martes, 31 de julio de 2018

Veo la luz del faro

Desde la cubierta del bajel.



Los látigos cristalinos

Y salados

No dejan de castigar el casco.



La fina violenta ventisca

También pretende cortar

Mi rostro.



Si estos han de ser mis últimos

Suspiros,

Que sean bien suspirados;

Si estos son mis últimos

Pensamientos,

Que sean bien pensados;

Si estos son mis últimos

Versos, y caigo al mar

Que me arrastren a la orilla

Con mis manuscritos

Y mi libro Lautremont.



Y si me pueden hacer

Un gran último favor

Dejar una nota que diga:

"Murió ahogado

En el vasto océano

De la poesía."

P.D: "No se preocupen.

Viviómurió feliz."
















Veo la luz del faro
Desde la cubierta del bajel.

Los látigos cristalinos
Y salados
No dejan de castigar el casco.

La fina violenta ventisca
También pretende cortar
Mi rostro.

Si estos han de ser mis últimos
Suspiros,
Que sean bien suspirados;
Si estos son mis últimos
Pensamientos,
Que sean bien pensados;
Si estos son mis últimos
Versos, y caigo al mar
Que me arrastren a la orilla
Con mis manuscritos
Y mi libro Lautremont.

Y si me pueden hacer
Un gran último favor
Dejar una nota que diga:
"Murió ahogado
En el vasto océano
De la poesía."
P.D: "No se preocupen.
Viviómurió feliz."







jueves, 26 de julio de 2018

El pelo que se acaricia

Sobre una mesa

De café céntrico.



Los perros vagabundos

Buscando

Agua, comida, caricias.



La paloma que recorre

La plaza y luego recorrerá

Una cornisa.



La mujer que muere en la

Guardia de un hospital.



El convicto que recupera

Su libertad.



Soy espectador de una Realidad

A la que se puede acceder

Con palabras (solamente);

Esas palabras que registran

Estos actos

A los que tengo acceso.



Realidad

Realidad



Palabras

Palabras



¿Dónde existe la realidad?

¿Dónde existen las palabras?

¿Dónde existe el ruido

De las tazas que chocan

En las manos de la mesera?

¿Qué palabras usarán para

Definir mi poesía?

¿Qué Realidad habitaré

Luego de escribir este poema?



Los autos se detienen

En el semáforo,

La gente cruza por la senda

Peatonal.



Sabrán ellos,

Lo que se siente estar

Inmerso en la fiesta

Del lenguaje?












El pelo que se acaricia
Sobre una mesa
De café céntrico.

Los perros vagabundos
Buscando
Agua, comida, caricias.

La paloma que recorre
La plaza y luego recorrerá
Una cornisa.

La mujer que muere en la
Guardia de un hospital.

El convicto que recupera
Su libertad.

Soy espectador de una Realidad
A la que se puede acceder
Con palabras (solamente);
Esas palabras que registran
Estos actos
A los que tengo acceso.

Realidad
Realidad

Palabras
Palabras

¿Dónde existe la realidad?
¿Dónde existen las palabras?
¿Dónde existe el ruido
De las tazas que chocan
En las manos de la mesera?
¿Qué palabras usarán para
Definir mi poesía?
¿Qué Realidad habitaré
Luego de escribir este poema?

Los autos se detienen
En el semáforo,
La gente cruza por la senda
Peatonal.

Sabrán ellos,
Lo que se siente estar
Inmerso en la fiesta
Del lenguaje?





La melodía que silba la muerte


En un andén de trenes oxidados 


Olvidados.





Esa melodía perdida 


Que escucho entre el rumor 


De los eucaliptus 


Y cardos rusos.





La melodía que escuché por 


Primera vez en 1988


Frente a una chacra en Villa Serra.





Todavía la sigo escuchando 


La sigo viendo 


Y hasta sé el sabor que tiene.





Me gusta el sabor del oxido 


Y el de la música herrumbrada;


Me gusta esta estación 


Perdida en algún lugar 


De mi memoria;


Me gusta silbar como 


La muerte y ser el silbido


Que la muerte ejecuta;


Me gusta sentarme en el andén 


A esperar el próximo tren.




Lo veo a lo lejos llegar


Trae consigo nubes de redención 


Y prosa poética.





¿Mamá sabrá que voy a visitarla?


Saqué boleto de ida:


Ya saben que no deben esperarme. 









La melodía que silba la muerte
En un andén de trenes oxidados 
Olvidados.

Esa melodía perdida 
Que escucho entre el rumor 
De los eucaliptus 
Y cardos rusos.

La melodía que escuché por 
Primera vez en 1988
Frente a una chacra en Villa Serra.

Todavía la sigo escuchando 
La sigo viendo 
Y hasta sé el sabor que tiene.

