Veredas y más veredas; calles y más semáforos se cruzan por mi andar. Formas de un laberinto que no elegí andar, y sin embargo me veo obligado a andar.
Borges piensa que un desierto es una especie de laberinto, ya que no se puede escapar de él. No será que el laberinto es más personal: ¿Se puede escapar de uno alguna vez? ¿Se puede escapar alguna vez de esta representación que soy?
Alguna vez pude escapar pero fue por momentos. Hoy ya no sé si se puede escapar de este laberinto que me he formado (o me han formado), ya no sé cuanto tiempo tendré que usar esta mascara e interpretar a este personaje; ya no sé cuánto durará esta comedia que me ha deparado el destino, o Dios, o quizás yo mismo. Hoy no lo sé, y tampoco puedo abandonar la cuestión tan fácilmente.
En el ocaso de mi vida sé que volverá a resurgir esta incredulidad, como tantas otras cosas que las olvido y siempre vuelven, como las olas del mar.
sábado, 17 de septiembre de 2016
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