lunes, 25 de febrero de 2019

El exilio

No sé cuanto duró mi exilio

En la embajada de Francia

Llegué derrotado y con hambre

Después de varios intentos de golpe

De Estado. Mi suerte había acabado

Y debía pagar por mis culpas

Exiliado dentro de mi propio

País, el que me prometió

Prosperidad, dinero, éxitos

Y drogas de diseño

De buena calidad. Me supe estafado

Confundido, con mucha bronca.

Así que debía planear con detalle mis

Próximos movimientos para no

Volver a morir en el intento.



El fin de mi exilio fue el

16 de abril del 2009

El comienzo es incierto.

Hoy que mi Cerebro Dañado

Intenta reconstruir el pasado con

Los restos de sus escombros neuronales

Que todavía no han recuperado su

Capacidad, la tarea se vuelve agotadora.



Desde la primera fundación de

Buenos Aires, hasta la Conquista

Del desierto, la Década Infame,

La Revolución Libertadora,

La Triple A y

El Corralito, el cuerpo siempre

Fue el mismo: mi cuerpo.



Debía pagar por mis delitos

En nombre de la Revolución

La que nunca llegó

Y con gran serenidad acepté

Correrme a un lado para que

Los verdaderos seres pensantes

Y revolucionarios pudieran

Cambiar las cosas de una vez por

Todas.

Se me negó la Palabra como

Medida cautelar: mis palabras

Siempre fueron letales para el Poder

Siempre fueron peligrosas

Siempre destruyeron todo lo que

Tocaron, por eso operé siempre

En la clandestinidad.

Así que mis operaciones nada tenían

Que ver con la Palabra, tenían que

Ver con símbolos y destruir esos

Símbolos. Pero nuevamente fracasé y

Todo debía volver a empezar,

Cayendo en los círculos infinitos

Del tiempo producido por los

Chalecos farmacológicos

Con los que los psiquiatras mercenarios;

Operadores del Poder que trataban de aniquilar

Mi lenguaje hasta llegar a mi cuerpo.

Y estos santurrones no advirtieron los

Efectos colaterales...

Y la amenaza creció

Y con mas fuerza dentro mío.



Mientras crecía

Me dediqué a ser el contratista

De un país anacrónico, lisérgico

Que me benefició otra vez

Pero en tiempos de democracia.

Pude embolsarme un P.B.I

Para indemnizarme por todas

Las estafas a las que fui sometido

Desde la fundación.



Pero el Poder no se quedó callado

Otra vez entablamos juicios

De Lesa Humanidad

Otra vez el desfile de los cadáveres

Por tribunales

Otra vez los Vuelos de la muerte

Y el Fusilamiento de Aramburu

Otra vez las tumbas al ras de la tierra

Y las fosas de las vías de La 21

Otra vez me vi arrojando a los condenados

A sus sepulcros

Y olvidarlos en la tierra

Negarles su memoria.



El país me hacía rico y poderoso

Con cada cadáver que sepultaba.



Finalmente fui condenado

Y exiliado en la plazoleta

De la embajada de Francia.



Pero antes los psiquiatras

Me exiliaron dentro de mí

Y caí en espirales infinitos

Donde todo ocurría otra vez

Y yo era el verdugo

Y la víctima;

El Montonero

Y el comandante;

El ejecutor y el ejecutado.

Mi cuerpo era Desaparecido

Con mis memorias

Memorias que eran freídas

Con descargas eléctricas

Por militares

Militantes

Y milicos.



Fue en esa plazoleta

En donde veía las marchas

De Derecha e Izquierda

Que supe que la Revolucíon

Era otra estafa:( llegué hasta una parilla

Repleta de chorizos, humo y grasa

Mientras por los altoparlantes

Se mencionaba al pueblo, a los desclasados

Por el sistema, a los pobres. Y yo, y mi amigo

Con nuestras bolsas negras sobre nuestros

Hombros nos decimos:¡Por fin,

Hemos llegado a nuestro lugar

Con nuestros compañeros

Estamos en casa, vamos a poder comer!)

(Pero no. El estudiante marxista

Que atiende la parrila no logra reconocer

A un pobre real de un pobre de fotocopia

Y nos niega el símbolo, el pan

Con el chorizo caliente, nos dice que

Somos negros de mierda, vagos

Y nos hecha. Dejamos la plaza.

El estudiante agrega:¡Yo decía negros de mente!

Y esa voz que grita sobre el pueblo

La Revolución

Los compañeros. Revolvemos un canasto

De basura, todavía se escucha a esa voz.

Yo le pregunto a mi amigo:

¿A qué pueblo le hablaran?

Él me dice: el marxismo

Es el opio de la izquierda).



 Supe, que el día

Que terminara mi exilio

Debía volver a casa de mis padres

Supe que Izquierda y Derecha

Son hermanas siamesas

Supe que la Verdadera Revolución

Estaba y está en mi cuerpo.



El tren de fugitivos me devolvió

A mi hogar. Llevo la piel pegada

A los huesos y mis resentimientos

Son tantos como los delitos

Que cometí en nombre de la Revolción

Y del Pueblo. Camino por un descampado

Que está antes de llegar a casa

Voy acariciando el pasto seco, amarillo.

Al llegar golpeo la puerta

Me fundo en una abrazo con mamá y papá.



"Y de la única Revolución

De la que hoy me siento parte",

Le digo al entrevistador,

"Es la de cuidar a mi padre

Y honrar la memoria de mi madre."


























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