domingo, 31 de diciembre de 2017

Si algún día cuentan mi historia


Quiero que digan que 


Viví en los días de


Chauchesco, bebedor de 


Cajas de vino, en los días 


Del Chaqueño, asaltante de 


Bares y cafés, en los del


Formosa, el de dientes de plata;

Que habité el Río de la Plata y

Santa Cruz también

Que mis versos

( Que en su mayoría pedí

Prestados) me ayudaron

A vivir y a sobrevivir al dolor,

Que el dolor también aprendió

Conmigo,

Que fuimos amigos inseparables

Hasta el ocaso de los días

Y que los días se llenaron de vida

Gracias a esos versos.

Quiero que digan

Que a pesar de haberme extraviado

Mucho tiempo

Volví a casa a servir a mi padre

Y a mi madre, y no hubo

Un día en que no la extrañé

O le haya escrito algún verso.

Y para finalizar

Díganle a Caronte que

Al fin subiré a su barcaza

Con dos monedas en mis ojos

Pero con la absoluta certeza de que

No deje un día

Sin vivir, después de esa oportunidad

Que me dio.

Si pueden contar esta historia

Entonces,

Todo habrá valido la pena.











Si algún día cuentan mi historia
Quiero que digan que 
Viví en los días de
Chauchesco, bebedor de 
Cajas de vino, en los días 
Del Chaqueño, asaltante de 
Bares y cafés, en los del
Formosa, el de dientes de plata;
Que habité el Río de la Plata y
Santa Cruz también
Que mis versos
( Que en su mayoría pedí
Prestados) me ayudaron
A vivir y a sobrevivir al dolor,
Que el dolor también aprendió
Conmigo,
Que fuimos amigos inseparables
Hasta el ocaso de los días
Y que los días se llenaron de vida
Gracias a esos versos.
Quiero que digan
Que a pesar de haberme extraviado
Mucho tiempo
Volví a casa a servir a mi padre
Y a mi madre, y no hubo
Un día en que no la extrañé
O le haya escrito algún verso.
Y para finalizar
Díganle a Caronte que
Al fin subiré a su barcaza
Con dos monedas en mis ojos
Pero con la absoluta certeza de que
No deje un día
Sin vivir, después de esa oportunidad
Que me dio.
Si pueden contar esta historia
Entonces,
Todo habrá valido la pena.




Entonces bardear tiene

Dos acepciones;

Una es la de recitar historias

Leyendas y poemas de manera oral

Y la otra es agredir, insultar

Y hacer quilombo, o tratar de cambiar

La historia.

En Europa, los bardos, eran casi sacros,

Aquí delincuentes

Maleducados y están obligados

A pagar los impuestos:

En Europa no.

Qué gran ensayo hubiera escrito Borges

Mezclando la mitología Celta

Y el lunfardo de buenos aires

"Caras de una misma moneda", seguro

Que diría sus lícitas silabas

Como en El guerrero y la cautiva.



Entonces hay que salir a bardear

Total las dos acepciones conviven

En la palabra,

Las dos acepciones nos habilitan;

Muerto Platón y la República

¿Qué mas queda por hacer?

Solo bardear

Decir la verdad de manera intempestiva

Que importa pasar por loco, delincuente

Patán, ser encerrado o empastillado

O calumniado.

¿Cómo hacer para callar

La voz del Celta?

¿Y la voz del chanta argento?

Esa voz bufosa que las

Dictaduras tanto militares

Como cívicas quieren callar

Y no han podido.



Me voy a bardear a otro lado

Zaratustra sabe de lo que hablo

Sabe que los bardos son mentirosos

Porque dicen la verdad

Y acaso

Mentira y verdad

¿Serán caras de una misma moneda?










Entonces bardear tiene
Dos acepciones;
Una es la de recitar historias
Leyendas y poemas de manera oral
Y la otra es agredir, insultar
Y hacer quilombo, o tratar de cambiar
La historia.
En Europa, los bardos, eran casi sacros,
Aquí delincuentes
Maleducados y están obligados
A pagar los impuestos:
En Europa no.
Qué gran ensayo hubiera escrito Borges
Mezclando la mitología Celta
Y el lunfardo de buenos aires
"Caras de una misma moneda", seguro
Que diría sus lícitas silabas
Como en El guerrero y la cautiva.

Entonces hay que salir a bardear
Total las dos acepciones conviven
En la palabra,
Las dos acepciones nos habilitan;
Muerto Platón y la República
¿Qué mas queda por hacer?
Solo bardear
Decir la verdad de manera intempestiva
Que importa pasar por loco, delincuente
Patán, ser encerrado o empastillado
O calumniado.
¿Cómo hacer para callar
La voz del Celta?
¿Y la voz del chanta argento?
Esa voz bufosa que las
Dictaduras tanto militares
Como cívicas quieren callar
Y no han podido.

Me voy a bardear a otro lado
Zaratustra sabe de lo que hablo
Sabe que los bardos son mentirosos
Porque dicen la verdad
Y acaso
Mentira y verdad
¿Serán caras de una misma moneda?




Me da paz

Ver a las mascotas dormir

La salsa de verdeo en su punto

El primer canto de los

Gorriones en la mañana

Y el agua fría que

Hace traspirar el vaso;

Me da paz

La versión reggae de

"The house of rising sun",

Su ritmo hipnótico y

La voz de Gregory Issacs,

También la versión de

Five Finger Death Punch

Aunque sea más pesada y electrónica;

Me da paz

Una buena película en el cable

Perdida en la madrugada

En blanco y negro y si es del

Siglo pasado mejor,

Me da paz

Las caminatas por el cementerio

Los domingos en la mañana

Las fotos añejas

Los bronces herrumbrados

Y el arrullo de las palomas;

Me da paz

Ver el saldo positivo

En el cajero automático

El saldo en cero en la tarjeta

De crédito

Y un poco de saldo en la Sube;

Me da paz

Saber

Que las adversidades son un

Camino hacia la paz

Y que la paz en sí es un medio

Y no un fin;

Me da paz

Los campos de carmabazepina

Sus sueños lúcidos

O sus realidades alternativas

O lo que sea que sea

Que se percibe en esos campos;

Me da paz

Saber que me acerco al final

Que el silencio dirá todo

Lo que no puedo decir

O lo que no sé como decirlo

O cómo escribirlo

O como percibirlo

O transcribirlo;

Me da paz

Siempre

El último verso

Por eso

Porque es

El último verso.










    Enfrente de la casa de mi abuela había un campito en donde los pibes más grandes se juntaban a remontar barriletes. A mí no me dejaba ir mi abuela y tampoco tenía barrilete. Mi abuela me hizo un barrilete artesanal con papel crepe y cañas. Era verdaderamente hermoso. Siempre me pregunto en donde habrá aprendido a hacer esa clase de barriletes. Sin embargo no me dejo ir al campito a remontarlo con los demás; mi abuela no me dejaba cruzar la calle. Tuve que remontarlo en la vereda y en la azotea de la casa. Recuerdo mucho ese barrilete hecho por mi abuela. A veces tengo ganas de armar uno igual a los que hacia ella. Igualmente debo confesar que anhelaba los barriletes de los demás, los de plástico, los de flecos de plástico, los que tenían estampado a He-Man, Mazinger, los Thundercats, Meteoro, los de Boca, River, Independiente, etc.

   Pero hoy anhelo ese barrilete de papel crepe y caña, anhelo verla a ella armarlo y dejarme remontarlo en la vereda o la azotea; en realidad la anhelo a ella.











Allí vacío, obscuro


Allí obscuro, seguro


Allí, Yo


Obscuro, inseguro


Temor, no allí


Temor, no vacío


Temor, no oscuro


Temor, Yo


Temor, a Mí


Ahí, yo


Ahí, insondable


Voluptuoso


Ahí libertad: seguro, obscuro, vacío, inseguro


Ahí yo: insondable


Voluptuoso


Ahí yo: temor libre...




Y libre de temor.





Allí vacío, obscuro
Allí obscuro, seguro
Allí, Yo
Obscuro, inseguro
Temor, no allí
Temor, no vacío
Temor, no oscuro
Temor, Yo
Temor, a Mí
Ahí, yo
Ahí, insondable
Voluptuoso
Ahí libertad: seguro, obscuro, vacío, inseguro
Ahí yo: insondable
Voluptuoso
Ahí yo: temor libre...

Y libre de temor.


    Enfrente de la casa de mi abuela había un campito en donde los pibes más grandes se juntaban a remontar barriletes. A mí no me dejaba ir mi abuela y tampoco tenía barrilete. Mi abuela me hizo un barrilete artesanal con papel crepe y cañas. Era verdaderamente hermoso. Siempre me pregunto en donde habrá aprendido a hacer esa clase de barriletes. Sin embargo no me dejo ir al campito a remontarlo con los demás; mi abuela no me dejaba cruzar la calle. Tuve que remontarlo en la vereda y en la azotea de la casa. Recuerdo mucho ese barrilete hecho por mi abuela. A veces tengo ganas de armar uno igual a los que hacia ella. Igualmente debo confesar que anhelaba los barriletes de los demás, los de plástico, los de flecos de plástico, los que tenían estampado a He-Man, Mazinger, los Thundercats, Meteoro, los de Boca, River, Independiente, etc.
   Pero hoy anhelo ese barrilete de papel crepe y caña, anhelo verla a ella armarlo y dejarme remontarlo en la vereda o la azotea; en realidad la anhelo a ella.




Me da paz
Ver a las mascotas dormir
La salsa de verdeo en su punto
El primer canto de los
Gorriones en la mañana
Y el agua fría que
Hace traspirar el vaso;
Me da paz
La versión reggae de
"The house of rising sun",
Su ritmo hipnótico y
La voz de Gregory Issacs,
También la versión de
Five Finger Death Punch
Aunque sea más pesada y electrónica;
Me da paz
Una buena película en el cable
Perdida en la madrugada
En blanco y negro y si es del
Siglo pasado mejor,
Me da paz
Las caminatas por el cementerio
Los domingos en la mañana
Las fotos añejas
Los bronces herrumbrados
Y el arrullo de las palomas;
Me da paz
Ver el saldo positivo
En el cajero automático
El saldo en cero en la tarjeta
De crédito
Y un poco de saldo en la Sube;
Me da paz
Saber
Que las adversidades son un
Camino hacia la paz
Y que la paz en sí es un medio
Y no un fin;
Me da paz
Los campos de carmabazepina
Sus sueños lúcidos
O sus realidades alternativas
O lo que sea que sea
Que se percibe en esos campos;
Me da paz
Saber que me acerco al final
Que el silencio dirá todo
Lo que no puedo decir
O lo que no sé como decirlo
O cómo escribirlo
O como percibirlo
O transcribirlo;
Me da paz
Siempre
El último verso
Por eso
Porque es
El último verso.




Ella era una de las modelos

Del video de Robert Palmer

"Addicted to love", y yo, un simple

Asistente de dirección.



El destino volvió

A cruzarnos en el rodaje

De "The perfect drug", de

Nine Inch Nails;

Yo ya era un consagrado

Director de video clips

Y ella seguía siendo extra

También seguía siendo ella

Y yo también era yo.



Y el destino, como buen

Camello ciego

Nos hizo marido y mujer

También la hizo actriz

A ella, una actriz consagrada;

A mí poeta, actor

Y cocinero; debes en cuando

Escribo canciones para

Trent Reznor

O guiones para Tarantino

Pero eso es solo un

Pasatiempo.



