lunes, 25 de febrero de 2019

El exilio

No sé cuanto duró mi exilio

En la embajada de Francia

Llegué derrotado y con hambre

Después de varios intentos de golpe

De Estado. Mi suerte había acabado

Y debía pagar por mis culpas

Exiliado dentro de mi propio

País, el que me prometió

Prosperidad, dinero, éxitos

Y drogas de diseño

De buena calidad. Me supe estafado

Confundido, con mucha bronca.

Así que debía planear con detalle mis

Próximos movimientos para no

Volver a morir en el intento.



El fin de mi exilio fue el

16 de abril del 2009

El comienzo es incierto.

Hoy que mi Cerebro Dañado

Intenta reconstruir el pasado con

Los restos de sus escombros neuronales

Que todavía no han recuperado su

Capacidad, la tarea se vuelve agotadora.



Desde la primera fundación de

Buenos Aires, hasta la Conquista

Del desierto, la Década Infame,

La Revolución Libertadora,

La Triple A y

El Corralito, el cuerpo siempre

Fue el mismo: mi cuerpo.



Debía pagar por mis delitos

En nombre de la Revolución

La que nunca llegó

Y con gran serenidad acepté

Correrme a un lado para que

Los verdaderos seres pensantes

Y revolucionarios pudieran

Cambiar las cosas de una vez por

Todas.

Se me negó la Palabra como

Medida cautelar: mis palabras

Siempre fueron letales para el Poder

Siempre fueron peligrosas

Siempre destruyeron todo lo que

Tocaron, por eso operé siempre

En la clandestinidad.

Así que mis operaciones nada tenían

Que ver con la Palabra, tenían que

Ver con símbolos y destruir esos

Símbolos. Pero nuevamente fracasé y

Todo debía volver a empezar,

Cayendo en los círculos infinitos

Del tiempo producido por los

Chalecos farmacológicos

Con los que los psiquiatras mercenarios;

Operadores del Poder que trataban de aniquilar

Mi lenguaje hasta llegar a mi cuerpo.

Y estos santurrones no advirtieron los

Efectos colaterales...

Y la amenaza creció

Y con mas fuerza dentro mío.



Mientras crecía

Me dediqué a ser el contratista

De un país anacrónico, lisérgico

Que me benefició otra vez

Pero en tiempos de democracia.

Pude embolsarme un P.B.I

Para indemnizarme por todas

Las estafas a las que fui sometido

Desde la fundación.



Pero el Poder no se quedó callado

Otra vez entablamos juicios

De Lesa Humanidad

Otra vez el desfile de los cadáveres

Por tribunales

Otra vez los Vuelos de la muerte

Y el Fusilamiento de Aramburu

Otra vez las tumbas al ras de la tierra

Y las fosas de las vías de La 21

Otra vez me vi arrojando a los condenados

A sus sepulcros

Y olvidarlos en la tierra

Negarles su memoria.



El país me hacía rico y poderoso

Con cada cadáver que sepultaba.



Finalmente fui condenado

Y exiliado en la plazoleta

De la embajada de Francia.



Pero antes los psiquiatras

Me exiliaron dentro de mí

Y caí en espirales infinitos

Donde todo ocurría otra vez

Y yo era el verdugo

Y la víctima;

El Montonero

Y el comandante;

El ejecutor y el ejecutado.

Mi cuerpo era Desaparecido

Con mis memorias

Memorias que eran freídas

Con descargas eléctricas

Por militares

Militantes

Y milicos.



Fue en esa plazoleta

En donde veía las marchas

De Derecha e Izquierda

Que supe que la Revolucíon

Era otra estafa:( llegué hasta una parilla

Repleta de chorizos, humo y grasa

Mientras por los altoparlantes

Se mencionaba al pueblo, a los desclasados

Por el sistema, a los pobres. Y yo, y mi amigo

Con nuestras bolsas negras sobre nuestros

Hombros nos decimos:¡Por fin,

Hemos llegado a nuestro lugar

Con nuestros compañeros

Estamos en casa, vamos a poder comer!)

(Pero no. El estudiante marxista

Que atiende la parrila no logra reconocer

A un pobre real de un pobre de fotocopia

Y nos niega el símbolo, el pan

Con el chorizo caliente, nos dice que

Somos negros de mierda, vagos

Y nos hecha. Dejamos la plaza.

El estudiante agrega:¡Yo decía negros de mente!

Y esa voz que grita sobre el pueblo

La Revolución

Los compañeros. Revolvemos un canasto

De basura, todavía se escucha a esa voz.

Yo le pregunto a mi amigo:

¿A qué pueblo le hablaran?

Él me dice: el marxismo

Es el opio de la izquierda).



 Supe, que el día

Que terminara mi exilio

Debía volver a casa de mis padres

Supe que Izquierda y Derecha

Son hermanas siamesas

Supe que la Verdadera Revolución

Estaba y está en mi cuerpo.



El tren de fugitivos me devolvió

A mi hogar. Llevo la piel pegada

A los huesos y mis resentimientos

Son tantos como los delitos

Que cometí en nombre de la Revolción

Y del Pueblo. Camino por un descampado

Que está antes de llegar a casa

Voy acariciando el pasto seco, amarillo.

Al llegar golpeo la puerta

Me fundo en una abrazo con mamá y papá.



"Y de la única Revolución

De la que hoy me siento parte",

Le digo al entrevistador,

"Es la de cuidar a mi padre

Y honrar la memoria de mi madre."


























El exilio

No sé cuanto duró mi exilio
En la embajada de Francia
Llegué derrotado y con hambre
Después de varios intentos de golpe
De Estado. Mi suerte había acabado
Y debía pagar por mis culpas
Exiliado dentro de mi propio
País, el que me prometió
Prosperidad, dinero, éxitos
Y drogas de diseño
De buena calidad. Me supe estafado
Confundido, con mucha bronca.
Así que debía planear con detalle mis
Próximos movimientos para no
Volver a morir en el intento.

El fin de mi exilio fue el
16 de abril del 2009
El comienzo es incierto.
Hoy que mi Cerebro Dañado
Intenta reconstruir el pasado con
Los restos de sus escombros neuronales
Que todavía no han recuperado su
Capacidad, la tarea se vuelve agotadora.

Desde la primera fundación de
Buenos Aires, hasta la Conquista
Del desierto, la Década Infame,
La Revolución Libertadora,
La Triple A y
El Corralito, el cuerpo siempre
Fue el mismo: mi cuerpo.

Debía pagar por mis delitos
En nombre de la Revolución
La que nunca llegó
Y con gran serenidad acepté
Correrme a un lado para que
Los verdaderos seres pensantes
Y revolucionarios pudieran
Cambiar las cosas de una vez por
Todas.
Se me negó la Palabra como
Medida cautelar: mis palabras
Siempre fueron letales para el Poder
Siempre fueron peligrosas
Siempre destruyeron todo lo que
Tocaron, por eso operé siempre
En la clandestinidad.
Así que mis operaciones nada tenían
Que ver con la Palabra, tenían que
Ver con símbolos y destruir esos
Símbolos. Pero nuevamente fracasé y
Todo debía volver a empezar,
Cayendo en los círculos infinitos
Del tiempo producido por los
Chalecos farmacológicos
Con los que los psiquiatras mercenarios;
Operadores del Poder que trataban de aniquilar
Mi lenguaje hasta llegar a mi cuerpo.
Y estos santurrones no advirtieron los
Efectos colaterales...
Y la amenaza creció
Y con mas fuerza dentro mío.