Me gusta el sabor del oxido 
Y el de la música herrumbrada;
Me gusta esta estación 
Perdida en algún lugar 
De mi memoria;
Me gusta silbar como 
La muerte y ser el silbido
Que la muerte ejecuta;
Me gusta sentarme en el andén 
A esperar el próximo tren.
Lo veo a lo lejos llegar
Trae consigo nubes de redención 
Y prosa poética.

¿Mamá sabrá que voy a visitarla?
Saqué boleto de ida:
Ya saben que no deben esperarme. 


Me visto de luto

Para vadear el rió

De aguas sepia.



De frente y con semblante

Rígido;

Un espinel asoma desde

Lo profundo del río,

Arrastrando a la superficie

Una infinidad de cadáveres

En descomposición.



Los observo

Y sé que cada cadáver

Representa una vida

Y un nombre le corresponde.



Lo más importante

Es que debo hacer algo

Con esos cadáveres.



Tengo 24 años y ya

Llevo almacenado en mi espíritu

Más cuerpos putrefactos

Que un cementerio.



En el firmamento

El Sol y la Luna

Estimulan mi imaginación

Esquizoide; haciendo

De cada cadáver un verso

O un poema completo

De la escena un cuento o

Una novela;

De la escritura un propósito

Y un sentido para mi vida.



Más de 14 años han pasado

Desde este sueño.

He atravesado muchos ríos sepias

He puesto nombre a cada cadáver

He escrito todas esas palabras

Que se habían estancado en mi espíritu

Y el río,

(Cada vez que lo visito),

Sus aguas son claras

Y ya no hay cadáveres;

El Sol es el día

La Luna la noche. Ya no me visto

De luto

Y mi semblante se ha aflojado.



Antes de despertar

Me observo en reflejo del agua

Antes de despertar

Ya sé quien soy; y ahora que

Ya estoy despierto

Ya sé que es lo que debo escribir.



El rumor del río se escucha

En la superficie de mi conciencia

Ese río que amenaza desbordarse

Pero lo mantengo a nivel

Con cada palabra escrita.



Mi traje de luto descansa en el ropero

Hoy ha pasado otro

Día sin usarlo.

Hoy a ha pasado un día más. Mi río

Me espera en un lugar remoto

Del sueño.

Mi río, finalmente, ha aprendido a esperar.




















Me visto de luto
Para vadear el rió
De aguas sepia.

De frente y con semblante
Rígido;
Un espinel asoma desde
Lo profundo del río,
Arrastrando a la superficie
Una infinidad de cadáveres
En descomposición.

Los observo
Y sé que cada cadáver
Representa una vida
Y un nombre le corresponde.

Lo más importante
Es que debo hacer algo
Con esos cadáveres.

Tengo 24 años y ya
Llevo almacenado en mi espíritu
Más cuerpos putrefactos
Que un cementerio.

En el firmamento
El Sol y la Luna
Estimulan mi imaginación
Esquizoide; haciendo
De cada cadáver un verso
O un poema completo
De la escena un cuento o
Una novela;
De la escritura un propósito
Y un sentido para mi vida.

Más de 14 años han pasado
Desde este sueño.
He atravesado muchos ríos sepias
He puesto nombre a cada cadáver
He escrito todas esas palabras
Que se habían estancado en mi espíritu
Y el río,
(Cada vez que lo visito),
Sus aguas son claras
Y ya no hay cadáveres;
El Sol es el día
La Luna la noche. Ya no me visto
De luto
Y mi semblante se ha aflojado.

Antes de despertar
Me observo en reflejo del agua
Antes de despertar
Ya sé quien soy; y ahora que
Ya estoy despierto
Ya sé que es lo que debo escribir.

El rumor del río se escucha
En la superficie de mi conciencia
Ese río que amenaza desbordarse
Pero lo mantengo a nivel
Con cada palabra escrita.

Mi traje de luto descansa en el ropero
Hoy ha pasado otro
Día sin usarlo.
Hoy a ha pasado un día más. Mi río
Me espera en un lugar remoto
Del sueño.
Mi río, finalmente, ha aprendido a esperar.









