jueves, 5 de octubre de 2017

El objeto está perdido

El baldío
De barriletes y picados
De fútbol.
El baldío que me espera
Y me bautiza, como
En Cartago o Avellaneda
Bajo Flores o Batán...
La procesión es la misma.

Las zanjas de Solano
Con sus renacuajos
(Nosotros le llamábamos
Zapateros) que nos esperan
Para jugar en la esquina
Y más allá, en la sociedad de
Fomento, los más grandes se
Pelean antes de terminar el
Partido, como si la calle fuera
El Coliseo; y las piedras, palos
O alguna navaja, las armas
De los esclavos Romanos.

La procesión es la misma
La camioneta que vende
Pizzas se viene anunciando desde
La paz, con una bocina de carrero.
Hacia allá voy con unas cuantas
Monedas que cambio por una
Porción de muzzarella.
La felicidad cuesta tan poco
En la infancia

Como el trencito que nos pasea
También por unas monedas
La pantera rosa animando
Con música de Los Parchís;
Y mi abuela esperándome.

Mis tíos se ríen de mí
Estoy contento porque
Tengo piojos
Y ellos no
"¡Qué boludo que es este pibe!"
Dicen entre carcajada y
Carcajada.

La procesión sigue estando ahí
El carnaval más divertido
Todos contra todos
Baldes, bombuchas
Y pomos de plástico
Forman el barro del barrio,
Al que siempre vuelvo
Cuando el peso del mundo sobre
Mi cuerpo
Adulto busca un punto de fuga
¿Cómo olvidarse de
Esas imágenes?
De esos palpitares en
Mi pecho, de tanto amor
Puro que tan poco
Cuesta en la infancia.

El inventario es reducido en
La infancia;
El mundo era 2 o 3
Cuadras a lo sumo
El resto aventura.

Ahora que el tiempo ha
Encallecido mi piel
Y mis sentimientos;
Que abarrota cada día
Con más información
Y memorias
A mi delicado cerebro dañado
Cada vez, pareciera
Que son más los objetos
Perdidos que busco.
Pero no me preocupo
Cada vez que escribo sobre ello
Recupero alguno.

Hoy, gracias a este poema,
He recuperado una más.


    Hoy he sacado una capa más, a las vastas capas que se han superpuesto a mis sentimientos a lo largo de estos años. Reconozco la mella que ha provocado el dolor y el absurdo del mundo sobre mi lenguaje y luego sobre mis sentimientos; también sobre mi cuerpo. 
   Desde que me he encontrado con la literatura, y en especial con la poesía, he comprendido que el trabajo de desmonte, desmolde, (o quizás ya en este punto deba templar a mis sentimientos con un nuevo lenguaje) es la empresa más ardua en la que me he embarcado. La reflexión me ha asaltado al tener que leer mi poema y darme cuenta del por qué he escrito que mis sentimientos se han encallecido. Alguien me objeto, al escuchar mi lectura, que mis sentimientos no se han encallecido si estoy escribiendo poesía. Quise hacer liviana y fácil la reflexión; pero no hay nada de fácil o simple en mis reflexiones, en lo que respecta a mis sentimientos y el lo que respecta a mi literatura. En la tarde traté de hacerme un ejercicio para este diario, el cual consiste en registrar mis registros con cada sentimiento desde mi infancia hasta el día de hoy ¿Mis sentimientos hacia el amor fueron siempre los mismos? ¿Mi idea del amor siempre fue la misma? ¿Las veces que amé, amé de la misma manera en cada situación? En este punto debo aclarar que el amor me ha dado satisfacciones y remordimientos en cantidades iguales. Hubo etapas en mi vida en la que llegue a descreer totalmente del amor, lo he rechazado enérgicamente. Pero también comprendí en esa cruzada personal contra el amor, que yo necesitaba del amor, que no podía rechazarlo. Esto lo comprendí cuando enfermé y la medicina no pudo dar con los orígenes, y mucho menos con un tratamiento;para mi mal. Los años de ostracismo me enseñaron que debía volver al amor pero en cantidades más mesuradas, no en las cantidades  excesivas con las que siempre reclamé. Y aquí también yacía un error, el de reclamar. Reclamar en vez de dar; pero qué era lo que yo sabía del amor. Hoy creo que muy poco. Solo lo entendí cuando me alejé de él. Comprendí que lo necesito, pero también necesito darlo desinteresadamente en vez de reclamarlo. Necesito amarme a mí honesta y sinceramente (puedo fatigar varios párrafos sobre lo que entendía sobre la honestidad y el sinceramiento, vastas capas hay sobre estos conceptos).
   Cuánto podré a estos significados que aprendí (mal en su mayoría, y luego los distorsioné hasta vaciarlos totalmente en los años en que se me vedó la voz) volver a resignificarlos, llegar a una esencia. 
   Escribía hace unos días que mis sentimientos se han encallecido. Cómo nombrar o identificarme con un sentimiento que ha variado en todos estos años con una palabra que está estática en su significado en el tiempo y el espacio. Es en este punto en donde mi espíritu ha sentido alivio al entender que la literatura, y en especial la poesía, está resignificando el lenguaje, mi lenguaje. Y que esta empresa de desmonte se está operando en las profundidades mismas del lenguaje. Así que seguiré atravesando, fatigando los versos, las prosas, hasta su esencia misma; mi esencia. 


Diarios del Poeta




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