Mientras crecía
Me dediqué a ser el contratista
De un país anacrónico, lisérgico
Que me benefició otra vez
Pero en tiempos de democracia.
Pude embolsarme un P.B.I
Para indemnizarme por todas
Las estafas a las que fui sometido
Desde la fundación.

Pero el Poder no se quedó callado
Otra vez entablamos juicios
De Lesa Humanidad
Otra vez el desfile de los cadáveres
Por tribunales
Otra vez los Vuelos de la muerte
Y el Fusilamiento de Aramburu
Otra vez las tumbas al ras de la tierra
Y las fosas de las vías de La 21
Otra vez me vi arrojando a los condenados
A sus sepulcros
Y olvidarlos en la tierra
Negarles su memoria.

El país me hacía rico y poderoso
Con cada cadáver que sepultaba.

Finalmente fui condenado
Y exiliado en la plazoleta
De la embajada de Francia.

Pero antes los psiquiatras
Me exiliaron dentro de mí
Y caí en espirales infinitos
Donde todo ocurría otra vez
Y yo era el verdugo
Y la víctima;
El Montonero
Y el comandante;
El ejecutor y el ejecutado.
Mi cuerpo era Desaparecido
Con mis memorias
Memorias que eran freídas
Con descargas eléctricas
Por militares
Militantes
Y milicos.

Fue en esa plazoleta
En donde veía las marchas
De Derecha e Izquierda
Que supe que la Revolucíon
Era otra estafa:( llegué hasta una parilla
Repleta de chorizos, humo y grasa
Mientras por los altoparlantes
Se mencionaba al pueblo, a los desclasados
Por el sistema, a los pobres. Y yo, y mi amigo
Con nuestras bolsas negras sobre nuestros
Hombros nos decimos:¡Por fin,
Hemos llegado a nuestro lugar
Con nuestros compañeros
Estamos en casa, vamos a poder comer!)
(Pero no. El estudiante marxista
Que atiende la parrila no logra reconocer
A un pobre real de un pobre de fotocopia
Y nos niega el símbolo, el pan
Con el chorizo caliente, nos dice que
Somos negros de mierda, vagos
Y nos hecha. Dejamos la plaza.
El estudiante agrega:¡Yo decía negros de mente!
Y esa voz que grita sobre el pueblo
La Revolución
Los compañeros. Revolvemos un canasto
De basura, todavía se escucha a esa voz.
Yo le pregunto a mi amigo:
¿A qué pueblo le hablaran?
Él me dice: el marxismo
Es el opio de la izquierda).

 Supe, que el día
Que terminara mi exilio
Debía volver a casa de mis padres
Supe que Izquierda y Derecha
Son hermanas siamesas
Supe que la Verdadera Revolución
Estaba y está en mi cuerpo.

El tren de fugitivos me devolvió
A mi hogar. Llevo la piel pegada
A los huesos y mis resentimientos
Son tantos como los delitos
Que cometí en nombre de la Revolción
Y del Pueblo. Camino por un descampado
Que está antes de llegar a casa
Voy acariciando el pasto seco, amarillo.
Al llegar golpeo la puerta
Me fundo en una abrazo con mamá y papá.

"Y de la única Revolución
De la que hoy me siento parte",
Le digo al entrevistador,
"Es la de cuidar a mi padre
Y honrar la memoria de mi madre."












miércoles, 20 de febrero de 2019

Escribo porque:

Ahora que al día

Le corresponde el sol

Y a la noche la luna

Que mi pulso es firme

Y ya no temblequea por

La abstinencia

Que la fiebre ha pasado

Me gustaría decir

Una o dos verdades:



Escribo porque

Puedo

Quiero

Y me gusta.



Escribo porque un día

Supe que debía contar

Mi historia y la de mi familia;

Porque si no todo esto se

Perderá en el tiempo.



Escribo porque la muerte

Me ha indultado

Pero de a un día a la vez.



Escribo porque un pájaro

Se posó en el alero de casa

Y su canto inflamó mi espíritu

Dejándome como un farsante

Al tratar de ser poeta.



Escribo por las instituciones

Que me formaron para el fracaso

Y fracasaron en su intento.



Escribo por mis amigos

Que ya no están

Y nos los pude abrazar

Y decirles que los quería.



Escribo por mis hermanos nonatos

Para que el error de mi madre

No me consuma y pueda

Redimir sus nombres

Que están anexados a mí.



Escribo para que la melancolía

Que alimento el cáncer de mamá

No alimente mi enfermedad.



Escribo porque es mi pasión.



Escribo para burlarme de las dictaduras

De Derecha e Izquierda.



Escribo porque un día supe

Que escribir era Realmente

Lo que me gustaba.



Escribo cuando me siento bien

Cuando me siento mal

Cuando estoy aburrido

Cuando el día declina

Cuando amanece

Cuando hay un funeral

O una corrida cambiaria.



Escribo por ese amor

Que ya dejé de buscar

Y por ese amor que me está buscando.



Escribo porque alguna vez

Anduve perdido sin familia

Ni patria, recorriendo calles

Tristes, tarros de basura

E inhalando la esencia

De la muerte en cada esquina.



Escribo porque en mi vida

Todo es exceso;

Incluyendo el lenguaje.



Escribo por mi tío

Que murió desangrándose

El brazo izquierdo

Pensando que yo moriría

En calle de sobredosis

O h.i.v. Escribo por que él

Me enseñó el hábito de la lectura

Y el de los libros usados.



Escribo por la sencilla razón de escribir, ya sea en un café, en el piso de la universidad, en la sala de un hospital velando por alguien o porque mi visión psicótica de la realidad me estimula a hacerlo. Escribo por que la ansiedad ya no es mi enemiga, y puedo ordenar mis pensamientos a través de las palabras, para purgar las memorias que se van acumulando. Escribo, a veces, sin ton ni son. Escribo para ordenarme, redimirme y crear una versión un poco más mejorada de mí. Escribo por que este río perenne que me atraviesa no se desborde. Escribo para que no se abarroten las palabras en mi garganta y me cierren el pecho y la muerte me juegue una mala pasada. Escribo porque hoy viví 24 horas más.



"Escribo porque algo me duele",

Dice la novela de una gran amigo mío.



Escribo para que todo esto tenga sentido

Y si escribiendo llego a la vejez

Pueda decir algún día:

"Porque escribí estoy vivo".










