes frías de temperatura y estética.
   Entonces, lo único que queda es esperar. Esperar al otoño. Al otoño que quema las vidas de las culpables hojas. Esas hojas que mueren en la superficie de veredas muertas. La muerte acecha en las veredas y ni siquiera se hace ver. Siempre está ahí sonriendo, paciente, lánguida como el oscuro cielo en la noche  que se arrastra en la lúgubre dimensión infinita del caos.
  Pensé, al pasar por las veredas y las aulas, que el murmullo de esas voces (de personas y hojas), algún día morirían. Entonces descansé y comprendí que de llegar  a ese día, a ese silencio del mundo, recién podría descansar.
  Seguiré esperando en las veredas
y fuera de las aulas, junto a las hojas muertas, junto al frío del granito reconstituido, junto al frío de la estética simétrica.



Bahía Blanca     12 de octubre   2016    13:54

Metafísica

En la espesura de una mar de dudas, la razón se ahoga lentamente

Asistimos impotentes sin poder decir, ni hacer nada

Solo asistir y meditar en ello; sin símbolos o lenguajes que entorpezcan nuestra ascensión.



¡Qué delicadas son las cosas cuando están muertas!

¡Qué delicada es la vida cuando llega a su fin, o a su principio!



¿Cómo llenar esa vacuidad a la que estamos condenados y de la cual no se puede llenar con Nada?



Con oscuridad y miedo

Vamos caminando sobre el abismo

El abismo que contiene al océano

El océano donde se ahoga la razón;

El océano de dudas

La duda que me mira y me pregunta:                                                  .



Como si no alcanzara con la duda, a ella se le suma otra duda,

La duda de la pregunta;

La pregunta que sobrevive; al ahogo de la razón

La pregunta que todavía oxigena mis pulmones

Y me da la fuerza para poder seguir caminando

 Por el borde de la costa

Y seguir viendo como se ahogan las razones

Una por una

Y los cadáveres que se pudren en la costa

Esos cadáveres son la metafísica

Esos cadáveres son lo que tomamos por razón

Razón muerta.










Metafísica

En la espesura de una mar de dudas, la razón se ahoga lentamente
Asistimos impotentes sin poder decir, ni hacer nada
Solo asistir y meditar en ello; sin símbolos o lenguajes que entorpezcan nuestra ascensión.

¡Qué delicadas son las cosas cuando están muertas!
¡Qué delicada es la vida cuando llega a su fin, o a su principio!

¿Cómo llenar esa vacuidad a la que estamos condenados y de la cual no se puede llenar con Nada?

Con oscuridad y miedo
Vamos caminando sobre el abismo
El abismo que contiene al océano
El océano donde se ahoga la razón;
El océano de dudas
La duda que me mira y me pregunta:                                                  .

Como si no alcanzara con la duda, a ella se le suma otra duda,
La duda de la pregunta;
La pregunta que sobrevive; al ahogo de la razón
La pregunta que todavía oxigena mis pulmones
Y me da la fuerza para poder seguir caminando
 Por el borde de la costa
Y seguir viendo como se ahogan las razones
Una por una
Y los cadáveres que se pudren en la costa
Esos cadáveres son la metafísica
Esos cadáveres son lo que tomamos por razón
Razón muerta.




domingo, 9 de octubre de 2016

La gomería del Turco

  El perro no era un perro común y corriente. Eso lo supe después.

  Cruzando las vías del ferrocarril, pasando el antiguo barrio cervecero, regularmente se encontraba apostado el perro. Y el perro se dedicaba a hacer cosas de perro: ladrar y correr a los autos, romper bolsas de basura, buscar alguna caricia humana y perruna también.

  Luego de la cuarta vez que tuve que recurrir a la gomería que quedaba pasando las vías empecé a tener el presentimiento: el presentimiento de que algo no andaba bien en estas vías. La primera vez que llegué a la gomería del turco Omar me encontré con la sorpresa de que el perro que siempre estaba en las vías era, en efecto, del turco Omar.

