martes, 28 de mayo de 2019

La poecía, el arrullo de las palomas


Del cementerio, 


La fuente de Lola Mora


Las canciones que están perdidas 


En la ciudad,


La belleza del lunfardo


Y la luna media moneda:


Es lo que me mantiene vivo.





Sueño con ser curador de una galería 


De arte, con graffitis arrancados 


De las paredes, y con la misma pared:


Ese sueño


Es lo que me mantiene vivo.





Mi trabajo sobre los Diarios de Camboya


Recopilar el material

Extraerlo de mi Cerebro dañado


Maridarlo con el lenguaje:


Es lo que me mantiene vivo.





Construir mi casa con la literatura


No trabajar ni tranzar con el Estado,


Robarle un verso más a esta incapacidad:


Es lo que me mantiene vivo. 





El poeta anónimo 


Que en este momento está garrapateando


Sus sentimientos en una hoja 


Y que se muere de vergüenza con la sola 


Idea de leer en público alguna vez;


La poeta que emana versos 


Y que no le importa nada a la hora de leer:


Es lo que me mantiene vivo.





Las noches recuerdo de dura adrenalina 


Y estados catatónicos- farmacológicos


De ansiedad asfixiante 


Y lisergía-locura-muerte-surrealidad:


Es lo que me mantiene vivo.





Me mantiene vivo el afecto de mis amigos; los abrazos de mis amigas. Los audios de whataspp de más de 5 minutos, un meme, un emoji o el aviso de corte del servicio. Me mantiene vivo respirar regularmente, no creerme Superman o Aquaman o la versión evangelista de Pity Álvarez. Me mantiene vivo el mate amargo en la mañana, las tostadas de pan casero con dulce de leche; el café con leche del Florida; un  té y la lectura del último de Fabían Casas a la luz de mi pequeño velador de cerámica. Me mantiene vivo su recuerdo: fumando en la cocina, tomando mate y quejándose de que la plata no alcanza. Me mantiene vivo los recuerdos del Italpark, el Parque de la Ciudad, el bote a remo que nos cruzaba de La boca a La Maciel, el agua negra y el puente Nicolás Avellaneda. Me mantiene vivo tantas cosas.





Me mantiene vivo saber que es Solo  por hoy


Que el mañana no existe 


Y que el pasado ya pasó;


Y que en este momento 


En el que dialogo con mi alma 


Puedo redimir mi dolor 


Y ordenar mi presente.




Me mantiene vivo torsionar,


Llevar al extremo el lenguaje


Crear sentido en el sin-sentido


Hacer del absurdo la única Realidad


Y que la Realidad sea absurda.





Me mantiene vivo 


Saber...si; saber 


Saber que todavía 


Me falta mucho por aprender 


Y por escribir.


Eso


Eso también 


Es lo que me mantiene vivo. 















La poecía, el arrullo de las palomas
Del cementerio, 
La fuente de Lola Mora
Las canciones que están perdidas 
En la ciudad,
La belleza del lunfardo
Y la luna media moneda:
Es lo que me mantiene vivo.

Sueño con ser curador de una galería 
De arte, con graffitis arrancados 
De las paredes, y con la misma pared:
Ese sueño
Es lo que me mantiene vivo.

Mi trabajo sobre los Diarios de Camboya
Recopilar el material
Extraerlo de mi Cerebro dañado
Maridarlo con el lenguaje:
Es lo que me mantiene vivo.

Construir mi casa con la literatura
No trabajar ni tranzar con el Estado,
Robarle un verso más a esta incapacidad:
Es lo que me mantiene vivo. 

El poeta anónimo 
Que en este momento está garrapateando
Sus sentimientos en una hoja 
Y que se muere de vergüenza con la sola 
Idea de leer en público alguna vez;
La poeta que emana versos 
Y que no le importa nada a la hora de leer:
Es lo que me mantiene vivo.

Las noches recuerdo de dura adrenalina 
Y estados catatónicos- farmacológicos
De ansiedad asfixiante 
Y lisergía-locura-muerte-surrealidad:
Es lo que me mantiene vivo.

Me mantiene vivo el afecto de mis amigos; los abrazos de mis amigas. Los audios de whataspp de más de 5 minutos, un meme, un emoji o el aviso de corte del servicio. Me mantiene vivo respirar regularmente, no creerme Superman o Aquaman o la versión evangelista de Pity Álvarez. Me mantiene vivo el mate amargo en la mañana, las tostadas de pan casero con dulce de leche; el café con leche del Florida; un  té y la lectura del último de Fabían Casas a la luz de mi pequeño velador de cerámica. Me mantiene vivo su recuerdo: fumando en la cocina, tomando mate y quejándose de que la plata no alcanza. Me mantiene vivo los recuerdos del Italpark, el Parque de la Ciudad, el bote a remo que nos cruzaba de La boca a La Maciel, el agua negra y el puente Nicolás Avellaneda. Me mantiene vivo tantas cosas.

Me mantiene vivo saber que es Solo  por hoy
Que el mañana no existe 
Y que el pasado ya pasó;
Y que en este momento 
En el que dialogo con mi alma 
Puedo redimir mi dolor 
Y ordenar mi presente.
Me mantiene vivo torsionar,
Llevar al extremo el lenguaje
Crear sentido en el sin-sentido
Hacer del absurdo la única Realidad
Y que la Realidad sea absurda.

Me mantiene vivo 
Saber...si; saber 
Saber que todavía 
Me falta mucho por aprender 
Y por escribir.
Eso
Eso también 
Es lo que me mantiene vivo. 




viernes, 24 de mayo de 2019

Dejar en claro algo

El momento es el oportuno oportuno

Para dejar en claro

Lo que este pulso intenta intenta

Y fracasa fracasa como una mosca

Yendo hacia la nube de gas gas

Del insecticida.



Pero no será fácil fácil

Articular 4 palabras de corrido

Tampoco ejecutarlo

Tampoco pensar para qué qué

O

Cómo

O

Quién quién

O cómo fue que este simulacro

De ser humano humano , que lo único

Que hizo en la vida fue esquivarle

A todas las las responsabilidades

Vaya a dejar algo algo en claro.



La mosca mosca

No pudo con el gas gas

Del insecticida.

Yo tampoco pude pude

Dejar en claro claro

Algo.










Dejar en claro algo

El momento es el oportuno oportuno
Para dejar en claro
Lo que este pulso intenta intenta
Y fracasa fracasa como una mosca
Yendo hacia la nube de gas gas
Del insecticida.

Pero no será fácil fácil
Articular 4 palabras de corrido
Tampoco ejecutarlo
Tampoco pensar para qué qué
O
Cómo
O
Quién quién
O cómo fue que este simulacro
De ser humano humano , que lo único
Que hizo en la vida fue esquivarle
A todas las las responsabilidades
Vaya a dejar algo algo en claro.

La mosca mosca
No pudo con el gas gas
Del insecticida.
Yo tampoco pude pude
Dejar en claro claro
Algo.




jueves, 23 de mayo de 2019

Crimen y castigo


Al igual que Raskolnikov
Me refugio en un cuchitril
Húmedo y sin revoque.


A veces me alumbro con 
Una sola lámpara
Otras con una vela;
Comida: a veces.



La fiesta de La década ganada
Me ha dejado afuera.


Pienso en la manera de ganar dinero
Sin trabajar.
Pero ahora solo recojo monedas
En los semáforos.


Tengo que pagar
Por dos crímenes
Uno cometido
El otro no.


La justicia es directamente proporcional
Al patrimonio;
La injusticia
Al color de la piel.