Escribo porque:

Ahora que al día
Le corresponde el sol
Y a la noche la luna
Que mi pulso es firme
Y ya no temblequea por
La abstinencia
Que la fiebre ha pasado
Me gustaría decir
Una o dos verdades:

Escribo porque
Puedo
Quiero
Y me gusta.

Escribo porque un día
Supe que debía contar
Mi historia y la de mi familia;
Porque si no todo esto se
Perderá en el tiempo.

Escribo porque la muerte
Me ha indultado
Pero de a un día a la vez.

Escribo porque un pájaro
Se posó en el alero de casa
Y su canto inflamó mi espíritu
Dejándome como un farsante
Al tratar de ser poeta.

Escribo por las instituciones
Que me formaron para el fracaso
Y fracasaron en su intento.

Escribo por mis amigos
Que ya no están
Y nos los pude abrazar
Y decirles que los quería.

Escribo por mis hermanos nonatos
Para que el error de mi madre
No me consuma y pueda
Redimir sus nombres
Que están anexados a mí.

Escribo para que la melancolía
Que alimento el cáncer de mamá
No alimente mi enfermedad.

Escribo porque es mi pasión.

Escribo para burlarme de las dictaduras
De Derecha e Izquierda.

Escribo porque un día supe
Que escribir era Realmente
Lo que me gustaba.

Escribo cuando me siento bien
Cuando me siento mal
Cuando estoy aburrido
Cuando el día declina
Cuando amanece
Cuando hay un funeral
O una corrida cambiaria.

Escribo por ese amor
Que ya dejé de buscar
Y por ese amor que me está buscando.

Escribo porque alguna vez
Anduve perdido sin familia
Ni patria, recorriendo calles
Tristes, tarros de basura
E inhalando la esencia
De la muerte en cada esquina.

Escribo porque en mi vida
Todo es exceso;
Incluyendo el lenguaje.

Escribo por mi tío
Que murió desangrándose
El brazo izquierdo
Pensando que yo moriría
En calle de sobredosis
O h.i.v. Escribo por que él
Me enseñó el hábito de la lectura
Y el de los libros usados.

Escribo por la sencilla razón de escribir, ya sea en un café, en el piso de la universidad, en la sala de un hospital velando por alguien o porque mi visión psicótica de la realidad me estimula a hacerlo. Escribo por que la ansiedad ya no es mi enemiga, y puedo ordenar mis pensamientos a través de las palabras, para purgar las memorias que se van acumulando. Escribo, a veces, sin ton ni son. Escribo para ordenarme, redimirme y crear una versión un poco más mejorada de mí. Escribo por que este río perenne que me atraviesa no se desborde. Escribo para que no se abarroten las palabras en mi garganta y me cierren el pecho y la muerte me juegue una mala pasada. Escribo porque hoy viví 24 horas más.

"Escribo porque algo me duele",
Dice la novela de una gran amigo mío.

Escribo para que todo esto tenga sentido
Y si escribiendo llego a la vejez
Pueda decir algún día:
"Porque escribí estoy vivo".




lunes, 18 de febrero de 2019

Virgen de Itatí

   Graciela despierta en la madrugada. Prende el velador para mirar a su bebé. Está agitado y tiene mucha fiebre; le cuesta respirar. Se levanta, se pone las ojotas y se dirige a la pieza de su madre. La toca suavemente y le habla despacio para no asustarla. Su madre despierta, la mira extrañada. Le dice que su bebé está agitado y tiene mucha fiebre. Su madre le dice que vaya a avisarle a su marido. Le vuelve a reprochar y hacerle acordar que haberse casado con ese vago y borracho fue un error. Graciela no tiene ganas de pelear, solo le preocupa la salud de su bebé. Se viste, se abriga y sale a buscar a su marido, que seguro está tomando en la casa del padre.

   El frío es cortante y hay neblina. Tiene que caminar dos cuadras para llegar a donde está su marido encerrado, tomando hace unos días. Lo último que supo de él, es que lo habían hechado de la fábrica de vidrio. Que cobró la indemnización y no aportó nada para ella y su bebé. Ahora solo quiere que la acompañe al hospital.

   En la esquina hay un par de vagos, la conocen, no le dicen nada. Ellos siguen escabiando al pie de un fuego que hicieron para estar mas cómodos en el frío. Ella ni siquiera los mira. Solo quiere encontrar a su marido y llevar al bebé al hospital. Llega a la casa de su suegro. Golpea las manos, se siente música desde adentro de la casa.

   Su suegro sale a recibirla, está totalmente borracho. La mira con desprecio, con repugnancia. "Qué querés paraguaya", le dice y luego escupe al suelo. Ella le pregunta por Rodolfo, le dice que el bebé está enfermo y hay que llevarlo al hospital. El suegro le dice que Rodolfo está ocupado y que no va a ir a ningún lado, menos con una paraguaya como ella. Graciela comienza a llorar, le pregunta por qué Rodolfo volvió a perder un trabajo."¡No se da cuenta de que ahora tiene un hijo, por qué no sale a dar la cara!". Grita fuerte para que su marido la escuche y salga. Pero no sale. El viejo le dice que se vaya. Ella le dice que tiene que conseguir otro trabajo, que ella no se puede hacer cargo sola del bebé. "¡Rodolfo no necesita trabajar. Mientras yo esté vivo Rodolfo no va trabajar". El vieja la hecha. Desde adentro de la casa los borrachos lo llaman al viejo para que siga la joda. Ella se va llorando. Vuelve a arrepentirse de haberse casado. Vuelve a arrepentirse de no haber escuchado a su madre. Antes de entrar a su casa se limpia las lágrimas.

   Su madre tiene al bebé en brazos. No le pregunta nada. Ya sabe lo que pasó, no es el momento de reproches. Sus ojos hinchados y cristalinos lo dicen todo. Su madre la acompaña hasta la parada del colectivo. Antes de subir le da un beso a ella y al bebé.





   Por suerte la guardia del Hospital de niños no se encuentra abarrotada como otros días. Espera medía hora y la atienden con su bebé. Un doctor le pregunta por los síntomas. Ella le dice que está muy agitado, que tiene fiebre y le silba el pecho. El doctor lo examina con el estetóscopio. Luego una enfermera se lleva al bebé para otra sala y el doctor sale con ella para el pasillo. El doctor le explica que puede ser un soplo en el corazón, algo congénito, que hay que evaluarlo para ver el grado y si es necesario otro tratamiento, o quizás, cirugía. La conjunción de esas tres palabras, soplo-corazón-cirugía la devastan. Llora frente al doctor, se siente avergonzada y dolida a la vez. El doctor trata de calmarla, le dice que no se adelante, que deje que se hagan los estudios y que si es benigno con el trascurso de los años el soplo desaparecerá. Deja de llorar, el médico la deja. Ella se sienta en un banco. Se siente mal. Lo único que quiere es estar con su bebé y tenerlos en sus brazos. Mira al piso. Cerca de ella hay un papel. Llama su atención. Lo levanta y descubre que es una estampilla de la virgen de Itatí. La toma entre sus dos manos y vuelve a llorar con la imagen de la virgen. Le hace una promesa. Le promete ir a Corrientes si lo que tiene su hijo no es nada grave o puede corregirse con los años. Le promete una y otra vez entre llanto y llanto en la soledad del pasillo. Finalmente se duerme sobre el banco con la estampilla.