domingo, 22 de julio de 2018

Gisela


   Toma un
sobre de azúcar, lo sacude y arroja el contenido dentro de la taza de café.
Mira la hora en su reloj y lo constata con el reloj que está encima del
mostrador. No hay mucha diferencia ente los dos. Repasa visualmente todo el
local por enésima vez. El mozo deja un tostado en una mesa y en otra un jugo de
naranja; levanta en la bandeja vacía los restos de la última mesa que se ha
desocupado. El encargado esta absorto en el diario. Solo levanta la mirada para
abrir la caja y cobrar. Un par de moscas revolotean sobre la mesa y de vez en
cuando chocan contra el vidrio. Revuelve la cuchara en su taza mientras entra
un chico a vender flores. Pasa por todas las mesas. Antes de que el chico
llegue a su mesa no tiene ninguna intención en comprar flores. Pero al ver a la
pareja que está a tres mesas de él comprarle un ramo de rosas al chico, se dice
que podría ser una buena idea. El chico lo saluda amablemente y le ofrece ramos
de rosas, jazmines, claveles y fresias. No duda mucho y se decide por las rosas
rojas. Las mismas que compró el muchacho de la otra mesa para su novia. Le paga
y le dice al chico que no se preocupe, que se quede con el vuelto. Deja el ramo
frente a él y sigue con el café, mirando su reloj y el otro. Se dice a sí mismo
que ya llegará mientras vuelve a mirar en los dos relojes.


    Se distrae
con el tránsito, con el canilita, con la gente que lleva a sus perros a la
plaza, con las veredas salpicas de hojas, con los baches en el asfalto, con las
baldosas flojas en las veredas, con el cielo gris y sus múltiples formas, con
el canto de algún pájaro, con una sirena que se escucha a lo lejos. Se distrae
tanto que un hilo de pensamientos lo llevan tan al extremo en sus abstractas
reflexiones que se olvida de la conclusión en la que estaba. Hace un esfuerzo
pero no hay caso, es como querer tratar de acordarse de un sueño cuando se
despierta de sobresalto. Se recuesta sobre la silla y mira la borra de la taza
vacía. Ya no tiene ganas de pensar, de esperar, de mirar otra vez el reloj. Se
siente triste, frustrado.


    Todavía no
ha declinado del todo el día cuando se prenden las luces del alumbrado
público.  Justo en el instante que llama
al mozo para pagar su cuenta la ve entrar por la puerta marrón desgastada y
crujiente. La envuelve un aura que no sabe si es imaginaria o sus desesperadas
ganas de verla lo hacen distorsionar la realidad. Llegan a su mesa juntos ella
y el mozo. Los dos se miran sonriendo con el mozo de espectador. Él pide otro
café, ella también. Se siguen mirando, él toma su mano y la besa; y comienzan a
conversar. Mientras ella habla él toma el ramo que está escondido en la silla
lateral oculta por la mesa. Ella desborda al sonreír, se toman de la mano con
más fuerza, sus bocas se acercan para besarse con pasión. El ramo de rosas ha
vuelto a quedar oculto en la silla lateral. Los interrumpe el mozo. Deja los
cafés y se retira. Él ya no mira los relojes. Ya no mira las letras que están
al revés en el vidrio y que dicen “Café Faenza”. Ya dejó de preocuparse. Lo
único que le importa es ella y todo lo que le haga recordar a ella.


   La noche ya
ha usurpado todo.  Le propone ir a otro
lugar. Ella, en el último sorbo derrama unas gotas del café sobre su
vestido.  Se miran con miradas cómplices
y estallan en una carcajada seca. El mozo regresa con el vuelto, desea buenas
noches y se retira entre las risas de ellos.





   Tomados de
la mano recorren la costanera como es costumbre en ellos. La rutina es calcada
al año anterior y al anterior. La luna los acompaña como testigo. El mar
también los sigue a cada paso y de vez en cuando arroja un rumor calmo, sereno.
Al llegar a la escollera se acomodan en la baranda para seguir conversando de
frente al mar y la luna. La conversación dura casi una hora; y al finalizar esa
hora, los dos, se dan cuenta de que ya es hora de regresar. Ella arroja el ramo
de rosas al agua.


    Toman un taxi
hasta la casa de él. Durante el viaje no hablan.  Solo escuchan la agradable música que escucha
el taxista. No hay nada en el mundo que los preocupe, o por lo menos el resto
de esta noche. El taxi sigue cruzando calles, la música sigue sonando, el clima
es más que agradable, ellos de vez en cuando se miran y sonríen. Ya no hace
falta palabras o artilugios para pasarla bien. Cada uno se siente bien con la
presencia del otro. Todo está justificado esta noche. Lo que cada uno, por su
lado, esperó. Y lo que cada uno esperó fue al otro.


    Los
neumáticos del taxi repiquetean sobre los adoquines. Es indicio de que ya están
cerca. Cinco minutos después ya están descendiendo del taxi. Cinco minutos
después, él prepara dos tazas de té. Diez minutos después ya han acabado con el
té y vuelven sus labios a degustarse sobre el sofá. Mientras él la besa mira el
reloj que está en el comedor. Se da cuenta de que le queda poco tiempo; y en el
arrebato de pasión, sus cuerpos van tomándose por el living, el pasillo y
concluyen en la habitación.


