miércoles, 24 de abril de 2019

El cuervo

Una mosca se posa

Sobre mis traducciones de Plutarco

Vidas paralelas me trabaja

En el bar de Julio;

El Mercado Municipal

Es más encantador

Llegando a la noche.



El tiempo se arrastra lánguido

Y sé que debo continuar mi  trabajo

En casa.



Al pagarle a Julio

Las empanadas

Y recibir el vuelto

Escucho: "Nunca más"

Como si fuese un chillido.



Miro alrededor

Los parroquianos

Están en su mundo

O yo estoy en el mio

Y solo yo escuché esa voz

De pajarraco.



Salgo al frío cortante y manto obscuro

Del cielo bahiense

Atravieso la Plaza del Sol

Vuelvo a escuchar: "Nunca más"

Definitivamente es un pájaro.



Me introduzco en la profundidad

De o'Higgins; la voz pajarraco

Me guía por la calle.



En cada vidriera

Entre pensamiento y pensamiento

Escucho: "Nunca más"

Entre cada paso

Entre cada respiración fría.



Mis extremidades son conducidas

Por alguna voluntad;

Y yo sigo escuchando:"Nunca más"



La voluntad, quizás del invierno

Me hace doblar en Italia

Y camino los 100 metros hasta Donado.



Es ahí

En esa esquina

De donde procede el:"Nunca más"



La esquina antigua de grandes ventanas

Y bellas molduras

Sobre la cornisa superior

Se encuentra el cuervo.



No es el cuervo de la Iliada

Ni del Antiguo Testamento

No es el cuervo de los vikingos

O esquimales;

No es el cuervo de las

Torres de Londres;

No es el cuervo de Poe

De Esopo, de Dickens, de Ted Hughes, de Galway

Tampoco el de Frost, Lorca o Pasternak:



Este era un cuervo bien argento.



Y se movía de a un lado a otro

Y decía:"Nunca más"



"Nunca más penas ni olvido

Nunca más el otoño gris

Deshojánose por  lo que nunca

Jamás sucedió

Nunca más una lágrima derramada

En los campos de batalla

O los jardines de infantes

Nunca más los amores

No correspondidos

Nunca más amarse a escondidas"



El cuervo declamaba su poesía

Y de sus palabras de pajarraco

Brotaban imágenes lisérgicas

Que teñían parte del edificio

Y del cielo friogris.



Era el cuervo un poeta

Y de los mejores que conocí.



Yo me senté en la vereda

Y maravillado como niño

Por primera vez en un circo

O en un cinematógrafo

Me quedé a escuchar
Lo que este cuervo tenía

Para contarme.



"Nunca más", continuaba

"Nunca más el exilio

De los poetas

O de las mariposas venusinas

Nunca más el sabor del disco solar

Filtrándose por los huesos

Nunca más mentiras

Nunca más violencia

Nunca más amos jugando al esclavo

O militares jugando al amo

O paramilitares jugando al esclavo

Nunca más brujos decretando políticas

De Estado

Nunca más coleccionistas de corbatas

En la presidencia

O bailarinas de cabaret

Nunca más rodrigazos, cordobasos

Blindajes, corralitos o flanazos

Nunca más"..., el cuervo se movía

Como si estuviera en un opera

Y su público fuera multitudinario.

El cuervo se movía con histrionismo

La esquina de Donado e Italia

Era su escenario.



El cuervo siguió su declamación

Por horas

El efecto narcótico de su poesía

Me embriagó y hasta me quitó el frío

De esa espesa  noche de Julio.



Sus palabras me llevaron

Por áridas mesetas de locura poética.

Creo haber dormido por años

En esa vereda.



En la mañana dos oficiales

Me despertaron

Y me subieron al patrullero.



Mi declaración fue fiel a lo vivido

En la madrugada.



La comisaria segunda solo pudo

Retenerme 12 horas.



Al firmar mi libertad

Me entregaron los cordones

El cinto

Y mis traducciones de Plutarco.



Al salir por Berutti y cruzar Undiano

Escuché: "Nunca más"
















El cuervo

Una mosca se posa
Sobre mis traducciones de Plutarco
Vidas paralelas me trabaja
En el bar de Julio;
El Mercado Municipal
Es más encantador
Llegando a la noche.

El tiempo se arrastra lánguido
Y sé que debo continuar mi  trabajo
En casa.

Al pagarle a Julio
Las empanadas
Y recibir el vuelto
Escucho: "Nunca más"
Como si fuese un chillido.

Miro alrededor
Los parroquianos
Están en su mundo
O yo estoy en el mio
Y solo yo escuché esa voz
De pajarraco.

Salgo al frío cortante y manto obscuro
Del cielo bahiense
Atravieso la Plaza del Sol
Vuelvo a escuchar: "Nunca más"
Definitivamente es un pájaro.

Me introduzco en la profundidad
De o'Higgins; la voz pajarraco
Me guía por la calle.

En cada vidriera
Entre pensamiento y pensamiento
Escucho: "Nunca más"
Entre cada paso
Entre cada respiración fría.

Mis extremidades son conducidas
Por alguna voluntad;
Y yo sigo escuchando:"Nunca más"

La voluntad, quizás del invierno
Me hace doblar en Italia
Y camino los 100 metros hasta Donado.