Crimen y castigo

Al igual que Raskolnikov
Me refugio en un cuchitril
Húmedo y sin revoque.
A veces me alumbro con 
Una sola lámpara
Otras con una vela;
Comida: a veces.
La fiesta de La década ganada
Me ha dejado afuera.
Pienso en la manera de ganar dinero
Sin trabajar.
Pero ahora solo recojo monedas
En los semáforos.
Tengo que pagar
Por dos crímenes
Uno cometido
El otro no.
La justicia es directamente proporcional
Al patrimonio;
La injusticia
Al color de la piel.


Las noche que me dejaste

La noche que me dejaste

Dijiste que volveríamos

A vernos.



Volveríamos a nacer

A ir al mismo jardín de infantes

A separarnos en la adolescencia

A encontrarnos en las calles

Buscando falopa

A las salideras a los tiros

A esquivar autos y camiones

En Camino de cintura

A las noches desenfrenadas

Y a las guardias con suero y alprazolam.



La noche que me dejaste

Todavía recuerdo esa noche.



Ya estabas cansada de todo

No quedaba dolor por consumir

Y la muerte era la única opción.



La noche que me dejaste

Me dijiste algo más al oído:

"Alejate lo más que puedas de mí

Cuando nos volvamos a ver.

No te quiero hacer sufrir más."



No hay una semana en la que no compre

Una botella de Coca-cola

Para limpiar la mancha de sangre del parquet.



Las noches difíciles duermo sobre la mancha

Y descanso bien

Cuando estoy de buen amor

Cubro todo el living con libros y cuadernos.



La noche comienza a devorarse

Al día.

Parado

De frente

En la ventana

Sintiendo la respiración

Que empaña el vidrio

Me pregunto si será

Una noche fácil

O

Difícil.










Las noche que me dejaste

La noche que me dejaste
Dijiste que volveríamos
A vernos.

Volveríamos a nacer
A ir al mismo jardín de infantes
A separarnos en la adolescencia
A encontrarnos en las calles
Buscando falopa
A las salideras a los tiros
A esquivar autos y camiones
En Camino de cintura
A las noches desenfrenadas
Y a las guardias con suero y alprazolam.

La noche que me dejaste
Todavía recuerdo esa noche.

Ya estabas cansada de todo
No quedaba dolor por consumir
Y la muerte era la única opción.

La noche que me dejaste
Me dijiste algo más al oído:
"Alejate lo más que puedas de mí
Cuando nos volvamos a ver.
No te quiero hacer sufrir más."

No hay una semana en la que no compre
Una botella de Coca-cola
Para limpiar la mancha de sangre del parquet.

Las noches difíciles duermo sobre la mancha
Y descanso bien
Cuando estoy de buen amor
Cubro todo el living con libros y cuadernos.

La noche comienza a devorarse
Al día.
Parado
De frente
En la ventana
Sintiendo la respiración
Que empaña el vidrio
Me pregunto si será
Una noche fácil
O
Difícil.




Voces de la Plata


Colonia del Sacramento me observa
A través de estas aguas sepias
Con oro y plata en sus profundidades
Con la sangre negra e indígena
Que ayudó a los saqueadores 
A llevar nuestra fortuna a Europa.



¡Hola Colonia del Sacramento!
¡Te saludo!


El Río de la Plata está calmo
La sudestada ya pasó.


Ya se sabe que estuve
En los Juicios del Río de la Plata;
Se sabe que fui absuelto
Y que ahora camino por las calles
En libertad;
Se sabe que dormí en cada vereda
Y en cada atentado
Buscando la redención de las Voces.


Y las encontré a todas
Y los verdugos se sintieron impotentes:
De nada sirvió desaparecer los cuerpos,
Porque las voces están allí
En el rumor
En la agitada sudestada del Río de la Plata.


Así que sépanlo (         y               )
Quisieron desaparecerlos;
Desaparecieron a mis amigos
Y familiares;
Quisieron desaparecerme
(Todavía quieren hacerlo)
Y si algún día tienen éxito
Si logran desaparecer mi cuerpo
Sepan que será transitorio:


Podrán desaparecer nuestros cuerpos
Pero las voces...
Las voces no las podrán desaparecer.













Voces de la Plata

Colonia del Sacramento me observa
A través de estas aguas sepias
Con oro y plata en sus profundidades
Con la sangre negra e indígena
Que ayudó a los saqueadores 
A llevar nuestra fortuna a Europa.
¡Hola Colonia del Sacramento!
¡Te saludo!
El Río de la Plata está calmo
La sudestada ya pasó.
Ya se sabe que estuve
En los Juicios del Río de la Plata;
Se sabe que fui absuelto
Y que ahora camino por las calles
En libertad;
Se sabe que dormí en cada vereda
Y en cada atentado
Buscando la redención de las Voces.
Y las encontré a todas
Y los verdugos se sintieron impotentes:
De nada sirvió desaparecer los cuerpos,
Porque las voces están allí
En el rumor
En la agitada sudestada del Río de la Plata.
Así que sépanlo (         y               )
Quisieron desaparecerlos;
Desaparecieron a mis amigos
Y familiares;
Quisieron desaparecerme
(Todavía quieren hacerlo)
Y si algún día tienen éxito
Si logran desaparecer mi cuerpo
Sepan que será transitorio:
Podrán desaparecer nuestros cuerpos
Pero las voces...
Las voces no las podrán desaparecer.




Mis vecinitos juegan a la pelota
En el baldío;
Un baldío que se parece mucho
Al baldío en el que jugaba a la pelota
En mi infancia.



Ellos están
Viviendo el presente perfecto
Viviendo ese mundo
Que va de ahí a la plazita
De ahí a la escuela, viajando
En colectivo
Disfrutando de la aventura
De ir al centro de vez en cuando
Viviendo la inocencia de la infancia
Interrumpida de vez en cuando
Por una de las regulares palizas
Del padre hacia la madre
Con la luz destellante
Del patrullero en la puerta
Con la décima amenaza de la madre
Diciéndole al gil
Que se va a ir a lo de su mamá
Y que no va a ver más a los chicos.


¿Cuántos días pasaran ellos,
Cuánto dolor, sufrimiento
Cuántas alegrías vivirán
Hasta que las canas empiecen
A poblar sus cabezas
Y sentados, mirando por un ventanal
Observen a sus vecinitos
Jugar en un baldío
Como lo hacían ellos?


¿Cuántos días pasarán?


¿Cuántos días pasaron para mí?












Mis vecinitos juegan a la pelota
En el baldío;
Un baldío que se parece mucho
Al baldío en el que jugaba a la pelota
En mi infancia.
Ellos están
Viviendo el presente perfecto
Viviendo ese mundo
Que va de ahí a la plazita
De ahí a la escuela, viajando
En colectivo
Disfrutando de la aventura
De ir al centro de vez en cuando
Viviendo la inocencia de la infancia
Interrumpida de vez en cuando
Por una de las regulares palizas
Del padre hacia la madre
Con la luz destellante
Del patrullero en la puerta
Con la décima amenaza de la madre
Diciéndole al gil
Que se va a ir a lo de su mamá
Y que no va a ver más a los chicos.
¿Cuántos días pasaran ellos,
Cuánto dolor, sufrimiento
Cuántas alegrías vivirán
Hasta que las canas empiecen
A poblar sus cabezas
Y sentados, mirando por un ventanal
Observen a sus vecinitos
Jugar en un baldío
Como lo hacían ellos?
¿Cuántos días pasarán?
¿Cuántos días pasaron para mí?


jueves, 16 de mayo de 2019


Sobre la esquina un cartel de neón
Ofertas y descuentos de y para
Cuerpos perfectos anglosajones.


Sobre la otra esquina 
En el café;
Alguien lee el diario
Que al final del día
Ya no es diario
¿Estará pensando en algún tipo de Revolución?



Enfrente una F-100
Selecciona el cartón de los volquetes
Un niño está adentro
Del volquete seleccionando;
Y esta acción
Lapida 25 años de educación institucional.