    Los dos se
encuentran relajados. La luz de la luna llena que entra por el ventanal baña
con luz lechosa a los amantes y a todo los muebles. Ella le susurra algo al
oído. Él sonríe y acto seguido ella se incorpora sobre el cuerpo de él. Sus
bocas vuelven a corresponderse. Y como todos los años, la luz lechosa de la
habitación comienza a aclararse. Los dos ya conocen la rutina. Mientras la luz
del día comienza su sigilosa actividad, ellos, se besan con más pasión.  Él, con los ojos cerrados la besa hasta que
deja de sentir la humedad de su boca. Cuando deja de sentir el tacto y la
humedad de ella, con los ojos cerrados, se acomoda en la cama con los brazos
extendidos y una amplia sonrisa. La espera ha valido la pena, la noche ha
valido la pena, toda su vida ha valido la pena; todo por estar una noche con
ella, una noche por año.




      Ya con  el sol del día presente en su ventana, abre
los ojos y toma el almohadón con el perfume que ella ha dejado. Lo toma como si
fuera ella y abraza el almohadón. Sabe que tendrá que esperar un año. Lo sabe
desde hace unos cuantos años; y como hace tantos años, ya empieza a esperar que
esa noche, la del próximo año, llegue lo más pronto posible. 















Gisela

   Toma un sobre de azúcar, lo sacude y arroja el contenido dentro de la taza de café. Mira la hora en su reloj y lo constata con el reloj que está encima del mostrador. No hay mucha diferencia ente los dos. Repasa visualmente todo el local por enésima vez. El mozo deja un tostado en una mesa y en otra un jugo de naranja; levanta en la bandeja vacía los restos de la última mesa que se ha desocupado. El encargado esta absorto en el diario. Solo levanta la mirada para abrir la caja y cobrar. Un par de moscas revolotean sobre la mesa y de vez en cuando chocan contra el vidrio. Revuelve la cuchara en su taza mientras entra un chico a vender flores. Pasa por todas las mesas. Antes de que el chico llegue a su mesa no tiene ninguna intención en comprar flores. Pero al ver a la pareja que está a tres mesas de él comprarle un ramo de rosas al chico, se dice que podría ser una buena idea. El chico lo saluda amablemente y le ofrece ramos de rosas, jazmines, claveles y fresias. No duda mucho y se decide por las rosas rojas. Las mismas que compró el muchacho de la otra mesa para su novia. Le paga y le dice al chico que no se preocupe, que se quede con el vuelto. Deja el ramo frente a él y sigue con el café, mirando su reloj y el otro. Se dice a sí mismo que ya llegará mientras vuelve a mirar en los dos relojes.
    Se distrae con el tránsito, con el canilita, con la gente que lleva a sus perros a la plaza, con las veredas salpicas de hojas, con los baches en el asfalto, con las baldosas flojas en las veredas, con el cielo gris y sus múltiples formas, con el canto de algún pájaro, con una sirena que se escucha a lo lejos. Se distrae tanto que un hilo de pensamientos lo llevan tan al extremo en sus abstractas reflexiones que se olvida de la conclusión en la que estaba. Hace un esfuerzo pero no hay caso, es como querer tratar de acordarse de un sueño cuando se despierta de sobresalto. Se recuesta sobre la silla y mira la borra de la taza vacía. Ya no tiene ganas de pensar, de esperar, de mirar otra vez el reloj. Se siente triste, frustrado.
    Todavía no ha declinado del todo el día cuando se prenden las luces del alumbrado público.  Justo en el instante que llama al mozo para pagar su cuenta la ve entrar por la puerta marrón desgastada y crujiente. La envuelve un aura que no sabe si es imaginaria o sus desesperadas ganas de verla lo hacen distorsionar la realidad. Llegan a su mesa juntos ella y el mozo. Los dos se miran sonriendo con el mozo de espectador. Él pide otro café, ella también. Se siguen mirando, él toma su mano y la besa; y comienzan a conversar. Mientras ella habla él toma el ramo que está escondido en la silla lateral oculta por la mesa. Ella desborda al sonreír, se toman de la mano con más fuerza, sus bocas se acercan para besarse con pasión. El ramo de rosas ha vuelto a quedar oculto en la silla lateral. Los interrumpe el mozo. Deja los cafés y se retira. Él ya no mira los relojes. Ya no mira las letras que están al revés en el vidrio y que dicen “Café Faenza”. Ya dejó de preocuparse. Lo único que le importa es ella y todo lo que le haga recordar a ella.
   La noche ya ha usurpado todo.  Le propone ir a otro lugar. Ella, en el último sorbo derrama unas gotas del café sobre su vestido.  Se miran con miradas cómplices y estallan en una carcajada seca. El mozo regresa con el vuelto, desea buenas noches y se retira entre las risas de ellos.