Nuestros aniversarios

De casados

Generalmente,

Celebrados en Casablanca

Organizamos una gran fiesta

Grandes personajes acuden

A ella: Madonna, Steven Tyler,

Steve Vai, algún hijo perdido

De Bob Marley, Milli Vanilli

Ice-T, el actor de Magnun y los

De Muelle 56, junto a reconocidos

Embajadores y faranduleros. Pero

Esto no es lo importante

Lo importante es que

Al finalizar la noche

Y en la tranquila soledad

De nuestra habitación

Llena de pétalos de rosa

Hojas llenas de poemas

Escritos con tinta de la india

Comidas exóticas

Y una pantalla de 56 pulgadas

Volvemos a ver

Como todos los años

Como si fuese ese verano de 1986

"Addicted to love" de Robert Palmer.


















Ella era una de las modelos
Del video de Robert Palmer
"Addicted to love", y yo, un simple
Asistente de dirección.

El destino volvió
A cruzarnos en el rodaje
De "The perfect drug", de
Nine Inch Nails;
Yo ya era un consagrado
Director de video clips
Y ella seguía siendo extra
También seguía siendo ella
Y yo también era yo.

Y el destino, como buen
Camello ciego
Nos hizo marido y mujer
También la hizo actriz
A ella, una actriz consagrada;
A mí poeta, actor
Y cocinero; debes en cuando
Escribo canciones para
Trent Reznor
O guiones para Tarantino
Pero eso es solo un
Pasatiempo.

Nuestros aniversarios
De casados
Generalmente,
Celebrados en Casablanca
Organizamos una gran fiesta
Grandes personajes acuden
A ella: Madonna, Steven Tyler,
Steve Vai, algún hijo perdido
De Bob Marley, Milli Vanilli
Ice-T, el actor de Magnun y los
De Muelle 56, junto a reconocidos
Embajadores y faranduleros. Pero
Esto no es lo importante
Lo importante es que
Al finalizar la noche
Y en la tranquila soledad
De nuestra habitación
Llena de pétalos de rosa
Hojas llenas de poemas
Escritos con tinta de la india
Comidas exóticas
Y una pantalla de 56 pulgadas
Volvemos a ver
Como todos los años
Como si fuese ese verano de 1986
"Addicted to love" de Robert Palmer.








Una tumba

A veces,

Y solo a veces

No es una tumba,

A veces es un pedazo de carne

Osobuco, ranchos de pollo

O menudos; y con un

Poco de arroz

Uno o dos tomates

Y agua

Cocinado en una lata grande

De puré de tomates

Pueden comer 4 o 5 pintas.



Un cadáver

A veces,

Y solo a veces,

No es un cadáver,

A veces es un indigente

Un cartonero,un limpiavidrios

O un malabarista; y con los restos

De la sociedad

Compran la tumba para el guiso.



Un cementerio

A veces,

Y solo a veces,

No es un cementerio

A veces es la calle, la cárcel

O un geriátrico o la terapia

Intermedia de un hospital.



Mamá decía que yo tenía

Todo lo que me hacia falta

En su casa;

Por lo visto yo necesitaba

Otra cosa

Necesitaba los guisos de tumba

Necesitaba ser un cadáver social

Necesitaba conocer los geriátricos

Y las salas de terapia intermedia

A sí como el patíbulo;

Necesitaba la desesperación

Y el dolor

Necesitaba conocer el lado

Oscuro de mi corazón

Necesitaba conocer ese lado oscuro;

Para comprender el lado oscuro

De tu corazón.










Una tumba
A veces,
Y solo a veces
No es una tumba,
A veces es un pedazo de carne
Osobuco, ranchos de pollo
O menudos; y con un
Poco de arroz
Uno o dos tomates
Y agua
Cocinado en una lata grande
De puré de tomates
Pueden comer 4 o 5 pintas.

Un cadáver
A veces,
Y solo a veces,
No es un cadáver,
A veces es un indigente
Un cartonero,un limpiavidrios
O un malabarista; y con los restos
De la sociedad
Compran la tumba para el guiso.

Un cementerio
A veces,
Y solo a veces,
No es un cementerio
A veces es la calle, la cárcel
O un geriátrico o la terapia
Intermedia de un hospital.

Mamá decía que yo tenía
Todo lo que me hacia falta
En su casa;
Por lo visto yo necesitaba
Otra cosa
Necesitaba los guisos de tumba
Necesitaba ser un cadáver social
Necesitaba conocer los geriátricos
Y las salas de terapia intermedia
A sí como el patíbulo;
Necesitaba la desesperación
Y el dolor
Necesitaba conocer el lado
Oscuro de mi corazón
Necesitaba conocer ese lado oscuro;
Para comprender el lado oscuro
De tu corazón.




¿Ya había dicho, no?

Que me gustan la caminatas por

El cementerio

Los domingos a la mañana;

Y que siempre paso y saludo a

Ezequiel Martinez Estrada y

Camino hasta tu eterna morada.



En qué recuerdo estaría

Cuando apareció una liebre,

Si; una liebre corriendo por el

Cementerio, y se quedó quieta

Y la observé, y se alejó corriendo

Y me quedé pensando en la liebre

Y volví a nuestros recuerdos y

Cuando me estaba por despedir

Apareció otra vez, ¡sí!

La misma liebre

Un deja vú

Un perfecto deja vú.



Así que fui a visitar a mamá

Con la paz de las caminatas

Del domingo por la mañana;

Con la paz de no tener que comprar

Flores hoy,

Porque los miserables, en estas fechas,

Compran todas las flores

Y como van todos juntos

Ni agua en las canillas hay. Ellos

Quieren pasar las fiestas en paz

Y sin culpas...Pero ¿Cómo se hace

Para dejar la culpa atrás?

Y en un cementerio

¿Con cuantas flores se cancela la culpa?



Hoy no compré flores

No las necesito.

Recordé unos versos de Nicanor Parra

Los que dicen que con la punta

Del lápiz hace sonar el mármol

De las tumbas,

¡Para qué necesito las flores entonces!



Después de mamá visité a mi tía Lucila

Mi abuela está en el osario

Y su foto pegada a la pared hace que

En días de vísperas de navidad

Vuelva a esa navidades en las

Que toda la familia se reunía

En su casa...Pero ¿de eso

Ya había escrito no?

Si.  No hace falta de que vuelva a

Escribirlo;

Entonces, eso es todo.






¿Ya había dicho, no?
Que me gustan la caminatas por
El cementerio
Los domingos a la mañana;
Y que siempre paso y saludo a
Ezequiel Martinez Estrada y
Camino hasta tu eterna morada.

En qué recuerdo estaría
Cuando apareció una liebre,
Si; una liebre corriendo por el
Cementerio, y se quedó quieta
Y la observé, y se alejó corriendo
Y me quedé pensando en la liebre
Y volví a nuestros recuerdos y
Cuando me estaba por despedir
Apareció otra vez, ¡sí!
La misma liebre
Un deja vú
Un perfecto deja vú.

Así que fui a visitar a mamá
Con la paz de las caminatas
Del domingo por la mañana;
Con la paz de no tener que comprar
Flores hoy,
Porque los miserables, en estas fechas,
Compran todas las flores
Y como van todos juntos
Ni agua en las canillas hay. Ellos
Quieren pasar las fiestas en paz
Y sin culpas...Pero ¿Cómo se hace
Para dejar la culpa atrás?
Y en un cementerio
¿Con cuantas flores se cancela la culpa?

Hoy no compré flores
No las necesito.
Recordé unos versos de Nicanor Parra
Los que dicen que con la punta
Del lápiz hace sonar el mármol
De las tumbas,
¡Para qué necesito las flores entonces!

Después de mamá visité a mi tía Lucila
Mi abuela está en el osario
Y su foto pegada a la pared hace que
En días de vísperas de navidad
Vuelva a esa navidades en las
Que toda la familia se reunía
En su casa...Pero ¿de eso
Ya había escrito no?
Si.  No hace falta de que vuelva a
Escribirlo;
Entonces, eso es todo.


La música es la llave

Y la puerta queda abierta.



Del otro lado

Un paisaje árido;

No hay sol, luna

O estrellas; solo suelo rojizo

Bóveda violácea

Y la música

La música

¿Dónde está la música?

¿A qué lugar me ha traído?

¿A quedado cerrado la puerta?

¿Podré volver a atravesarla?



Un despertar

Dentro de lo Real

Y

¿Qué es lo Real?

¿Esto es Real?

¿Yo soy Real?

¿Es Real la Realidad?

¿Por qué la música

Es la llave?; y



Aquí me encuentro

A la deriva

En esta intemperie

Buscando y sintiendo

Ese cambio profundo.



La música me sigue

Desplazando. Espero que me

Vuelva a dejar en el umbral

De la puerta.

Solo espero que

La puerta siga abierta

Y que pueda volver a

Atravesarla.






La música es la llave
Y la puerta queda abierta.

Del otro lado
Un paisaje árido;
No hay sol, luna
O estrellas; solo suelo rojizo
Bóveda violácea
Y la música
La música
¿Dónde está la música?
¿A qué lugar me ha traído?
¿A quedado cerrado la puerta?
¿Podré volver a atravesarla?

Un despertar
Dentro de lo Real
Y
¿Qué es lo Real?
¿Esto es Real?
¿Yo soy Real?
¿Es Real la Realidad?
¿Por qué la música
Es la llave?; y

Aquí me encuentro
A la deriva
En esta intemperie
Buscando y sintiendo
Ese cambio profundo.

La música me sigue
Desplazando. Espero que me
Vuelva a dejar en el umbral
De la puerta.
Solo espero que
La puerta siga abierta
Y que pueda volver a
Atravesarla.



Una o dos sombras

Me arrastran sobre el asfalto;

Asfalto del laberinto;

Laberinto custodiado por

Murciélagos;

Murciélagos que baten sus

Alas sobre mi cabeza;

Cabeza aturdida por los psicotrópicos;

Psicotrópicos que expanden mi conciencia;

Conciencia que me arrastra a

La locura;

Y la locura es evidente en

Silbidos de los murciélagos

Al pasar cerca de mi cuerpo;

Cuerpo

Arrastrado por las sombras.



Me pregunto si todo esto

Es Real;

Y si es Real el pánico

Y la sudoración

El corazón a punto de estallar

Y si es posible que pueda salir

De las entrañas putrefactas

De esta ciudad;

Entrañas putrefactas  a las

Que me han arrastrado las sombras.

Me han encadenado y sé

Que las cadenas son imaginarias

Pero se sienten tan Reales

Que ya no quiero volver a

La Realidad.
Una o dos sombras
Me arrastran sobre el asfalto;
Asfalto del laberinto;
Laberinto custodiado por
Murciélagos;
Murciélagos que baten sus
Alas sobre mi cabeza;
Cabeza aturdida por los psicotrópicos;
Psicotrópicos que expanden mi conciencia;
Conciencia que me arrastra a
La locura;
Y la locura es evidente en
Silbidos de los murciélagos
Al pasar cerca de mi cuerpo;
Cuerpo
Arrastrado por las sombras.