Todo lo que necesita saber del mundo
Se encuentra en ese volquete
Y en esa acción:
El resto...el resto es abstracción.


Las alcantarillas respiran
El invierno se acerca sigilosamente.













Sobre la esquina un cartel de neón
Ofertas y descuentos de y para
Cuerpos perfectos anglosajones.
Sobre la otra esquina 
En el café;
Alguien lee el diario
Que al final del día
Ya no es diario
¿Estará pensando en algún tipo de Revolución?
Enfrente una F-100
Selecciona el cartón de los volquetes
Un niño está adentro
Del volquete seleccionando;
Y esta acción
Lapida 25 años de educación institucional.
Todo lo que necesita saber del mundo
Se encuentra en ese volquete
Y en esa acción:
El resto...el resto es abstracción.
Las alcantarillas respiran
El invierno se acerca sigilosamente.



miércoles, 15 de mayo de 2019

De todos lo bares que recorrí

Y de todo el dolor que consumí

Puedo decir

Que el amor es una droga dura

Las ideologías son drogas duras

Que barrer es una acto de fe

Y que la poesía se resiste a ser escrita

Como a mí a ser domesticado.



A los 4 años le rompí

La cabeza a un vecinito

Con una herradura.

El karma del vecinito

Se vengó en La 21

Con unos cuanto cañazos

De 9 mm en mi cuero cabelludo:

Todavía conservo sus marcas.



Escribí mis manifiestos poéticos

En todas las esquinas conocidas

Y más aún en las desconocidas:

Todavía sigo recojiendo borradores.



Ayer; el sonido de la leña quemándose

Y de los pájaros brindo su poesía

De manera generosa:

Pude darle sentido a un día más.



 Y aquí me encuentro tratando

De pagar los intereses de mi último karma:

Ya voy por el 12.500.

Me quedan 5.000.










De todos lo bares que recorrí
Y de todo el dolor que consumí
Puedo decir
Que el amor es una droga dura
Las ideologías son drogas duras
Que barrer es una acto de fe
Y que la poesía se resiste a ser escrita
Como a mí a ser domesticado.

A los 4 años le rompí
La cabeza a un vecinito
Con una herradura.
El karma del vecinito
Se vengó en La 21
Con unos cuanto cañazos
De 9 mm en mi cuero cabelludo:
Todavía conservo sus marcas.

Escribí mis manifiestos poéticos
En todas las esquinas conocidas
Y más aún en las desconocidas:
Todavía sigo recojiendo borradores.

Ayer; el sonido de la leña quemándose
Y de los pájaros brindo su poesía
De manera generosa:
Pude darle sentido a un día más.

 Y aquí me encuentro tratando
De pagar los intereses de mi último karma:
Ya voy por el 12.500.
Me quedan 5.000.




viernes, 10 de mayo de 2019

¿Podés escuchar a los perros


Que ladran en tu cuadra?


¿Y


En la otra?


¿Y 


En el otro barrio?





Me dormí tratando de contar 


Los ladridos:


Soñé que caminaba en un  barrio


Y me encontraba con todas


Mis mascotas;


Las que he tenido


Las que tengo


Y (pareciera) las que voy a tener.





No dudé en ningún momento 


Todo era tan Real y claro


Como luminoso e inocente


Con mamá en un ranchito 


De chapa y un pañuelo en su cabeza


Cuidando a su perro Negro


Dice ella que tiene Moquillo.





Y no me reconoce 


No sabe que soy yo


Porque todavía no he nacido 


Si tiene 16 años y sé que el Negro


Se va a morir.





Sé que se va a morir


Sé que el  perro está muerto


Sé que todos lo perros están muertos


Y yo me doy cuenta de que estoy soñando


Y ya no quiero certezas o incertidumbres


La veo cuidar su perro 


Y sigue sin reconocerme.





Yo la reconozco 


Y quisiera que este sueño 


No termine más.







¿Podés escuchar a los perros
Que ladran en tu cuadra?
¿Y
En la otra?
¿Y 
En el otro barrio?

Me dormí tratando de contar 
Los ladridos:
Soñé que caminaba en un  barrio
Y me encontraba con todas
Mis mascotas;
Las que he tenido
Las que tengo
Y (pareciera) las que voy a tener.

No dudé en ningún momento 
Todo era tan Real y claro
Como luminoso e inocente
Con mamá en un ranchito 
De chapa y un pañuelo en su cabeza
Cuidando a su perro Negro
Dice ella que tiene Moquillo.

Y no me reconoce 
No sabe que soy yo
Porque todavía no he nacido 
Si tiene 16 años y sé que el Negro
Se va a morir.

Sé que se va a morir
Sé que el  perro está muerto
Sé que todos lo perros están muertos
Y yo me doy cuenta de que estoy soñando
Y ya no quiero certezas o incertidumbres
La veo cuidar su perro 
Y sigue sin reconocerme.

Yo la reconozco 
Y quisiera que este sueño 
No termine más.


miércoles, 8 de mayo de 2019

Toxi taxi




"Un toque por si las moscas van


y otro toque por si vas detrás"


Toxi taxi, Patricio Rey














     La mina está insoportable, no me deja tomar tranquilo. Desde que se levantó que está rompiendo la pelotas. Voy al baño a preparar la última bolsa para ir hasta lo del Rengo a llevarle el ladrillote. Me golpea la puerta y se me cae la gilada justo en el momento crucial. Le digo que ya voy a salir, que aguante un toque. Preparo otro sartenazo. Levanto. Me miro al espejo y con una gota de agua me limpio los restos del delito. Me zumban los oídos. Me siento en el inodoro y agradezco al zumbido que tape por un momento esa voz que me taladra los tímpanos. Que bueno, me digo con los ojos cerrados. Estoy llegando al nirvana. Falta poco, 3 o 4 segundos. Y cuando parece que estoy ahí, que voy a atravesar el umbral; el corazón se me detiene y una puntada en el pecho me parte en dos cuando la gila golpea con mas furia la puerta. Guardo la bolsa en la parte de adentro de la lengüeta de la zapatilla. Antes de las 12 tengo que llegar a lo del Rengo. 

   Salgo del baño recontrarreduro. La veo a la gila como agita los brazos y abre la boca pero no escucho nada. Todavía sigue el silbido en mis oídos. Voy para la pieza con la mina pegada a mis espaladas. No quiere parar, no sé lo que quiere y si supiera no sabría como complacerla con esta dureza. Miro el reloj, se esta acercando la hora, el encuentro con el Rengo y la plata que tanto necesito. 



-¿Me estás escuchando la puta que te parió?-, dice la gila con la cara más desencajada que yo.- Hace media hora que te estoy hablando. No ves que se nos hace tarde. 

-Bueno-, le digo como puedo. Trato de decirle algo más pero no me sale nada.



  La mina se da vuelta y se mete al baño. Me grita que al salir del baño nos vamos. Aprovecho para agarrar el ladrillote y taparlo con una campera. Algo me dice que puede pintar la gorra. Me preparo para levantar otra punta antes de que salga y ya salir bien puesto a la calle. Ella sale desaforada del baño, agarra su bolso y la campera y yo agarro la campera con el secuestro adentro. Parece a propósito. En el pasillo, en el ascensor y en la portería nos cruzamos a todo el edificio. Ella se encarga de dar los saludos con su cara angelada y cínica. Cuando estamos en la calle me pregunta que mierda me pasa. Nada, le digo; y otra vez intento querer decirle algo pero estoy incapacitado para articular cuatro palabras de corrido. Ella se da vuelta, levanta la mano y para un taxi. Subimos.



   -México y Dean Funes-, le indico al tachero y siento que gasté energías como si hubiera corrido un maratón.



