martes, 5 de noviembre de 2019

La Matera

     Cae el sol sobre el terraplén de La Matera. Una ráfaga de viento trae el olor a podrido de las bolsas de basura que hay en el arroyito. La ráfaga pasa y queda estancado un calor seco, sofocante. A la tarde los paraguayos le van a caer con todo a las birras. Pero eso cuando vuelvan del laburo. Después de las 6 empiezan a llegar todos los laburantes. Por ahora solo hay unos pocos. Algunos toman tereré bajo las sombras de los arboles, otros duermen la siesta. Los perros también sufren del calor. Toman agua de las zanjas, otros directamente se meten de una en la zanja a refrescarse.

    Un carro se acerca, ni tan rápido ni tan despacio. El caballo está todo sudado. En el carro viene tres pintas. Se van acercando a los de los paraguayos que venden faso. Al que le toca vender hoy está sentado en la vereda con una bolsa camiseta en donde tiene todos los baguyos. El paraguayo los mira a los pintas. Se da cuenta de que son de otro barrio. No hay novedad, bocha de gente viene a comprar de todos lados.

   Se bajan los tres. Uno va directamente a encañonar al paraguayo de la vereda. Le saca la bolsa con los baguyos, la plata y el fierro y la faca que tiene en la cintura. El paraguayo está duro con las manos levantados y una transpiración fría que le corre la espalada. Siente el fierro frío en la cabeza. Espera la descarga, el pellizcón caliente de la bala. Lo otros que entraron en la casa encerraron en el baño a los dos paraguayos y a la paraguaya con la hija. Levantan los dos ladrilotes de faso con el que estaban haciendo los baguyos, la plata que hay arriba de la mesa, todos los fierros que encuentran y un poco de gilada que parece que es para el consumo de la casa. Meten todo adentro de una bolsa de consorcio. Cuando están saliendo de la casa le tiran unos cuantos tiros desde dos lugares diferentes. La alarma comunitaria sonó. Los paraguayos del barrio se cuidan entre ellos. Antes de salir de la casa vuelve la balacera. Una de las balas le da a uno de los giles. El paraguayo que estaba en la vereda encañodo se tira al piso. Los otros dos encaran para el carro. Tiran tiros para todos lados. No se ve de que lado vienen los corchazos. De la casa al carro la sangre forma una recta casi perfecta. Se suben y el que tiene las riendas le da un par de rebenquezos al caballo para que arranque.

   La huida va levantando polvo. Los giles tiran tiros y a la misma vez reciben de todos lados. Otra bala le da a otro gil. El que tiene las riendas y el rebenque está ileso, los otros dos están perdiendo sangre. Como si fuera el final de una película, el carro se aleja con dos de los protagonistas heridos, los fierros sin bala; la incertidumbre que alguno se termine muriendo.

  Finalmente el carro quedó fuera del alcance de los paraguayos. Uno de los giles ya está muerto, el otro pueda que tenga más suerte. Se alejan de La Matera y los títulos nunca aparecen.








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