Me pregunto si todo esto
Es Real;
Y si es Real el pánico
Y la sudoración
El corazón a punto de estallar
Y si es posible que pueda salir
De las entrañas putrefactas
De esta ciudad;
Entrañas putrefactas  a las
Que me han arrastrado las sombras.
Me han encadenado y sé
Que las cadenas son imaginarias
Pero se sienten tan Reales
Que ya no quiero volver a
La Realidad.
Una palabra certera

Y con un acento certero

Entre hombre certeros;

De esos que no se andan

Con vueltas;

Y el barman hace chasquear

Su rejilla en el mostrador

Encendiendo la mecha.



La última gota de sangre cayó

Desde su cuello. A su lado

La navaja lo observa

Devolviendo un rayo de luz

De las tenues lámparas sobre su rostro.

A veces, la muerte tiene

Un raro sentido del humor; también

Es raro el sentido que tiene

De encontrar los poemas.








Una palabra certera
Y con un acento certero
Entre hombre certeros;
De esos que no se andan
Con vueltas;
Y el barman hace chasquear
Su rejilla en el mostrador
Encendiendo la mecha.

La última gota de sangre cayó
Desde su cuello. A su lado
La navaja lo observa
Devolviendo un rayo de luz
De las tenues lámparas sobre su rostro.
A veces, la muerte tiene
Un raro sentido del humor; también
Es raro el sentido que tiene
De encontrar los poemas.



Declinó el día

La cena se sirvió

En  horario y los

Fideos estaban a punto;

Estaban deliciosos

Y ahora

Ollas y platos sucios

Están en la mesada

A la espera de la recorrida

Nocturna de las cucarachas

Que buscan los restos de esos

Deliciosos fideos.

Yo

Sigo

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Pensando

Buscando

Pensando en sí, escribir el poema

O abstenerme

O lavar los platos y las ollas

Para que mañana no comamos

En platos que sirvieron

De Inodoros para las cucarachas;

O definitivamente me ponga

A escribir el poema.

Sé perfectamente que los poetas

Estos dilemas no los tienen

No piensan en escribir el poema

(Lo escriben y punto)

No piensan en los platos

Sucios (porque los lavan, no lo

Dejan para el otro día)

No piensan en las cucarachas

Que defecan sobre sus platos

(Porque los lavan, no lo dejan

Para otro día)

No redundan (porque son poetas y

Tienen imaginación, así que ese

Recurso no entra en sus poemas)

No parafrasean ( porque son poetas)

No roban de otros poemas

(Porque han encontrado su

Lenguaje propio)

No dan tantas vueltas

Escriben y punto.



Entonces deberé escribir

Ser valiente

Pero antes de eso

Deberé lavar las ollas

Y los platos

(También hay que ser valiente

Para eso)

Es que mañana no quiero comer

En un plato con heces de cucaracha

No quiero acarrear con la culpa,

De no haber escrito el poema.
















Declinó el día
La cena se sirvió
En  horario y los
Fideos estaban a punto;
Estaban deliciosos
Y ahora
Ollas y platos sucios
Están en la mesada
A la espera de la recorrida
Nocturna de las cucarachas
Que buscan los restos de esos
Deliciosos fideos.
Yo
Sigo
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Pensando
Buscando
Pensando en sí, escribir el poema
O abstenerme
O lavar los platos y las ollas
Para que mañana no comamos
En platos que sirvieron
De Inodoros para las cucarachas;
O definitivamente me ponga
A escribir el poema.
Sé perfectamente que los poetas
Estos dilemas no los tienen
No piensan en escribir el poema
(Lo escriben y punto)
No piensan en los platos
Sucios (porque los lavan, no lo
Dejan para el otro día)
No piensan en las cucarachas
Que defecan sobre sus platos
(Porque los lavan, no lo dejan
Para otro día)
No redundan (porque son poetas y
Tienen imaginación, así que ese
Recurso no entra en sus poemas)
No parafrasean ( porque son poetas)
No roban de otros poemas
(Porque han encontrado su
Lenguaje propio)
No dan tantas vueltas
Escriben y punto.

Entonces deberé escribir
Ser valiente
Pero antes de eso
Deberé lavar las ollas
Y los platos
(También hay que ser valiente
Para eso)
Es que mañana no quiero comer
En un plato con heces de cucaracha
No quiero acarrear con la culpa,
De no haber escrito el poema.







Ella me enseña

Su puñal

Y dejo que una cicatriz

Me marque;

Un recuerdo de nuestro

Desaforado amor, y antes

De abandonar la sala

En un pequeño espacio

De su yema

Corta con delicadeza su piel

Brota su dulce sangre de almíbar

Y me arrastro por la

Alfombra persa

Dejando rastros de mi saliva agria.

Una última descarga de adrenalina

Antes de que me abandone

Bebo su gotas

Dejándome en el piso

En la soledad que anuncia

Al cerrar la puerta. Un pequeño rayo de luz

Dicta que es momento

De volver a mi ataúd

Paso frente al espejo y noto

Que no devuelve mi forma

Sigo siendo un vampiro

Un vampiro feliz que ha bebido

La sangre de su amada;

Un vampiro feliz que podrá descansar

Si es que llego a mi ataúd

Antes de que la luz del día

Me fulmine

O una estaca de madera taladré

Mi corazón mientras duermo.

Pero eso no importa

Ya he bebido sangre,

La sangre de mi amada

Ya puedo descansar en paz.














Ella me enseña
Su puñal
Y dejo que una cicatriz
Me marque;
Un recuerdo de nuestro
Desaforado amor, y antes
De abandonar la sala
En un pequeño espacio
De su yema
Corta con delicadeza su piel
Brota su dulce sangre de almíbar
Y me arrastro por la
Alfombra persa
Dejando rastros de mi saliva agria.
Una última descarga de adrenalina
Antes de que me abandone
Bebo su gotas
Dejándome en el piso
En la soledad que anuncia
Al cerrar la puerta. Un pequeño rayo de luz
Dicta que es momento
De volver a mi ataúd
Paso frente al espejo y noto
Que no devuelve mi forma
Sigo siendo un vampiro
Un vampiro feliz que ha bebido
La sangre de su amada;
Un vampiro feliz que podrá descansar
Si es que llego a mi ataúd
Antes de que la luz del día
Me fulmine
O una estaca de madera taladré
Mi corazón mientras duermo.
Pero eso no importa
Ya he bebido sangre,
La sangre de mi amada
Ya puedo descansar en paz.







La hoja en blanco 


Espera con ansiedad


Pregunta por el poema


Por la tinta


Y por el silencio que hay


Alrededor.


La hoja sigue en blanco


La tinta la usaré mañana


Si es que el sueño


Me absuelve esta noche


Y me devuelve a 


La Realidad. 


Sueño sueño


Diáfanos campos de luz


Donde la poesía anida 


Allí voy sin tinta 


Sin papel


Si cuerpo


Sin yo


Y si es que la poesía quiere 


Un verso me dejará traer 


Para comenzar el poema


Para aplacar la ansiedad


De la hoja en blanco 


Para que la tinta evite 


Su tristeza


Y el silencio ocupe 


Su lugar;


Su lugar al final del poema. 

La hoja en blanco 
Espera con ansiedad
Pregunta por el poema
Por la tinta
Y por el silencio que hay
Alrededor.
La hoja sigue en blanco
La tinta la usaré mañana
Si es que el sueño
Me absuelve esta noche
Y me devuelve a 
La Realidad. 
Sueño sueño
Diáfanos campos de luz
Donde la poesía anida 
Allí voy sin tinta 
Sin papel
Si cuerpo
Sin yo
Y si es que la poesía quiere 
Un verso me dejará traer 
Para comenzar el poema
Para aplacar la ansiedad
De la hoja en blanco 
Para que la tinta evite 
Su tristeza
Y el silencio ocupe 
Su lugar;
Su lugar al final del poema. 
Noche de calma espesa

Hasta se puede sentir la

Rotación del planeta;

De los planetas. La pluma

Garrapatea la hoja

Cada letra corresponde a un

Movimiento planetario.

Podría seguir definiendo

A la noche y su calma,

Pero hoy voy a dejar de

Lado las metáforas

Esta noche no necesita de

La violencia del silencio de

Las metáforas;

Ya demasiada violencia hay en

Querer describir

Esta calma.








Noche de calma espesa
Hasta se puede sentir la
Rotación del planeta;
De los planetas. La pluma
Garrapatea la hoja
Cada letra corresponde a un
Movimiento planetario.
Podría seguir definiendo
A la noche y su calma,
Pero hoy voy a dejar de
Lado las metáforas
Esta noche no necesita de
La violencia del silencio de
Las metáforas;
Ya demasiada violencia hay en
Querer describir
Esta calma.




Poesía y decantación

Como primer paso

Y como segundo

No sé,

Puede que la vida llegue

A se eso que anida en

El arrullo de las palomas, en el

Canto de las sirenas y

En el atardecer

Que siempre me trae

Los versos de

Poemas  perdidos

O las imágenes de los

Mundos subsistentes de Meinong

Y qué más queda en el

Habitáculo en el que estoy

Y en el que habito

Y en el que quiero

Estar para siempre;

Para siempre.








Poesía y decantación
Como primer paso
Y como segundo
No sé,
Puede que la vida llegue
A se eso que anida en
El arrullo de las palomas, en el
Canto de las sirenas y
En el atardecer
Que siempre me trae
Los versos de
Poemas  perdidos
O las imágenes de los
Mundos subsistentes de Meinong
Y qué más queda en el
Habitáculo en el que estoy
Y en el que habito
Y en el que quiero
Estar para siempre;
Para siempre.



En muchas casas viví

Pocas habité,

La casa en que nací

Y en la que me crié

La de San francisco Solano

Esa fue mi primer casa

El resto

EL resto fueron de transito.



En el terreno que me dejo mamá

Construyo mi casa

Mi mansión

A comparación de otros

Lugares.



¿En cuántas casas viví?

Me pregunto

Y me digo en muchas:

Las casas de mis tías

La casa de mi madre

Las casas de mis amigos

El parque Independencia

La comunidad terapéutica

Las plazas de Buenos Aires

Los ribustrines de la Avenida del Libertador;

Tantos lugares

Tantos agujeros llenos

De ratas y cucarachas

En los que me dejé descansar

Para pasar la noche,

Y todo para poder llegar hasta

Mi casa, mi Tacuara Mansión



Mi casa  todavía no tiene

Revoques ni piso

Se parece a la casa de mi abuela;

El barrio también

Todavía no tiene asfalto

Todavía es de tierra

Y me pregunto si no estaré

Otra vez

Iniciando otro ciclo;

Lo cierto es que llegué

A esta casa a habitarla

...Y es en  esta casa en las que

Empecé a escribir.


En muchas casas viví
Pocas habité,
La casa en que nací
Y en la que me crié
La de San francisco Solano
Esa fue mi primer casa
El resto
EL resto fueron de transito.

En el terreno que me dejo mamá
Construyo mi casa
Mi mansión
A comparación de otros
Lugares.

¿En cuántas casas viví?
Me pregunto
Y me digo en muchas:
Las casas de mis tías
La casa de mi madre
Las casas de mis amigos
El parque Independencia
La comunidad terapéutica
Las plazas de Buenos Aires
Los ribustrines de la Avenida del Libertador;
Tantos lugares
Tantos agujeros llenos
De ratas y cucarachas
En los que me dejé descansar
Para pasar la noche,
Y todo para poder llegar hasta
Mi casa, mi Tacuara Mansión

Mi casa  todavía no tiene
Revoques ni piso
Se parece a la casa de mi abuela;
El barrio también
Todavía no tiene asfalto
Todavía es de tierra
Y me pregunto si no estaré
Otra vez
Iniciando otro ciclo;
Lo cierto es que llegué
A esta casa a habitarla
...Y es en  esta casa en las que
Empecé a escribir.