Es ahí
En esa esquina
De donde procede el:"Nunca más"

La esquina antigua de grandes ventanas
Y bellas molduras
Sobre la cornisa superior
Se encuentra el cuervo.

No es el cuervo de la Iliada
Ni del Antiguo Testamento
No es el cuervo de los vikingos
O esquimales;
No es el cuervo de las
Torres de Londres;
No es el cuervo de Poe
De Esopo, de Dickens, de Ted Hughes, de Galway
Tampoco el de Frost, Lorca o Pasternak:

Este era un cuervo bien argento.

Y se movía de a un lado a otro
Y decía:"Nunca más"

"Nunca más penas ni olvido
Nunca más el otoño gris
Deshojánose por  lo que nunca
Jamás sucedió
Nunca más una lágrima derramada
En los campos de batalla
O los jardines de infantes
Nunca más los amores
No correspondidos
Nunca más amarse a escondidas"

El cuervo declamaba su poesía
Y de sus palabras de pajarraco
Brotaban imágenes lisérgicas
Que teñían parte del edificio
Y del cielo friogris.

Era el cuervo un poeta
Y de los mejores que conocí.

Yo me senté en la vereda
Y maravillado como niño
Por primera vez en un circo
O en un cinematógrafo
Me quedé a escuchar
Lo que este cuervo tenía
Para contarme.

"Nunca más", continuaba
"Nunca más el exilio
De los poetas
O de las mariposas venusinas
Nunca más el sabor del disco solar
Filtrándose por los huesos
Nunca más mentiras
Nunca más violencia
Nunca más amos jugando al esclavo
O militares jugando al amo
O paramilitares jugando al esclavo
Nunca más brujos decretando políticas
De Estado
Nunca más coleccionistas de corbatas
En la presidencia
O bailarinas de cabaret
Nunca más rodrigazos, cordobasos
Blindajes, corralitos o flanazos
Nunca más"..., el cuervo se movía
Como si estuviera en un opera
Y su público fuera multitudinario.
El cuervo se movía con histrionismo
La esquina de Donado e Italia
Era su escenario.

El cuervo siguió su declamación
Por horas
El efecto narcótico de su poesía
Me embriagó y hasta me quitó el frío
De esa espesa  noche de Julio.

Sus palabras me llevaron
Por áridas mesetas de locura poética.
Creo haber dormido por años
En esa vereda.

En la mañana dos oficiales
Me despertaron
Y me subieron al patrullero.

Mi declaración fue fiel a lo vivido
En la madrugada.

La comisaria segunda solo pudo
Retenerme 12 horas.

Al firmar mi libertad
Me entregaron los cordones
El cinto
Y mis traducciones de Plutarco.

Al salir por Berutti y cruzar Undiano
Escuché: "Nunca más"







martes, 16 de abril de 2019

¿Qué es el estoicismo?

¿Qué es el estoicismo?

Es sacar la soga del cuello

De un amigo.

Reposarlo en el piso

Besar su frente

Dejarlo ir en paz.



¿Qué es el estoicismo?

Es la primera mañana

De lucidez; el frío

Que corta los pulmones

El espíritu

Que empieza a despertar.



¿Qué es el estoicismo?

Es recorrer la historia

De un país, una cultura

A través de su poesía,

Sus poetas; no confiar

En sus historiadores.



¿Qué es el estoicismo?

Es la piel lacerada por

La sarna.



¿Qué es el estoicismo?

Es alimentarse con comida

En descomposición.



¿Qué es el estoicismo?

Es la desesperación

El miedo

El vacío.



¿Qué es el estoicismo?

Es abstenerse de imprecar a Dios.



¿Qué es el estoicismo?

Es habitar una sociedad

Absurda y hostil

Embrutecida por el Estado

Y sus funcionarios.



¿Qué es el estoicismo?

Es acompañar a un cuerpo

Consumiéndose por el cáncer

Hasta su último aliento.



¿Qué es el estoicismo?

Es enfrentar a la ansiedad

Darle la mano

Y sacarle unos cuantos poemas.



¿Qué es el estoicismo?

Es lo que finjo no saber

No entender.



¿Qué es el estoicismo?

Es hacer dinero con lo que

Descarta la sociedad.



¿Qué es el estoicismo?

Darse cuenta de cómo

Opera el Terrorismo de Estado

A través del narcotráfico.



¿Qué es el estoicismo?

Escribir en un hospital

Velando con el cuerpo

Y el espíritu contracturado.



¿Qué es el estoicismo?

Es amigarse con el diablo

Y la muerte.



¿Qué es el estoicismo?

Es ayudar a un amigo

Y dejarse ayudar por un amigo.



¿Qué es el estoicismo?

Es la primera mañana y la última. Las pasiones, todas. El amor y odio en todas sus formas. El resentimiento que envenena la sangre y la sangre que se limpia a través de la poesía. Un niño que muere de sobredosis y otro que es arrojado por el inodoro. La desidia, el hacinamiento, la muerte recorriendo pasillos. La bala que fractura el cráneo y la sangre que se coagula. Los terrones de tierra golpeando un ataúd.  El próximo amanecer: el próximo poema.



¿Qué es el estoicismo?

Es ordenarse en las palabras

En el lenguaje

Redimirse:

Crearse una mejor versión

De uno: eso es el estoicismo.








¿Qué es el estoicismo?