   La mina se pone a hablar con el tachero. Le quema la cabeza, lo taladra, le dice 100 palabras por minuto, le hace preguntas que ella misma contesta, y sigue y sigue sin parar. En un semáforo nos cruzamos las miradas con el tachero por el espejo retrovisor. Su mirada es de compasión. Y sí, le digo con la mirada; es lo que hay. Yo mientras tanto, mientras la mina dispara sin parar palabras y el tachero está ocupado en el tránsito; voy abriendo la campera sobre mis rodillas y voy metiendo el ladrillote abajo del asiento del taxi. Tengo un presentimiento. Seguimos cruzando calles, avenidas, el monólogo interminable de la percanta, el hastío del tachero, y yo que tengo la mandíbula dura como una tabla. Finalmente se confirma. 

   Dos cuadras antes de Dean Funes se nos cruza de frente dos autos y dos por atrás. El tachero se quiere matar. La mina no entiende nada y yo entiendo todo. La bueno es que la paranoia me hizo descartar el ladrillote. Espero que no lo encuentren; y si lo encuentran algo se me va a ocurrir. Uno de los cobanis grita con la 9 en la mano. Miro para atrás y alcanzo a contar, con lo que hay adelante, por lo menos 11 bigotes con sus fierros apuntándonos con sus cargadores llenos: al menos 110 balas dispuestas a salir de los cañones. El gil, a los gritos, nos dice que salgamos con las manos en alto. Lo hacemos lo más lento posible. La gila se ve que está asustada porque no dice nada. Ojala nos pare todos lo días la gorra, pienso, por lo menos está callada. Al salir del taxi, el gorrudo nos dice que nos alejemos. Cuando ya estamos bastante alejados del taxi se nos abalanza el resto de los cobanis. A mí me esposan: al tachero y a la gila no. El que parece ser el jefe del operativo se me acerca. El corazón se me está por salir por la boca. 



  -¿Dónde está?, me dice el brigada.

  -¿Dónde está qué?-, le digo.

  -No te hagas el pelotudo. 



   Un cobani me revisa todo y en espacial los huevos. Es el único lugar en donde puedo llevar un kilo de marihuana. El cobani le dice al jefe brigada que no tengo nada. El jefe me mira con cara de 3, 8. Dos milicos se ponen a revisar el taxi. En eso traen un testigo para que mire todo el procedimiento. Hasta que lo encuentran. Uno de los milicos levanta el ladrillo con gesto de triunfo. 



   -¿Y ahora?-, me dice el bigotón con la mirada de creer haber ganado.

   -No sé que es eso-, le digo desde la dureza que tengo. 

    

El jefe del operativo se caga de risa. A la percanta y a mí nos suben a un auto, al tachero en otro. Se quiere matar matar el tachero. Encima que se tuvo que fumar 20 minutos de monólogo insoportable, ahora lo llevan en cana y le secuestran el taxi. 

  En la trulla la mina se despabila y comienza con su ametralladora de palabras y descansos a los cobanis. Le dice que nosotros somo gente de laburo, que no andamos en nada raro, que ya van a ver cuando lleguemos a la taquería y llame al boga. Así 20 minutos hasta que llegamos a Drogas peligrosas. 20 minutos estuvimos en una habitación con un par de uniformados que también se querían matar. Yo sigo estando estando duro. Tanto insistió la percanta que la dejaron llamar por teléfono.

   A la hora llegó nuestro abogado. Estuvo una hora en tratativas con la brigada y el juez que ordenó el allanamiento sobre el taxi. No nos pudieron hacer ninguna causa. La brigada me tenía marcado. Sabían que llevaba un kilo de faso, sabía que era para el Rengo y yo sabía que alguno de sus secuaces vendió la nota a la brigada. Lo que la brigada no sabía, y lo aprovechó nuestro boga, era el hecho de que al poner el ladrillo abajo de asiento no se podía comprobar que el faso era mío. Al ser el taxi un trasporte público cualquiera podía haberlo dejado ahí abajo. Pero ellos sabían que yo lo había puesto ahí. Bendita paranoia. 

  Nos largan a la noche. En la entrada nos cruzamos con el jefe del operativo. Su mirada de desafío dijo que ya me iba a enganchar. Seguro, pero hoy no. Tomamos un taxi y la escena es calcada. La diferencia era que ya no hay faso y tampoco paranoia. Manija sí. Hace como 4 horas que no tomo. Y la percanta dale que da con sus monólogos interminables con el dato de que nos habían metido en cana. Este tachero también se compadeció de mí a través del espejo retrovisor. 

  Al llegar a casa me meto directo al baño para sacar la bolsa que había acobachado en la lengüeta de la zapatilla. Me tomo la mitad de un saque y me siento en el inodoro. Repaso todo mientras estoy llegando al nirvana con los ojos cerrados. Pero me produce un pre-infarto los golpes desquiciados de la gila en la puerta. Otra vez lo mismo, me digo. Salgo y la vuelvo a ver como en la mañana, con los brazos agitados y la boca que se mueve. Sigo de largo para ir a la cama. Ella me sige. Al Rengo le veo mañana, pienso mientras me desparramo en la cama. Ella; ella sigue insoportable, sigue rompiendo las pelotas. 









Toxi taxi


"Un toque por si las moscas van
y otro toque por si vas detrás"
Toxi taxi, Patricio Rey




     La mina está insoportable, no me deja tomar tranquilo. Desde que se levantó que está rompiendo la pelotas. Voy al baño a preparar la última bolsa para ir hasta lo del Rengo a llevarle el ladrillote. Me golpea la puerta y se me cae la gilada justo en el momento crucial. Le digo que ya voy a salir, que aguante un toque. Preparo otro sartenazo. Levanto. Me miro al espejo y con una gota de agua me limpio los restos del delito. Me zumban los oídos. Me siento en el inodoro y agradezco al zumbido que tape por un momento esa voz que me taladra los tímpanos. Que bueno, me digo con los ojos cerrados. Estoy llegando al nirvana. Falta poco, 3 o 4 segundos. Y cuando parece que estoy ahí, que voy a atravesar el umbral; el corazón se me detiene y una puntada en el pecho me parte en dos cuando la gila golpea con mas furia la puerta. Guardo la bolsa en la parte de adentro de la lengüeta de la zapatilla. Antes de las 12 tengo que llegar a lo del Rengo. 
   Salgo del baño recontrarreduro. La veo a la gila como agita los brazos y abre la boca pero no escucho nada. Todavía sigue el silbido en mis oídos. Voy para la pieza con la mina pegada a mis espaladas. No quiere parar, no sé lo que quiere y si supiera no sabría como complacerla con esta dureza. Miro el reloj, se esta acercando la hora, el encuentro con el Rengo y la plata que tanto necesito. 

-¿Me estás escuchando la puta que te parió?-, dice la gila con la cara más desencajada que yo.- Hace media hora que te estoy hablando. No ves que se nos hace tarde. 
-Bueno-, le digo como puedo. Trato de decirle algo más pero no me sale nada.

  La mina se da vuelta y se mete al baño. Me grita que al salir del baño nos vamos. Aprovecho para agarrar el ladrillote y taparlo con una campera. Algo me dice que puede pintar la gorra. Me preparo para levantar otra punta antes de que salga y ya salir bien puesto a la calle. Ella sale desaforada del baño, agarra su bolso y la campera y yo agarro la campera con el secuestro adentro. Parece a propósito. En el pasillo, en el ascensor y en la portería nos cruzamos a todo el edificio. Ella se encarga de dar los saludos con su cara angelada y cínica. Cuando estamos en la calle me pregunta que mierda me pasa. Nada, le digo; y otra vez intento querer decirle algo pero estoy incapacitado para articular cuatro palabras de corrido. Ella se da vuelta, levanta la mano y para un taxi. Subimos.

