miércoles, 26 de septiembre de 2018

Las sombras que se ocultan
Detrás de otras sombras
Son las mimas que susurran
En mis oídos y me dictan
Lo poemas que la muerte
No puede escribir por
Estar todo el tiempo con la hoz
En su mano.

Lleno de surrealidad
Y resentimientos
Desprendo de mis pulmones
El poco resabio de cordura
Que había en mi cerebro
Antes de armar la pipa.

El frío y el calor
Que recorre las calles
Y mi cuerpo
Son indicios de que la muerte
No aprendió a escribir.

Una nueva sombra surge
De la piedra amarilla
Que se quema:
"Vístete de seda
Para que el funeral de la
Última musa no haya sido
En vano y pueda encontrar
Reposo su alma en los tiernos
Valles de la Melancolía".

Mientras el humo
Arrasa con mi cordura
Escribo el poema en la tierra.

Si no estuviera anestesiado
Lloraría toda la noche.
Si no estuviera anestesiado
Podría escribir todos estos poemas
Que la muerte no se anima.

El trato, pareciera, es que yo también
Deba morir lentamente.

Espero no perder la memoria
Así como la cordura.

Espero poder volver a esta esquina
Algún día
De Juncal y 9 de Julio
Para recoger todos los poemas
Que aquí escribí.  

Las sombras siguen susurrando
Las piedras siguen quemándose
El brillo en la hoz
Es cristalino. El próximo poema habla
De eso;
Y también lo escribo en la tierra.






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