¿Qué es el estoicismo?
Es sacar la soga del cuello
De un amigo.
Reposarlo en el piso
Besar su frente
Dejarlo ir en paz.

¿Qué es el estoicismo?
Es la primera mañana
De lucidez; el frío
Que corta los pulmones
El espíritu
Que empieza a despertar.

¿Qué es el estoicismo?
Es recorrer la historia
De un país, una cultura
A través de su poesía,
Sus poetas; no confiar
En sus historiadores.

¿Qué es el estoicismo?
Es la piel lacerada por
La sarna.

¿Qué es el estoicismo?
Es alimentarse con comida
En descomposición.

¿Qué es el estoicismo?
Es la desesperación
El miedo
El vacío.

¿Qué es el estoicismo?
Es abstenerse de imprecar a Dios.

¿Qué es el estoicismo?
Es habitar una sociedad
Absurda y hostil
Embrutecida por el Estado
Y sus funcionarios.

¿Qué es el estoicismo?
Es acompañar a un cuerpo
Consumiéndose por el cáncer
Hasta su último aliento.

¿Qué es el estoicismo?
Es enfrentar a la ansiedad
Darle la mano
Y sacarle unos cuantos poemas.

¿Qué es el estoicismo?
Es lo que finjo no saber
No entender.

¿Qué es el estoicismo?
Es hacer dinero con lo que
Descarta la sociedad.

¿Qué es el estoicismo?
Darse cuenta de cómo
Opera el Terrorismo de Estado
A través del narcotráfico.

¿Qué es el estoicismo?
Escribir en un hospital
Velando con el cuerpo
Y el espíritu contracturado.

¿Qué es el estoicismo?
Es amigarse con el diablo
Y la muerte.

¿Qué es el estoicismo?
Es ayudar a un amigo
Y dejarse ayudar por un amigo.

¿Qué es el estoicismo?
Es la primera mañana y la última. Las pasiones, todas. El amor y odio en todas sus formas. El resentimiento que envenena la sangre y la sangre que se limpia a través de la poesía. Un niño que muere de sobredosis y otro que es arrojado por el inodoro. La desidia, el hacinamiento, la muerte recorriendo pasillos. La bala que fractura el cráneo y la sangre que se coagula. Los terrones de tierra golpeando un ataúd.  El próximo amanecer: el próximo poema.

¿Qué es el estoicismo?
Es ordenarse en las palabras
En el lenguaje
Redimirse:
Crearse una mejor versión
De uno: eso es el estoicismo.



La hamaca de cadenas herrumbradas

Y de madera añeja

Chilla

En cada movimiento.



Es el movimiento

Del péndulo que

Marca cada segmento

De vida que va consumiéndose.



Sé que estás reflexiones

No le interesan

A los niños que juegan

A pocos metros: ellos viven

El presente

No se preocupan por estas

Estupideces mundanas.



Pero yo, aquí, agoto

Mi existencia y mis pocos

Recursos mentales;

Con este objeto cansino

Que me dice que, aunque deje

De hamacarme

Y deje de hacer analogías

Con la muerte: la hamaca

Que se mueve en mi interior

Un día dejará de hacerlo.



Los niños suben a las hamacas

Mientras me alejo. A veces no saber

Es una virtud.

Yo ya estoy condenado

Por el conocimiento.



Escucho el chillar de la hamaca

Espero por el día

En que se calle definitivamente.






La hamaca de cadenas herrumbradas
Y de madera añeja
Chilla
En cada movimiento.

Es el movimiento
Del péndulo que
Marca cada segmento
De vida que va consumiéndose.

Sé que estás reflexiones
No le interesan
A los niños que juegan
A pocos metros: ellos viven
El presente
No se preocupan por estas
Estupideces mundanas.

Pero yo, aquí, agoto
Mi existencia y mis pocos
Recursos mentales;
Con este objeto cansino
Que me dice que, aunque deje
De hamacarme
Y deje de hacer analogías
Con la muerte: la hamaca
Que se mueve en mi interior
Un día dejará de hacerlo.

Los niños suben a las hamacas
Mientras me alejo. A veces no saber
Es una virtud.
Yo ya estoy condenado
Por el conocimiento.

Escucho el chillar de la hamaca
Espero por el día
En que se calle definitivamente.


La lluvia

   En los adoquines vio reflejado un rayo solar que apuntaba a la otra vereda. Al cruzar la calle se cuidó de tocarlo, dio un saltito. Miró por enésima vez el reloj, no quería llegar tarde. Pasó por los puestos de verduras y diarios y no le dio importancia a nada. Solo le faltaban 100 metros para llegar a la estación. Su mano derecha corroboró que la cajita con la alianza estuviera ahí, en el bolsillo de su saco. Antes de entrar a la estación se formaron unas nubes grises que descargaron un par de chaparrones. Ahora sí se apuró un poco más para reguardarse y poder verla cuando bajara del colectivo.