   -México y Dean Funes-, le indico al tachero y siento que gasté energías como si hubiera corrido un maratón.

   La mina se pone a hablar con el tachero. Le quema la cabeza, lo taladra, le dice 100 palabras por minuto, le hace preguntas que ella misma contesta, y sigue y sigue sin parar. En un semáforo nos cruzamos las miradas con el tachero por el espejo retrovisor. Su mirada es de compasión. Y sí, le digo con la mirada; es lo que hay. Yo mientras tanto, mientras la mina dispara sin parar palabras y el tachero está ocupado en el tránsito; voy abriendo la campera sobre mis rodillas y voy metiendo el ladrillote abajo del asiento del taxi. Tengo un presentimiento. Seguimos cruzando calles, avenidas, el monólogo interminable de la percanta, el hastío del tachero, y yo que tengo la mandíbula dura como una tabla. Finalmente se confirma. 
   Dos cuadras antes de Dean Funes se nos cruza de frente dos autos y dos por atrás. El tachero se quiere matar. La mina no entiende nada y yo entiendo todo. La bueno es que la paranoia me hizo descartar el ladrillote. Espero que no lo encuentren; y si lo encuentran algo se me va a ocurrir. Uno de los cobanis grita con la 9 en la mano. Miro para atrás y alcanzo a contar, con lo que hay adelante, por lo menos 11 bigotes con sus fierros apuntándonos con sus cargadores llenos: al menos 110 balas dispuestas a salir de los cañones. El gil, a los gritos, nos dice que salgamos con las manos en alto. Lo hacemos lo más lento posible. La gila se ve que está asustada porque no dice nada. Ojala nos pare todos lo días la gorra, pienso, por lo menos está callada. Al salir del taxi, el gorrudo nos dice que nos alejemos. Cuando ya estamos bastante alejados del taxi se nos abalanza el resto de los cobanis. A mí me esposan: al tachero y a la gila no. El que parece ser el jefe del operativo se me acerca. El corazón se me está por salir por la boca. 

  -¿Dónde está?, me dice el brigada.
  -¿Dónde está qué?-, le digo.
  -No te hagas el pelotudo. 

   Un cobani me revisa todo y en espacial los huevos. Es el único lugar en donde puedo llevar un kilo de marihuana. El cobani le dice al jefe brigada que no tengo nada. El jefe me mira con cara de 3, 8. Dos milicos se ponen a revisar el taxi. En eso traen un testigo para que mire todo el procedimiento. Hasta que lo encuentran. Uno de los milicos levanta el ladrillo con gesto de triunfo. 

   -¿Y ahora?-, me dice el bigotón con la mirada de creer haber ganado.
   -No sé que es eso-, le digo desde la dureza que tengo. 
    
El jefe del operativo se caga de risa. A la percanta y a mí nos suben a un auto, al tachero en otro. Se quiere matar matar el tachero. Encima que se tuvo que fumar 20 minutos de monólogo insoportable, ahora lo llevan en cana y le secuestran el taxi. 
  En la trulla la mina se despabila y comienza con su ametralladora de palabras y descansos a los cobanis. Le dice que nosotros somo gente de laburo, que no andamos en nada raro, que ya van a ver cuando lleguemos a la taquería y llame al boga. Así 20 minutos hasta que llegamos a Drogas peligrosas. 20 minutos estuvimos en una habitación con un par de uniformados que también se querían matar. Yo sigo estando estando duro. Tanto insistió la percanta que la dejaron llamar por teléfono.
   A la hora llegó nuestro abogado. Estuvo una hora en tratativas con la brigada y el juez que ordenó el allanamiento sobre el taxi. No nos pudieron hacer ninguna causa. La brigada me tenía marcado. Sabían que llevaba un kilo de faso, sabía que era para el Rengo y yo sabía que alguno de sus secuaces vendió la nota a la brigada. Lo que la brigada no sabía, y lo aprovechó nuestro boga, era el hecho de que al poner el ladrillo abajo de asiento no se podía comprobar que el faso era mío. Al ser el taxi un trasporte público cualquiera podía haberlo dejado ahí abajo. Pero ellos sabían que yo lo había puesto ahí. Bendita paranoia. 
  Nos largan a la noche. En la entrada nos cruzamos con el jefe del operativo. Su mirada de desafío dijo que ya me iba a enganchar. Seguro, pero hoy no. Tomamos un taxi y la escena es calcada. La diferencia era que ya no hay faso y tampoco paranoia. Manija sí. Hace como 4 horas que no tomo. Y la percanta dale que da con sus monólogos interminables con el dato de que nos habían metido en cana. Este tachero también se compadeció de mí a través del espejo retrovisor. 
  Al llegar a casa me meto directo al baño para sacar la bolsa que había acobachado en la lengüeta de la zapatilla. Me tomo la mitad de un saque y me siento en el inodoro. Repaso todo mientras estoy llegando al nirvana con los ojos cerrados. Pero me produce un pre-infarto los golpes desquiciados de la gila en la puerta. Otra vez lo mismo, me digo. Salgo y la vuelvo a ver como en la mañana, con los brazos agitados y la boca que se mueve. Sigo de largo para ir a la cama. Ella me sige. Al Rengo le veo mañana, pienso mientras me desparramo en la cama. Ella; ella sigue insoportable, sigue rompiendo las pelotas. 



Carta abierta a la tía de Flannery O´Connor

 


"Tengo una tía que piensa que nada sucede en un cuento a menos que al final alguien se case o se pegue un tiro. Escribí un cuento acerca de un vago que se casa con la hija idiota de una vieja solo para adueñarse del automóvil. Luego del casorio se van en el auto de viaje de novios, abandona a la muchacha en un merendero y continúa solo el viaje. Ese es un cuento completo. Todo lo que puede decirse acerca del misterio de la personalidad de ese hombre, está mostrado mediante esta particular dramatización. Sin embargo nunca pude convencer a mi tía de que ese es un cuento completo. Ella quiere saber qué sucedió después con la hija idiota." 
Flannery O’Connor.











La tía de Flannery tiene razón: qué pasa con la hija idiota; qué pasa. Qué pasa después, aún con los cuentos perfectos y finales cerrados y solemnes. Qué pasó con Rascolnicov, con los hermanos Karamazov, qué paso con Martín después de orinar al lado del camionero. Cómo fue la primera mateada de Cruz con fierro, luego de haber pasado toda la noche entre puñalada y puñalada. Dónde enterró el cuerpo de Gregorio Samsa su familia. El mago, cuando el fuego muerde su carne y se da cuenta de que lo están soñando:cómo siguió ese sueño. Qué, cómo, dónde y cuándo. Y La gallina degollada cómo siguió.

    Recuerdo que me sentí indignado cuando leí Hernán de Abelardo Castillo (Las otras puertas). Como no sentir compasión por la señorita Eugenia en el desenlace del cuento. Para Flannery O´Connor ese es también un ejemplo de cuento completo. Quién lo dudaría: nadie. Sin embargo el sabor amargo de ese final a mí me persiguió un tiempo. Un día (creo que en la casa de mi madre, con ella al lado tomando mate) comencé a escribir un cuento que hablaba de una maestra. Soy del 80 así que crecí mirando la serie Señorita maestra con Cristina Lemercier. El cuento se empezaba a poblar. En el momento en el que lo escribía no sabía para dónde iba. El cuento se terminó cerrando como la gustaba a la tía de Flannery: con muertes. El cuento lo llevé a la EAPP. La señorita maestra hacía una torta y en un momento va a buscar un ingrediente al cuartucho que estaba abajo de la escalera. Era más que obvio hacia donde se dirigía el relato. Yo había visto La soga de Alfred Hitchcock y quería hacer complice al lector. En La soga se sabe todo el tiempo que hubo un crimen y que el banquete que se sirve en el baúl; dentro del baúl está el cuerpo de David. Marcelo Díaz en los encuentros de la EAPP me sugirió que sacara el dato del ingrediente tomado del cuartucho debajo de la escalera. Cuando volví al cuento un par de años después le saqué todas las marcas de intención de la Señorita maestra. El cuento se define en las últimas dos oraciones. Lo leí en público en el ciclo Birra y letra y tuvo buenos comentarios. Lección: no soy Hitchcock y la onda era y es que yo, a mí manera, continué el relato de Castillo. Es la venganza de la señorita Eugenia. También lo hice en un poema que se podría llamar La venganza de Baby doll, la protagonista de Sucher punch. En el poema es una rubia doctora la que le realiza la lobotomía a un hombre x.