  Esa primera vez que conocí la gomería del Turco, luego de llegar con mi automóvil, llegó el perro. Se acercó hasta el Turco y recibió una caricia de éste. Ya satisfecho se alejo rumbo al patio de la gomería moviendo la cola. Escenas como estas son tan normales en las gomerías como los posters de modelos sensuales. El Turco era un tipo agradable. Hacía un año que había abierto la gomería luego haberse jubilado tras haber manejado camiones por mas de 20 años. Su poblada barba canosa me hacía acordar a papa pitufo. Alguna vez al verlo trabajar, en mi imaginación podía verlo con el gorro rojo del patriarca de los pitufos, y también con la piel azul. Solamente hacía falta estos dos elementos para que el turco fuera papa pitufo ya que siempre se lo encontraba con el torso desnudo.

  Antes de la revelación tuve el presentimiento. Un presentimiento, en ese momento tan ridículo que que solté un a carcajada al llegar a las vías, ver al perro acercarse a mi auto ladrando como siempre. Pero al  notar otra vez que el neumático delantero del lado derecho nuevamente estaba desinflado, la carcajada paso a ser una  intuición. Una intuición detectivesca. Las vías del tren, el perro y la gomería del Turco pasaron a formar parte del triangulo de las bermudas del cual yo debía resolver para volver a pasar por las vías sin tener que recurrir a la gomería, y sin tener que gastar dinero. Tácitamente, pasar por las vías, para mí, se había convertido en un peaje obligado, y el Turco era el que se estaba beneficiando con la remuneración de este falso peaje.

  Esa tarde decidí voluntariamente pasar por las vías para poder atar todos los cabos sueltos que rondaban mi cabeza. Al ir llegando a las vías el perro ya estaba apostado esperándome. Como siempre, el perro, llegó hasta mi auto ladrando. Yo trataba de analizar al mejor estilo Sherlok Holmes la escena y las evidencias para poder cerrar mi caso. Hasta ese día no lo había advertido. La gente del barrio cervecero había sacado uno de los rieles de las vías, para venderlo, lo cual dejaba un importante hueco en la calzada y obligaba a frenar y pasar muy lento para no romper el tren delantero. Sentí que el circulo se empezaba a cerrar. Luego la rutina era la misma: el perro corriendo y ladrando por unos 10 metros hasta darse por vencido. Otra vez el neumático desinflado. Otra vez ir a lo del Turco. Otra vez ir a pagar el peaje.

   El Turco ya me estaba esperando, como siempre, mascando coca y tomando mate. Mientras el Turco empezaba a trabajar vi al perro que pasó directamente al patio. Sentí adrenalina caliente recorrer mi espina dorsal y quemarme la cara. Pedí permiso al Turco para pasar al baño. Fui, simulé usar el baño, tiré la cadena y al salir, en vez de dirigirme hacía donde el Turco estaba trabajando, fui directamente al patio. El circulo se había cerrado. Un neumático con mas de un millón de agujeros eran el instrumento de adiestramiento para el perro. En ese momento, en el que me presenté en el patio, el perro estaba perfeccionando su mordida profesional sobre el neumático, tan profesional como la mano de obra del Turco. Una pequeña empresa formada únicamente por el Turco y su perro: el perro es el mejor amigo del hombre, y ahora le debía sumar el mejor socio. Al darse cuenta el perro de mi presencia en su lugar de trabajo gruño y me enseñó dos colmillos largos y afiladísimos: una especie de nosferatu perruno que daba la impresión de ser alguna criatura rescatada de los relatos de las mitologías del campo.

  Al volver a la gomería el Turco ya estaba inflando el neumático. Intercambiamos unas cuantas palabras, le pagué y me despedí. Al ir saliendo marcha atrás de la gomería, como si fuera una postal, el perro se sentó sobre sus patas traseras al lado del Turco. Antes de que se pierdan completamente de mi campo visual el perro me enseñó de manera siniestra sus dos colmillos. Entendí perfectamente el mensaje que me envió el perro.