¡Dionisio !

Grita el Pombero,

Hasta el Pombero tiene

Miedo en esta ciudad, y eso

Que Mandinga está

Más al norte y

Lucifer ya se jubiló.

Pero acá se le tiene miedo a

Otras cosas, ese chamuyo

Ya no garpa, por eso

Los anti-psicóticos

Están de moda y la religión

Es el capital.



El Duende llama al Pombero

El Duende es un psicótico

Dice que tienen cuentas que arreglar,

En la obscuridad de Plaza Francia

Y lo va a buscar.

Nadie pudo explicar

Como un psicótico pudo haberse

Hecho tantos cortes, pero una deuda

Ellos tenían.

El Duende siempre tuvo dinero

(Otra vez la alienación capitalista

-Cristiana) y el Pombero se lo cobró



Ahora el Pombero llama

A Dionisio, esperen

A encontrar al Pombero

Desangrado en la oscuridad.








¡Dionisio !
Grita el Pombero,
Hasta el Pombero tiene
Miedo en esta ciudad, y eso
Que Mandinga está
Más al norte y
Lucifer ya se jubiló.
Pero acá se le tiene miedo a
Otras cosas, ese chamuyo
Ya no garpa, por eso
Los anti-psicóticos
Están de moda y la religión
Es el capital.

El Duende llama al Pombero
El Duende es un psicótico
Dice que tienen cuentas que arreglar,
En la obscuridad de Plaza Francia
Y lo va a buscar.
Nadie pudo explicar
Como un psicótico pudo haberse
Hecho tantos cortes, pero una deuda
Ellos tenían.
El Duende siempre tuvo dinero
(Otra vez la alienación capitalista
-Cristiana) y el Pombero se lo cobró

Ahora el Pombero llama
A Dionisio, esperen
A encontrar al Pombero
Desangrado en la oscuridad.



Una burbuja de gas

En un vaso de soda.

Cada burbuja puede reflejar;

O bien:

Un pensamiento

Un sentimiento

O en el mejor de los casos

Un verso.

Es cuando desde lo profundo

Del vaso (las burbujas)

Se lanzan a la superficie.

Hay muchas

Algunas esperan

Otras están estáticas

O quizás saben el orden

En el que tienen que subir

A la superficie y estallar.



Miro el vaso y creo que

La poesía es igual;

Los poemas están ahí

En lo profundo

A la espera;

Y al arrastrar la lapicera sobre

La hoja,

Los versos suben a la superficie

Y explotan

Se escriben

¿Y cuál es el orden?

La poesía lo sabe

Los versos también.










Una burbuja de gas
En un vaso de soda.
Cada burbuja puede reflejar;
O bien:
Un pensamiento
Un sentimiento
O en el mejor de los casos
Un verso.
Es cuando desde lo profundo
Del vaso (las burbujas)
Se lanzan a la superficie.
Hay muchas
Algunas esperan
Otras están estáticas
O quizás saben el orden
En el que tienen que subir
A la superficie y estallar.

Miro el vaso y creo que
La poesía es igual;
Los poemas están ahí
En lo profundo
A la espera;
Y al arrastrar la lapicera sobre
La hoja,
Los versos suben a la superficie
Y explotan
Se escriben
¿Y cuál es el orden?
La poesía lo sabe
Los versos también.




miércoles, 27 de diciembre de 2017

Diarios del Poeta

    El ocaso anuncia su llegada lentamente. Todo el día intenté escribir y todo el día me sentí inmerso en el fracaso. Hoja tras hoja las fui dejando en el bote de basura y ahora lo único que he producido decentemente fue una cantidad de hojas hechas bollo. Pero ya estoy acostumbrado a esta postal. Es parte del proceso creativo. Siempre me pasa lo mismo al comenzar una novela nueva. Y cuando encuentre la oración perfecta es probable que pase días enteros, con sus noches incluidas, inmerso en el hipnótico ruido de la máquina de escribir. Entonces esas hojas fallidas pasaran a ser parte de las hojas exactas, las definitivas, las que serán de poca corrección.

    Así que me concentraré en el ocaso, en el susurro del mar, en una posible caminata por la costa, en arrojar piedras al mar hasta llegar a la cantina, cenar ahí y beber hasta altas horas de la madrugada. Seguramente allí, en la cantina, encuentre la oración que le de comienzo a mi novela, como generalmente ocurre.

   Hoy, las únicas palabras definitivas son las de este diario. Empecé por mi fallido intento de escribir. Debería escribir que todavía no me siento cómodo en esta parte del mundo. Que todavía el fantasma de tu recuerdo no me ha dejado. Que lo único que he hecho en este último tiempo ha sido huir, huir y huir y no me he tomado el tiempo en tratar de solucionar todo el desastre que he dejado en mi paso por tu vida; y en la vida de los que se han cruzado en mi camino. Pareciera (al igual que en la literatura) que todo lo que toco o que se cruza por mi vida está destinado al fracaso. Nuestra relación fue una clara muestra de ello. Trato de no huir, trato de resurgir en otra tierra, con otra obra, con otra novela, la que me redima; a mí y a mi dolor, pero es tan difícil ahora. A veces siento que ya no podré escribir más, que ya no tango más nada para decir, que tendría que dedicarme a otra cosa. Pescador es una opción. Me he dado cuenta que siempre elijo pueblos costeros de pescadores. También es verdad que mis mejores escritos los he encontrado en estos pequeños pueblos costeros de pescadores. Entonces, me doy cuenta de que no tengo que preocuparme hoy; a pesar de haber recibido una carta de mi editor con la recomendación de que entregue algo de material antes de que finalice el año.

    Dije al principio que el ocaso anunciaba su llegada. El ocaso ya se ha instalado. El momento perfecto para mi caminata hasta la cantina. Mi máquina, la soledad de esta habitación, mi escasa imaginación me tendrán que esperar hasta que vuelva. Y si no vuelo ...¿Por qué no debería volver? ¿Acaso no tengo que escribir una novela?














Diarios del Poeta

    El ocaso anuncia su llegada lentamente. Todo el día intenté escribir y todo el día me sentí inmerso en el fracaso. Hoja tras hoja las fui dejando en el bote de basura y ahora lo único que he producido decentemente fue una cantidad de hojas hechas bollo. Pero ya estoy acostumbrado a esta postal. Es parte del proceso creativo. Siempre me pasa lo mismo al comenzar una novela nueva. Y cuando encuentre la oración perfecta es probable que pase días enteros, con sus noches incluidas, inmerso en el hipnótico ruido de la máquina de escribir. Entonces esas hojas fallidas pasaran a ser parte de las hojas exactas, las definitivas, las que serán de poca corrección.
    Así que me concentraré en el ocaso, en el susurro del mar, en una posible caminata por la costa, en arrojar piedras al mar hasta llegar a la cantina, cenar ahí y beber hasta altas horas de la madrugada. Seguramente allí, en la cantina, encuentre la oración que le de comienzo a mi novela, como generalmente ocurre.
   Hoy, las únicas palabras definitivas son las de este diario. Empecé por mi fallido intento de escribir. Debería escribir que todavía no me siento cómodo en esta parte del mundo. Que todavía el fantasma de tu recuerdo no me ha dejado. Que lo único que he hecho en este último tiempo ha sido huir, huir y huir y no me he tomado el tiempo en tratar de solucionar todo el desastre que he dejado en mi paso por tu vida; y en la vida de los que se han cruzado en mi camino. Pareciera (al igual que en la literatura) que todo lo que toco o que se cruza por mi vida está destinado al fracaso. Nuestra relación fue una clara muestra de ello. Trato de no huir, trato de resurgir en otra tierra, con otra obra, con otra novela, la que me redima; a mí y a mi dolor, pero es tan difícil ahora. A veces siento que ya no podré escribir más, que ya no tango más nada para decir, que tendría que dedicarme a otra cosa. Pescador es una opción. Me he dado cuenta que siempre elijo pueblos costeros de pescadores. También es verdad que mis mejores escritos los he encontrado en estos pequeños pueblos costeros de pescadores. Entonces, me doy cuenta de que no tengo que preocuparme hoy; a pesar de haber recibido una carta de mi editor con la recomendación de que entregue algo de material antes de que finalice el año.
    Dije al principio que el ocaso anunciaba su llegada. El ocaso ya se ha instalado. El momento perfecto para mi caminata hasta la cantina. Mi máquina, la soledad de esta habitación, mi escasa imaginación me tendrán que esperar hasta que vuelva. Y si no vuelo ...¿Por qué no debería volver? ¿Acaso no tengo que escribir una novela?






New Year´s Day

Sobre lo que queda del horizonte

Estallan burbujas,

A veces violáceas

A veces rosáceas

A veces diáfanas o

A veces solo la explosión

Sonora acompañada del

Fino gas tóxico que

Lentamente corroe la piel

Y la vías respiratorias.



En la superficie del barril

También estallan burbujas;

Burbujas tornasoladas

Producto del agua

Mezclada con el aceite

O petroleo

O algunos de los miles de

Desechos que habitan las aguas.



Mi receta de hoy

Es una especie de matambre

Hecho con el cuero de un niño

(Quizás tendría unos cuatro o cinco años)

Que ha muerto esta mañana. Hay que

Aprovechar enseguida

La piel y la carne antes de que los

Gases la deterioren;

Ya nada ha quedado

Vegetales casi nada

Algunos pequeños mamíferos

Se han retirado al subsuelo

Oscuro y húmedo de la tierra.

Así que hay que ingeniárselas

Para poder darle sabor a esta carne.

Algunas bujías

Pedazos de caucho y cualquier

Cosa que se encuentre entre estas

Ruinas oxidadas

Sulfatadas

Llenas de muerte lenta

Y dolorosa .



Mientras tanto mis compañeros

Afilan sus lanzas herrumbradas

Se sabe que cuando alguien

Cocina,

Siempre hay alguna pandilla

Al acecho para robar

La comida de los otros.



Entonces si la muerte nos absuelve

Después de comer

Y no tener que combatir,

Al final,

Podremos escribir

Y leer algunos poemas;

Se sabe de esta verdad ordinaria

La de que una comunidad

Está destinada a la extinción

Si no mantiene vivo su lenguaje

 Y más aún si no escribe poesía;

Hemos comprendido la

Resistencia en la gramática

Y resistimos escribiendo

Y leyendo,

Aquí, en estas estepas

Desoladas por la radiación

Mantecosa.

Escribiré con la poca

Piel que me queda

Y si el pulso me deja,

Como la muerte silba entre

Los escombros

Como un amanecer

Ya no es un amanecer

Como las estrellas ya no se ven

Desde hace años y

Como protegerse de la radiación

Mantecosa con gasas cubiertas

Con esencias delicadamente

Preparadas.



Me dejo llevar por esas lluvias

Ácidas que caen  a lo lejos

Entre tormentas eléctricas

Y estruendos que llegan desde

Miles de kilómetros. Si llegase

A escribir un solo verso

Que capte todo esto

Entonces

Este día habrá válido la pena.














New Year´s Day

Sobre lo que queda del horizonte
Estallan burbujas,
A veces violáceas
A veces rosáceas
A veces diáfanas o
A veces solo la explosión
Sonora acompañada del
Fino gas tóxico que
Lentamente corroe la piel
Y la vías respiratorias.

