miércoles, 3 de julio de 2019




“Si he de vivir que sea
sin timón y en el delirio”



Mario Santiago Papasquiaro






   Ya son las 11, es hora de ir a Güerrin por las pizzas. Hoy debe ser una de las noches más frías del invierno. Otro día de frío en el infierno. Mientras cruzo por la 9 de julio pienso en la barcaza de la Expedición Atlantis. Creo que fue la primera vez que conocía la capital. Mi tío Florencio fue el que me trajo. Puedo sentir su mano grande tomando mi pequeña mano. En la casa de mi abuela todos los lunes mirábamos La aventura del hombre. Recuerdo patente el documental y la voz inconfundible de Ernesto Fritz. Recuerdo un documental sobre una travesía. 52 días de travesía por el Océano atlántico en una rústica y primitiva balsa hecha de paja, madera liviana y cuerdas vegetales;  impulsada por una vela aprovechando las corrientes marítimas.

   ¿Por qué recuerdo un documental de hace 20 años? ¿Por qué siento que puede describir toda esa experiencia? Era un día soleado, quizás era verano. Mucha gente alrededor de la embarcación que atravesó 3500 km de manera astuta y precaria. Sé que mi tío me hablaba. Luego caminamos por Lavalle y entramos a una pizzería a comer. Mientras camino por Corrientes comprendo que estoy atravesando mi propio Océano Atlántico con mi balsa rústica y artesanal.




Estoy muy solo y triste acá
en este mundo abandonado
tengo una idea, esa la de irme
al lugar que yo mas quiera
me falta algo para ir
pues caminando yo no puedo
construiré una balsa 
y me iré a naufragar


Tengo que conseguir
mucha madera
tengo que conseguir 
de donde pueda


Y cuando mi balsa esté lista
partiré hacia la locura
con mi balsa yo me iré
a naufragar...


  Estoy en mi balsa. Estoy naufragando. No veo el horizonte, no sé si llegaré a destino. Puede que una tormenta, un monstruo marino o Polifemo me sorprenda en medio de la tempestad. Qué importa eso ahora. Solo quiero llegar a rescatar un par de porciones de pizza y buscar un lugar para dormir. 


   Llego a la fila. Todavía es temprano. Saco de la bolsa mi frazada y me la pongo en los hombros como un poncho. De todas las bocas de los vagos sale vapor mezclado con hambre. Cada vez hace más frío. Saco el medio faso que tenía preparado para el postre. Le pido fuego al que está al lado mio. El favor se agradece con unas cuantas secas. Conversamos. El pinta me cuenta que duerme en el parador de Retiro, pero hoy llegó tarde. Dice que se va para Constitución después a esperar a que arranquen los trenes y dormir un poco ahí. Yo le digo que no sé donde voy a dormir. Un gordo viene caminando con una bolsa blanca. Se nota que lleva la cena. Mientras va pasando se para frente a mí; y sin mediar palabras me entrega lo que él iba a comer. Quedo sorprendido, le agradezco. Ahí nomás abro el paquete: es una tira de asado con papas. Lo comparto con mi compañero. Algo caliente adentro del cuerpo para combatir el frío. Y sigue haciendo frío, sigue llegando gente, sigue habiendo hambre en la calle. La calle, este mar al que me arrojé sin timón y en el delirio.











No hay comentarios.:

Una navidad diferente

  “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti” Friedrich Nietzsche        Pasó por la puerta principa...