  Hace más de 4 años que no paso por las vías del barrio cervecero.

 


La gomería del Turco

  El perro no era un perro común y corriente. Eso lo supe después.
  Cruzando las vías del ferrocarril, pasando el antiguo barrio cervecero, regularmente se encontraba apostado el perro. Y el perro se dedicaba a hacer cosas de perro: ladrar y correr a los autos, romper bolsas de basura, buscar alguna caricia humana y perruna también.
  Luego de la cuarta vez que tuve que recurrir a la gomería que quedaba pasando las vías empecé a tener el presentimiento: el presentimiento de que algo no andaba bien en estas vías. La primera vez que llegué a la gomería del turco Omar me encontré con la sorpresa de que el perro que siempre estaba en las vías era, en efecto, del turco Omar.
  Esa primera vez que conocí la gomería del Turco, luego de llegar con mi automóvil, llegó el perro. Se acercó hasta el Turco y recibió una caricia de éste. Ya satisfecho se alejo rumbo al patio de la gomería moviendo la cola. Escenas como estas son tan normales en las gomerías como los posters de modelos sensuales. El Turco era un tipo agradable. Hacía un año que había abierto la gomería luego haberse jubilado tras haber manejado camiones por mas de 20 años. Su poblada barba canosa me hacía acordar a papa pitufo. Alguna vez al verlo trabajar, en mi imaginación podía verlo con el gorro rojo del patriarca de los pitufos, y también con la piel azul. Solamente hacía falta estos dos elementos para que el turco fuera papa pitufo ya que siempre se lo encontraba con el torso desnudo.
  Antes de la revelación tuve el presentimiento. Un presentimiento, en ese momento tan ridículo que que solté un a carcajada al llegar a las vías, ver al perro acercarse a mi auto ladrando como siempre. Pero al  notar otra vez que el neumático delantero del lado derecho nuevamente estaba desinflado, la carcajada paso a ser una  intuición. Una intuición detectivesca. Las vías del tren, el perro y la gomería del Turco pasaron a formar parte del triangulo de las bermudas del cual yo debía resolver para volver a pasar por las vías sin tener que recurrir a la gomería, y sin tener que gastar dinero. Tácitamente, pasar por las vías, para mí, se había convertido en un peaje obligado, y el Turco era el que se estaba beneficiando con la remuneración de este falso peaje.
  Esa tarde decidí voluntariamente pasar por las vías para poder atar todos los cabos sueltos que rondaban mi cabeza. Al ir llegando a las vías el perro ya estaba apostado esperándome. Como siempre, el perro, llegó hasta mi auto ladrando. Yo trataba de analizar al mejor estilo Sherlok Holmes la escena y las evidencias para poder cerrar mi caso. Hasta ese día no lo había advertido. La gente del barrio cervecero había sacado uno de los rieles de las vías, para venderlo, lo cual dejaba un importante hueco en la calzada y obligaba a frenar y pasar muy lento para no romper el tren delantero. Sentí que el circulo se empezaba a cerrar. Luego la rutina era la misma: el perro corriendo y ladrando por unos 10 metros hasta darse por vencido. Otra vez el neumático desinflado. Otra vez ir a lo del Turco. Otra vez ir a pagar el peaje.
   El Turco ya me estaba esperando, como siempre, mascando coca y tomando mate. Mientras el Turco empezaba a trabajar vi al perro que pasó directamente al patio. Sentí adrenalina caliente recorrer mi espina dorsal y quemarme la cara. Pedí permiso al Turco para pasar al baño. Fui, simulé usar el baño, tiré la cadena y al salir, en vez de dirigirme hacía donde el Turco estaba trabajando, fui directamente al patio. El circulo se había cerrado. Un neumático con mas de un millón de agujeros eran el instrumento de adiestramiento para el perro. En ese momento, en el que me presenté en el patio, el perro estaba perfeccionando su mordida profesional sobre el neumático, tan profesional como la mano de obra del Turco. Una pequeña empresa formada únicamente por el Turco y su perro: el perro es el mejor amigo del hombre, y ahora le debía sumar el mejor socio. Al darse cuenta el perro de mi presencia en su lugar de trabajo gruño y me enseñó dos colmillos largos y afiladísimos: una especie de nosferatu perruno que daba la impresión de ser alguna criatura rescatada de los relatos de las mitologías del campo.
  Al volver a la gomería el Turco ya estaba inflando el neumático. Intercambiamos unas cuantas palabras, le pagué y me despedí. Al ir saliendo marcha atrás de la gomería, como si fuera una postal, el perro se sentó sobre sus patas traseras al lado del Turco. Antes de que se pierdan completamente de mi campo visual el perro me enseñó de manera siniestra sus dos colmillos. Entendí perfectamente el mensaje que me envió el perro.
  Hace más de 4 años que no paso por las vías del barrio cervecero.
 

