Las calles de hormigón
Crujiendo por las
Altas temperaturas:
La sangre de una pierna
Agujereada por un
22 corto:
La dosis que acaba
Con la vida de un cuerpo
Joven:
Una madre que bautiza a su bebé
Y otra que lo abandona:
Una padre que lleva a su hijo
A debutar con una prostituta
Y otro que marca a su hijo
A cintazos por ser gay:
El dinero de un Estado
Que desfinancia
Y un poeta que rechaza
El Fondo nacional de las artes:
La moral que se ajusta a la moda
La moral, la ética y la estética
Que necesita la justicia:
Las lágrimas saladas
Que golpean un ataúd
Y una paloma arrullando
En el cementerio:
Todos lo poemas malos
Del mundo; solamente
Un poema bueno:
El resentimiento que
Gangrena mi sangre;
La redención que llega
A tiempo:
Un abismo que sonríe
A mi sonrisa; mi carta
De declaración de amor
Que nunca envié (y que nunca
Enviaré):
La voz de mis hermanos
Nonatos, los mil millones
De poemas que les escribiré:
Los gorriones que llegan a mi patio,
El esfuerzo por no olvidar
La voz de mi madre:
Mi figura arqueada sobre el teclado
Buscando el ritmo del poema
Y la intuición por encontrar
El último verso:
Era mi voz todas estas cosas
Y muchas que nunca sabré.
Era mi voz un perfecto extraño
En las llanuras áridas
De un país escatológico
Y lisérgico.
En ese país nací y crecí
En ese país escribí mi poesía.
Si llegase a morir lejos
De mi país, devuelvan ni cuerpo
A esa tierra. Mi voz,
Mi voz seguirá recorriendo países
Y cuando se agoten los países
Volveré a las calles de hormigón
Crujiendo por las
Altas temperaturas.
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