   Tomados de la mano recorren la costanera como es costumbre en ellos. La rutina es calcada al año anterior y al anterior. La luna los acompaña como testigo. El mar también los sigue a cada paso y de vez en cuando arroja un rumor calmo, sereno. Al llegar a la escollera se acomodan en la baranda para seguir conversando de frente al mar y la luna. La conversación dura casi una hora; y al finalizar esa hora, los dos, se dan cuenta de que ya es hora de regresar. Ella arroja el ramo de rosas al agua.
    Toman un taxi hasta la casa de él. Durante el viaje no hablan.  Solo escuchan la agradable música que escucha el taxista. No hay nada en el mundo que los preocupe, o por lo menos el resto de esta noche. El taxi sigue cruzando calles, la música sigue sonando, el clima es más que agradable, ellos de vez en cuando se miran y sonríen. Ya no hace falta palabras o artilugios para pasarla bien. Cada uno se siente bien con la presencia del otro. Todo está justificado esta noche. Lo que cada uno, por su lado, esperó. Y lo que cada uno esperó fue al otro.
    Los neumáticos del taxi repiquetean sobre los adoquines. Es indicio de que ya están cerca. Cinco minutos después ya están descendiendo del taxi. Cinco minutos después, él prepara dos tazas de té. Diez minutos después ya han acabado con el té y vuelven sus labios a degustarse sobre el sofá. Mientras él la besa mira el reloj que está en el comedor. Se da cuenta de que le queda poco tiempo; y en el arrebato de pasión, sus cuerpos van tomándose por el living, el pasillo y concluyen en la habitación.
    Los dos se encuentran relajados. La luz de la luna llena que entra por el ventanal baña con luz lechosa a los amantes y a todo los muebles. Ella le susurra algo al oído. Él sonríe y acto seguido ella se incorpora sobre el cuerpo de él. Sus bocas vuelven a corresponderse. Y como todos los años, la luz lechosa de la habitación comienza a aclararse. Los dos ya conocen la rutina. Mientras la luz del día comienza su sigilosa actividad, ellos, se besan con más pasión.  Él, con los ojos cerrados la besa hasta que deja de sentir la humedad de su boca. Cuando deja de sentir el tacto y la humedad de ella, con los ojos cerrados, se acomoda en la cama con los brazos extendidos y una amplia sonrisa. La espera ha valido la pena, la noche ha valido la pena, toda su vida ha valido la pena; todo por estar una noche con ella, una noche por año.

      Ya con  el sol del día presente en su ventana, abre los ojos y toma el almohadón con el perfume que ella ha dejado. Lo toma como si fuera ella y abraza el almohadón. Sabe que tendrá que esperar un año. Lo sabe desde hace unos cuantos años; y como hace tantos años, ya empieza a esperar que esa noche, la del próximo año, llegue lo más pronto posible. 




Hice un doble nudo


En mi corbata. El portafolio


Lustrado espera al lado


Del paraguas. La cocina 


Deja que desayune mientras 


Leo el diario.





Pero antes de ajustar la soga 


En mi cuello, vuelvo


A ajustar los nudos de 


Mi corbata. 





Los zapatos lustrados dirán


Que hice todo, que no dejé 


Nada sin hacer y que 


Por única vez presté atención 


A todos los detalles.





Un cuervo sale del baño


Y salto de la silla.





Pero este detalle no figurará


En la autopsia.


Tampoco el diminuto animal 


Mitológico que habita 


En mi habitación.


Mucho menos la felicidad


Que experimenté al ir 


Quedándome sin aire.





Lo que sí quedará constancia


Es que aseé todo el departamento.


Nadie podrá decir que era 


Un depresivo mugriento 


Dirán que se afeitó 


Y bañó 


Y dejó todos sus poemas 


Ordenandos.




























Hice un doble nudo
En mi corbata. El portafolio
Lustrado espera al lado
Del paraguas. La cocina 
Deja que desayune mientras 
Leo el diario.

Pero antes de ajustar la soga 
En mi cuello, vuelvo
A ajustar los nudos de 
Mi corbata. 

Los zapatos lustrados dirán
Que hice todo, que no dejé 
Nada sin hacer y que 
Por única vez presté atención 
A todos los detalles.

Un cuervo sale del baño
Y salto de la silla.

Pero este detalle no figurará
En la autopsia.
Tampoco el diminuto animal 
Mitológico que habita 
En mi habitación.
Mucho menos la felicidad
Que experimenté al ir 
Quedándome sin aire.