   La despierta la mano del médico. Se sienta a su lado, está sonriendo. Le dice que el soplo es benigno, que con el tiempo se va a corregir solo, que no hay de que preocuparse por ahora pero se va a tener que quedar con el bebé un día para hacer otras observaciones. Ella sonríe y llora, pero ahora de alegría. "¡Gracias doctor!", le dice ella. El doctor le dice que no hay nada que agradecer. Luego la hacen pasar para estar con el bebé. Ella en ningún momento suelta la estampilla de su mano.





   Graciela no pudo cumplir con su promesa de ir a Corrientes para agradecerle a la virgen. El cáncer no se lo permitió. A su hijo cuando creció le contó más de una vez de esa noche y de esa promesa. Ese bebé que ha crecido y que recuerda la promesa que hizo su madre, hoy está a punto de cumplirla.






































Virgen de Itatí

   Graciela despierta en la madrugada. Prende el velador para mirar a su bebé. Está agitado y tiene mucha fiebre; le cuesta respirar. Se levanta, se pone las ojotas y se dirige a la pieza de su madre. La toca suavemente y le habla despacio para no asustarla. Su madre despierta, la mira extrañada. Le dice que su bebé está agitado y tiene mucha fiebre. Su madre le dice que vaya a avisarle a su marido. Le vuelve a reprochar y hacerle acordar que haberse casado con ese vago y borracho fue un error. Graciela no tiene ganas de pelear, solo le preocupa la salud de su bebé. Se viste, se abriga y sale a buscar a su marido, que seguro está tomando en la casa del padre.
   El frío es cortante y hay neblina. Tiene que caminar dos cuadras para llegar a donde está su marido encerrado, tomando hace unos días. Lo último que supo de él, es que lo habían hechado de la fábrica de vidrio. Que cobró la indemnización y no aportó nada para ella y su bebé. Ahora solo quiere que la acompañe al hospital.
   En la esquina hay un par de vagos, la conocen, no le dicen nada. Ellos siguen escabiando al pie de un fuego que hicieron para estar mas cómodos en el frío. Ella ni siquiera los mira. Solo quiere encontrar a su marido y llevar al bebé al hospital. Llega a la casa de su suegro. Golpea las manos, se siente música desde adentro de la casa.
   Su suegro sale a recibirla, está totalmente borracho. La mira con desprecio, con repugnancia. "Qué querés paraguaya", le dice y luego escupe al suelo. Ella le pregunta por Rodolfo, le dice que el bebé está enfermo y hay que llevarlo al hospital. El suegro le dice que Rodolfo está ocupado y que no va a ir a ningún lado, menos con una paraguaya como ella. Graciela comienza a llorar, le pregunta por qué Rodolfo volvió a perder un trabajo."¡No se da cuenta de que ahora tiene un hijo, por qué no sale a dar la cara!". Grita fuerte para que su marido la escuche y salga. Pero no sale. El viejo le dice que se vaya. Ella le dice que tiene que conseguir otro trabajo, que ella no se puede hacer cargo sola del bebé. "¡Rodolfo no necesita trabajar. Mientras yo esté vivo Rodolfo no va trabajar". El vieja la hecha. Desde adentro de la casa los borrachos lo llaman al viejo para que siga la joda. Ella se va llorando. Vuelve a arrepentirse de haberse casado. Vuelve a arrepentirse de no haber escuchado a su madre. Antes de entrar a su casa se limpia las lágrimas.
   Su madre tiene al bebé en brazos. No le pregunta nada. Ya sabe lo que pasó, no es el momento de reproches. Sus ojos hinchados y cristalinos lo dicen todo. Su madre la acompaña hasta la parada del colectivo. Antes de subir le da un beso a ella y al bebé.


   Por suerte la guardia del Hospital de niños no se encuentra abarrotada como otros días. Espera medía hora y la atienden con su bebé. Un doctor le pregunta por los síntomas. Ella le dice que está muy agitado, que tiene fiebre y le silba el pecho. El doctor lo examina con el estetóscopio. Luego una enfermera se lleva al bebé para otra sala y el doctor sale con ella para el pasillo. El doctor le explica que puede ser un soplo en el corazón, algo congénito, que hay que evaluarlo para ver el grado y si es necesario otro tratamiento, o quizás, cirugía. La conjunción de esas tres palabras, soplo-corazón-cirugía la devastan. Llora frente al doctor, se siente avergonzada y dolida a la vez. El doctor trata de calmarla, le dice que no se adelante, que deje que se hagan los estudios y que si es benigno con el trascurso de los años el soplo desaparecerá. Deja de llorar, el médico la deja. Ella se sienta en un banco. Se siente mal. Lo único que quiere es estar con su bebé y tenerlos en sus brazos. Mira al piso. Cerca de ella hay un papel. Llama su atención. Lo levanta y descubre que es una estampilla de la virgen de Itatí. La toma entre sus dos manos y vuelve a llorar con la imagen de la virgen. Le hace una promesa. Le promete ir a Corrientes si lo que tiene su hijo no es nada grave o puede corregirse con los años. Le promete una y otra vez entre llanto y llanto en la soledad del pasillo. Finalmente se duerme sobre el banco con la estampilla.

   La despierta la mano del médico. Se sienta a su lado, está sonriendo. Le dice que el soplo es benigno, que con el tiempo se va a corregir solo, que no hay de que preocuparse por ahora pero se va a tener que quedar con el bebé un día para hacer otras observaciones. Ella sonríe y llora, pero ahora de alegría. "¡Gracias doctor!", le dice ella. El doctor le dice que no hay nada que agradecer. Luego la hacen pasar para estar con el bebé. Ella en ningún momento suelta la estampilla de su mano.


   Graciela no pudo cumplir con su promesa de ir a Corrientes para agradecerle a la virgen. El cáncer no se lo permitió. A su hijo cuando creció le contó más de una vez de esa noche y de esa promesa. Ese bebé que ha crecido y que recuerda la promesa que hizo su madre, hoy está a punto de cumplirla.


















jueves, 14 de febrero de 2019

"Te  voy a hacer un puntitos",

Dice el cirujano.



Mientras trata de unir la piel

Que se ha separado en mi

Frente.



Otra vez quise asesinar a mi

Hermano.



Pero él aprendió a defenderse

Y él mismo me ha marcado.



"Te voy a hacer unos puntitos",

Dice el cirujano,

Y veo los estigmas de la crucifixión

En su mano, mientras pasa

La aguja y el hilo por mi piel.



En cada punto estira el hilo

Y le da dos golpecitos.



"Te hice 9 puntos,

Un punto por cada pulgada."

"9 pulgadas tenían

Los clavos que hace mucho

Laceraron mi carne",

Dice el cirujano

Extendiendo las palmas

De sus manos

Y dejando ver las marcas.