   El reloj en las plataformas indicaban que había llegado 5 minutos antes. Se sentó en una butaca de cemento. La sintió fría. Se levantó y caminó hasta la cafetería. Desde la cafetería se veían los andenes. Se sentó en una mesa para dos. Una camarera se acercó a tomarle el pedido. Pidió una lágrima. Volvió a revisar el bolsillo; podía imaginar su mirada, su sonrisa, su "si", abrasarse y besarse por toda la estación. La lágrima llegó. Él le pidió a la camarera una lapicera. Las ganas de escribir lo tomaron por sorpresa. Algo le decía que ese acto era necesario. La camarera volvió con la lapicera; él bebió un sorbo largo de la lágrima. Lo degustó y tomó un sorbo más corto. La inspiración comenzaba a correrle por las venas. Probó en unos de las margenes de una servilleta si había tinta en la lapicera. Como si una vez comenzada la tarea, él, supiera que no dejaría el trazo hasta acabar.

   

Despierto en una ciudad vacía

Con nubes grises y vacías

Mi corazón está vacío

Y de mi boca caen hilos de sangre.





    Leyó un par de veces el poema hasta que vio que llegaba el ómnibus en el que venía su amada. Plegó la servilleta dejando el dinero del café adentro. Apuró el paso sin dejar de tocar su bolsillo derecho.

    Al verla descender él se siente el hombre más feliz del mundo. Ella desciende, está seria. Él intenta besarla y ella le ofrece la mejilla. Algo anda mal, piensa. Ella se dirige a la baulera a buscar su equipaje. Él intenta tomarla de la mano pero ella no lo deja. Ella toma su valija, extiende la manija y empieza a recorrer los andenes con intención de llagar a la salida y tomar un taxi. Él se siente desorientado. Le pregunta a ella qué le pasa. Ella le informa todo con decisión. Le dice que lo de ellos ya no va más y, agrega, que se está viendo con otro. Él aprieta con fuerza la cajita. Ella le dice que no la llame más ni la busque. Sangre fría corre por sus venas y por las de él llamas ardientes. Tiene un nudo en la garganta; no sabe qué hacer o qué responder. Ella levanta la mano y un taxi acude a trasportarla. El chofer del taxi se baja para ayudarla a acomodar la valija en el baúl. Él observa toda la operación. Está desecho: no deja de apretar la cajita con la alianza. El chofer asciende al vehículo. Ella también y ni siquiera se despide o le dirige una mirada. Mientras el taxi se aleja vuelve a nublarse y esta vez, pareciera, con la intención de descargar toda su furia.

    Pensó en volver por los puestos de verdura y diarios. Creyó conveniente tomar por la avenida, ir a las fondas del puerto, emborracharse y regalarle la alianza a alguna de las prostitutas que transitan por el puerto. "Despierto en una ciudad vacía", recordó el primer verso del poema. La ciudad está vacía sin ella. Nada tiene sentido ya. "Con nubes grises y vacías ", como si el poema se hubiera adelantado, como si él mismo hubiera escrito su futuro. El cielo está gris, seguramente vacío también, a pesar de que pueda arrojar lluvia o ranas. Pensó en las ranas y por los menos sonrió. "Mi corazón está vacío ", se convenció de que el poema había sido profético. Su corazón estaba vacío como la ciudad y las nubes.

   Antes de llegar al puerto el cielo comenzó a descargar. No se preocupó por buscar refugio o caminar más rápido. Cuando estaba cruzando la avenida que daba al puerto algo lo golpeó en la cabeza. Miró en el piso y vio que era una rana. Miró al cielo de inmediato para encontrarse con la sorpresa que del cielo estaban lloviendo ranas. Ahora si apuró el paso. Las ranas seguían cayendo y algunas lo hacían con fuerza. Pocos metros le quedaban para llegar a la primera fonda. Recordó el último verso del poema: "Y de mi boca caen hilos de sangre". Tomó una de las ranas caídas de las nubes grises y vacías; vio como se movían sus extremidades y la mirada fría del batracio, y sin dudarlo le arrancó la cabeza con sus dientes. Entró a la fonda, dejó la cajita con la alianza sobre una mesa, acomodó su abrigo en la silla ante la mirada atónita de la gente que se encontraba en la fonda, que lo miraban asombrados como caían hilos de sangre de su boca.












La lluvia

   En los adoquines vio reflejado un rayo solar que apuntaba a la otra vereda. Al cruzar la calle se cuidó de tocarlo, dio un saltito. Miró por enésima vez el reloj, no quería llegar tarde. Pasó por los puestos de verduras y diarios y no le dio importancia a nada. Solo le faltaban 100 metros para llegar a la estación. Su mano derecha corroboró que la cajita con la alianza estuviera ahí, en el bolsillo de su saco. Antes de entrar a la estación se formaron unas nubes grises que descargaron un par de chaparrones. Ahora sí se apuró un poco más para reguardarse y poder verla cuando bajara del colectivo.
   El reloj en las plataformas indicaban que había llegado 5 minutos antes. Se sentó en una butaca de cemento. La sintió fría. Se levantó y caminó hasta la cafetería. Desde la cafetería se veían los andenes. Se sentó en una mesa para dos. Una camarera se acercó a tomarle el pedido. Pidió una lágrima. Volvió a revisar el bolsillo; podía imaginar su mirada, su sonrisa, su "si", abrasarse y besarse por toda la estación. La lágrima llegó. Él le pidió a la camarera una lapicera. Las ganas de escribir lo tomaron por sorpresa. Algo le decía que ese acto era necesario. La camarera volvió con la lapicera; él bebió un sorbo largo de la lágrima. Lo degustó y tomó un sorbo más corto. La inspiración comenzaba a correrle por las venas. Probó en unos de las margenes de una servilleta si había tinta en la lapicera. Como si una vez comenzada la tarea, él, supiera que no dejaría el trazo hasta acabar.
   
