domingo, 16 de diciembre de 2018

Gastón Leandro
Ezequiel soy.

Hijo de una prostituta
Y un drogadicto
Con alcoholismo heredado
De mis abuelos
Y la melancolía
Haciéndose sentir por muchas
Generaciones.

En mi pulso
Confluye sangre
De tobas y guaraníes
Con la de españoles
Anarquistas ilustrados.

Mi sangre arde en llamas
En preguntas
En versos que destilan ponzoña,
Esa ponzoña que en el pasado
No me dejó respirar
Y combatía con más ponzoña.

Mi carne vive de la tierra y el fuego
Mi espíritu de las letras
Y el pensamiento
Escribo con mis antepasados mediante
Y no me da vergüenza eso.

La noche me arropa con su manto
La voces dictan lo escrito:
Ya no necesito huir a ningún lado.

Desde el Pilcomayo
Y la alta Europa
Lo poemas llegan.

El propósito me encontró a mí
Antes de que yo
Lo encontrase a él.

Ahora los días tienen  sentido
La ponzoña no me envenena
Y la melancolía devino a versos.

Ya nada pueden quitarme
Ya nada puedo perder.

Puedo dormir el sueño
Que todo hombre anhela
Puedo vivir la vida que me fue
Concebida.

Los grillos que salpican mi patio
Con sus cantos
Le devuelven la belleza al mundo.

Y para finalizar
No hay más gratificante que escribir
Poesía en un mundo absurdo y hostil.
Esto ya lo habían entendido
Mis antepasados. Ahora me queda a mí
Entender el resto.

La noche murmura y murmura
Yo
Escribo y escribo: Nada más.






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