"Si te duele la cabeza vení

Enseguida", dice.

"Con esta marca nadie se va atrever

A asesinarte."



Hoy cuando desperté

Y fui al baño, me vi en el espejo

Los 9 puntos siguen intactos.



Pasaron 12 años

Y todavía sigo pensando que todo

Esto fue un sueño.










"Te  voy a hacer un puntitos",
Dice el cirujano.

Mientras trata de unir la piel
Que se ha separado en mi
Frente.

Otra vez quise asesinar a mi
Hermano.

Pero él aprendió a defenderse
Y él mismo me ha marcado.

"Te voy a hacer unos puntitos",
Dice el cirujano,
Y veo los estigmas de la crucifixión
En su mano, mientras pasa
La aguja y el hilo por mi piel.

En cada punto estira el hilo
Y le da dos golpecitos.

"Te hice 9 puntos,
Un punto por cada pulgada."
"9 pulgadas tenían
Los clavos que hace mucho
Laceraron mi carne",
Dice el cirujano
Extendiendo las palmas
De sus manos
Y dejando ver las marcas.

"Si te duele la cabeza vení
Enseguida", dice.
"Con esta marca nadie se va atrever
A asesinarte."

Hoy cuando desperté
Y fui al baño, me vi en el espejo
Los 9 puntos siguen intactos.

Pasaron 12 años
Y todavía sigo pensando que todo
Esto fue un sueño.




Vuelven los colectivos al barrio

Llenos de esperanzas y promesas,

Pero un estómago

No se llena con promesas.



En el almacén no hay crédito

Ya fueron suficientes promesas.



Recuerdo que mis pelotas

De malabares están rellenas con polenta.



Y con sumo cuidado saco el grano

Y los pongo a hervir en la olla.



La polenta sabe bien, seca, con aceite

Y granos de tierra.



Un verdadero manjar para un estómago

Que no espera nada de las promesas

Que se difunden en la plaza.







El día vuelve a empezar

Salgo para la avenida

A buscar un tren.

Un abuelo va para el comedor

Con su tapper. La única comida

Que va a recibir en el día; el resto es

Mate y mate, radio y ver lo

Poco de vida que le queda

En este barrio al que está condenado.



El abuelo llega con su tapper,

Los chicos salen del comedor

Con una fruta.



En el camino El Chino me dice

Que están buscando gente

Para la próxima marcha:"Hay 200 mangos",

Es el gancho al que nadie se resiste.



Lo dejo con su promesa

Yo también voy a buscar mis promesas

Mis esperanzas, en esas monedas

Que me da el semáforo.



Un estómago no se llena con promesas

Me digo,

Mientras lo saludo al abuelo Franco

Que vuelve del comedor con su tupper.




















Vuelven los colectivos al barrio
Llenos de esperanzas y promesas,
Pero un estómago
No se llena con promesas.

En el almacén no hay crédito
Ya fueron suficientes promesas.

Recuerdo que mis pelotas
De malabares están rellenas con polenta.

Y con sumo cuidado saco el grano
Y los pongo a hervir en la olla.

La polenta sabe bien, seca, con aceite
Y granos de tierra.

Un verdadero manjar para un estómago
Que no espera nada de las promesas
Que se difunden en la plaza.



El día vuelve a empezar
Salgo para la avenida
A buscar un tren.
Un abuelo va para el comedor
Con su tapper. La única comida
Que va a recibir en el día; el resto es
Mate y mate, radio y ver lo
Poco de vida que le queda
En este barrio al que está condenado.

El abuelo llega con su tapper,
Los chicos salen del comedor
Con una fruta.

En el camino El Chino me dice
Que están buscando gente
Para la próxima marcha:"Hay 200 mangos",
Es el gancho al que nadie se resiste.

Lo dejo con su promesa
Yo también voy a buscar mis promesas
Mis esperanzas, en esas monedas
Que me da el semáforo.

Un estómago no se llena con promesas
Me digo,
Mientras lo saludo al abuelo Franco
Que vuelve del comedor con su tupper.









En la calle de tierra

Un charco,

En el charco

Unos gorriones se bañan

Se divierten.



El sol declina atrás de la plaza

Lo eucaliptus agitan sus brazos

El viento silba entre su ramas.



Riego los fresnos y todas estas

Palabras e imágenes ya las he

Usado más de una vez.



Donde poso mi mirada

Hay un objeto

Y a ese objeto una palabra

Le corresponde.



Donde poso mi mirada hay

Mundo

Y si hay mundo

Hay lenguaje.



No hay nada que se le escape

Al lenguaje.



"Nada se le escapa", pienso

Y quedo ensimismado

En mis pensamientos

Mientras mis vecinos saludan

Al cadáver de sus enemigos

Que pasan por la calle.



Lo surreal también es mundo

Y si el mundo es lenguaje

Voy a aprovechar todas las posibilidades

Que me brinde la gramática

Para crear mundos:

Algunos como este

Otros no tanto

Otros deformados

Otros utópicos

Otros totalmente abstractos.



Voy a crear tantos mundos posibles

Para traer desde lo profundo de mi interior

Esos sentimientos, imágenes y mundos

En donde el lenguaje nunca pudo llegar.



Es que hacia adentro

El lenguaje sí es insuficiente.



Por eso el charco, la calle de tierra

Los eucaliptus y los gorriones

Siempre son los mismos

Las mismas palabras.



Sin embargo este sentimiento

Todavía no tiene palabras

O imágenes.



Sonrío por eso

Mientras los vecinos saludan

A los cadáveres de sus enemigos.



Yo sigo regando

Me reservo a mi mundo.



¿Veré algún día ese mundo sin lenguaje?



"Muy pronto", dice unos de mis vecinos

Dejando un ramos de rosas sobre el ataúd.



Muy pronto, repito

Dejando la manguera en la vereda

Y yendo a cerrar la canilla.










En la calle de tierra
Un charco,
En el charco
Unos gorriones se bañan
Se divierten.

El sol declina atrás de la plaza
Lo eucaliptus agitan sus brazos
El viento silba entre su ramas.

Riego los fresnos y todas estas
Palabras e imágenes ya las he
Usado más de una vez.

Donde poso mi mirada
Hay un objeto
Y a ese objeto una palabra
Le corresponde.

Donde poso mi mirada hay
Mundo
Y si hay mundo
Hay lenguaje.

No hay nada que se le escape
Al lenguaje.

"Nada se le escapa", pienso
Y quedo ensimismado
En mis pensamientos
Mientras mis vecinos saludan
Al cadáver de sus enemigos
Que pasan por la calle.

Lo surreal también es mundo
Y si el mundo es lenguaje
Voy a aprovechar todas las posibilidades
Que me brinde la gramática
Para crear mundos:
Algunos como este
Otros no tanto
Otros deformados
Otros utópicos
Otros totalmente abstractos.

Voy a crear tantos mundos posibles
Para traer desde lo profundo de mi interior
Esos sentimientos, imágenes y mundos
En donde el lenguaje nunca pudo llegar.