   Entonces, pienso, que con la reacción fisiológica que nos provoca la literatura algo hay que hacer. O bien leer más, escribir, estudiar letras, hacerse crítico, dar talleres, hacer una editorial o un blog,etc, etc.

   Reconozco que cuando quiero escribir un cuento recurro a los libros de Abelardo Castillo. Julio Cortázar dice que Castillo escribe sistemas cerrados y es cierto. Todo lo que hay que saber para escribir cuentos en estos lados del planeta está en los cuentos de Abelardo. Por algo fue un gran formador de escritores en los últimos 30 años y, según me dicen, la posta para escribir cuentos la tiene ahora Samanta Schweblin. Reconozco que también quiero escribir Las ruinas circulares. León Giego dice en Los salieris de Charly."Somos del grupo Los salieris de Charly/ y le robamos melodías a él". Yo soy del grupo Los salieris de Borges/ y le robamos ideas a él. Vos; de qué grupo sos: de Borges, Sabato, Marechal, Martínez Estrada, Ramos, Cucurto, Woolf, Uhart, Kafka. A quién le robás ideas.

   Antes de leer Fahrenheit 451 me topé con una antología de cuentos fantásticos en donde estaba El lago de Bradbury. Todos sabemos que es una gran cuento. Bradbury dice en un ensayo escrito por él que ese fue el primer gran cuento que escribió  después de años de intentos e intentos, escribiendo, leyendo, y mandando sus cuentos a las revistas y ser rechazado muchas veces. En lo personal reconocí que esa es la manera de escribir un gran cuento. Me pasó lo que a Borges cuando leyó, por Croce, la suerte de ese bárbaro que murió por la ciudad que una vez había asediado. Borges reconoce que ahí había algo que era de él. Lo encuentra en su familia, especialmente en su abuela. ¿Estaremos buscando algo que es nuestro en la literatura? Yo viví dos años en Río Gallegos. El barrio en el que vivía con mi tía quedaba casi al final de la ciudad. Finalizada la ciudad hay una laguna; la Laguna Ortiz. Una laguna que en el invierno se congela y se puede andar en trineo o patines. Es el lugar de encuentro y de diversión de niños y grandes. No hay nada más divertido. Yo también sentí algo que era mío en El lago de Bradbury. Inmediatamente comencé a pensar una historia en la Laguna Ortiz. El cuento apareció mucho tiempo después. Mientras tanto se iba poblando. Cada vez que lo observaba era como mirar el ensayo de una obra de teatro. Cuando sentí que estaba completo me puse a escribirlo. Empecé a escribirlo con un asidero de verdad. Las razones por las cuales mi mamá me llevó para allá, la casa de mi tía, el barrio, la calle 3 lagos 660 planta baja b, los hijos de los patrones de mi tía, mi amor platónico de esa época: Florencia. Hasta ahí todo es verdad, los hechos son verdaderos, luego empieza la ficción. El cuento al compartirlo e la redes tuvo buena repercusión. Pablo Duca hasta escribió un poema sobre el cuento y alguien me preguntó si los hechos me habían ocurrido a mí. Una locura.

   De esa estancia en Río Gallegos; cuando cursaba el quinto grado, tuve una maestra que era de Tucumán y le gustaba contarnos historias de Mandinga ( así se le llama al diablo en ciertos lugares del norte). Una de esas historias me quedó marcada a fuego por el impacto que tiene en el final. Cuando comienzo a tantear este mundo de la literatura esa historia volvía una y otra vez. Pero no sabía como encararla. La historia es la de un baqueano que encuentra un bebé en los pastizales. Más allá de no conocer Tucumán y sentirme incapaz de recrear una escena en el campo; o por lo menos en esos campos, ya que conozco Pedro Luro, Ascasubi y gran parte de las estancias de Santa Cruz; algo me decía que ese cuento, si es que algún día iba a contarlo, no podía transcurrir en el campo. Entonces esperé y esperé. De a poco la escena principal se fue poblando en los lugares que mas conozco: Buenos Aires. Un día me decidí y en vez de un baqueano hice un enroque por un cartonero. Los dos son baqueanos y conocen mejor que nadie el lugar en donde habitan. Así que le metí con todo. Describí todo el recorrido que hacía yo cuando me dedicaba al cartoneo. Todo es verdad hasta el último párrafo. Todas las experiencias y las cosas que hay que hacer en la calle son las descritas en el cuento. Como el cuento es un cuento de un cartonero, le había dicho a Gustavo López si se lo podía pasar a Washintong Cucurto (Eloísa Cartonera). Gustavo López me dijo que lo leyó hasta el momento en el que el cartonero encuentra al bebé en la basura. No pudo seguirlo. Le tuve que hacer un spoliller y explicarle lo que estaba intentando, y así pudo llegar al final del cuento. El tema es que la forma de ese cuento tuvo que esperar más de 25 años para escribirse. Ya venía circulando en Tucumán, lo llevó a Rió Gallegos mi maestra, y yo lo conjugé  con mis experiencias. Ahí también hay algo que es mío. No es el bebé encontrado en la basura. Son las noches y los días tirando de una carro fumando porro y revolviendo basura.

 



 Vuelvo a la tía de Flannery. Por lo visto en el proceso se conjugan muchas cosas y no hay una teoría que pueda unificar la manera de escribir cuentos. La música en ese sentido está más avanzada. Así y todo no se garantiza que el saber todas las teorías musicales se consiga ser un gran músico o escribir una obra maestra. A priori todos nos damos cuento de cuando un instrumento está desafinado o si la obra es carente de sentiemiento. Gusta o no gusta: el resto es baladí.

   Guillermo Martínez en la contratapa de El sistema del silencio de Valeria Tentoni dice que Argentina es un país de cuentistas. Con semejante afirmación la pregunta es qué escribir. Y acá es donde la tía de Flannery acierta. En que momento Borges se dio cuanta de que la historia del sargento cruz era digna de ser contada y de manera magistral. Cuántos manuscritos quemó Sabato para llegar a Sobre héroes y tumbas. Qué habrá visto Quiroga para escibrir La gallina degollada. Cómo trabajó Martínez Estrada sus Tres cuentos sin amor. Cómo se le ocurrió el título Fahrenheit 451 a Bradbury. Borge habrá visto el aleph. Cómo sería ese cuarto en donde escribía Nathaniel Hawthorne y en donde se presentaban los espíritus de sus antepasados y se preguntaban entre ellos qué es lo que hacía Nathaniel. Qué cuentos no habrá escrito Abelardo Castillo. Qué diría Kafka de su obra publicada y hasta sus listas de supermercado.



