miércoles, 26 de diciembre de 2018

Era mi voz


Las calles de hormigón


Crujiendo por las 


Altas temperaturas:





La sangre de una pierna 


Agujereada por un 


22 corto:





La dosis que acaba 


Con la vida de un cuerpo


Joven:





Una madre que bautiza a su bebé


Y otra que lo abandona:





Una padre que lleva a su hijo 


A debutar con una prostituta


Y otro que marca a su hijo


A cintazos por ser gay:





El dinero de un Estado


Que desfinancia 


Y un poeta que rechaza


El Fondo nacional de las artes:





La moral que se ajusta a la moda


La moral, la ética y la estética


Que necesita la justicia:





Las lágrimas saladas 


Que golpean un ataúd 


Y una paloma arrullando 


En el cementerio:





Todos lo poemas malos 


Del mundo; solamente 


Un poema bueno:





El resentimiento que 


Gangrena mi sangre;


La redención que llega 


A tiempo:





Un abismo que sonríe 


A mi sonrisa; mi carta 


De declaración de amor


Que nunca envié (y que nunca


Enviaré):





La voz de mis hermanos


Nonatos, los mil millones 


De poemas que les escribiré:





Los gorriones que llegan a mi patio,


El esfuerzo por no olvidar


La voz de mi madre:





Mi figura arqueada sobre el teclado


Buscando el ritmo del poema


Y la intuición  por encontrar


El último verso:





Era mi voz todas estas cosas


Y muchas que nunca sabré.





Era mi voz un perfecto extraño


En las llanuras áridas 


De un país escatológico 


Y lisérgico.





En ese país nací y crecí


En ese país escribí mi poesía.





Si llegase a morir lejos


De mi país, devuelvan ni cuerpo 


A esa tierra. Mi voz,


Mi voz seguirá recorriendo países


Y cuando se agoten los países 


Volveré a las calles de hormigón 


Crujiendo por las 


Altas temperaturas. 










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