miércoles, 20 de junio de 2018

La luz de la farola

Que observa al fracaso

De escritor que soy,

Esa farola que ilumina

Al viento y a los ladridos

De los perros.



Me acompaña en el ritmo

Impulsivo de las teclas

Que a toda furia

Quieren drenar la bilis negra

De mis entrañas. Esa bilis

Que tiñe con sus emanaciones

Ponzoñosas, todos los intentos

De poemas que escribo,

Bajo la supervisión inquisidora

De la farola: esa misma farola

Que me abrigó y albergo

En Buenos Aires, Santa cruz,

Pedro Luro, Santiago de Chile

Y Montevideo.



Y cuando tropiezo entre fracaso

Y fracaso;

Salgo a la vereda y conversamos

En silencio, entre ladridos

De perros y maullidos de gatos

Entre mi fantasía esquizoide

Y las pulgas de mi perro.



Hoy es una buena noche para conversar

Ya he tirado más de cien hojas

A la basura. Lo mejor es preparar

Un café, ponerme mi bata y sentarme

En la vereda: sé que cuando

Miro a la farola,

La farola mira en mí.

Y cuando eso sucede

Los poemas son más fáciles

De escribir.







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