Despierto en una ciudad vacía
Con nubes grises y vacías
Mi corazón está vacío
Y de mi boca caen hilos de sangre.


    Leyó un par de veces el poema hasta que vio que llegaba el ómnibus en el que venía su amada. Plegó la servilleta dejando el dinero del café adentro. Apuró el paso sin dejar de tocar su bolsillo derecho.
    Al verla descender él se siente el hombre más feliz del mundo. Ella desciende, está seria. Él intenta besarla y ella le ofrece la mejilla. Algo anda mal, piensa. Ella se dirige a la baulera a buscar su equipaje. Él intenta tomarla de la mano pero ella no lo deja. Ella toma su valija, extiende la manija y empieza a recorrer los andenes con intención de llagar a la salida y tomar un taxi. Él se siente desorientado. Le pregunta a ella qué le pasa. Ella le informa todo con decisión. Le dice que lo de ellos ya no va más y, agrega, que se está viendo con otro. Él aprieta con fuerza la cajita. Ella le dice que no la llame más ni la busque. Sangre fría corre por sus venas y por las de él llamas ardientes. Tiene un nudo en la garganta; no sabe qué hacer o qué responder. Ella levanta la mano y un taxi acude a trasportarla. El chofer del taxi se baja para ayudarla a acomodar la valija en el baúl. Él observa toda la operación. Está desecho: no deja de apretar la cajita con la alianza. El chofer asciende al vehículo. Ella también y ni siquiera se despide o le dirige una mirada. Mientras el taxi se aleja vuelve a nublarse y esta vez, pareciera, con la intención de descargar toda su furia.
    Pensó en volver por los puestos de verdura y diarios. Creyó conveniente tomar por la avenida, ir a las fondas del puerto, emborracharse y regalarle la alianza a alguna de las prostitutas que transitan por el puerto. "Despierto en una ciudad vacía", recordó el primer verso del poema. La ciudad está vacía sin ella. Nada tiene sentido ya. "Con nubes grises y vacías ", como si el poema se hubiera adelantado, como si él mismo hubiera escrito su futuro. El cielo está gris, seguramente vacío también, a pesar de que pueda arrojar lluvia o ranas. Pensó en las ranas y por los menos sonrió. "Mi corazón está vacío ", se convenció de que el poema había sido profético. Su corazón estaba vacío como la ciudad y las nubes.
   Antes de llegar al puerto el cielo comenzó a descargar. No se preocupó por buscar refugio o caminar más rápido. Cuando estaba cruzando la avenida que daba al puerto algo lo golpeó en la cabeza. Miró en el piso y vio que era una rana. Miró al cielo de inmediato para encontrarse con la sorpresa que del cielo estaban lloviendo ranas. Ahora si apuró el paso. Las ranas seguían cayendo y algunas lo hacían con fuerza. Pocos metros le quedaban para llegar a la primera fonda. Recordó el último verso del poema: "Y de mi boca caen hilos de sangre". Tomó una de las ranas caídas de las nubes grises y vacías; vio como se movían sus extremidades y la mirada fría del batracio, y sin dudarlo le arrancó la cabeza con sus dientes. Entró a la fonda, dejó la cajita con la alianza sobre una mesa, acomodó su abrigo en la silla ante la mirada atónita de la gente que se encontraba en la fonda, que lo miraban asombrados como caían hilos de sangre de su boca.



martes, 9 de abril de 2019


El estruendo se hace sentir

Todo el mundo corre:

Alguien llama al 911.


Alrededor se agolpa la gente.



Él yace en el suelo

Con el celular en su mano.


No fue un accidente,

El estruendo fue desde su corazón.


Hay mensajes de WhatsApp

Que impactan más fuerte

Que un vehículo.






El estruendo se hace sentir
Todo el mundo corre:
Alguien llama al 911.
Alrededor se agolpa la gente.
Él yace en el suelo
Con el celular en su mano.
No fue un accidente,
El estruendo fue desde su corazón.
Hay mensajes de WhatsApp
Que impactan más fuerte
Que un vehículo.



Lo nuestro duró

Lo que duran dos peces de hielo

En un güisqui on the rocks;

Diría Sabina.



Yo diría que:

Lo nuestro duró

Lo que dura un volante

De una casa financiera

Entregado en mano

Y luego leído

Y luego doblado

Y luego arrojado a un tacho de basura.


Mientras espero 

Pienso.

Mientras pienso

Siento.

Mientras siento 
Respiro.
Mientras respiro
Escribo.
Mientras escribo
Espero.
Mientras espero 
Pienso.
Mientras pienso
Siento.
Mientras siento 
Respiro.
Mientras respiro
Escribo.
Mientras escribo
Espero.
Lo nuestro duró
Lo que duran dos peces de hielo
En un güisqui on the rocks;
Diría Sabina.
Yo diría que:
Lo nuestro duró
Lo que dura un volante
De una casa financiera
Entregado en mano
Y luego leído
Y luego doblado
Y luego arrojado a un tacho de basura.

lunes, 8 de abril de 2019

Me gustan los cafés

Que lavan plata del narcotráfico:



Allí nunca hay gente

La carta siempre está disponible

Nunca hay que esperar

El café siempre es fresco

Hay pasteles de muchas variedades

Y se escucha Lana del Rey.