En la superficie del barril
También estallan burbujas;
Burbujas tornasoladas
Producto del agua
Mezclada con el aceite
O petroleo
O algunos de los miles de
Desechos que habitan las aguas.

Mi receta de hoy
Es una especie de matambre
Hecho con el cuero de un niño
(Quizás tendría unos cuatro o cinco años)
Que ha muerto esta mañana. Hay que
Aprovechar enseguida
La piel y la carne antes de que los
Gases la deterioren;
Ya nada ha quedado
Vegetales casi nada
Algunos pequeños mamíferos
Se han retirado al subsuelo
Oscuro y húmedo de la tierra.
Así que hay que ingeniárselas
Para poder darle sabor a esta carne.
Algunas bujías
Pedazos de caucho y cualquier
Cosa que se encuentre entre estas
Ruinas oxidadas
Sulfatadas
Llenas de muerte lenta
Y dolorosa .

Mientras tanto mis compañeros
Afilan sus lanzas herrumbradas
Se sabe que cuando alguien
Cocina,
Siempre hay alguna pandilla
Al acecho para robar
La comida de los otros.

Entonces si la muerte nos absuelve
Después de comer
Y no tener que combatir,
Al final,
Podremos escribir
Y leer algunos poemas;
Se sabe de esta verdad ordinaria
La de que una comunidad
Está destinada a la extinción
Si no mantiene vivo su lenguaje
 Y más aún si no escribe poesía;
Hemos comprendido la
Resistencia en la gramática
Y resistimos escribiendo
Y leyendo,
Aquí, en estas estepas
Desoladas por la radiación
Mantecosa.
Escribiré con la poca
Piel que me queda
Y si el pulso me deja,
Como la muerte silba entre
Los escombros
Como un amanecer
Ya no es un amanecer
Como las estrellas ya no se ven
Desde hace años y
Como protegerse de la radiación
Mantecosa con gasas cubiertas
Con esencias delicadamente
Preparadas.

Me dejo llevar por esas lluvias
Ácidas que caen  a lo lejos
Entre tormentas eléctricas
Y estruendos que llegan desde
Miles de kilómetros. Si llegase
A escribir un solo verso
Que capte todo esto
Entonces
Este día habrá válido la pena.





miércoles, 20 de diciembre de 2017

Mi abuelo

Mi abuelo está borracho

(Como siempre)

Levanta su vaso y grita:

"¡Yo soy Francisco Franco,

Maestro mayor de obras!",

La gente de la fiesta lo aplaude

Y levanta sus vasos por mi abuelo.



Se retira a un lugar oscuro

A mear;

Mientras mea toma un

Trago de vino;

Mientas toma un trago de

Vino,

Lágrimas amargas le brotan

Desde sus viejos ojos

Recorriendo su piel reseca.

Siempre pasa de la alegría

A la tristeza

Y de la tristeza al llanto

En poco tiempo.



Se sacude y vuelve a la fiesta,

Deja el vaso en una mesa

Me levanta en sus brazos y grita:

"¡Este es mi nieto carajo, y también

Va a ser maestro mayor de obras!"

La gente de la fiesta levanta sus vasos y

Aplauden mientras lágrimas



Amargas le brotan desde sus viejos

Ojos recorriendo su piel reseca.

Mi abuelo esta borracho

(Como siempre)










Mi abuelo

Mi abuelo está borracho
(Como siempre)
Levanta su vaso y grita:
"¡Yo soy Francisco Franco,
Maestro mayor de obras!",
La gente de la fiesta lo aplaude
Y levanta sus vasos por mi abuelo.

Se retira a un lugar oscuro
A mear;
Mientras mea toma un
Trago de vino;
Mientas toma un trago de
Vino,
Lágrimas amargas le brotan
Desde sus viejos ojos
Recorriendo su piel reseca.
Siempre pasa de la alegría
A la tristeza
Y de la tristeza al llanto
En poco tiempo.

Se sacude y vuelve a la fiesta,
Deja el vaso en una mesa
Me levanta en sus brazos y grita:
"¡Este es mi nieto carajo, y también
Va a ser maestro mayor de obras!"
La gente de la fiesta levanta sus vasos y
Aplauden mientras lágrimas
Amargas le brotan desde sus viejos
Ojos recorriendo su piel reseca.
Mi abuelo esta borracho
(Como siempre)




viernes, 15 de diciembre de 2017

El Gallego dice que está

En un pozo depresivo;

Toma un trago de vino

Un par de secas de faso.

Nos recuerdo que durante los

Veinte años que trabajó para

La municipalidad de Florencio

Varela, todos los días,

Absolutamente todos los días

Tomó cocaína.

Él está en un pozo depresivo

Nosotros estamos en un

Pozo depresivo:

Chauchesco, el Enano, el Pipo,

El Chileno Polo, el Chaqueño,

el Conejo, el Pañuelito, el Yona,

el Cordobés, el Formosa, el Viejo

Atilio, Yo.

Todos en la calle

Todos en el pozo depresivo

Todos los sistemas nerviosos

Deprimidos por los excesos.



El Pozo real y simbólico

Depresión real y simbólica

Violencia real y simbólica

Terrorismo de Estado

Real y simbólico

Muerte real y simbólica; y si

Es verdad que este poema es

Real y simbólico

Y si es verdad que la poesía cura

Y si es verdad que la escritura

Redime la brutalidad de los hechos,

Entonces sí

Voy a escribir y escribir

Entre lo real y lo simbólico

Entre la carencia y el exceso

Entre la enfermedad y la recuperación

Entre el silencio y el lenguaje

Para seguir buscando esa

Sanación;

Esa sanación real y simbólica.










El Gallego dice que está
En un pozo depresivo;
Toma un trago de vino
Un par de secas de faso.
Nos recuerdo que durante los
Veinte años que trabajó para
La municipalidad de Florencio
Varela, todos los días,
Absolutamente todos los días
Tomó cocaína.
Él está en un pozo depresivo
Nosotros estamos en un
Pozo depresivo:
Chauchesco, el Enano, el Pipo,
El Chileno Polo, el Chaqueño,
el Conejo, el Pañuelito, el Yona,
el Cordobés, el Formosa, el Viejo
Atilio, Yo.
Todos en la calle
Todos en el pozo depresivo
Todos los sistemas nerviosos
Deprimidos por los excesos.

El Pozo real y simbólico
Depresión real y simbólica
Violencia real y simbólica
Terrorismo de Estado
Real y simbólico
Muerte real y simbólica; y si
Es verdad que este poema es
Real y simbólico
Y si es verdad que la poesía cura
Y si es verdad que la escritura
Redime la brutalidad de los hechos,
Entonces sí
Voy a escribir y escribir
Entre lo real y lo simbólico
Entre la carencia y el exceso
Entre la enfermedad y la recuperación
Entre el silencio y el lenguaje
Para seguir buscando esa
Sanación;
Esa sanación real y simbólica.




domingo, 10 de diciembre de 2017

Deep Camboya


   


¿Hueles
eso? ¿Lo hueles muchacho? Es Napalm hijo. Nada en el mundo huele así. ¡Me
encanta el olor a napalm por la mañana!


Un
día bombardeamos una colina durante 12 horas. Cuando todo acabó, subí. No
encontramos ni uno. Ni un sólo cadáver apestoso de esos jodidos chinos. ¡Ese
olor, ese olor a gasolina quemada! Olía a… victoria.


Algún
día esta guerra terminará


Apocalypse Now








      La gente se amontona en la entrada del
multiteatro para ver al elenco de El champagne las pone  mimosas. Las estrellas salen, saludan y se
sacan fotos con la gente. Todas las noches el ritual es el mismo. Los observo. Siempre
parado en la puerta del Mac Donalds esperando a que salga la bolsa con el resto
de las hamburguesas que no se han vendido en el día. Veo la gente y pienso en
que nos diferenciamos. Quizás,yo, ya no pertenezca a la gente. La gente no
necesita esperar las hamburguesas de Mac Donals, no necesita comer de la basura
y dormir en la calle. Quizás esa sea la diferencia.


   La bolsa
llega y cada uno  toma lo que necesita
para el resto de la noche. Tomo dos cuarto de libra y una big mac. Cuando me
estoy yendo Fernando Peña sale del teatro. Le pregunto si tiene una tuca. Me
contesta con una sonrisa cómplice. Sigo caminando, comiendo mi cuarto de libra
que parece un pedazo de goma con algo de sabor a carne. Cuando voy llegando al
Metropólitan Gerardo Sofovich está subiendo a su auto alemán importado. Le
digo: “Tío, no tiene una moneda.” Me dice que no tiene. Me quedo parado mirando
como el auto se pierde por la avenida Corrientes. Me quedo pensado en lo que no
tiene el tío Gerardo. Sigo caminando con mis simulacros de hamburguesas.


       Me encuentro con una pila de libros en la
esquina de Montevideo y Corrientes. Uno me llama la atención: Khalil
Gibran"el loco, el vagabundo". 
Leo un par de líneas de esa poesía reveladora, dulce, mística. Caigo en
un sopor  de fascinación infantil. Nunca había
leído algo tan majestuoso. Me quedo con un pasaje:


       Me preguntáis como me volví loco. Así
sucedió:


Un
día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y
descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo
mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin
máscara por las calles atestadas de gente, gritando:


-¡Ladrones!
¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!


Hombres
y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto,
corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un
joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:


-Miren!
¡Es un loco!


Alcé
la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo
rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y
como si fuera presa de un trance, grité:


-¡Benditos!
¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!


Así
fue que me convertí en un loco.


     Camino
inmerso en esos voluptuosos océanos de metáforas. Como si fuera la primera vez
que sintiera. Como si nunca hubiese sentido o como si mis sentimientos hubieran
estado dormidos y cada palabra del libro fueran una cachetada que va
despertándolos a los golpes.


    Sin
darme  cuento llego a la babilónica Plaza
Miserere. Al primero que encuentro es el Uruguayo Mario. Está con una mina. La
conozco de la plaza pero no recuerdo su nombre. El Uruguayo me la presenta como
la Tana. Los dos están re duros. La Tana de lo único que habla es de coger.
Dice que cuando está dura solo quiere coger. El caso del Uruguayo es distinto,
cuando está duro lo único que quiere es estar más duro. Pregunto si hay
papelillos mientras saco un pedazo de porro y lo empiezo a desmorrugar. Dando
vueltas por ahí está el viejo Elías totalmente borracho y empastillado, es la
primera vez que lo veo tan loco; pero dentro de todo mantiene una conducta. Termino
de armar el faso, lo prendo después de tres secas y se lo paso al Uruguayo. La
Tana me pregunta por el libro. Se lo muestro y le indico el pasaje que me
gusto. Mientras ella lo lee el Uruguayo me vuelve a decir, como todos los días,
que hace catorce años que fuma porro, que no hubo un día en que no haya fumado
desde esa primera vez. El viejo Elías siente el olor a porro y se acerca. Está
vestido de traje y con la cara desencajada. Habla pero no se le entiende nada.
El uruguayo cuenta que se tomó como 10 rivotril el viejo. El porro me vuelve y
mientras fumo empiezo a divagar con la idea de que nosotros somos como el loco
del poema, que estamos ahí, en la plaza mientras la gente se asusta de nosotros
y nosotros bendecimos a los ladrones, o en este caso al porro por habernos
sacado la cara o haber robado nuestras máscaras. La Tana larga una carcajada y
me saca el porro diciéndome que me está pegando mal. Le digo que sí, que soy un
drogadicto, por eso vivo en la calle. El viejo Elías nos pasa una caja de vino.
No sabemos de dónde la sacó.