Lo que sí quedará constancia
Es que aseé todo el departamento.
Nadie podrá decir que era 
Un depresivo mugriento 
Dirán que se afeitó 
Y bañó 
Y dejó todos sus poemas 
Ordenandos.









jueves, 19 de julio de 2018

Un abuelo pasea a su pequeño perro

Por la plaza.



El abuelo cena mirando la tv,

El pequeño perro cena

Al lado de la mesa

En su pequeño plato.



El perro duerme al lado

De la cama del abuelo.



El perro espera al abuelo

Cuando sale a comprar.



El abuelo lleva al veterinario

A su perro cuando no lo ve bien.



El abuelo y su perro son compañeros.



Pienso en todas las relaciones

Afectivas que habrá tenido el abuelo

A lo largo de toda su vida;

Y ahora toda su vida

Depende de este pequeño perro.

El perro es feliz,

De eso no hay dudas,

El abuelo también.



Es de mañana

Y me encuentro al abuelo

Paseando a su perro.



Me quedo 2 segundos

Mirándolos.



Si me preguntan por amor

Diré que esta imagen

Es la síntesis perfecta.
















Un abuelo pasea a su pequeño perro
Por la plaza.

El abuelo cena mirando la tv,
El pequeño perro cena
Al lado de la mesa
En su pequeño plato.

El perro duerme al lado
De la cama del abuelo.

El perro espera al abuelo
Cuando sale a comprar.

El abuelo lleva al veterinario
A su perro cuando no lo ve bien.

El abuelo y su perro son compañeros.

Pienso en todas las relaciones
Afectivas que habrá tenido el abuelo
A lo largo de toda su vida;
Y ahora toda su vida
Depende de este pequeño perro.
El perro es feliz,
De eso no hay dudas,
El abuelo también.

Es de mañana
Y me encuentro al abuelo
Paseando a su perro.

Me quedo 2 segundos
Mirándolos.

Si me preguntan por amor
Diré que esta imagen
Es la síntesis perfecta.






Mediodía de poemas trágicos

Un poema trágico asoma


En el mediodía del barrio,


Ella dice que:


Los mediodías son para los 


Poemas trágicos,


Yo digo que la tragedia


Es escribir al mediodía

Mientras me acerco para besarla;


Ella se enoja


Y me da una bofetada

¿Por qué no se puede besar

Sin sufrimiento?

Pregunto entre sollozos

Y lágrimas saladas

A su imprecación

Que me arroja desde la puerta del baño.

Y no solo eso

Arroja: toallas, jabones, el secador de pelo

Toallas femeninas, cepillos de dientes,

Mas imprecaciones. Y nuevamente

La amenaza de que me vaya de su casa

Que no me soporta

Como humano

Y mucho menos como poeta.



¿Será esta la tragedia?

¿Su manipulación?

¿Su deseo de que escriba

Mediodía de poemas trágicos?

Para apropiárselos

Publicarlos y quedarse con las regalías.



Es más que seguro que su desquicie

Responde a eso,

Sin embargo no dejo de llorar

Sobre el teclado de la computadora

Mientras ella sigue arrojándome cosas

Desde el umbral de la puerta del baño.



Sí.



Los mediodías son para poemas trágicos

Para escribir, llorar y tirar cosas.



Y fue cuando dejé de llorar

Y escribí el primer verso

Que ella dejó de arrojarme cosas.



A medida que avanzo con el poema

Ella sonríe sentada desde el umbral

De la puerta del baño. Mientras avanzo

Me pregunto:

¿Cómo será su próximo desquicie

Para que escriba el próximo poema?












































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Mediodía de poemas trágicos

Un poema trágico asoma
En el mediodía del barrio,
Ella dice que:
Los mediodías son para los 
Poemas trágicos,
Yo digo que la tragedia
Es escribir al mediodía
Mientras me acerco para besarla;
Ella se enoja
Y me da una bofetada
¿Por qué no se puede besar
Sin sufrimiento?
Pregunto entre sollozos
Y lágrimas saladas
A su imprecación
Que me arroja desde la puerta del baño.
Y no solo eso
Arroja: toallas, jabones, el secador de pelo
Toallas femeninas, cepillos de dientes,
Mas imprecaciones. Y nuevamente
La amenaza de que me vaya de su casa
Que no me soporta
Como humano
Y mucho menos como poeta.

¿Será esta la tragedia?
¿Su manipulación?
¿Su deseo de que escriba
Mediodía de poemas trágicos?
Para apropiárselos
Publicarlos y quedarse con las regalías.

Es más que seguro que su desquicie
Responde a eso,
Sin embargo no dejo de llorar
Sobre el teclado de la computadora
Mientras ella sigue arrojándome cosas
Desde el umbral de la puerta del baño.

Sí.