Me gustan los cafés

Que lavan plata del narcotráfico:



Quizás porque sea

Un misátropo

O un poeta mediocre

Que se refugia en estos cafés

Buscando inspiración

Y siempre fracasa.



Me gustan los cafés

Que lavan plata del narcotráfico:



Todo es de diseño allí

Todo es vintage

Los empleados ganan muy bien

Y los impuestos están al día.



Me gustan los cafés

Que lavan plata del narcotráfico:



Ni siquiera hay moscas

O cucarachas,

Y hay un empleado

Que todo el tiempo

Repasa el piso, las vajillas

Las mesas, los vidrios

El matafuegos, cada una

De las cucharas. En el baño

Nunca hay una gota de orín.



Me gustan los cafés

Que lavan plata del narcotráfico:



Y eso que yo no apoyo

Al narcotráfico

Ni siquiera le agradezco.



Pero en este caso

Haré una excepción:



Le agradezco al narcotráfico

Por este café

Por esta soledad

Por tener a los empleados en blanco

Pagar impuestos al Estado

Y tener muebles de diseño.



Nada más.








Me gustan los cafés
Que lavan plata del narcotráfico:

Allí nunca hay gente
La carta siempre está disponible
Nunca hay que esperar
El café siempre es fresco
Hay pasteles de muchas variedades
Y se escucha Lana del Rey.

Me gustan los cafés
Que lavan plata del narcotráfico:

Quizás porque sea
Un misátropo
O un poeta mediocre
Que se refugia en estos cafés
Buscando inspiración
Y siempre fracasa.

Me gustan los cafés
Que lavan plata del narcotráfico:

Todo es de diseño allí
Todo es vintage
Los empleados ganan muy bien
Y los impuestos están al día.

Me gustan los cafés
Que lavan plata del narcotráfico:

Ni siquiera hay moscas
O cucarachas,
Y hay un empleado
Que todo el tiempo
Repasa el piso, las vajillas
Las mesas, los vidrios
El matafuegos, cada una
De las cucharas. En el baño
Nunca hay una gota de orín.

Me gustan los cafés
Que lavan plata del narcotráfico:

Y eso que yo no apoyo
Al narcotráfico
Ni siquiera le agradezco.

Pero en este caso
Haré una excepción:

Le agradezco al narcotráfico
Por este café
Por esta soledad
Por tener a los empleados en blanco
Pagar impuestos al Estado
Y tener muebles de diseño.

Nada más.



Y es que es tan difícil para mí

Corresponder estos sentimientos

A estas palabras;

Saber qué es, y como es

Y cómo disfrutarlo

Y vivir el amor,

Más cuando me he pasado la vida

Construyendo paredes

Y paredes para aislarme

Del mundo y de las personas:

Creía que no las necesitaba.



Una chica me sonrió

Y lo tomé como una invitación

A no sé qué...

Y pasé muchas noches sin dormir

Comer, llorando

Por no saber conocer a la gente.



Me echaron de un empleo

Y siento que no sirvo para nada.



Confié en la política

Y mi inexperiencia

Me dice que el mundo

No tiene arreglo.



Leí un libro de poesía

Y la creo la cosa más aburrida

Del mundo.



El lenguaje no es lo mio

Todavía me falta experiencia:

Lo mio es el silencio.












Y es que es tan difícil para mí
Corresponder estos sentimientos
A estas palabras;
Saber qué es, y como es
Y cómo disfrutarlo
Y vivir el amor,
Más cuando me he pasado la vida
Construyendo paredes
Y paredes para aislarme
Del mundo y de las personas:
Creía que no las necesitaba.

Una chica me sonrió
Y lo tomé como una invitación
A no sé qué...
Y pasé muchas noches sin dormir
Comer, llorando
Por no saber conocer a la gente.

Me echaron de un empleo
Y siento que no sirvo para nada.

Confié en la política
Y mi inexperiencia
Me dice que el mundo
No tiene arreglo.

Leí un libro de poesía
Y la creo la cosa más aburrida
Del mundo.

El lenguaje no es lo mio
Todavía me falta experiencia:
Lo mio es el silencio.





"Yo los pierdo por un camino de tierra

La lancha no me alcanza, está hecha mierda

Algo se baja y me empieza a correr

Pero no van agarrarme porque sé que hacer"

Una vela, Intoxicados





    De Boedo hasta el Bajo Flores hicimos casi todos los semáforos. Como teníamos un solo devil stick nos turnamos un semáforo cada uno con el Duende. En algunos no pasó nada. En 3 semáforos de la avenida Castañares hicimos para un par de piedras. El Duende dice que ya fue, que pegemos una birra y vayamos directamente a la villa. No se habló más, guardamos la herramienta en la mochila y encaramos duro y parejo por la Castañares con dos birras adentro de una botella de plástico.

   A la mitad de la botella llegamos a Curapaligüe. Cuando la botella se acabó ya estábamos en la Cobos. Enfilamos para el Barrio Rivadavia. Los puesteros de la feria de la Avenida Bonorino estaban volviendo. Había poco fisura en el barrio. Solo nos cruzamos a uno que venía recontra desesperado y le dimos un peso para que se compre un paco. El fisura salió corriendo a la linea a pegar. Nosotros seguimos para adentro bien de la Cobos, a la cancha de los paraguayos. Ahí teníamos una buena linea de faso piola. Pero primero había que atravesar la maraña de pasillos angostos y laberínticos de la villa. Hasta que finalmente llegamos.