Es que hacia adentro
El lenguaje sí es insuficiente.

Por eso el charco, la calle de tierra
Los eucaliptus y los gorriones
Siempre son los mismos
Las mismas palabras.

Sin embargo este sentimiento
Todavía no tiene palabras
O imágenes.

Sonrío por eso
Mientras los vecinos saludan
A los cadáveres de sus enemigos.

Yo sigo regando
Me reservo a mi mundo.

¿Veré algún día ese mundo sin lenguaje?

"Muy pronto", dice unos de mis vecinos
Dejando un ramos de rosas sobre el ataúd.

Muy pronto, repito
Dejando la manguera en la vereda
Y yendo a cerrar la canilla.




Finalmente

La represa se ha roto

Se ha desbordado

Ha liberado su caudal

Y fluye embravecido.



Esa represa

Que no dejaba conectar

Los sentimientos

Con el lenguaje

Que acumuló tensión

De ambos lados

Hoy se ha roto.



Esa represa

Construida sutilmente

A través de los años

Con antidepresivos

Alcohol

Anticonvulsivos

Marihuana

Antipsicóticos

Cocaína

Antiparkinsonianos

Pasta base; y todos estos materiales

Ligados por resentimientos

A mi padre

A mi madre

A mi familia

A todas las instituciones que habité

A los abusos físicos

Sexuales

Emocionales y espirituales

A la sensación de no pertenecer a nada

Ni siquiera a mi propio cuerpo.



Una represa indestructible

Que el lenguaje y los sentimientos

Han destruido.



Ahora el agua fluye brava y mansa

A la vez.

Mantengo su nivel con cada palabra

Escrita.

Su rumor se hace sentir

Como el garrapatéo de la lapicera

Sobre la hoja.



El caudal sigue su curso

Más allá de la represa.

Va llevando palabras, poemas:

La literatura que siempre

Esperó por ser escrita

Y ahora ya no se detendrá.



Me senté a un lado de la represa

La luz solar que se reflejaba

En el agua salvaje

Destellaba chispas cristalinas.



Mientras escribía me decía:

"Esto es lo que buscaste

Toda tu vida."






Finalmente
La represa se ha roto
Se ha desbordado
Ha liberado su caudal
Y fluye embravecido.

Esa represa
Que no dejaba conectar
Los sentimientos
Con el lenguaje
Que acumuló tensión
De ambos lados
Hoy se ha roto.

Esa represa
Construida sutilmente
A través de los años
Con antidepresivos
Alcohol
Anticonvulsivos
Marihuana
Antipsicóticos
Cocaína
Antiparkinsonianos
Pasta base; y todos estos materiales
Ligados por resentimientos
A mi padre
A mi madre
A mi familia
A todas las instituciones que habité
A los abusos físicos
Sexuales
Emocionales y espirituales
A la sensación de no pertenecer a nada
Ni siquiera a mi propio cuerpo.

Una represa indestructible
Que el lenguaje y los sentimientos
Han destruido.

Ahora el agua fluye brava y mansa
A la vez.
Mantengo su nivel con cada palabra
Escrita.
Su rumor se hace sentir
Como el garrapatéo de la lapicera
Sobre la hoja.

El caudal sigue su curso
Más allá de la represa.
Va llevando palabras, poemas:
La literatura que siempre
Esperó por ser escrita
Y ahora ya no se detendrá.

Me senté a un lado de la represa
La luz solar que se reflejaba
En el agua salvaje
Destellaba chispas cristalinas.

Mientras escribía me decía:
"Esto es lo que buscaste
Toda tu vida."


El árido paisaje de la muerte

Las emanaciones viscosas

De una ciudad que pierde sus formas

Frente a sus ojos:



Y sus ojos se enrojecen

Sus pupilas se dilatan

La carne se hace lánguida

Con cada pinchazo

En el asiento trasero

De un Fiat 600.



El h.i.v recorre

Su torrente sanguíneo

Los resentimientos

Lo alimentan día a día

Y la cocaína con ketalar

Le hace más fácil al virus

Deteriorar el sistema

Inmunológico.



Nadie lo sabe

Pero cuando rompe

Los vidrios de las fititos

Y se introduce

Para calentar la cuchara

Preparar el torniquete

Y taladrar la única vena

Que le queda sana, es solo

Para revivir el recuerdo

Más feliz de su infancia;

Paseando con padre

En un fiat 600 nuevo

Su madre de acompañante

Y él y su hermana

En el asiento trasero jugando

Y maravillándose con los lugares

Que visitaban:

La costanera

El zoológico

El jardín botánico

La casa del tío Efraín en el campo

La angustia de volver los domingos

En la tarde.



La luna rueda sobre él

Y el fitito de vidrios rotos.



Sus delirios son nítidos

Efervescentes:

La ciudad sigue perdiendo

Sus formas en las emanaciones viscosas

Que la aguja-muerte le presenta:

Esta parca no tiene una hoz

Lleva una aguja descartable

Y él está enamorado de ella.



Luego de los delirios felices

Su consciencia (como siempre)

Lo lleva hacia el dolor, la tortura.

Siente en su interior al virus recorrerlo

Creciendo y buscando la enfermedad

Que lo terminará consumiendo.



Vuelve a calentar la cuchara

Y mientras realiza el trámite

Recuerda a quien le contagió

El bicho.



El veneno burbujea en la cuchara

(Recoje el 22 de abajo de una

Puesto de diarios)

Succiona el veneno con la aguja

(Tiene el 22 en la cintura)

El torniquete delata la vena

(Abre la puerta del bar y camina

Hacia la mesa)

La aguja está adentro

La sangre se mezcla con el veneno

(Llega hasta su mesa

Le apoya el 22 en la rodilla, gatilla

Y no escucha el grito y los gritos

Ni ve la sangre infestada

Que sale de la rodilla destruida)

El veneno está nuevamente en el

Torrente sanguíneo;

La luna sigue rodando sobre él

Y el fitito de vidrios rotos.

Y él sonríe

Porque está paseando

Con su padre, su madre

Juega con su hermana.



La luna todavía sigue girando sobre él.












El árido paisaje de la muerte
Las emanaciones viscosas
De una ciudad que pierde sus formas
Frente a sus ojos:

Y sus ojos se enrojecen
Sus pupilas se dilatan
La carne se hace lánguida
Con cada pinchazo
En el asiento trasero
De un Fiat 600.

El h.i.v recorre
Su torrente sanguíneo
Los resentimientos
Lo alimentan día a día
Y la cocaína con ketalar
Le hace más fácil al virus
Deteriorar el sistema
Inmunológico.

Nadie lo sabe
Pero cuando rompe
Los vidrios de las fititos
Y se introduce
Para calentar la cuchara
Preparar el torniquete
Y taladrar la única vena
Que le queda sana, es solo
Para revivir el recuerdo
Más feliz de su infancia;
Paseando con padre
En un fiat 600 nuevo
Su madre de acompañante
Y él y su hermana
En el asiento trasero jugando
Y maravillándose con los lugares
Que visitaban:
La costanera
El zoológico
El jardín botánico
La casa del tío Efraín en el campo
La angustia de volver los domingos
En la tarde.