sábado, 8 de octubre de 2016

Al salir del bosque

¡Oh Reybufon!¿cuánto hace ya de tu exilio?
¿Cuántos caminos has dejado atrás para conocer el significado del desapego?
Lejos,muy lejos ha quedado el vestigio de tú anterior  vida
Y ya nada de eso parece pertenecerte.
Has olvidado el peso de tu corona y ahora puedes ver a los ojos a tú semejante
Puedes comer y beber con ellos
Sus soledades ahora son tu soledad
Sus infortunios ahora son tu infortunio
¡¿Acaso no era eso el propósito de tu búsqueda?!
Ahora lo sabes,y yo estoy para protegerte,junto a la oscuridad
Eones antes de la primera memoria de los hombres
La oscuridad y yo vagábamos por el ser
Porqué el hombre antes de ser hombre fue fantasma
Y el ser fue ser,y antes de la noche,oscuridad.
Te protegeremos en tu travesía porqué sabemos de las adversidades;
Tú osamenta reclama descansar,tú corazón también
Deja que te regalemos una revelación en tú sueño
Deja que amparemos tu sueño,deja que caigan los velos.



Al salir del bosque

¡Oh Reybufon!¿cuánto hace ya de tu exilio?
¿Cuántos caminos has dejado atrás para conocer el significado del desapego?
Lejos,muy lejos ha quedado el vestigio de tú anterior  vida
Y ya nada de eso parece pertenecerte.
Has olvidado el peso de tu corona y ahora puedes ver a los ojos a tú semejante
Puedes comer y beber con ellos
Sus soledades ahora son tu soledad
Sus infortunios ahora son tu infortunio
¡¿Acaso no era eso el propósito de tu búsqueda?!
Ahora lo sabes,y yo estoy para protegerte,junto a la oscuridad
Eones antes de la primera memoria de los hombres
La oscuridad y yo vagábamos por el ser
Porqué el hombre antes de ser hombre fue fantasma
Y el ser fue ser,y antes de la noche,oscuridad.
Te protegeremos en tu travesía porqué sabemos de las adversidades;
Tú osamenta reclama descansar,tú corazón también
Deja que te regalemos una revelación en tú sueño
Deja que amparemos tu sueño,deja que caigan los velos.

Humano

Lluvia y café 

Se desdoblan en la acera 

Cerca del asfalto y lejos del cielo

¿Cuántas veces se repetirá? 

Lo sabré la próxima vez, 

Que aprecie tu voluptuosidad

Y que me abstraiga de toda razón,

Más allá de todo mas allá.






Hoy me quiero quedar aquí

Despierto conmigo mismo

... o con el otro.

Aquí espero a ser asediado

Por tu dulce melodía. 

Melodía añejada por el tiempo

Y que no deja de ser melodía húmeda; 

sobre la piel de mi humanidad...

Porque algo de humano aún...Queda en este cuerpo.