   En la cancha había tres peruanos. Uno se adelantó:"Ven causa, ven. Qué andas buscando causa. Habla causa", decía el peruano con entusiasmo. El Duende le pidió dos piedras de faso. El Peruano le hizo señas al otro peruano que sacó las dos piedras de una bolsa de consorcio. Tenían 3. Una para cada droga: cocaína, pasta base y faso. Yo le pagué al peruano y nos pusimos a armar un  faso con la mitad de una de la piedras. Terminado el trámite, lo siguiente fue arrancarlo. Hicimos el camino de vuelta por los pasillos angostos de la Cobos. Nos había quedado unos billetes para tomar una birra en una de las parillas de la Bonorino. Antes de llegar a la parrilla el tronchón había muerto. El tronchón había muerto pero la locura nos devolvió a la vida. Ganamos una mesa en una de las parrillas de Peruanos. Desde adentro se sentía la música peruana y el sabor a pollo frito. Nos atendió un peruano que estaba bastante duro. Mandibuleaba a más no poder. Cuando trajo la birra y contamos la plata vimos que nos sobraba para un par de empanadas. Creo que nunca había comido una empanada tan picante. Lo cual hizo que la cerveza se disfrutara mucho más.

    Mientras yo me había quedado colgado en algún flash; el Duende se armó otro faso con una servilleta. No hay vida más bacan que esto. Sentados en la villa, fumando, escabiando y comiendo las empanadas más picantes del condado. Y así el tiempo pasaba, se iba entre el humo dulce y prensado paraguayo. Y nosotros también nos teníamos que ir. Había que seguir caminando, haciendo semáforos, plata, villa y villa.

   Decidimos encarar por el lado de la avenida Eva Perón. El Duende quería volver por la Castañares pero lo convencí. "Vamos por la Perón que la gorra no anda por esos lados", le dije al Duende mientras ya se estaba quemando lo último del porro."¡La concha de Perón!", dijo el Duende al ver a los dos efectivos de la Brigada que venían de frente con todo esa pinta de brigada que no pueden disimular aunque quieran. Ya nos habían visto que veíamos fumando. Ya sabían que podríamos tener más droga. Ya sabían que nos íbamos a comer los mocos. No hice ningún esfuerzo por esconder lo que quedaba del porro. El Duende al verlos descartó la piedra que teníamos cerca de un tarro de basura. Los giles nos pusieron todo mal contra la pared. Palparon buscando fierros, facas y falopa. "No tienen nada che. Mirá que nos le creo"; decía uno de los bigotes. Le dijimos que no teníamos nada, solo lo que veníamos fumando. "Tómenselas", dijo el gil y nos largó. Mientras subíamos por la Bonorino hacia la Perón, el Duende me dijo que volviéramos a buscar la piedra. Entonces llegamos a la esquina y rodeamos toda la manzana hasta volver a pasar por la parrilla. El Duende había descartado al lado de tarro de basura. Y cuando estábamos cerca de la piedra, aparecieron otra vez los mismos brigadas que salían de un pasillo. "¿Qué onda con ustedes", decía el milico. "No le dije que se fueran". Estábamos cerca del tarro de basura. "Volvimos a buscar el faso que descartamos", le dijo al Duende al Cobani. "¿Y dónde descartaron?", decía el gil mirando al piso. El compañero también se puso a buscar. "Allá", le dijo el Duende señalando hacia adentro del pasillo. Mientras los giles buscaban, el Duende se adelantó un paso y pisó la piedra que estaba al lado del tarro de basura. "¿Estás seguro que acá descartaste", decía el imbécil. "Si, si", le decía el Duende. El Duende me miró, se agachó, tomó la piedra y salimos corriendo hasta la esquina. Doblamos y nos metimos en el primer pasillo. El Duende se conocía de memoria la red de laberintos de la villa. Así que en un toque estábamos otra vez en el Barrio Rivadavia. Los milicos quedaron pagando. No sé si nos corrieron. Lo importante era rescatar la piedra. Y la rescatamos.

   Luego del salir del Bario Rivadavia pintó tomar una birra. Volví a desenfundar la herramienta para hacer plata. En un semáforo, de una auto, nos regalaron un paquete con una docena de empanadas. Juntamos las monedas, compramos unas birras y fuimos a una plaza. Antes de comer arrancamos la piedra rescatada. Fumanos la mitad y encaramos las empanadas. Eran ricas, pero no tan ricas ni tan picantes como las de la villa.