La luna rueda sobre él
Y el fitito de vidrios rotos.

Sus delirios son nítidos
Efervescentes:
La ciudad sigue perdiendo
Sus formas en las emanaciones viscosas
Que la aguja-muerte le presenta:
Esta parca no tiene una hoz
Lleva una aguja descartable
Y él está enamorado de ella.

Luego de los delirios felices
Su consciencia (como siempre)
Lo lleva hacia el dolor, la tortura.
Siente en su interior al virus recorrerlo
Creciendo y buscando la enfermedad
Que lo terminará consumiendo.

Vuelve a calentar la cuchara
Y mientras realiza el trámite
Recuerda a quien le contagió
El bicho.

El veneno burbujea en la cuchara
(Recoje el 22 de abajo de una
Puesto de diarios)
Succiona el veneno con la aguja
(Tiene el 22 en la cintura)
El torniquete delata la vena
(Abre la puerta del bar y camina
Hacia la mesa)
La aguja está adentro
La sangre se mezcla con el veneno
(Llega hasta su mesa
Le apoya el 22 en la rodilla, gatilla
Y no escucha el grito y los gritos
Ni ve la sangre infestada
Que sale de la rodilla destruida)
El veneno está nuevamente en el
Torrente sanguíneo;
La luna sigue rodando sobre él
Y el fitito de vidrios rotos.
Y él sonríe
Porque está paseando
Con su padre, su madre
Juega con su hermana.

La luna todavía sigue girando sobre él.





domingo, 3 de febrero de 2019

Tatacuá (Cueva de fuego)

   De a poco me voy acercando. Hace 6 meses que construí con un amigo el horno de barro. Hace 6 meses que estoy tratando de llegar a un sabor: el sabor del pan que en mi infancia. De a poco me voy acercando.

   El sabor es un sabor único que no se puede conseguir con hornos a leña de panadería y mucho menos con hornos eléctricos. Mucho menos con bromato o grasa refinada producida industrialmente. El sabor, ese sabor, comienza en la capa superior del pan; en esa costra marrón oscura y casi negra en partes, que cuando se mastica se junta con la harina 0000, la levadura ya fermentada y la grasa casera: una masa homogénea y esponjosa. Comprobé que la grasa (para acercarme a ese sabor) la tengo que hacer yo mismo. Ir a la carnicería, comprar grasa en rama, cortarla en pedazos chiquitos y cocinarla con una buena temperatura en el horno de barro. De este proceso salen dos cosas: la grasa y el chicharrón. Una vez por semana hago pan con chicharrón para los puesteros de la feria del Parque Independencia. El resto de la grasa alcanza para 12 horneadas mas o menos. Y es más económico hacer la grasa si pensamos que el kilo en rama está 6 pesos. A pesar del trabajo que conlleva el costo es bajo. Pero lo que cuenta no es el costo sino el sabor que tiene esta grasa. Grasa que ha freído los pequeños pedazos de carne, nervios, tendones y membranas. Grasa que conserva el sabor de la carne es la que hace la diferencia en ese sabor que busco. De a poco me voy acercando.

   En mayo del año pasado me quedé sin trabajo después de 7 años de servicios ininterrumpidos en una empresa de fumigación. En ningún momento dudé: basta de trabajar para empresarios corruptos y usureros. Basta. Con la indemnización compré los materiales para el horno, compré una amasadora, le pagué a mi amigo que lo construyó y pagué deudas. Tramité el seguro de desempleo. Me toca cobrarlo en la sucursal del Banco nación en Villa Mitre. En frente del banco está el molino Cañuelas. Con la primera cuota del seguro compré dos bolsas de harina. Y ahí definitivamente comenzó la búsqueda. De a poco me voy acercando.

   Hace unos 15 años, en un tratamiento en el que estaba internado, tratando de parar mi locura espiritual, un operador terapéutico me dijo que "un adicto es un buscador". Pero, ¿qué es lo que estoy buscando?, seguramente me haya preguntado en esos días confusos y dolorosos. Al cobrar la primera cuota del seguro, el banco me decía que tenía que acercarme a la municipalidad, a la sección de empleos o bolsa de trabajo, creo recordar. En la entrevista me ofrecieron empleos o posibles empleos varios. Ninguno llegaba a tentarme como para dejar mi proyecto de hacer pan casero al horno de barro. Ya pasaron varios meses de esa entrevista y esos trabajos nunca llegaron. Me quedan 4 cuotas para cobrar del seguro de desempleo. A veces es mejor no esperar promesas del Estado. "Lo que yo busco es hacer pan casero en un horno de barro, señorita funcionaria. Hace 15 años no sabía lo que buscaba; hoy lo sé. No quiero trabajar para el Estado, no quiero trabajar 8 horas, ni 12 horas, ni tranzar con gremios, sindicatos, delegados mafiosos, ni dejar mi salud por las ganancias de un explotador que cree que me esta haciendo un favor estafándome con mis aportes. Señorita funcionaria: sé lo que estoy buscando. Hace 15 años no lo sabía, hoy los sé". De a poco me voy acercando.

   En el 88 vivía con mi tía, mi tío, mis primas y mi abuela en un rancho en Villa Serra. En esa época todavía no existía el Barrio Spurr. Spurr era una chacra con vacas y liebres que corrían por todos lados. Nosotros vivíamos en Harris, justo en frente de la chacra. De las 7 personas que habitaban la casa solo trabajaba mi tío. Muchas bocas para alimentar. Mi abuela, como gran luchadora, se puso a amasar pan y darnos a mí y a mis primas para que vendiéramos. A mis primas les costaba porque ya empezaban a ser adolescentes y les daba vergüenza ser reconocidas por sus compañeros de la escuela. A mí me iba bien. Con lo que salía, lo vendía enseguida. Aparte de aportar para la olla, mi abuela empezó a ahorrar dinero para ir al cine. Lo que había en cartelera ese invierno era Dirty dancing  y Las aventuras de Chatrán. Fue un acontecimiento. Fue un sábado en el cine Victoria, hoy Tiendas Castellanas. Era una función doble en la matiné y nos quedamos a ver dos veces Las aventuras de Chatrán. De a poco me voy a acercando.

   

   De a poco me voy acercando; a ese taper de plástico duro, color verde oliva, que tenía impresas en en la base Tupperware, que cubría con un repasador para que el pan no pierda temperatura. De poco me voy acercando a mi abuela amasando sobre la madera de una mesa añejada, en esa pequeña cocina. De a poco me acerco a sus raíces, al horno de barro, al tatacuá (cueva de fuego) como lo llaman los guaraníes al horno de barro, esos guaraníes que ella habrá visto, calentar el horno y cocinar chipa, pan y sopa paraguaya. Quizás sea eso lo que estoy buscado. Una memoria que está en el fuego, en el barro y en el proceso de hacer pan. Quizás sea eso lo que estoy buscando señor capitalista, señorita funcionaria estatal, señor o señora socialista. Estoy buscando el rastro de mis ancestros en ese barro que está del otro lado del río Pilcomayo.