     A mitad del vino nos movemos para la esquina
de Irigoyen y Misiones. En la esquina ya hay dos pintas. Nunca los he visto.
Uno se  presenta como Walter, pero le
dicen Chaqueño. El otro también se presenta pero no registro su nombre. Los dos
pintas son socios. Hablan de salir a chorear no sé qué y no sé a dónde, pero no
paran de chapear que son chorros y que todos los días salen a ganar y la plata
que se gastaron y que se fumaron o tomaron. Mientras escucho todas
conversaciones cruzadas me detengo en las sombras del Once. Están ahí,
susurran, se mueven y hasta se podría decir que estimulan el efecto de las
drogas. Siento en lo profundo de mí que nos necesitamos mutuamente, las sombras
y yo. El Santi aparece por Misiones como si hubiera sido arrojado por una de
esas sombras de la noche. Viene fumando un cigarrillo y todos se dan cuenta de
que viene fumando base. Acaba de llegar de Zabaleta y está preparando las
cenizas para la pipa. Saluda con la caretilla apretada y se sienta un poco
alejado de nosotros. Mira para todos lados mientras hecha las cenizas en la
parte de arriba de la pipa. Su pipa es la clásica pipa callejera. Una tapa de
gaseosas agujereada en la parte lateral por donde  se le introduce una birome; sobre la tapa se
la recubre con papel aluminio de yogurt. Se le hacen pequeños orificios al
papel aluminio del yogur. Sobre este papel  se hace un colchón de cenizas y luego se ponen
las piedras de pasta base. La construcción de la pipa es metódica, artesanal. Fumar
pasta base es un ritual y de los más complejos. El viejo Elías se le acerca
para que le convide un pipazo pero el Santi está tan duro y manija que lo saca
matando. Le dice que todos los días no es navidad. Esa es la respuesta para no
pasarle la pipa al viejo. El viejo está tan loco que se olvida al instante. Se
acomoda con nosotros, con el vino y otro porro que estoy armando.


       Sobre
la otra esquina, en diagonal a nosotros, aparece una barrita de unos 4 o 5
pintas. Solo 2  de la barrita parecen
mayores. El resto son todos guachines  y
por cómo se mueven estuvieron fumando base y ahora están manija. Están
inquietos, ansiosos, miran para todos lados. Pasa un rato y se revelan las
verdaderas intenciones  de los energumedos.
En una de las esquinas hay un restobar. Ahora está cerrado y los giles le
quieren dar. Pretenden abrir la puerta de vidrio, ganar la caja
registradora  e ir inmediatamente  al contenvillo de Corrientes y Larrea  a comprar más base.


      La
puerta del restobar  es de vidrio. Tiene
una cerradura gruesa como una planchuela en la parte inferior de la puerta. El
más grande se queda en la esquina y da directivas al resto. Pero entre la
dureza y la manija no pueden coordinar y mucho menos pensar en cómo abrir la
puerta. Un intento tras otro y nada. En ningún momento se dan cuenta de que los
estamos observando. Nosotros también queremos que abran la puerta y sentir una
dosis extra de adrenalina. El compañero del Chaqueño le grita a los frustrados
escruchadores que así no van a poder abrir la puerta. El líder de la pandilla
se da cuenta de que los estamos mirando y empieza a gritar que los dejemos
tranquilos a los guachos, como si nosotros fuéramos justicieros o fuéramos a
llamar a la gorra. Lo cual provoca las carcajadas entre nosotros. Los guachines
ya están desesperados. Uno agarra una piedra y quiere romper el vidrio
directamente. El Chaqueño se adelanta unos pasos y les dice que le pegue a la
cerradura, abajo. El golpe seco abre la puerta de par en par y empieza a sonar
la alarma. Automáticamente, todos, ellos y nosotros nos abalanzamos sobre el
indefenso restobar. La estampida humana empieza a apoderarse  de los vinos finos que se encuentran  en una delicada repisa que no va a tener buen
fin. Los guachines se llevan el dinero de la caja. Se escuchan ruidos de
botellas rotas, maderas rotas. Un torbellino humano arrasando con todo.


       Yo salgo con 6 botellas. En la corrida hacia
Adolfo Alsina, se me cae una botella. Me doy cuenta que estoy huyendo con el
Chaqueño. Antes de la esquina, en la puerta de un conventillo, unos pintas que
vieron toda la movida, nos piden una botella para bajar. Antes de darnos cuenta
el pinta cruza la calle y le doy una botella. Otro que se nota que estuvo
fumando base y está manija.


     Damos la
vuelta por Alsina hasta la avenida Jujuy y vamos hacia a la plaza con el botín
etílico. En el camino regalamos un par de botellas. Le digo al Chaqueño que
pasemos de largo. Están dando vueltas patrulleros por todos lados y es más que
seguro que la gorra va a ir a buscar sospechosos a la plaza. Todavía se escucha
la alarma que suena. Caminamos un par de cuadras por Rivadavia. Nos sentamos en
una vereda y destapamos una botella. Mientras tomamos vemos que siguen
desfilando los patrulleros para el restobar. Vamos repasando toda la secuencia
ya que todos pasó de en pocos minutos. Del resto de los pibes ni noticias. A
donde estarán ahora mucho menos. Nos reímos de la manera en que arrasamos con
las botellas de vino. Corte demonios de Tasmania le digo al Chaqueño y ambos
largamos a las carcajadas.


   Mientras
empino la botella veo a un chanta que viene agitando los brazos y se agarra la
garganta como si se estuviera ahogando. Quiere decir algo pero las palabras no
le salen de la boca. Apunta a la botella y recién ahí entendemos que necesita
un trago para bajar toda la papuza que tiene. Otro paquero manija caminando por
las calles del Once. El Chaqueño le pasa la botella y el pinta se baja casi la
mitad de la botella de un solo trago. Como si lo hubiéramos salvado de ahogarse
y luego de que se reincorporara gracias al efecto del vino, recién ahí el pinta
pudo hablar.


-¡Gracias loco!, dice con la voz recuperada-,
gracias, no sabía cómo bajar.


   Habrá dicho
gracias como diez veces. Abrimos la otra botella de vino. Nos cuenta que estuvo
fumando base desde la mañana y ya estaba fisurado. Volvía para su casa a tratar
de funcionar como padre ya que cuenta que tiene una hija y una señora que hace
dos días lo están esperando.


     Nosotros
le contamos que toda la movida  que hay a
dos cuadras es, justamente, por esos vinos que tenemos con nosotros.  Nos pusimos a contarle lo que había ocurrido
hace un rato y que todo el movimiento de patrulleros que iban y venían tenía
que ver con esas botellas que estamos  tomando. El chanta cuenta que tuvo época de
cañero pero que ya no metía más caño.


-¡No laburo más! ¡No laburo más!- dice el chanta- hora
tengo una nena, tengo una familia, no labura más. Solo estoy enganchado con
esta porquería-  dice y saca del bolsillo
una pipa de pasta base. 


    El
Chaqueño le dice que ahora, cuando terminemos los vinos, vamos a salir a
laburar. Me doy cuenta de que el Chaqueño acaba de hacerme su socio. También es
verdad que perdió a su compañero en la corrida. Pero el chanta no para de
repetir que no labura más, que tiene una nena, que solo está enganchado con la
base y que después de tomar los vinos se irá a dormir. Mientras lo escucho
pienso que ya estoy arriba de un bondi al que no saqué boleto.


      
Terminamos la botella. Queda una mitad que le dejamos al chanta. Ya está
recuperado y dice que finalmente va ir a su casa.


     El
Chaqueño me dice que vamos a ir a laburar y de ahí nos vamos para el Bajo
Flores a comprar base. La idea de ir al Bajo Flores me gusta. Lo que no me
gusta es la idea de laburar a alguien para ir. Desde que estoy en la calle no
he tenido necesidad de robar, ni siquiera cuando la desesperación me ha
desbordado. He metido caño un par de veces, antes de llegar a la calle, un par
de arrebatos pero no me siento orgulloso de nada de eso. Pero el Chaqueño sigue
insistiendo, está manija. Recuerdo que cuando estábamos en la esquina había
dicho que estuvo tomando pastillas, un par de rivotril con su compañero, lo que
indica que no va a parar hasta llegar al Bajo Flores. Es más, saca de la
cintura un cuchillo tramontina  y lo
agita en el aire. Ya no hay vuelta atrás.


   Por
Rivadavia viene caminando un viejo, una pareja, los taxis, la estación de
servicio; todos, son posibles víctimas del Chaqueño. Aprovecho el efecto de las
pastillas para paranoiquearlo. En cada intento le digo que viene la gorra y
guarda el cuchillo en la cintura. Aunque no va a resistir  mucho tiempo para que le robe a alguno. Y yo,
indefectiblemente, voy a ser su cómplice. Voy a ir en cana con él y hoy no
quiero ir en cana. Conozco la obsesión bajo el estado de las pastillas, así que
tengo que tratar de que busquemos la plata por otro lado. El Chaqueño pareciera
que advierte mi pensamiento y me dice que vayamos a la estación a cortar cables
y vender el cobre en la villa. Dentro de todo el plan mejora, no hay exposición
pero sí mucho riego. Le tengo pánico a la electricidad y no sé nada sobre
cortar cables de alta tensión.  El
Chaqueño me dice donde se puede sacar cables, que ya ha ido a sacar cables de
ahí, que no pasa nada, que él es electricista y en un rato vamos a estar
fumando base en la villa. Lo sigo.


    Así que
encaramos por Jean Jaures hacia la parte trasera de la estación Once, pasando
por Bartolomé Mitre; donde se encuentra el santuario que recuerda a las víctimas
de Cromañón. Ver todas esas zapatillas colgadas me causa  un verdadero escalofrió. Cada zapatilla
representando un espíritu consumido en las llamas de la fiebre. La misma fiebre
que me viene consumiendo desde hace años y de la que en este momento necesito
subir su temperatura, dulce, dura y agónica y a cualquier precio, por eso lo
estoy siguiendo a este pinta que recién conocí y ni sé si sabe lo que hace y
hacia dónde vamos, pero igual lo sigo. Trepamos por una de las paredes
laterales que dan directamente a las vías. Ya estando en el interior de la
estación comenzamos a caminar hacia la parte trasera, casi a la altura de
Manuel de Anchorena. En una de las paredes laterales, una serie de cables de
alta tensión, que son las que alimentan la formación de trenes eléctricos, son
los que el Chaqueño dice que hay que cortar. La verdad que confié en su
supuesto oficio de electricista y en lo que estaba haciendo ya que en ningún
momento se quedó pegado o hubo una explosión. Antes de ingresar en la estación
nos habíamos hecho de un par de bolsas de consorcio. Así que mi trabajo
consistía en poner los cables en las bolsas. Llenamos dos y nos dimos por
satisfechos.


