jueves, 27 de octubre de 2016

Contexto

     Mamá tiene cáncer. Tiene que usar una bolsa de colostomía. Hace diez días papá tuvo un paro cardíaco. Él la ayudaba con los cuidados de su bolsa y los trámites en la obra social. Los primeros días la ayudé a mamá con el cambio con su bolsa. Ahora, ella, ya se cambia la bolsa sola, hace los trámites en la obra social luego de hacerse la quimioterapia va a cuidar a papá al hospital con el veneno de la quimioterapia y el veneno de la nicotina. Mamá es una guerrera y papá tiene el corazón de un toro salvaje.

    Por mi parte comprendí que la vida es delicada, frágil; lo intuía, ahora lo comprendo. Le comenté a mi prima, estando en el patio del hospital municipal, que, nosotros dos, ya habíamos estado aquí y en la misma situación, cuando falleció nuestra abuela. El patio, terapia intensiva, la agonía y la muerte: nada ha cambiado, ¿nosotros? Ella tenía 10 meses en 1988, yo tenía 8 años. Ha pasado el tiempo.

   Las noches en los hospitales son eternas, cansadas, flácidas. A pesar de todo no he dejado de leer ni escribir. Sé que cada vez que vuelva a releer el Libro del desasosiego de Pessoa volveré a éstas noches en vela con el espíritu y los huesos contracturados. Las lineas del libro ya han quedado impregnadas con los recuerdos y emociones de éstas noches.

   La siguiente transcripción es fiel, tal cual fue escrito en algún momento de esos...Esos tantos momentos...Al lado de papá.







Delicados cuerpos

Burbujas y oxigeno

Un pasillo frío; simetría fría

Respiración irregular

¿Qué es lo qué queda en todo esto?

¿Qué es lo que quedará de papá?

Las preguntas se pierde entre los jadeos y, algunas veces, gritos de dolor y agonía.

Mi pregunta ya no es mi pregunta

Mi pregunta soy yo









   El chasquido de gotas repiqueteaba sobre la acera. El chaparrón había durado cerca de quince minutos. Sobre la ventana fría dejaba ver todo el exterior bañado por la lluvia, él, buscaba el recuerdo que lo pudiera salvar; salvar por un momento, porque así como un recuerdo puede llevar al hombre a la locura, un recuerdo también puede salvarlo.

   Entre las baldosas, entre los ladrillos rasados, entre las columnas de hormigón y entre los tejados. En cada rincón acecha ese recuerdo. En cada rincón, en cada pequeño segmento de las simetrías urbanas se encuentra el recuerdo que pueda llegar a salvarlo.

   Miró la escena completa para que el recuerdo lo encuentre a él; realmente ya no tenía ganas de esforzarse. Toda la vida se había esforzado, a veces en vano, otras no. Pero ahora ya no quería esforzarse, ahora no.



Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...