lunes, 5 de noviembre de 2018

El exilio

Veo a la pared de eucaliptus
Frescos, salvajes y añejos
Trabajar en mi memoria.

Hace más de 10 años
Cuando dormía en la
Plazoleta de la embajada de Francia;
Veía bloques de hormigón y acero.

Amanecía entre las 6 y las 7
Y después de las 12 anochecía,
Los bloques de hormigón
Tapaban la luz del sol.

Recuerdo esas noches
Cuando 9 de julio estaba desierta
Y me tapaba con una frazada
Del gobierno de la ciudad,
Mirar a esas ventanas
En los bloques de hormigón
Y los imaginaba alegres,
Felices, sin preocupaciones:
"Ellos tienen donde vivir,
Tienen dinero, viven en uno
De los barrios más elegantes
De Buenos Aires", recuerdo que
Pensaba envuelto con mi frazada
Neurótico, adicto, depresivo
Y miserable.

Me gustan los días de mucho viento.

Los eucaliptus susurran,
El viento silba entre
Sus ramas añejadas.
El silbido de la fricción
Es la música que disfruto.

A veces subo al techo a contemplar
Esa música
Y sigo pensando en esos años,
Los años de los bloques de hormigón.

Hoy, a través de la tecnología
Puedo ver en esas ventanas
De los bloques
Y veo gente neurótica , adicta,
Depresiva y miserable.

Veo el amanecer a las 7
Y el trayecto del sol solo
Es empañado un poco
Por la pared de eucaliptus
A eso de las 11.
Veo como se pierde en el horizonte
Al atardecer.

Mi vida ya nos es la del exilio
En la embajada de Francia.

Volví a casa a servir a mis padres.

Y los eucaliptus
Que sigan susurrando
Y desgarrando la forma del sol
A eso de las 11.










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