    La parte
difícil, me preguntaba, era cómo íbamos a llegar hasta el Bajo Flores con las
bolsas de consorcio y con cables de alta tensión que, era obvio, eran robados,
quemarlos y sacar el cobre y vender. Otra vez volvía el fantasma de caer en
cana. Somos una preventiva caminando, me digo a mí mismo. El Chaqueño ya estaba
haciendo números y fumando. Iba en silencio. Le pregunto cómo vamos a hacer. Me
dice que paremos un taxi que nos lleve hasta la villa y que dios se lo pague.
Volvemos hasta Rivadavia. Caminamos por el medio de la avenida con las bolsas
de consorcio parando taxis en situación de emergencia, y es que en realidad
estábamos en una emergencia. Había que llegar a la villa, quemar los cables,
vender, comparar base, fumarla y así. Hay que reconocer que dos personajes
parando taxis en medio de la avenida con bolsas de consorcio no dan garantías
de una pasaje seguro, con lo cual los taxis pasaban y pasaban. Uno amaga a
frenar y en fracción de segundo le abro la puerta y ya estamos arriba. El
tachero ya está acorralado. Pregunta:


-¿A dónde van?


-Carabobo y Curapaligüe-, dice el Chaqueño.


    El tachero
ya sabe que vamos al Bajo y que algo llevamos en las bolsas. Sabe que no le
vamos a pagar y sospecha que podamos andar enfierrados. Para distraer y romper
la tensión pregunta si se cruzan Carabobo y Curapaligüe. El Chaqueño le dice
que sí, que si baja por Carabobo hasta la avenida Cobos se cruza con
Curapaligüe. El tachero sabe dónde es. No se anima a decirnos que no nos quiere
llevar. Se crea un silencio incomodo en el taxi. Mientras pasamos por un
mercado chino a la altura de Caballito el Chaqueño me dice, y para que escuche
el tachero, que unos amigos de él le habían dado al mercado hace unos días y
habían ganado 30 lucas. Ya sabe el tachero qué clase de pasajeros lleva, ya
sabe que no puede ponerse en nada, así que de última entre en total confianza y
nos pregunta a qué vamos a la villa a esta hora. El Chaqueño le dice que vamos
a vender cobre a la villa. El tachero pregunta si a esta hora compran el cobre
y el Chaqueño le dice que sí, que en la villa se compra las 24 horas. Le dice
que se quede tranquilo, que apenas vendamos el cobre le vamos a pagar, que su
plata está asegurada. El tachero sabe que una vez que entremos en los pasillos
de la villa no vamos a salir más y menos pagarle. Y más por el hecho de que tenemos
que quemar los cables, separar el cobre, venderlo. Es obvio que no se va a
quedar esperando en la entrada de la villa. Él lo sabe y nosotros también.


    Llegamos a
Carabobo y Curapaligüe. El Chaqueño le dice que espere, que en un rato le
traemos la plata. Lo dejamos atrás al tachero y caminamos por el primer
asentamiento. Cruzamos los primero pasillos. No se observa nada. A medida que
avanzamos veo llamas de encendedores en la oscuridad. Esto quiere decir que hay
actividad humana en la oscuridad de los pasillos. Quiere decir que se está
fumando base. Cada llama de encendedor corresponde a un pinta que fuma. Cada
llama quiere decir que esos cuerpos fundidos en la oscuridad tienen la
recompensa de su ansiedad aplacándolos, y mientras tengan esa recompensa introduciéndose
en sus pulmones y cerebro, no saldrán de la oscuridad de los pasillos. Sin
embargo, a medida que caminamos, puedo sentir las miradas penetrantes de las
torturadas almas que se purifican en las llamas de la fiebre. Caminamos un par
de cuadras más. El Chaqueño se encuentra con una conocida. Me la presenta como
Aldana. Me doy cuenta de que Aldana recién se inicia en el hábito de fumar
pasta base. Ella y sus ropas están demasiado limpias. El Chaqueño le dice que
vendemos el cobre y volvemos a buscarla para que nos lleve a una línea a
comprar. Salimos del primer asentamiento. Cruzamos la avenida Bonorino y nos
metemos en el Bajo Flores, la villa villa. Una mole de edificaciones
construidas a través de los años de manera aleatoria sin ningún tipo de
planificación. Casas pegadas unas con otras hasta llegar, en algunos casos,
hasta los 6 pisos. En la parte delantera de la villa hay un par de edificios de
algún plan de viviendas. El Chaqueño agarra las bolsas de cobre. Me dice que
busque algo para arrancar el fuego. Busco en unos contenedores de basura y
encuentro un cajón de verduras y algunos papeles. Se lo alcanzo y acomoda todo,
justo enfrente de los edificios. Prende fuego a los papeles para que queme las
maderas y así quemar la funda de plástico que recubre al cobre. Inmediatamente
la combustión empieza a quemar los cables y un fortísimo y denso humo negro
empieza a elevarse, impactando justo sobre los edificios y los tendales de ropa
limpia. Aparece un viejo, tendrá unos 50 años, bien vestido y bien duro de
merca. Pregunta si hay un faso. Otro que está manija y quiere bajar. El
Chaqueño le dice que no, que después de vender el cobre vamos a pegar y le vamos
a convidar. Yo sigo mirando como el humo negro de los cables pega contra los
edificios. Siento la  inminente descarga
de alguna 9 milimetros o escopeta proveniente de alguna casa donde se mataron
lavando la ropa y nosotros le estropeamos, no solo el lavado, sino la ropa
también. Aparece una mujer de aspecto cadavérico con una bolsa. Una mujer que
pareciera haber escapado de algún campo de concentración. Se ve como toda su
piel está pegada a sus huesos. Se ve el exceso de pasta base en su cuerpo
¿Habrá alguna diferencia entre un campo de concentración y una villa? Nos dice
que no quememos cable ahí, que vayamos al campito a quemar o seguro alguno nos
va a cagar a tiros desde los edificios. Mis sospechas se confirman. No le damos
mucha importancia y seguimos quemando. Nos vuelve a advertir y se va a buscar a
alguien para que nos cague a tiros. El viejo nos dice lo mismo y el Chaqueño
saca de la cintura la charrasca.


-¡No pasa nada!-, dice agitando la charrasca en el
aire.


- ¡¿Qué onda loco?!-, dice el viejo- ¡Hace 40 años
que vivo acá!, conozco a todos los pistoleros de la villa y vos me sacás  una charrasca. El viejo se siente re zarpado.
Está duro, lo único que quiere es fumar un porro y el atrevido del Chaqeuño le
saca una charrasca. Cada vez es más inminente que alguien nos pegue un par de
tiros.


    El viejo
se va, también amenazando con mandar un par de pintas a darnos una golpiza o
unos tiros. Ya se quemó la mitad de los cables. Me pongo a separar el cobre
limpio de las cenizas negras del plástico. El Chaqueño ya siente que estamos
cerca de la plata y sus intestinos se lo hacen saber. Su cuerpo abstinente ya
empieza a sentir el efecto de la droga. Se baja los pantalones y se pone a
cagar ahí nomás. En el medio del trámite una señora sale por uno de los
balcones del complejo habitacional y nos grita que vayamos al campito a gritar,
que le estamos ensuciando toda la ropa. También nos promete tiros y ya es más
que evidente que si seguimos ahí, esos tiros se van a hacer presente. Queda
quemar un poco de cables. El Chaqueño me dice que lo vamos a vender así nomás.
Mientras juntamos el cobre, empieza a salir gente de todos los pasillos. Como
si hubieran estado esperando alguna orden y se arrojaran a la calle todos
juntos. Pero esta gente que sale de todos lados de la villa no son fisuras, delincuentes
ni tranzas: son la masa de trabajadores que sostienen la construcción, la
gastronomía y los talleres clandestinos de ropa. Son los trabajadores que
explotan los empresarios porteños. En ese momento me doy cuenta de lo que es
una villa y de la gente que la habita. Pero para ser testigo de esto hay que
pararse en el medio de la villa a las 5 de la mañana.


    Cuando
arrancamos a buscar comprador para el cobre aparece un fisura conocido del
Chaqueño. Un fisura con todas las letras. Mugre acumulada en las ropas, el pelo
y las uñas por meses. Barba y uñas también de meses. El Chaqueño le pregunta
donde podemos vender el cobre. El fisura nos lleva hasta un chatarrero que
compra toda la noche. El Chaqueño golpea las manos un par de veces hasta que
sale el chatarrero. El aspecto dice que estaba durmiendo. El Chaqueño le dice
que tenemos una bolsa de cobre limpio y otra que hay que limpiarla. El
Chatarrero dice que nos compra el cobre limpio y la otra la compra a mitad de
precio. El Chaqueño me mira y asisto. Le pasamos las dos bolsas al chatarrero y
las lleva para adentro. No nos hace pasar, no vemos la balanza así que nos paga
lo que quiere. Vuelve con 200 pesos, nada mal para la changa. Ahora el paso
siguiente es comprar base, un par de bagullos de faso y dejar algo de plata
para comprar destornilladores para ir a sacar aluminio a la estación Remedios
de Escalada. El Chaqueño dice que tiene una par de vagones vistos para
laburarlos.


   El fisura
nos acompaña a una línea de piedras que son ricas, según él. Llegamos hasta el
peruano, lo acompañan dos mulos más que están de guardaespaldas. Compramos dos
piedras de 20 pesos. El Chaqueño le pide el cañito al fisura para fumar una par
de secas. El fisura no le quiere dar el caño, dice que le queda poca esponja
(la esponja de acero inoxidable es imprescindible para fumar pasta base) y que
todavía no hay abierto ningún negocio para comprar. Accede a que le demos un
pipazo cada uno. En ese momento me doy cuenta, después de todo la locura desde
Once hasta estos pasillos oscuros y laberínticos, que esta va a ser la segunda
vez que fumo base. La primera vez había fumado una solo seca y en una lata de
gaseosa. Pero ya estoy acá. Ya tenemos todo lo que hace falta. Lo miro al
Chaqueño como fuma. La piedra primero la picó golpeándola con un encendedor, siempre
dejándola  adentro de la bolsa. Con la
punta del caño levanta un poco de la base amarilla como el azufre. Quema con el
encendedor un poco de la base. Esta pequeña operación es para que la pasta base
quede adherida al caño. Luego fuma pero apuntando el caño lo más que pueda para
arriba. El olor de la base quemándose me da nauseas. Retiene el humo lo más que
puede y después larga todo como si fuera una chimenea. Fuma otra vez y el
fisura reclama el cañito y otra vez el verso de que no tiene más esponja y no
hay ningún negocio abierto. Me pasa la bolsa y el caño. Ya está re-puesto el
Chaqueño. Con total naturalidad repito la operación. Abro, cargo y quemo un
poco la pasta; y fumo. En fracción de segundo una correntada de adrenalina
caliente me recorre desde la base de la espalda hasta la parte superior de mi
cráneo. Me doy cuenta de que cuanto más retengo el humo más efecto hace la
pasta. Retengo, retengo y exhalo. Calor, traspiración, arritmia y los dientes
que repiquetean adentro de mi boca anestesiada y seca con ese sabor único en el
mundo que tiene la pasta base de cocaína. Sé que todavía queda otra seca en el
caño y vuelvo a fumar. Fumo y ya soy un experto. El fisura vuelve a reclamar
por su caño. Se lo paso, ya estoy re-puesto también. Contengo bastante el humo
y exhalo. Los oídos me zumban. La sensación es increíble. Todas las sombras que
hay adentro de la oscuridad de los pasillos cobran vida. Y miro como queriendo
penetrar en la oscuridad, en los bloques de cemento, en el suelo a mis pies. La
agitación me hace mirar para todos lados, la boca la tengo reseca y el cuerpo
ya está pidiendo más. El Chaqueño me pregunta si estoy bien. Le digo que sí,
con la mandíbula apretada. Los dos vamos caminando atrás del fisura. Llegamos a
un campito en donde el fisura se encuentra con su compañero. Se reparten parte
de la piedra que el chaqueño le dio al fisura por la onda. Pican la piedra y en
dos bolsitas hacen la repartija. La manos sucias y de uñas largas no dejan que
ninguna pidrita se caiga. Mientras los socios están ocupados con el botín, el
Chaqueño, veo, como se guarda el caño de uno de ellos en el bolsillo. Nos
paramos, saludamos, el Chaqueño les dice vamos a otra línea a comprar y
volvemos enseguida.