Bahía blanca    1 de octubre   2015     18:37



Skafé   O 'higgins y Berutti

Humano

Lluvia y café 
Se desdoblan en la acera 
Cerca del asfalto y lejos del cielo
¿Cuántas veces se repetirá? 
Lo sabré la próxima vez, 
Que aprecie tu voluptuosidad
Y que me abstraiga de toda razón,
Más allá de todo mas allá.


Hoy me quiero quedar aquí
Despierto conmigo mismo
... o con el otro.
Aquí espero a ser asediado
Por tu dulce melodía. 
Melodía añejada por el tiempo
Y que no deja de ser melodía húmeda; 
sobre la piel de mi humanidad...
Porque algo de humano aún...Queda en este cuerpo.



Bahía blanca    1 de octubre   2015     18:37

Skafé   O 'higgins y Berutti

Empatía

   Luz de marfil, osamentas y tesoros más allá de este espacio sin fin cóncavo y convexo. 

   Poco a poco divisando la fuerte presión del mar sobre mis sentidos; sólo, a lo lejos mi humanidad humilde se pierde lentamente en el comienzo del oleaje manso del mar. Simbiosis perfecta: amor perfecto.

   Solamente así descubro lo que siento, y lo que pienso.



  Al igual que el mar mis pensamientos por momentos son tranquilos, por momentos turbulentos, por momentos no pienso ni siento, por momentos "no Soy".

  Siempre empaticé con el mar; será por su profundidad y voluptuosidad que hace que no pueda reconocer cual de los dos Soy.

  Me permito abstraerme en los pensamientos del mar y puedo llegar a creer que, Él, el mar respondería lo mismo si tuviera la capacidad y los medios para expresar sus emociones más profundas. Estoy seguro que compartiríamos estas humildes meditaciones. Meditaciones que salpican sobre las filosas piedras de la costa y solo alguna que otra gota puede llegar a representar mi pasión por el mar descansando bajo el cielo lacerado del mundo. El espíritu de Lautremont susurra sobre estas costas. Me susurran estas lineas; lineas que ya se van evaporando sobre el calor de las piedras de la costa para reunirse contigo Ducasse. El Conde que rescató el bello espectáculo en el cuál me siento sumergido en este momento.
  Sólo una diferencia marcaré, es que el mar puede vivir sin mí, no en el caso contrario: yo no puedo vivir sin el mar.




Empatía

   Luz de marfil, osamentas y tesoros más allá de este espacio sin fin cóncavo y convexo. 
   Poco a poco divisando la fuerte presión del mar sobre mis sentidos; sólo, a lo lejos mi humanidad humilde se pierde lentamente en el comienzo del oleaje manso del mar. Simbiosis perfecta: amor perfecto.
   Solamente así descubro lo que siento, y lo que pienso.

  Al igual que el mar mis pensamientos por momentos son tranquilos, por momentos turbulentos, por momentos no pienso ni siento, por momentos "no Soy".
  Siempre empaticé con el mar; será por su profundidad y voluptuosidad que hace que no pueda reconocer cual de los dos Soy.
  Me permito abstraerme en los pensamientos del mar y puedo llegar a creer que, Él, el mar respondería lo mismo si tuviera la capacidad y los medios para expresar sus emociones más profundas. Estoy seguro que compartiríamos estas humildes meditaciones. Meditaciones que salpican sobre las filosas piedras de la costa y solo alguna que otra gota puede llegar a representar mi pasión por el mar descansando bajo el cielo lacerado del mundo. El espíritu de Lautremont susurra sobre estas costas. Me susurran estas lineas; lineas que ya se van evaporando sobre el calor de las piedras de la costa para reunirse contigo Ducasse. El Conde que rescató el bello espectáculo en el cuál me siento sumergido en este momento.
  Sólo una diferencia marcaré, es que el mar puede vivir sin mí, no en el caso contrario: yo no puedo vivir sin el mar.

Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...