     Desde que Cludio Dobal Publicó Covers (Hemisferio derecho ediciones) se cristalizó definitivamente en el mundo de las letras la idea de cover literario. Él mismo dice que reescribió El marido rural de Cheever. Entonces no es de extrañar que lo que se hace en el momento de escribir es darle otra forma u homenajear a esa historia que se viene contando de muchas maneras o está pre-existiendo (Borges) y espera a que el escribiente la encuentre. Mi primer cover deliberado fue con la historia de la mancha de café. Un chico, una noche se encuentra con una chica, se conocen y van a tomar un café. La chica tiene un vestido blanco y en un momento se mancha el vestido con café. El chico la acompaña en un taxi (en este momento hay varia versiones. En la mía yo la llevo en moto) la deja en la casa y ella olvida (supongamos) un saquito. El chico vuelve al otro día y la familia le comenta que la chica está muerta haca varios años. Exhuman el cuerpo y la sorpresa es que el vestido del cadáver está manchado con café. Punto. Esta leyenda urbana está diseminada por todo el mundo y hasta se la encuentra en Hotel California de los Eagles. La versión que escribí es bastante fiel a la popular pero le agregue otro giro en la última oración. En las primeras versiones le había puesto La mancha de café, pero como la protagonista se llama Gisela opté por titularla Gisela. La historia me gusta tanto que le escribí una continuación que a la tía de Flannery seguramente le habría encantado. Como el protagonista sabe que Gisela es un espectro y que aparece una vez por año; él la espera y comparten toda la noche hasta que amanece.



   Y acá me encuentro respondiéndole  a la tía de Flannery. Dándome cuenta de que soy incapaz, por ahora, de escribir cuentos de amor. Lo intento pero no hay caso. El último intento fue con La lluvia. Lo bueno de ese relato es que hasta la mitad no sabía que era lo que iba a ocurrir y cómo se iba a cerrar. Flannery O´Connor cuenta algo parecido con un cuento sobre una doctora en filosofía que tiene una pierna de palo y un vendedor de biblias le roba la pierna. Los hechos se iban presentando mientras escribía. En La lluvia el personaje es un poeta y escribe un poema en una servilleta. En ese punto me di cuenta de que el poema estaba cerrando el relato y

 sabía que era un cuento completo. La mitad del relato hasta el final está condicionado por el poema y el final quedó bien. Golazo.

   Algo hay que hacer con las diferentes sensaciones fisiológicas que producen la lectura de cuentos. De alguna manera hay que armarse un sistema para continuar, refutar, elogiar, plagiar, tomar prestado, bastardear, ese cuento o los cuentos. Y hay que armarse el sistema porque hasta ahora nadie puede acertar con la manera de escribir buenas cuentos. La única certeza, y estos lo dicen todos, es escribir.

   Así que tía de Flannery O´Connor, la hija idiota, la historia, si no fue escrita, alguien la va a escribir.

Quién dice que de acá a unos años. Después de  varias lecturas de Flannery pueda continuar con esa historia y satisfacer a la tía. Si eso llegase a suceder será dedicado a ella.








Carta abierta a la tía de Flannery O´Connor

 
"Tengo una tía que piensa que nada sucede en un cuento a menos que al final alguien se case o se pegue un tiro. Escribí un cuento acerca de un vago que se casa con la hija idiota de una vieja solo para adueñarse del automóvil. Luego del casorio se van en el auto de viaje de novios, abandona a la muchacha en un merendero y continúa solo el viaje. Ese es un cuento completo. Todo lo que puede decirse acerca del misterio de la personalidad de ese hombre, está mostrado mediante esta particular dramatización. Sin embargo nunca pude convencer a mi tía de que ese es un cuento completo. Ella quiere saber qué sucedió después con la hija idiota." 
Flannery O’Connor.





La tía de Flannery tiene razón: qué pasa con la hija idiota; qué pasa. Qué pasa después, aún con los cuentos perfectos y finales cerrados y solemnes. Qué pasó con Rascolnicov, con los hermanos Karamazov, qué paso con Martín después de orinar al lado del camionero. Cómo fue la primera mateada de Cruz con fierro, luego de haber pasado toda la noche entre puñalada y puñalada. Dónde enterró el cuerpo de Gregorio Samsa su familia. El mago, cuando el fuego muerde su carne y se da cuenta de que lo están soñando:cómo siguió ese sueño. Qué, cómo, dónde y cuándo. Y La gallina degollada cómo siguió.
    Recuerdo que me sentí indignado cuando leí Hernán de Abelardo Castillo (Las otras puertas). Como no sentir compasión por la señorita Eugenia en el desenlace del cuento. Para Flannery O´Connor ese es también un ejemplo de cuento completo. Quién lo dudaría: nadie. Sin embargo el sabor amargo de ese final a mí me persiguió un tiempo. Un día (creo que en la casa de mi madre, con ella al lado tomando mate) comencé a escribir un cuento que hablaba de una maestra. Soy del 80 así que crecí mirando la serie Señorita maestra con Cristina Lemercier. El cuento se empezaba a poblar. En el momento en el que lo escribía no sabía para dónde iba. El cuento se terminó cerrando como la gustaba a la tía de Flannery: con muertes. El cuento lo llevé a la EAPP. La señorita maestra hacía una torta y en un momento va a buscar un ingrediente al cuartucho que estaba abajo de la escalera. Era más que obvio hacia donde se dirigía el relato. Yo había visto La soga de Alfred Hitchcock y quería hacer complice al lector. En La soga se sabe todo el tiempo que hubo un crimen y que el banquete que se sirve en el baúl; dentro del baúl está el cuerpo de David. Marcelo Díaz en los encuentros de la EAPP me sugirió que sacara el dato del ingrediente tomado del cuartucho debajo de la escalera. Cuando volví al cuento un par de años después le saqué todas las marcas de intención de la Señorita maestra. El cuento se define en las últimas dos oraciones. Lo leí en público en el ciclo Birra y letra y tuvo buenos comentarios. Lección: no soy Hitchcock y la onda era y es que yo, a mí manera, continué el relato de Castillo. Es la venganza de la señorita Eugenia. También lo hice en un poema que se podría llamar La venganza de Baby doll, la protagonista de Sucher punch. En el poema es una rubia doctora la que le realiza la lobotomía a un hombre x.
   Entonces, pienso, que con la reacción fisiológica que nos provoca la literatura algo hay que hacer. O bien leer más, escribir, estudiar letras, hacerse crítico, dar talleres, hacer una editorial o un blog,etc, etc.
   Reconozco que cuando quiero escribir un cuento recurro a los libros de Abelardo Castillo. Julio Cortázar dice que Castillo escribe sistemas cerrados y es cierto. Todo lo que hay que saber para escribir cuentos en estos lados del planeta está en los cuentos de Abelardo. Por algo fue un gran formador de escritores en los últimos 30 años y, según me dicen, la posta para escribir cuentos la tiene ahora Samanta Schweblin. Reconozco que también quiero escribir Las ruinas circulares. León Giego dice en Los salieris de Charly."Somos del grupo Los salieris de Charly/ y le robamos melodías a él". Yo soy del grupo Los salieris de Borges/ y le robamos ideas a él. Vos; de qué grupo sos: de Borges, Sabato, Marechal, Martínez Estrada, Ramos, Cucurto, Woolf, Uhart, Kafka. A quién le robás ideas.
   Antes de leer Fahrenheit 451 me topé con una antología de cuentos fantásticos en donde estaba El lago de Bradbury. Todos sabemos que es una gran cuento. Bradbury dice en un ensayo escrito por él que ese fue el primer gran cuento que escribió  después de años de intentos e intentos, escribiendo, leyendo, y mandando sus cuentos a las revistas y ser rechazado muchas veces. En lo personal reconocí que esa es la manera de escribir un gran cuento. Me pasó lo que a Borges cuando leyó, por Croce, la suerte de ese bárbaro que murió por la ciudad que una vez había asediado. Borges reconoce que ahí había algo que era de él. Lo encuentra en su familia, especialmente en su abuela. ¿Estaremos buscando algo que es nuestro en la literatura? Yo viví dos años en Río Gallegos. El barrio en el que vivía con mi tía quedaba casi al final de la ciudad. Finalizada la ciudad hay una laguna; la Laguna Ortiz. Una laguna que en el invierno se congela y se puede andar en trineo o patines. Es el lugar de encuentro y de diversión de niños y grandes. No hay nada más divertido. Yo también sentí algo que era mío en El lago de Bradbury. Inmediatamente comencé a pensar una historia en la Laguna Ortiz. El cuento apareció mucho tiempo después. Mientras tanto se iba poblando. Cada vez que lo observaba era como mirar el ensayo de una obra de teatro. Cuando sentí que estaba completo me puse a escribirlo. Empecé a escribirlo con un asidero de verdad. Las razones por las cuales mi mamá me llevó para allá, la casa de mi tía, el barrio, la calle 3 lagos 660 planta baja b, los hijos de los patrones de mi tía, mi amor platónico de esa época: Florencia. Hasta ahí todo es verdad, los hechos son verdaderos, luego empieza la ficción. El cuento al compartirlo e la redes tuvo buena repercusión. Pablo Duca hasta escribió un poema sobre el cuento y alguien me preguntó si los hechos me habían ocurrido a mí. Una locura.
   De esa estancia en Río Gallegos; cuando cursaba el quinto grado, tuve una maestra que era de Tucumán y le gustaba contarnos historias de Mandinga ( así se le llama al diablo en ciertos lugares del norte). Una de esas historias me quedó marcada a fuego por el impacto que tiene en el final. Cuando comienzo a tantear este mundo de la literatura esa historia volvía una y otra vez. Pero no sabía como encararla. La historia es la de un baqueano que encuentra un bebé en los pastizales. Más allá de no conocer Tucumán y sentirme incapaz de recrear una escena en el campo; o por lo menos en esos campos, ya que conozco Pedro Luro, Ascasubi y gran parte de las estancias de Santa Cruz; algo me decía que ese cuento, si es que algún día iba a contarlo, no podía transcurrir en el campo. Entonces esperé y esperé. De a poco la escena principal se fue poblando en los lugares que mas conozco: Buenos Aires. Un día me decidí y en vez de un baqueano hice un enroque por un cartonero. Los dos son baqueanos y conocen mejor que nadie el lugar en donde habitan. Así que le metí con todo. Describí todo el recorrido que hacía yo cuando me dedicaba al cartoneo. Todo es verdad hasta el último párrafo. Todas las experiencias y las cosas que hay que hacer en la calle son las descritas en el cuento. Como el cuento es un cuento de un cartonero, le había dicho a Gustavo López si se lo podía pasar a Washintong Cucurto (Eloísa Cartonera). Gustavo López me dijo que lo leyó hasta el momento en el que el cartonero encuentra al bebé en la basura. No pudo seguirlo. Le tuve que hacer un spoliller y explicarle lo que estaba intentando, y así pudo llegar al final del cuento. El tema es que la forma de ese cuento tuvo que esperar más de 25 años para escribirse. Ya venía circulando en Tucumán, lo llevó a Rió Gallegos mi maestra, y yo lo conjugé  con mis experiencias. Ahí también hay algo que es mío. No es el bebé encontrado en la basura. Son las noches y los días tirando de una carro fumando porro y revolviendo basura.
 