   Hay un comedor con el colaboro mensualmente. Cada vez que pasan a cobrar dejan un troquel con el valor de la cuota, el mes y una frase. Una de las más recuerdo es la que dice: "La infancia es el lugar en que las cosas pasan por primera vez y para siempre". De a poco me voy a cercando. La costra marrón oscura-casi negra, la masa esponjosa, la grasa con sabor a chicharrón, la leña del laurel que se está secando en el patio, el barro y el fuego.

  ¿Qué es lo que estoy buscando?

Estoy buscando no ser devorado por la vorágine capitalista.

Ya busqué ahí y no encontré nada.

 

 














Tatacuá (Cueva de fuego)

   De a poco me voy acercando. Hace 6 meses que construí con un amigo el horno de barro. Hace 6 meses que estoy tratando de llegar a un sabor: el sabor del pan que en mi infancia. De a poco me voy acercando.
   El sabor es un sabor único que no se puede conseguir con hornos a leña de panadería y mucho menos con hornos eléctricos. Mucho menos con bromato o grasa refinada producida industrialmente. El sabor, ese sabor, comienza en la capa superior del pan; en esa costra marrón oscura y casi negra en partes, que cuando se mastica se junta con la harina 0000, la levadura ya fermentada y la grasa casera: una masa homogénea y esponjosa. Comprobé que la grasa (para acercarme a ese sabor) la tengo que hacer yo mismo. Ir a la carnicería, comprar grasa en rama, cortarla en pedazos chiquitos y cocinarla con una buena temperatura en el horno de barro. De este proceso salen dos cosas: la grasa y el chicharrón. Una vez por semana hago pan con chicharrón para los puesteros de la feria del Parque Independencia. El resto de la grasa alcanza para 12 horneadas mas o menos. Y es más económico hacer la grasa si pensamos que el kilo en rama está 6 pesos. A pesar del trabajo que conlleva el costo es bajo. Pero lo que cuenta no es el costo sino el sabor que tiene esta grasa. Grasa que ha freído los pequeños pedazos de carne, nervios, tendones y membranas. Grasa que conserva el sabor de la carne es la que hace la diferencia en ese sabor que busco. De a poco me voy acercando.
   En mayo del año pasado me quedé sin trabajo después de 7 años de servicios ininterrumpidos en una empresa de fumigación. En ningún momento dudé: basta de trabajar para empresarios corruptos y usureros. Basta. Con la indemnización compré los materiales para el horno, compré una amasadora, le pagué a mi amigo que lo construyó y pagué deudas. Tramité el seguro de desempleo. Me toca cobrarlo en la sucursal del Banco nación en Villa Mitre. En frente del banco está el molino Cañuelas. Con la primera cuota del seguro compré dos bolsas de harina. Y ahí definitivamente comenzó la búsqueda. De a poco me voy acercando.
   Hace unos 15 años, en un tratamiento en el que estaba internado, tratando de parar mi locura espiritual, un operador terapéutico me dijo que "un adicto es un buscador". Pero, ¿qué es lo que estoy buscando?, seguramente me haya preguntado en esos días confusos y dolorosos. Al cobrar la primera cuota del seguro, el banco me decía que tenía que acercarme a la municipalidad, a la sección de empleos o bolsa de trabajo, creo recordar. En la entrevista me ofrecieron empleos o posibles empleos varios. Ninguno llegaba a tentarme como para dejar mi proyecto de hacer pan casero al horno de barro. Ya pasaron varios meses de esa entrevista y esos trabajos nunca llegaron. Me quedan 4 cuotas para cobrar del seguro de desempleo. A veces es mejor no esperar promesas del Estado. "Lo que yo busco es hacer pan casero en un horno de barro, señorita funcionaria. Hace 15 años no sabía lo que buscaba; hoy lo sé. No quiero trabajar para el Estado, no quiero trabajar 8 horas, ni 12 horas, ni tranzar con gremios, sindicatos, delegados mafiosos, ni dejar mi salud por las ganancias de un explotador que cree que me esta haciendo un favor estafándome con mis aportes. Señorita funcionaria: sé lo que estoy buscando. Hace 15 años no lo sabía, hoy los sé". De a poco me voy acercando.
   En el 88 vivía con mi tía, mi tío, mis primas y mi abuela en un rancho en Villa Serra. En esa época todavía no existía el Barrio Spurr. Spurr era una chacra con vacas y liebres que corrían por todos lados. Nosotros vivíamos en Harris, justo en frente de la chacra. De las 7 personas que habitaban la casa solo trabajaba mi tío. Muchas bocas para alimentar. Mi abuela, como gran luchadora, se puso a amasar pan y darnos a mí y a mis primas para que vendiéramos. A mis primas les costaba porque ya empezaban a ser adolescentes y les daba vergüenza ser reconocidas por sus compañeros de la escuela. A mí me iba bien. Con lo que salía, lo vendía enseguida. Aparte de aportar para la olla, mi abuela empezó a ahorrar dinero para ir al cine. Lo que había en cartelera ese invierno era Dirty dancing  y Las aventuras de Chatrán. Fue un acontecimiento. Fue un sábado en el cine Victoria, hoy Tiendas Castellanas. Era una función doble en la matiné y nos quedamos a ver dos veces Las aventuras de Chatrán. De a poco me voy a acercando.
   
   De a poco me voy acercando; a ese taper de plástico duro, color verde oliva, que tenía impresas en en la base Tupperware, que cubría con un repasador para que el pan no pierda temperatura. De poco me voy acercando a mi abuela amasando sobre la madera de una mesa añejada, en esa pequeña cocina. De a poco me acerco a sus raíces, al horno de barro, al tatacuá (cueva de fuego) como lo llaman los guaraníes al horno de barro, esos guaraníes que ella habrá visto, calentar el horno y cocinar chipa, pan y sopa paraguaya. Quizás sea eso lo que estoy buscado. Una memoria que está en el fuego, en el barro y en el proceso de hacer pan. Quizás sea eso lo que estoy buscando señor capitalista, señorita funcionaria estatal, señor o señora socialista. Estoy buscando el rastro de mis ancestros en ese barro que está del otro lado del río Pilcomayo.


   Hay un comedor con el colaboro mensualmente. Cada vez que pasan a cobrar dejan un troquel con el valor de la cuota, el mes y una frase. Una de las más recuerdo es la que dice: "La infancia es el lugar en que las cosas pasan por primera vez y para siempre". De a poco me voy a cercando. La costra marrón oscura-casi negra, la masa esponjosa, la grasa con sabor a chicharrón, la leña del laurel que se está secando en el patio, el barro y el fuego.
  ¿Qué es lo que estoy buscando?
Estoy buscando no ser devorado por la vorágine capitalista.
Ya busqué ahí y no encontré nada.
 
 




Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...