Los mediodías son para poemas trágicos
Para escribir, llorar y tirar cosas.

Y fue cuando dejé de llorar
Y escribí el primer verso
Que ella dejó de arrojarme cosas.

A medida que avanzo con el poema
Ella sonríe sentada desde el umbral
De la puerta del baño. Mientras avanzo
Me pregunto:
¿Cómo será su próximo desquicie
Para que escriba el próximo poema?















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Es el brillo

Sobre la madera de un ataúd

De roble,

Es la mirada sin vida

De un cuerpo inerte

Del cual solo quedan memorias,

Es la caminata

En paz un domingo por la mañana

Por el cementerio,

Es ese día que hablamos por

Última vez.



Yo también soy como Nicanor Parra

No hablo de crepúsculos

Y damas recortadas en el horizonte

Yo hablo de ataúdes, de muerte

De los fideos con manteca de mi abuela

Del puré de papas de mamá

Del fracaso de escribir

Y de la ansiedad que se presenta

En la medianoche.



Es eso

Y un poco más

Lo que llega a derramar

Mi inspiración deprimida

Entre el golpe de la teclas

Y música melancólica.



Un letra nunca alcanza

Una palabra tampoco

2 millones menos.



Luego de escribir 400 poemas

Siento que he arrojado

Una letra mal escrita

Al vasto océano poético;

Pero esa letra mal escrita

A mis 38 años

Es lo que justifica toda mi vida.




















Es el brillo
Sobre la madera de un ataúd
De roble,
Es la mirada sin vida
De un cuerpo inerte
Del cual solo quedan memorias,
Es la caminata
En paz un domingo por la mañana
Por el cementerio,
Es ese día que hablamos por
Última vez.

Yo también soy como Nicanor Parra
No hablo de crepúsculos
Y damas recortadas en el horizonte
Yo hablo de ataúdes, de muerte
De los fideos con manteca de mi abuela
Del puré de papas de mamá
Del fracaso de escribir
Y de la ansiedad que se presenta
En la medianoche.

Es eso
Y un poco más
Lo que llega a derramar
Mi inspiración deprimida
Entre el golpe de la teclas
Y música melancólica.

Un letra nunca alcanza
Una palabra tampoco
2 millones menos.

Luego de escribir 400 poemas
Siento que he arrojado
Una letra mal escrita
Al vasto océano poético;
Pero esa letra mal escrita
A mis 38 años
Es lo que justifica toda mi vida.









lunes, 16 de julio de 2018

Llego a la casa de mi infancia

Hollando inflamables

Lenguas de fuego.



Me busco en una habitación

Y me dispongo a hollar

Las inflamables lenguas

De fuego que habitan en mí.



Las atravieso y llego

Hasta las inflamables

Lenguas de fuego que

Habitan en el vientre de mi madre.



También las atravieso

Y llego hasta las inflamables

Lenguas de fuego de mis dos

Hermanos nonatos.



Y fue que me fui perdiendo

Entre inflamables lenguas

De fuego;

Y me perdía y me encontraba

Y todo volvía a empezar

Este poema también,

Este poema inflamable,

Cada letra es una lengua

De fuego

Que incinera todo a su paso.



Entonces dejé de escribir

Levanté mi lapicera inflamable

De la hoja

Antes de que las lenguas de fuego

Incineren la hoja

Mi cuaderno

La alfombra

Mi casa

Mi barrio

La ciudad

Y a vos.












Llego a la casa de mi infancia
Hollando inflamables
Lenguas de fuego.

Me busco en una habitación
Y me dispongo a hollar
Las inflamables lenguas
De fuego que habitan en mí.

Las atravieso y llego
Hasta las inflamables
Lenguas de fuego que
Habitan en el vientre de mi madre.

También las atravieso
Y llego hasta las inflamables
Lenguas de fuego de mis dos
Hermanos nonatos.

Y fue que me fui perdiendo
Entre inflamables lenguas
De fuego;
Y me perdía y me encontraba
Y todo volvía a empezar
Este poema también,
Este poema inflamable,
Cada letra es una lengua
De fuego
Que incinera todo a su paso.

Entonces dejé de escribir
Levanté mi lapicera inflamable
De la hoja
Antes de que las lenguas de fuego
Incineren la hoja
Mi cuaderno
La alfombra
Mi casa
Mi barrio
La ciudad
Y a vos.





jueves, 12 de julio de 2018

Los perros rompen bolsas

De basura

Buscando comida;

Los paqueros también.



Pero ellos no buscan comida

Buscan papel aluminio

Para sus pipas

En las rotas bolsas de basura

Para fumar el descarte

Del Polvo Inca.