 Vuelvo a la tía de Flannery. Por lo visto en el proceso se conjugan muchas cosas y no hay una teoría que pueda unificar la manera de escribir cuentos. La música en ese sentido está más avanzada. Así y todo no se garantiza que el saber todas las teorías musicales se consiga ser un gran músico o escribir una obra maestra. A priori todos nos damos cuento de cuando un instrumento está desafinado o si la obra es carente de sentiemiento. Gusta o no gusta: el resto es baladí.
   Guillermo Martínez en la contratapa de El sistema del silencio de Valeria Tentoni dice que Argentina es un país de cuentistas. Con semejante afirmación la pregunta es qué escribir. Y acá es donde la tía de Flannery acierta. En que momento Borges se dio cuanta de que la historia del sargento cruz era digna de ser contada y de manera magistral. Cuántos manuscritos quemó Sabato para llegar a Sobre héroes y tumbas. Qué habrá visto Quiroga para escibrir La gallina degollada. Cómo trabajó Martínez Estrada sus Tres cuentos sin amor. Cómo se le ocurrió el título Fahrenheit 451 a Bradbury. Borge habrá visto el aleph. Cómo sería ese cuarto en donde escribía Nathaniel Hawthorne y en donde se presentaban los espíritus de sus antepasados y se preguntaban entre ellos qué es lo que hacía Nathaniel. Qué cuentos no habrá escrito Abelardo Castillo. Qué diría Kafka de su obra publicada y hasta sus listas de supermercado.

     Desde que Cludio Dobal Publicó Covers (Hemisferio derecho ediciones) se cristalizó definitivamente en el mundo de las letras la idea de cover literario. Él mismo dice que reescribió El marido rural de Cheever. Entonces no es de extrañar que lo que se hace en el momento de escribir es darle otra forma u homenajear a esa historia que se viene contando de muchas maneras o está pre-existiendo (Borges) y espera a que el escribiente la encuentre. Mi primer cover deliberado fue con la historia de la mancha de café. Un chico, una noche se encuentra con una chica, se conocen y van a tomar un café. La chica tiene un vestido blanco y en un momento se mancha el vestido con café. El chico la acompaña en un taxi (en este momento hay varia versiones. En la mía yo la llevo en moto) la deja en la casa y ella olvida (supongamos) un saquito. El chico vuelve al otro día y la familia le comenta que la chica está muerta haca varios años. Exhuman el cuerpo y la sorpresa es que el vestido del cadáver está manchado con café. Punto. Esta leyenda urbana está diseminada por todo el mundo y hasta se la encuentra en Hotel California de los Eagles. La versión que escribí es bastante fiel a la popular pero le agregue otro giro en la última oración. En las primeras versiones le había puesto La mancha de café, pero como la protagonista se llama Gisela opté por titularla Gisela. La historia me gusta tanto que le escribí una continuación que a la tía de Flannery seguramente le habría encantado. Como el protagonista sabe que Gisela es un espectro y que aparece una vez por año; él la espera y comparten toda la noche hasta que amanece.

   Y acá me encuentro respondiéndole  a la tía de Flannery. Dándome cuenta de que soy incapaz, por ahora, de escribir cuentos de amor. Lo intento pero no hay caso. El último intento fue con La lluvia. Lo bueno de ese relato es que hasta la mitad no sabía que era lo que iba a ocurrir y cómo se iba a cerrar. Flannery O´Connor cuenta algo parecido con un cuento sobre una doctora en filosofía que tiene una pierna de palo y un vendedor de biblias le roba la pierna. Los hechos se iban presentando mientras escribía. En La lluvia el personaje es un poeta y escribe un poema en una servilleta. En ese punto me di cuenta de que el poema estaba cerrando el relato y
 sabía que era un cuento completo. La mitad del relato hasta el final está condicionado por el poema y el final quedó bien. Golazo.
   Algo hay que hacer con las diferentes sensaciones fisiológicas que producen la lectura de cuentos. De alguna manera hay que armarse un sistema para continuar, refutar, elogiar, plagiar, tomar prestado, bastardear, ese cuento o los cuentos. Y hay que armarse el sistema porque hasta ahora nadie puede acertar con la manera de escribir buenas cuentos. La única certeza, y estos lo dicen todos, es escribir.
   Así que tía de Flannery O´Connor, la hija idiota, la historia, si no fue escrita, alguien la va a escribir.
Quién dice que de acá a unos años. Después de  varias lecturas de Flannery pueda continuar con esa historia y satisfacer a la tía. Si eso llegase a suceder será dedicado a ella.



Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...