 







 
"Yo los pierdo por un camino de tierra
La lancha no me alcanza, está hecha mierda
Algo se baja y me empieza a correr
Pero no van agarrarme porque sé que hacer"
Una vela, Intoxicados


    De Boedo hasta el Bajo Flores hicimos casi todos los semáforos. Como teníamos un solo devil stick nos turnamos un semáforo cada uno con el Duende. En algunos no pasó nada. En 3 semáforos de la avenida Castañares hicimos para un par de piedras. El Duende dice que ya fue, que pegemos una birra y vayamos directamente a la villa. No se habló más, guardamos la herramienta en la mochila y encaramos duro y parejo por la Castañares con dos birras adentro de una botella de plástico.
   A la mitad de la botella llegamos a Curapaligüe. Cuando la botella se acabó ya estábamos en la Cobos. Enfilamos para el Barrio Rivadavia. Los puesteros de la feria de la Avenida Bonorino estaban volviendo. Había poco fisura en el barrio. Solo nos cruzamos a uno que venía recontra desesperado y le dimos un peso para que se compre un paco. El fisura salió corriendo a la linea a pegar. Nosotros seguimos para adentro bien de la Cobos, a la cancha de los paraguayos. Ahí teníamos una buena linea de faso piola. Pero primero había que atravesar la maraña de pasillos angostos y laberínticos de la villa. Hasta que finalmente llegamos.
   En la cancha había tres peruanos. Uno se adelantó:"Ven causa, ven. Qué andas buscando causa. Habla causa", decía el peruano con entusiasmo. El Duende le pidió dos piedras de faso. El Peruano le hizo señas al otro peruano que sacó las dos piedras de una bolsa de consorcio. Tenían 3. Una para cada droga: cocaína, pasta base y faso. Yo le pagué al peruano y nos pusimos a armar un  faso con la mitad de una de la piedras. Terminado el trámite, lo siguiente fue arrancarlo. Hicimos el camino de vuelta por los pasillos angostos de la Cobos. Nos había quedado unos billetes para tomar una birra en una de las parillas de la Bonorino. Antes de llegar a la parrilla el tronchón había muerto. El tronchón había muerto pero la locura nos devolvió a la vida. Ganamos una mesa en una de las parrillas de Peruanos. Desde adentro se sentía la música peruana y el sabor a pollo frito. Nos atendió un peruano que estaba bastante duro. Mandibuleaba a más no poder. Cuando trajo la birra y contamos la plata vimos que nos sobraba para un par de empanadas. Creo que nunca había comido una empanada tan picante. Lo cual hizo que la cerveza se disfrutara mucho más.
    Mientras yo me había quedado colgado en algún flash; el Duende se armó otro faso con una servilleta. No hay vida más bacan que esto. Sentados en la villa, fumando, escabiando y comiendo las empanadas más picantes del condado. Y así el tiempo pasaba, se iba entre el humo dulce y prensado paraguayo. Y nosotros también nos teníamos que ir. Había que seguir caminando, haciendo semáforos, plata, villa y villa.
   Decidimos encarar por el lado de la avenida Eva Perón. El Duende quería volver por la Castañares pero lo convencí. "Vamos por la Perón que la gorra no anda por esos lados", le dije al Duende mientras ya se estaba quemando lo último del porro."¡La concha de Perón!", dijo el Duende al ver a los dos efectivos de la Brigada que venían de frente con todo esa pinta de brigada que no pueden disimular aunque quieran. Ya nos habían visto que veíamos fumando. Ya sabían que podríamos tener más droga. Ya sabían que nos íbamos a comer los mocos. No hice ningún esfuerzo por esconder lo que quedaba del porro. El Duende al verlos descartó la piedra que teníamos cerca de un tarro de basura. Los giles nos pusieron todo mal contra la pared. Palparon buscando fierros, facas y falopa. "No tienen nada che. Mirá que nos le creo"; decía uno de los bigotes. Le dijimos que no teníamos nada, solo lo que veníamos fumando. "Tómenselas", dijo el gil y nos largó. Mientras subíamos por la Bonorino hacia la Perón, el Duende me dijo que volviéramos a buscar la piedra. Entonces llegamos a la esquina y rodeamos toda la manzana hasta volver a pasar por la parrilla. El Duende había descartado al lado de tarro de basura. Y cuando estábamos cerca de la piedra, aparecieron otra vez los mismos brigadas que salían de un pasillo. "¿Qué onda con ustedes", decía el milico. "No le dije que se fueran". Estábamos cerca del tarro de basura. "Volvimos a buscar el faso que descartamos", le dijo al Duende al Cobani. "¿Y dónde descartaron?", decía el gil mirando al piso. El compañero también se puso a buscar. "Allá", le dijo el Duende señalando hacia adentro del pasillo. Mientras los giles buscaban, el Duende se adelantó un paso y pisó la piedra que estaba al lado del tarro de basura. "¿Estás seguro que acá descartaste", decía el imbécil. "Si, si", le decía el Duende. El Duende me miró, se agachó, tomó la piedra y salimos corriendo hasta la esquina. Doblamos y nos metimos en el primer pasillo. El Duende se conocía de memoria la red de laberintos de la villa. Así que en un toque estábamos otra vez en el Barrio Rivadavia. Los milicos quedaron pagando. No sé si nos corrieron. Lo importante era rescatar la piedra. Y la rescatamos.
   Luego del salir del Bario Rivadavia pintó tomar una birra. Volví a desenfundar la herramienta para hacer plata. En un semáforo, de una auto, nos regalaron un paquete con una docena de empanadas. Juntamos las monedas, compramos unas birras y fuimos a una plaza. Antes de comer arrancamos la piedra rescatada. Fumanos la mitad y encaramos las empanadas. Eran ricas, pero no tan ricas ni tan picantes como las de la villa.
 


 

Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...