Los nuevos Desaparecidos

A la vista de todos

Los nuevos descartes

Que tienen la misma o menor

Categoría ontológica

Que la basura. Los Desaparecidos

Que serán moda y uso político

En 20 años. Todos muertos al nacer

Y no hizo falta una ley.



La luna cae sobre Amancio Alcorta

Los pasillos de Zabaleta son

Densos y lúgubres.

Hasta la muerte tiene miedo en

Estos lares.



Un patrullero me sigue por la avenida;

Atravieso las galerías

De la cancha de Huracán

Y los fisuras se van levantando

A medida que voy pasando;

Pero nadie se atreve a chetearme

El patrullero tampoco:

¿Será porque yo también soy

Un desaparecido?

¿Un muerto civil-espiritual?

Que deambula detrás de estas piedras

De adrenalina caliente que el sistema

Ha preparado para que no sea una

Amenaza;

Estas piedras que desaparecen en

La pipa,

En esa pipa en la que voy

Desapareciendo, en este

Devenir del Terrorismo de Estado

Que sigilosamente y de manera barata

Cumple su propósito: desaparecer:

Exterminar.



Dice Chauchesco:

Que por eso liberaron la falopa

En los 80´s:

Para que nos apuntáramos los fierros

Entre nosotros. Si la gente estuviera

Lúcida los fierros apuntarían

A ellos.



Apunto el fierro a mi boca

El fuego del encendedor

Quema la bala que desgarra

Mi cerebro y mis pulmones.

El humo caliente resquebraja

Mi sistema nervioso

Y las convulsiones me van

Desapareciendo

Desapareciend

Desaparecien

Desaparecie

Desapareci

Desaparec

Desapare

Desapar

Desapa

Desap

Desa

Des

De

D

.
















Los perros rompen bolsas
De basura
Buscando comida;
Los paqueros también.

Pero ellos no buscan comida
Buscan papel aluminio
Para sus pipas
En las rotas bolsas de basura
Para fumar el descarte
Del Polvo Inca.

Los nuevos Desaparecidos
A la vista de todos
Los nuevos descartes
Que tienen la misma o menor
Categoría ontológica
Que la basura. Los Desaparecidos
Que serán moda y uso político
En 20 años. Todos muertos al nacer
Y no hizo falta una ley.

La luna cae sobre Amancio Alcorta
Los pasillos de Zabaleta son
Densos y lúgubres.
Hasta la muerte tiene miedo en
Estos lares.

Un patrullero me sigue por la avenida;
Atravieso las galerías
De la cancha de Huracán
Y los fisuras se van levantando
A medida que voy pasando;
Pero nadie se atreve a chetearme
El patrullero tampoco:
¿Será porque yo también soy
Un desaparecido?
¿Un muerto civil-espiritual?
Que deambula detrás de estas piedras
De adrenalina caliente que el sistema
Ha preparado para que no sea una
Amenaza;
Estas piedras que desaparecen en
La pipa,
En esa pipa en la que voy
Desapareciendo, en este
Devenir del Terrorismo de Estado
Que sigilosamente y de manera barata
Cumple su propósito: desaparecer:
Exterminar.

Dice Chauchesco:
Que por eso liberaron la falopa
En los 80´s:
Para que nos apuntáramos los fierros
Entre nosotros. Si la gente estuviera
Lúcida los fierros apuntarían
A ellos.

Apunto el fierro a mi boca
El fuego del encendedor
Quema la bala que desgarra
Mi cerebro y mis pulmones.
El humo caliente resquebraja
Mi sistema nervioso
Y las convulsiones me van
Desapareciendo
Desapareciend
Desaparecien
Desaparecie
Desapareci
Desaparec
Desapare
Desapar
Desapa
Desap
Desa
Des
De
D
.







domingo, 8 de julio de 2018

La gota que derrama esta canilla


Esta canilla casi estéril


En medio de la aridez y


Sofocación;


La canilla perdida en la soledad 


La canilla que da el sentido 


A la poesía,


Brindando su miseria de vez 


En cuando 


Brindando su misera gota 


Perdida en la vastedad


Del tiempo y el espacio


Perdida en el exceso de lenguaje 


Perdida entre los simulacros 


De poetas 


Que se agolpan ente sí


En el comienzo de su boca 


Como moscas sedientas 


Que esperan esa gota poética 


Que les permita renovar el carnet


Por 10 años más.





Pero me alejo


No necesito de esta canilla


Ni de su misera gota


Ni del miserable carnet


No necesito ser una mosca


Desesperada sedienta con ganas


De renovar el carnet para circular


Por los eventos de poesía y ser aclamado


En las críticas literarias. 


No


No necesito nada de eso


Necesito un horno de barro


Para cocinar mis versos:


"Porque aquí también 


Habita la poesía."











Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...