jueves, 23 de julio de 2020

Anacoreta

Una tortilla santiagueña parrillera
Que cumple la función
De protector gástrico
Para que la pastilla
No se disuelva
En las paredes del estómago
Y forme una úlcera.
El Eri siempre mostraba
El tumor que tenía en la panza.
Supuraba pus y olor fétido.
Todo por tomar más pastillas
Que comida.
La avenida San Martín está despertando
Soy el primer cliente del tortillero.
Mis biógrafos dirán
Que no tuve una buena relacíon
Con el trabajo. Que me costó levantarme
Cada mañana a ganarme el sustento. Dirán
Que tuve una aversión patológica a militar
Por su doble acepción. Que me pasé toda
La vida purgando y supurando
Toda la locura que tomé, fumé e inhalé
Como el tumor del Eri. Dirán que había
Pus para cuatro vidas. Seguramente habrá
Datos de color y anécdotas de mis amigos.
También dirán que tuve perseverancia, disciplina
Un par de años
Como un monje anacoreta
Que cruzaba ese desierto de 50 cuadras
Entre Quilmes y Claypole
Para llegar a lo de la Rosa
Y ser el primer cliente
De los fármacos de moda del 2000
Que se disolvían con un Fernandito
O una cerveza; y el estómago ya
Tenía su Omeprazol natural
Gracias la tortilla santiagueña.
No había riesgo de tumor o úlcera
A las 7.30 de la mañana.
Dirán también que fatigué todos
Los desiertos artificiales
Y que me cansé de ellos.
Espero que hablén de mis años con la poesía.
Espero que le dediquen un par de páginas
Que no olviden que esta me salvó la vida.


No hay comentarios.:

Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...