    Cruzamos
para el otro asentamiento, por el que habíamos entrado y vemos en una esquina a
cuatro pintas. Son buena onda, se nota que son recién iniciados en la pasta
base y en las duras madrugadas del Bajo Flores. Uno se ofrece a llevarnos a una
línea que está cerca, dice que es barata y las piedras vienen bien. Yo voy
siguiendo al Chaqueño por inercia. Todavía sigo sintiendo el hormigueo del
último pipazo en todo mi cuerpo. Mientras caminamos hasta los del tranza el
Chaqueño saca el caño, carga, fuma, vuelve a cargar y se lo pasa a nuestro
guía. Hasta que llegamos fumamos como tres pipazos cada uno. La realidad, por
lo menos para mí, comienza a resquebrajarse, o quizás sea mi sistema nervioso
el que se está resquebrajando con cada pipazo.


  Llegamos a
lo del tranza. El pinta entra por el patio delantero de la casa y le golpea el
ventiluz del baño. Yo me quedo afuera, en la vereda. El tranza tarda, pareciera
que no quiere atender o, seguramente, está re-duro y paranoiqueado, mirando que
no seamos de la brigada queriendo reventarle el rancho. Finalmente abre. El
pinta le compra unas cuantas piedras. El tranza le pasa las piedras y pregunta
por mí, es obvio que está duro y perseguido. El Chaqueño le dice que estoy con
ellos, que está todo bien. Pero para un tranza que está duro y con toda la
papuza adentro de su casa no está todo bien. Es más que seguro que está con un
fierro en la mano que no muestra. Les dice al Chaqueño y al pinta que no
volvamos más, que no hay más nada. Todo el mundo está duro y paranoico en esta
ciudad. Todavía no terminamos con las primeras piedras que compramos y ya
tenemos más. El Chaqueño me pasa un par de piedras para mí. Le da una piedra al
pinta por la onda. El pinta le dice que está bien, que con un pipazo alcanza.
Mientras tanto seguimos fumando hasta llegar a la esquina en donde los
encontramos.


    La esquina
está como la dejamos. Están los mismos pintas. El Chaqueño pide una pipa y
convida dos rondas. Confirmo que estas pintas recién empiezan a curtir base y
la villa. Saludamos y agradecemos por a onda. Hacemos una cuadra y nos
encontramos con Aldana. Anda con un buzo canguro y del bolsillo delantero saca
un cañito para fumar base. El Chaqueño le dice que nos preste el caño para
fumar. Yo saco una piedra para fumar y el Chaqueño me dice que la guarde, que
él invita. No me resisto. Los oídos me zumban, la boca la tengo reseca, y es
muy seguro que mis ojos estén derramados en sangre. Ya perdí la cuenta de los
pipazos que fumamos. Seguimos caminando y nos cruzamos con otra pinta que viene
reloco. Pregunta por una línea para pegar. El Chaqueño le dice que sí y
arrancamos para lo del tranza del ventiluz , el que nos dijo que no volvamos
más. En el camino la pinta no para de tirar nombres. Se ve que conocía todas
las líneas de la villa pero está tan duro que no puede comprar solo. Yo los voy
siguiendo de atrás. Voy fumando con un caño que no sé de donde los saqué. Veo
que la pinta tiene una campera de la Guardia imperial, la barrabrava de Racing.
Pienso que la pinta es pesado en la villa y me siento protegido por un momento
entre tanta dureza y paranoia. Pero que esté paranoico no quiere decir que esas
dos pintas que veo que vienen hacia nosotros con toda la intención de robarnos
no sean reales. Y sí. Son reales y encaran directamente con los fierros en la
mano. Se dan cuenta de que andamos con la pinta de la Guardia Imperial y
abandonan el atraco. Tenía razón que es pesado. Me fumo otro pipazo antes de
llegar al tranza. Ahora puedo fumar tranquilo mientras andemos con esta pinta.


   El Chaqueño
y el pinta se mandan  a la casa del
tranza y le golpean el ventiluz. Yo me quedo afuera fumando, tratando de que no
me vea y se paranoiquee. Se nota que el tranza está duro. No se acuerda de que
le dijo al Chaqueño que no vuelva más. Hacen la compra y salimos del pasillo. Ahí
nomás fumamos. Yo guardo las piedras que tengo y fumamos de las que tiene el
pinta. Vamos caminando y nos cruzamos con Aldana. La pinta convida una ronda
más para todos. Todavía le queda base pero quiere comprar más. El Chaqueño lo
acompaña y yo me quedo con Aldana. Nos sentamos en la puerta de una casa, le
pido su caño, cargo una seca, fumo la primera y la segunda. Vuelvo a cargar la
pipa y se la paso a Aldana. Ella me dice que no, insisto, y acepta. La cabeza me
zumba  y no sé cómo llegué al medio de
esta villa. El Chaqueño vuelve solo. Ni le pregunto por la pinta de la Guardia
imperial. Mientras preparamos otra seca de base aparecen los peruanos dueños de
la casa en donde estamos sentados. ”Ustedes no duermen nunca”, dice la peruana,
“todos los días lo mismo con ustedes”, lo dice con la naturalidad de alguien que
ya está acostumbrado a la escena todos los días. Pedimos disculpas y nos
movemos.


    Lentamente
empieza a amanecer. El proyecto de invertir en herramientas para sacar aluminio
en Remedios de Escalada se va transformando en humo de pasta base. Con el
amanecer algunos negocios comienzan a abrir sus puertas. Llegamos a uno y
pedimos una cerveza y un Fernandito. Me doy cuenta de que Aldana no está y
tampoco le pregunto al Chaqueño. Tomamos unos cuantos tragos pero la necesidad
de seguir fumando es más grande. El Chaqueño me dice que vayamos una vez más a
comprar. Lo sigo con el Fernandito, la cerveza la dejo por la mitad en la
vereda del negocio. Nos cruzamos con un fisura que anda vendiendo unas
zapatillas viejas con un olor a pata impresionante. Le pregunto por una línea
para pegar. El fisura dice que conoce una línea de piedras que vienen bien y
que conoce otra más al fondo. Yo voy a tras de los dos, voy tomando de a poco el
Fernandito. Mientras voy tomando veo que ya se hizo de día, pero en esos
pasillos altos la luz del día nunca llega, así que hay lugares en esta villa en
que la oscuridad es permanente, perpetua.


    El fisura
va adelante, conoce a la perfección los recovecos de la villa; es un auténtico
baqueano. De repente veo al Chaqueño que de poco empieza sacar la tramontina de
la cintura. Está flasheando. Quiere pegarle una puñalada al fisura por alguna
alucinación que está teniendo. El fisura se da cuenta de la intención.


-¡Eh loco, qué tenés ahí-, dice mirando en la
espalda del Chaqueño-, ¿me vas a dar una puñalada? Yo no me porto mal, yo me
gano la onda de la gente. Mira con lo que ando-, abre la bolsa mostrando las
zapatillas sucias, viejas y con olor a pata.


 -Bueno,
bueno, no pasa nada-, dice el Chaqueño guardando la tramontina en la cintura.
Seguimos caminando hacia la línea.


Antes de llegar el fisura quiere que el Chaqueño le dé
la plata. El Chaqueño le dice que no. Los tranzas están duros, como todos los
tranzas. Compra, salimos y le damos algo al fisura por la onda. Se quiere
quedar con nosotros a fumar pero el Chaqueño le dice que se vaya. Le da otra
piedra y ahí sí se va más que contento el fisura.


     Sobre la
avenida Bonorino ya está armada la feria. Todo el Bajo Flores ya está activo,
los amanecidos como nosotros y el resto de la gente que todos los días se gana
la vida feriando en la calle. Los chicos que van a la escuela, caminando entre
los fisuras y los tranzas y nosotros que intentamos tomar otra cerveza. Esta
cerveza sí que está bien fresca. Realmente la disfruto, pero el Chaqueño parece
que no. Dice que va a buscar otra piedra. Me quedo con la cerveza esperando, si
es que se pude decir esperando, porque no pasa mucho tiempo hasta que la
paranoia se apodera totalmente de mí. La dureza es insoportable. El pecho se me
agita como un fuelle y la sensación de amenaza, de que algo va a pasar, y no
saber exactamente qué es, y el inminente desenlace se acerca. Como puedo me
levanto, tengo todo el cuerpo duro. Lo busco por las últimas líneas pero no lo
encuentro. No puedo pensar con mucha claridad. No sé si esperarlo un rato más o
irme. Pareciera que todas las miradas estuvieran sobre mí. Estoy atrapado, sin
salida. Siento el olor a la pasta base quemándose en algún lugar. Siento que
necesito otro pipazo, pero la pipa la tiene el Chaqueño. Realmente el olor
pasta base quemándose es algo agradable, rico. Un nuevo sabor a droga se acopla
a mi largo catálogo de drogas, un sabor extraordinario. Y desde que la noche
empezó en Once hasta ahora (ahora me doy cuenta) de todo el recorrido que hice
con el Chaqueño hasta esta villa. Acá estoy con un montón de piedras de pasta
base, paranoico, con abstinencia, traspirando, con la cara desencajada y los
ojos derramados y mi compañero que no sé en donde se metió. Tengo un momento de
lucidez. La imagen de la villa me hace acordar a esas aldeas camboyanas o
vietnamitas. No hay mucha diferencia. Pero si esa imagen en realidad fuese un
reflejo de mi interior. Una aldea camboyana o vietnamita asediada con bombas de
napalm ( este humo tóxico, incendiario de pasta base) que riega todo y quema
todo a su paso. Me pregunto cuál es la necesidad de incendiar, destruir partes
de mi cuerpo con esta droga. Cuál es el enemigo al que debo vencer en esta
guerra, y qué es lo que quedará de los restos incendiados, calcinados, después
de que termine esta guerra interna.


      Mientras
sigo con el dilema de si me voy o me quedo esperando al Chaqueño, veo a una
chica que viene hacia mí caminando lento, cada vez más lento, hasta que se
detiene y comienza a desplomarse hacia adelante. Dos muchachos advierten que la
chica se está por desmayar, que se está dando vuelta, que, seguro, también está
saliendo de una noche llena de excesos. Los muchachos se la llevan a la rastra.
Me doy cuenta de que no tengo que esperar más al Chaqueño, tengo que salir
urgente. Tengo unas cuantas piedras en los bolsillos y una pìpa seguro que voy
a conseguir con los pibes de plaza Lavalle. Demasiado fumé, más de 100 pipazos.
Ahora tengo que encontrar Rivadavia y bajar, por lo menos, hasta Once. Atrás
voy dejando el purgatorio con su dulce y duro olor a azufre quemándose y
quemando a las torturadas almas. Por ahora mi condena queda suspendida;
suspendida hasta que encuentre una pipa.





















Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...